sábado, 31 de diciembre de 2016

Brindis de Año Nuevo


Brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que nunca me den descanso.

Patricia Highsmith 
Brindis de Año Nuevo, 1946

Ilust. Denis Dubois

viernes, 30 de diciembre de 2016

Primera copia



Si alguien,
cayendo de sí mismo en sí mismo,
manotea para sostenerse de sí
Y encuentra entre él y él
una puerta que lleva a otra parte,
feliz de él y él,
pues ha encontrado
su borrador más antiguo
la primera copia.

Poesía Vertical 52 II

jueves, 29 de diciembre de 2016

Milagros ordinarios



Mientras mojaba el pincel con aplicación, Lily pensaba en que era necesario estar a la altura de las experiencias ordinarias, sentir, sencillamente, que una silla es una silla, que una mesa es una mesa y que, al mismo tiempo, son un milagro.

Virginia Woolf   Al faro
Ed. Alianza, 2012
Trad. José Luis López Muñoz

Fot. Paul Delvaux  The Joy of Life

martes, 27 de diciembre de 2016

La realidad está aquí


La realidad está aquí,
desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
Pero el ansia de repetirnos
instaura las verdades.
Toda verdad repite lo inefable,
toda idea desmiente lo-que-ocurre.
Pero las construimos
por miedo a contemplar la enorme trama
de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio. 

Paul Verlaine y Arthur Rimbaud




Renuncia



La búsqueda no es un ir,
menos aún es estar llegando;

es soportar
la ausencia de lo que buscamos:
dejarse encontrar

en la renuncia a lo esperado.

Renuncia

Woman on park bench
NY 1957

lunes, 26 de diciembre de 2016

Cada mañana


Cada mañana
se crea
el mundo.


Imaginación y sueños


Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos.

Haruki Murakami

Fot. Angelica Paez

Hablar del silencio


El dios que aparece en los libros creó al mundo a través de la palabra. ¿Qué hubiera sido capaz de crear si hubiera permanecido en silencio?

Si se persigue la extrema claridad, la nominación perfecta, se llega al silencio. Ese paraíso desolado.

Callarse. Hacer silencio. No son en absoluto comparables.

Una gramática del silencio. Una sintaxis del silencio. Lo imposible. Una serie de reglas en un territorio repleto de vacío. Estalla de tan lleno.

Por escrito, el silencio es bidimensional. En el aire, el silencio tiene cuerpo, volumen. A veces llega a aturdir.

No es tan importante lo que somos capaces de decir. La verdad se construye en lo que somos capaces de oír.

1952. Cage compone 4´ 33´´. El intérprete no debe tocar ni una sola nota. La palabra “tacet” indica que hay que hacer silencio. Tres movimientos: el pianista que estrena la obra marca la duración de cada uno de ellos cerrando y abriendo la tapa del piano. Todo eso dura cuatro minutos y treinta tres segundos.  El público está desconcertado. Algunos, incluso, se enfurecen. Van a tardar en descubrir lo que Cage les ha ofrecido: recuperar aquellos sonidos del mundo que la música hubiera hecho desaparecer.

Hay quien sostiene que el silencio pertenece a la esfera del lenguaje. Podría decirse todo lo contrario: el lenguaje como un intento de liberación fallido; la libertad estaba en el lugar que se quiso abandonar.

El silencio es una forma  discursiva que no admite refutación.

El silencio no es ambiguo; es complejo. La ambigüedad está en el lenguaje. En esa insistencia tan humana de usar un martillo para sacar un tornillo.

El lenguaje es una religión. Es necesario creer en él para encontrarle sentido. La fe es su única condición de existencia.

Lo implícito. Ese supuesto híbrido que camina entre el lenguaje y el silencio.

El hacer silencio es condición indispensable para escuchar. Lo uno implica a lo otro. Una verdad desatendida.

Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Docta – Revista de Psicoanálisis
Año 13 N° 11 – Primavera 2015

Fot. Olga Vlasova

Espera


Yo soy
la mentira y la muerte
(es decir, la verdad última
del hombre).

Sé que no hay esperanza,
pero te dije:
espera,
con el único fin
de envenenar la vida
con la letal ponzoña de los sueños.

No hubo resurrección.

Una gran piedra
selló mi tumba,
en la que sólo había
silencio y sombra.

Nada hallaron en ella,
salvo sombra y silencio.
Yo soy el que no fue
ni será nunca:

en la oquedad vacía,
la turbia resonancia de tu miedo.

Palabras del anticristo

Y sonreía


Yo fui un niño muerto. El agua me devolvió a la vida. Ardía el aire de agosto y ardía mi cuerpo a causa de la fiebre. Me humedecían los labios levemente con un algodón. Pero no bastaba: el cuerpo no respiraba. Todos lloraban. Sin embargo, llegó la tormenta de agosto. Llovía con fuerza y la humedad se posó en mis ojos y en mis mis labios: hasta mi piel. El niño muerto se levantó sin ayuda del lecho. Y sonreía.

Antonio Colinas   Memorias del estanque
Ed. Siruela, 2016

Fot. Estanque en La Haya, hacia 1895, anónima

domingo, 25 de diciembre de 2016

Último


Decimos lo que decimos
para que la muerte no tenga
la última palabra.
¿Pero tendrá la muerte
el último silencio?
Hay que decir también el último silencio.

Decimos

sábado, 24 de diciembre de 2016

Lejanías


Silenciosa amiga de tantas lejanías,
Deja que tu presencia resuene
como una campana en la noche.

Sonetos a Orfeo

Breeze, 2016

Paseo


Las hojas de los cerezos eran de un rojo incandescente, herido, doloroso, pero a la vez bello, que reconciliaba y alegraba. Los prados y arboledas parecían a menudo envueltos en velos y paños mojados (…) Se olían los árboles al caminar bajo ellos, se oía caer la fruta madura sobre los prados y senderos. Todo parecía doble o triplemente silencioso.

Robert Walser  El ayudante
Ed. Siruela, 2010
Trad. Juan José del Solar.

En la foto Walser en uno de sus habituales paseos.

jueves, 22 de diciembre de 2016

¿Cómo eras?


¿Cómo eras tú, Alicia soñada, a los ojos de tu padre adoptivo? ¿Cómo te describiría él? En primer lugar, cariñosa; cariñosa como un perro (perdona lo prosaico de este símil, pero no conozco un amor terrenal más puro y más perfecto), y amable como un cervatillo; después deferente con todos, con el más grande y con el más humilde, con el ilustre y con el grotesco, con el Rey y con la Oruga, como si fuese está incluso la hija de un rey, y su vestido estuviese labrado en oro; en tercer lugar, confiada, dispuesta a aceptar los más disparatados imposibles con esa total credulidad que sólo los soñadores conocen; y por último, curiosa: tremendamente curiosa, y con esa ávida fruición de la Vida que sólo se da en las horas felices de la niñez, cuando todo es nuevo y hermoso, y cuando el Dolor y el Pecado no son más que nombres, palabras vacías que no significan nada.

Lewis Carroll
Alicia en el país de las maravillas
Ed. Alianza, 2006
Trad. Jaime de Ojeda Eiseley

Era el bolso de una niña


Ignorante, en el sentido
de que comía comida monótona
y pensaba que el mundo era plano,
y pagana, en el sentido
de que sabía que las cosas que andaban
a la noche por ahí no eran ni perros ni gatos
sino fantasmas y hombres de cara oscura,
tenía, no obstante, un orgullo feroz.
Pero sentenciada finalmente
a comer menos gachas cada vez
en una cocina fría como la piedra
con sus manos endebles
agarró del cuello a un mundo
que no podía entender.
La amé desde el día en que murió.
Ella era un baile de verano en el cruce de caminos.
Era un juego de naipes en el que una nariz salía rota.
Era una canción que nadie cantaba.
Era una casa registrada por soldados.
Era un idioma no hablado casi nunca.
Era el bolso de una niña, lleno de cosas inútiles.

Muerte de una mujer irlandesa

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Estructura


Para mostrarte dónde está tu deseo basta prohibírtelo un poco. X… desea que esté allí, a su lado, pero dejándolo un poco libre: ligero, ausentándome a veces, pero quedándome no lejos: es preciso, por un lado, que esté presente como prohibido, pero también que me aleje en el momento en que, estando en formación ese deseo, amenazaría con obstruirlo. Tal sería la estructura de la pareja “realizada”: un poco de prohibición, mucho de juego; señalar el deseo y después dejarlo.

Roland Barthes    Fragmento de un discurso amoroso
Ed. Siglo XXI, 2000
Trad. Eduardo Molina

Ni un después ni un antes


Mucho más que tú mismo durarán tus palabras.
Ningún derecho tienes, por siglo o por carácter,
a hacerlas más sombrías, ofuscadas o tristes
con abrasiva sed y con ficticias hambres.
Es un error pensar que tu vida se acaba
porque mueras un día. Mil siglos o un instante,
¿qué diferencia existe ? Sin presente no hay vida.
Que tu divisa sea : no hay ni un después ni un antes.

Divisa
Rama desnuda, 2001

martes, 20 de diciembre de 2016

Ley de vida


La pérdida es una experiencia que conduce hacia un nuevo camino. Una nueva oportunidad para empezar a pensar de otro modo. La pérdida no es el final de las cosas, sino el final de una manera determinada de pensar. Quien cae en un sitio se levanta en otro. Esa es la ley de la vida.

Kader Abdolah  
El reflejo de las palabras
Ed. Salamandra 2006
Trad. Diego Puls Kuipers

Fot. Albarrán Cabrera

A mi amante, regresando junto a su esposa



A mi amante, regresando junto a su esposa

Ella está toda allí.
Fue derretida cuidadosamente para ti
y moldeada desde tu infancia,
moldeada desde tus cien edades preferidas. 
Ella siempre ha estado allí, cariño.
Ella es, de hecho, exquisita. 
Fuegos artificiales en el centro de un sombrío febrero
y tan real como una olla de hierro.
Afrontémoslo, yo he sido pasajera. 
Un lujo. Un balandro rojo y brillante en el puerto.
Mi pelo flotando como humo por la ventanilla del coche.
Almejas fuera de temporada.
Ella es más que eso. Ella es tu tengo que tener,
ha potenciado tu crecimiento práctico y tropical.
Ella no es un experimento. Ella es toda armonía.
Ella cuida de que la barca tenga remos y toletes,
ha puesto flores silvestres en la ventana para el desayuno,
sentada junto al torno a mediodía,
parió tres hijos bajo la luna,
tres querubines dibujados por Miguel Ángel,
y lo hizo con las piernas abiertas
en los meses terribles en la capilla.
Si miras hacia arriba, los niños están allí
como delicados globos apoyados en la pared. 
También ha llevado a cada uno pasillo abajo
después de la cena, sus cabezas discretamente torcidas,
dos piernas protestando, cara a cara, 
ella tiene el rostro encendido con una canción y su pequeño sopor. 
Te devuelvo el corazón.
Te doy permiso−
para la fusión en ella, vibrando
iracundo en el barro, para la perra que hay en ella
y el enterramiento de su herida−
para enterrar viva su pequeña herida roja−
para la pálida bengala titubeante bajo sus costillas,
para el marinero borracho que aguarda en su pulso izquierdo,
para su rodilla de madre, para las medias, 
para el liguero, para la llamada. 
La extraña llamada
cuando te cobijes entre sus brazos y pechos
y tires de la cinta naranja en su pelo
y contestes a la llamada, la inquisitiva llamada.
Ella es tan desnuda y singular.
Ella es la suma de ti mismo y de tu sueño. 
Escálala como un monumento, paso a paso.
Ella es sólida. 
En cuanto a mí, yo soy una acuarela. 
Yo soy lavable. 

Poemas de Amor
Trad. Ben Clark

El inofensivo


Lloro cuando el sol se pone porque te sustrae a mi vista y porque soy incapaz de llevarme bien con sus rivales nocturnos. Aunque esté bajo y ahora sin fiebre, imposible obrar contra su ocaso, suspender su deshoje, arrancar todavía algún deseo a su fulgor moribundo. Al partir te diluye en su oscuridad igual que el limo del lecho se deslíe en el agua del torrente más allá de los escombros de las riberas destruidas. Dureza y blandura, de nervio tan diferente, causan entonces efectos similares. Dejo de recibir el himno de tu palabra; de repente ya no apareces íntegra a mi lado; lo que aprieta mi mano no es el huso nervioso de tu muñeca sino la rama hueca de un arbolillo cualquiera muerto y ya aserrado. Ya no se pone nombre a nada, sino al escalofrío. Es de noche. Los artificios que se encienden me sorprenden ciego.
No he llorado de verdad más que una sola vez. Al desaparecer, el sol había cercenado tu rostro. Tu cabeza había rodado a la zanja del cielo y yo ya no creía en el mañana.
¿Cuál es el hombre de la mañana, y cuál el de las tinieblas?

René Char   El inofensivo, poema en prosa
Antología esencial
Ed. Pamiela, 1992
Trad. Jorge Riechmann

Fot. Oana Stoian

Milagros ordinarios



Mientras mojaba el pincel con aplicación, Lily pensaba en que era necesario estar a la altura de las experiencias ordinarias, sentir, sencillamente, que una silla es una silla, que una mesa es una mesa y que, al mismo tiempo, son un milagro.

Virginia Woolf   Al faro
Ed. Alianza, 2012
Trad. José Luis López Muñoz

Fot. Paul Delvaux  The Joy of Life

lunes, 19 de diciembre de 2016

Por qué



1392

"Por qué" herido de amor
Es todo lo que amor puede decir -
Construidos de tan solo dos sílabas,
Los más enormes corazones que se rompen.

"Por qué" herido de amor.

Finales


Hay cierto número de obras, y generalmente entre las que más nos gustan, que acaban mal: en ellas algo se termina, se consume. Durante todo el libro ha habido una aventura, un movimiento, una búsqueda, unos encuentros: gentes que no se conocían se han cruzado; han caminado juntas, se han amado, han cambiado. Y luego todo se detiene. Es el fin. No hay continuación. Alguien muere o desaparece. Sentimos un vacío.
Por ejemplo, el final de Los tres mosqueteros, cuando se separan, siempre me ha parecido una perfecta expresión de la tristeza. Y también el principio de Vingt ans après –se vuelven a encontrar como enemigos, han envejecido-, al final de Vingt ans après, se separan de nuevo; Le Vicomte de Bragelonne, finalmente, cuando Porthos muere: durante años (no exagero nada) he sentido la desaparición física de Porthos; le echaba de menos; acordarme de todas sus aventuras, de su fuerza, de su necedad, de su apetito de ogro, de su vanidad, de su ropa, y luego de su decadencia, de su impotencia final: muere aplastado bajo una roca que ya no tiene fuerzas para levantar…
Esto es el sentimiento más simple, en estado bruto. Creo que lo sentiría igual si leyera la muerte de Hercule Poirot.
Pero los hay más matizados. La muerte de André Bolkonski (creo que se llama Bolkonski o Bolbonski) en Guerra y Paz; el final de Casque d’or. Y sobre todo, no ya muertes, sino extinciones, desapariciones, finales tranquilos, nadas: es el tiempo que pasa, el ocio, el hueco, el vacío, la melancolía, la añoranza, el recuerdo, lo irremediable.
Por ejemplo, el final de Under the net de Iris Murdoch, que acabo de buscar, y de no encontrar, por todas partes: tras innumerables aventuras, más bien risueñas, los inseparables se separan; se van cada uno por su lado, “es la vida”… O bien el final de Pierrot mon ami…
O bien esta última pregunta (que a menudo me ha aterrorizado) que clausura el capítulo de preguntas y respuestas de Ulises, cuando Stephen y Bloom se separan: ¿Dónde (va Stephen)? Jamás lo sabremos. Y ese jamás, verdaderamente, es algo terrible. No triste exactamente. Pero terrible. Un punto de interrogación para el que no hay respuesta posible. Algo que no se abre sobre cualquier cosa. Algo acabado.
O bien el final de Fermina Márquez.
O bien el final de La educación sentimental: las últimas páginas, y sobre todo “la amargura de las simpatías interrumpidas”: ¿alguna vez se ha expresado mejor el vacío?
O el final de Suave es la noche: el tipo que va de ciudad en ciudad… metrópolis, pequeños centros, aldeas, pueblos y luego se acabó. Se ha perdido su rastro. No está muerto, no; sigue viviendo: sigue pensando, no ha olvidado nada; pero está vacío, ha fallado, ha fracasado, ha naufragado. Así vivirá siete años, la eternidad…
O bien el final de La montaña mágica.
Y estoy seguro de que aún hay innumerables ejemplos. 

Georges Perec. Carta inédita a Denise Getzler.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Muchedumbre


No a todos les es dado tomar un baño de multitud; gozar de la muchedumbre es un arte; y sólo puede darse a expensas del género humano un atracón de vitalidad aquel a quien un hada insufló  en la cuna el gusto del disfraz y la careta, el odio del domicilio y la pasión del viaje.
Multitud, soledad: términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. El que no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en una muchedumbre atareada.

Charles Baudelaire  
La muchedumbre
Pequeños poemas en prosa
Ed. Aldus 2009

Tú con la palabra que yo dije...


Tú con la palabra que yo dije...

Tú con la palabra que yo dije,
tú con tu silencio,
tú contigo misma
en el mundo su-
bi-
da,

tú mi amor:

perdida, extra-
viada, una 
y otra vez
regresada en el dolor: es

tarde.

Ayúdame,
ayúdate,
ayuda.

El camino de horas anduvo lo que dije.
El camino de horas anduvo lo que callé.
Anduvo y anduviste,
por lo infinito anduviste,
hacia delante y hacia atrás,
hacia ninguna parte, hacia la palabra, hacia allí.

Deja.
Un nombre se te abre,
otro:
quédate.

De "La rosa de nadie" 1963
Versión de José Luis Reina Palazón
Obras completas - Ed. Trotta 1999

Ley de vida


La pérdida es una experiencia que conduce hacia un nuevo camino. Una nueva oportunidad para empezar a pensar de otro modo. La pérdida no es el final de las cosas, sino el final de una manera determinada de pensar. Quien cae en un sitio se levanta en otro. Esa es la ley de la vida.

Kader Abdolah   El reflejo de las palabras
Ed. Salamandra 2006
Trad. Diego Puls Kuipers

Fot. Albarrán Cabrera

Instante


El instante dice.
La duración es dicha.
La duración es ausencia, es un instante, 
un vestigio relevado de una ausencia revelada
a sí misma.

La oscura palabra del desierto

Encantamiento


Dame una joven mujer con su lira de sombra
y su arbusto de sangre. Con ella
encantaré a la noche.

Amor en visita
(fragmento)
Versión de Abraham Ibáñez

sábado, 17 de diciembre de 2016

Sombra


LA SOMBRA
sola
al final de las cosas.
Sólo la sombra.

Juan Fuentes
Tiempo Volar
Ed. Piedra y Cielo, 2015

Flappers & Philosophers


Ardita, como suprema egocéntrica que era, pensaba frecuentemente en sí misma, y al no haber sido nunca contradicha lo hacía de forma completamente natural y sin detrimento de su indiscutible encanto. Aunque tenía diecinueve años parecía una fogosa niña precoz, y en el esplendor actual de su juventud y su belleza todos los hombres y mujeres que había conocido no le parecían más que trozos de madera a la deriva en la corriente de su temperamento. Había conocido a otros egocéntricos, de hecho pensaba que la gente egocéntrica le aburría mucho menos que la que no lo era, pero hasta ahora no había habido ninguno al que no hubiera vencido y postrado a sus pies.
Reconocía a un ególatra en el sillón de al lado, pero no sentía el habitual cierre de compuertas y zafarrancho de combate habitual. Todo lo contrario: su instinto le decía que aquel hombre era de alguna manera absolutamente influenciable y vulnerable. 
(...)
Pero esta no es la historia de dos náufragos, ni la de dos condenados a sufrir su amor aisladamente, sino la mera presentación de dos personas, y el escenario idílico entre las palmeras del golfo de Stream es completamente accidental. Casi todos nosotros nos contentamos con existir y reproducirnos, con luchar por nuestro derecho de hacer ambas cosas; el intento, condenado de antemano, de controlar el propio destino se reserva a unos pocos afortunados o desafortunados. Lo interesante de Ardita no es otra cosa que la forma en que su valor perderá su brillo, como su juventud y su belleza.

F. Scott Fitzgerald   El pirata de la costa
Flappers y filósofos
Ed. Velecio Editores, 2007
Trad. Andrés y Teresa Barba

Fot. Portada de la edición inglesa, ed. Vintage, 2009

viernes, 16 de diciembre de 2016

Porque lo sé


Nada tengo en contra de que la gente encadene su vida a un suceso en particular y de cierta relevancia para que su vida tenga más sentido. Bien sabe Dios que necesitamos de todos los puntos de apoyo que podamos encontrar en la montaña de cristal de nuestra existencia. El problema radica en que por mucho que escalemos al llegar a la madurez descubrimos que nos hemos pasado la vida en el mismo lugar. Creíamos que seríamos alguien hasta que nos convertimos en el don nadie que somos. Os lo digo porque lo sé.

Jeanette Winterson   Travesía por el Atlántico
El mundo y otros lugares
Ed. Lumen 2015
Trad. Alejandro Palomas

Fot. Miho Kajioka

Cae




43
Como un jazmín liviano
que cae sosteniéndose en el aire
que cae cae cae
cae.
Y qué va a hacer.


Disseste O Sol Nasceu, 1999

El banquete


Nadie quiere comerme,
enferma estoy de amor.

Vivir, 1983

jueves, 15 de diciembre de 2016

Leer, según Kafka


Pienso que solo deberíamos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en la cara, ¿para qué leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dices en tu carta? Por Dios, podríamos ser igual de felices sin libros, y si nos hicieran falta libros para ser felices, podríamos escribirlos nosotros mismos, llegado el caso. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. un libro tiene que ser un hacha que abra un agujero en el mar helado de nuestro interior. Eso es lo que creo.

Carta de Franz Kafka a su amigo Oskar Pollak, 1904

Llueve



Llueve en toda la tierra
Pero más
En mi morada.


Haiku de las estaciones
Ed. Hiperión, 2016
Edición de Alberto Manzano

Compañía



Nunca he encontrado a ningún compañero que me acompañara tanto como la soledad.

Henry David Thoreau

Realidad


A mis mejores amigos no los he visto nunca. Conocerme en persona es la muerte de la ilusión.

Raymond Chandler

Desierto



El desierto terrible arde todo por el amor de una hierbecilla; y ella le dice que no con la cabeza, y se ríe, y se va volando.

Rabindranath Tagore   Pájaros Perdidos
Ed. Renacimiento, 2011
Trad. Zenobia Camprubí Aymar

Fot. Melih Dönmezer

miércoles, 14 de diciembre de 2016

El amor al porvenir



No es la melancolía de las cosas en ruinas lo que oprime el corazón, sino el amor desesperado de lo que dura eternamente en la juventud eterna, el amor al porvenir.

Albert Camus   Carnets III
Breviario de la dignidad humana
Ed. Plataforma
Trad. Elisenda Julibert

Fot. Bernard Plossu
From the  Bretagne, Les îles, couleur Fresson

En vano vuelven las palabras


En vano vuelven las palabras
pues ellas mismas todavía esperan
la mano que las quiebre y las vacíe
hasta hacerlas ininteligibles y puras
para que de ellas nazca un sentido distinto,
incomprensible y claro
como el amanecer o el despertar.
Acuden insistentes como sordos martillos
nombrando lo nombrado
lo que tal vez nosotros
estábamos llamados a hacer vivir…

Solo el amor

martes, 13 de diciembre de 2016

Consejo


El mundo fluye sobre lo inútil

Olas nacidas para repetirse a sí mismas,
balbuciendo eternas excusas
a las gaviotas que recorren la costa.
O tú, viento racheado, molestando a esos pinos
con tu oratoria salvaje.

Incluso tú, oscuridad que llegas,
y tú, arbusto seco rodando
a través de un pueblo fantasma
con la chinche que sólo vive un día
sobre una cortina rota
y un cielo lleno de nubes blancas.

Una foto rasgada tras otra
cuyas partes no encajan –¿y por qué
habrían de hacerlo, lúgubres rumores,
con todo vuestro aderezo de estupidez?–.
Siempre que acudí al mar y al cielo
en busca de consejo, esto es lo que obtuve.

Mi séquito silencioso
Ed. Vaso Roto Ediciones, 2014
Trad. Antonio Albors

Fot. Jock Sturges

El hombre



¿Qué es el hombre, ése semidios ensalzado? ¿No le falta la fuerza cuando más la necesita? Y cuando abre las alas en el cielo de los placeres, lo mismo que cuando se sumerge en la desesperación, ¿no se ve siempre detenido y condenado a convencerse de que es débil y pequeño, él, que esperaba perderse en el infinito? 

Johann Wolfgang von Goethe
Las desventuras del joven Werther
Ed. Cátedra, 2007
Trad. Manuel José González

Fot. Cazadores de ratas en el puerto de Liverpool, 1910, anónima

Leyendo a Freud


Leyendo a S. Freud

Leo en un viejo ensayo de Freud:
"La vida siempre provoca malestar".
¿De modo que esta desazón,
estas ganas de huir a ningún lado,
este aburrimiento de la gente,
y aun de las cosas amadas,
este malhumor matinal,
eran, a fin de cuentas, la vida?

Poesía reunida
Ed. Lumen, 2005

Fragmento 152



Me quedo pasmado cuando termino algo. Me quedo pasmado y desolado. Mi instinto de perfección debería impedirme acabar, debería impedirme incluso empezar.
Pero me distraigo y obro. Lo que obtengo es un producto que no resulta de una aplicación de mi voluntad, sino de una concesión que ella hace de sí misma.
Empiezo porque no tengo fuerzas para pensar, termino porque no tengo alma para interrumpir.

Este libro es mi cobardía.

Fernando PessoaFragmento 152
El libro del desasosiego de Bernardo Soares,
Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

Fot. Sandra Barrozo
Intervención sobre libro antiguo con textos de El libro del desasosiego de Fernando Pessoa

El atestado


Adam volvió a cerrar el libro; aquella página, propiamente hablando, nada tenía que fuera muy conmovedor; y sin embargo, al volver a meter el libro en el torniquete de alambre, Adam sonrió tiernamente. Pensó que descubriría poco a poco, en el seno de su mundo cerrado, montones de cosas desconocidas, combates de fieras, puentes de barcos sobrecargados de carbón y de sol. Con cubos de agua y rollos de cordajes embreados. Se prometió a si mismo volver al día siguiente, o más tarde, para leer otra hoja.
Se alegraba de vivir en un universo modelo reducido, muy suyo, muy suave, al que llenaban mil juegos diversos.

Jean-Marie Gustave Le Clézio  El atestado
Ed. Cátedra, 2008
Trad. Susana Cantero

Fot. Junichi Hakoyama

lunes, 12 de diciembre de 2016

Descanso en la desdicha



Desdicha, gran arador mío,
Desdicha, siéntate,
Descansa,
Descansemos un poco tú y yo,
Descansa,
Me encuentras, me pones a prueba, me lo pruebas.
Soy tu ruina.

Gran teatro mío, mi puerto, mi hogar,
Mi sótano de oro,
Mi porvenir, mi auténtica madre, mi horizonte.
En tu luz, en tu amplitud, en tu horror
Me abandono.

Descanso en la desdicha

(Black) Seascape, 1881

Vacío


Después de una pérdida nunca encontraremos un sustituto. No importa que algo llene en parte ese vacío, incluso si es llenado completamente, algo de él permanece. Y, de hecho, así es como debe ser; es la única forma de perpetuar ese amor al cual no queremos renunciar.

Sigmund Freud, en carta a Otto Binswanger, 1929