miércoles, 31 de enero de 2018

Prohibido en otoño


- ¿Y el ensayo sobre el amor? ¿ Lo has escrito?
- Pues no. Yo creo que lo más bonito del amor es precisamente el que sea tan difícil de describir con exactitud. Es como cuando vas de excursión y ves un castillo, o un árbol, a la caída de la tarde, y su espectáculo te emociona, y te quedas absorta ante la línea, ante el color, ante el reflejo de la luz; le añades a su belleza todo el caudal de poesía que llevas en ti, y crees fijarlo para siempre haciéndole una fotografía, y cuando sacas la copia te encuentras con que has fotografiado un paisaje con un árbol, o unos muros, que no te dicen nada; o sea, que todo lo que era hermosura y milagro, lo ha dejado sin impresionar la placa, ¿me comprendes?

Edgar Neville
Prohibido en otoño

Fot. Tom Ford
Forever Love

El silencio de la escritura


Las palabras nombran lo ausente, lo distante, lo que ha de venir.

Ed. Espasa, 2011

martes, 30 de enero de 2018

Conocimiento


Por medio del olfato, el gusto, el tacto, nos conocemos unos a otros, ponemos en ignición la mente del otro; los datos que nos trasmiten los olores del cuerpo después del orgasmo, el aliento, el sabor de la lengua, constituyen medios primitivos de conocimiento. En mi caso, se trataba de un ser perfectamente común, sin dotes excepcionales, pero en lo elemental, por así decirlo, extraordinario para mí: exhalaba los olores de las cosas buenas de la naturaleza, como el pan recién horneado, como el café tostado o el sándalo. (...) Paracelso dice que los pensamientos son actos. Y de todos los actos, supongo, el sexual es el más importante, pues es aquel en el que más se divulgan nuestros espíritus. Sin embargo, uno lo experimenta como una especie de paráfrasis de lo poético, de pensamiento que adopta la forma de un beso o un abrazo. El amor sexual es conocimiento tanto en su etimología como en el hecho en sí; ”la conoció“, dice la Biblia. El sexo es la unión o acoplamiento que ata los hilos de Ariadna del macho y de la hembra: la nube de lo desconocido.

Lawrence Durrell 
El cuarteto de Alejandría,  Clea
Ed. Edhasa, 2008
Trad. Matilde Horne

El cuerpo: un ensayo


[100] Antes de dejarse llevar por la empatía, el lector debe tener en cuenta que la noche no duró mucho; además, exigía que ella devolviera todo lo que había robado. 

n. A la mañana, las palomas arrullaban sus fuck-yous. Y ella se fue, con el bolso equivocado, por la escalera equivocada. 
El viento desviado sobre la escalera de emergencia sacudía el vestido. Porque él nunca lo dijo, ella y sus cositas: lápiz de labios y pétalos de rosa, cucharas de azúcar y sobres rosas, terminaron en los bolsillos equivocados. Y si nadie lo hace que todo se vaya a la mierda, durante la noche, sacar las señales de tránsito de todas las intersecciones importantes y volverlas a poner en el lugar equivocado. En la catedral, la fuente nunca fue tan lasciva, sin embargo, le gustaba ese meter dedos una y otra vez, y las velas eran tan promiscuas en su intercambio de llamas.

Jenny Boully
El cuerpo: un ensayo
Ed. Z&G 2017
Traducción: Patricio Grinberg

Fot. Jane Fonda by Bob Willoughby

lunes, 29 de enero de 2018

El ignorante


Cuanto más viejo, más crezco en ignorancia,
cuanto más vivo, menos poseo y sobre menos reino.
Todo lo que tengo es un espacio
nevado o brillante, pero nunca habitado.

¿Dónde está aquel que da, el guía, el guardián?

Me quedo en mi habitación y al principio callo
(el silencio entra como un sirviente a poner un poco de orden)
y espero que, una a una, se alejen las mentiras:
¿qué queda? ¿qué le queda 
a este moribundo que le impide morir bien? 
¿Qué fuerza lo hace todavía hablar 
entre sus cuatro paredes?
¿Podría saberlo, yo, el inquieto, el ignorante?

Pero realmente lo siento hablar y su palabra
penetra con el día, aunque de manera muy vaga:

Como el fuego, 
el amor establece su claridad
sólo en la culpa y la belleza 
de los bosques hechos ceniza...


Black on Grey, 1969
Acrylique sur toile  253,7x200,3  
Collection Christopher Rothko

Coraje


Ni un solo día dejaba de prometerse que terminaría con aquella relación tan hiriente. Pero era débil y cobarde, estaba atrapado. Como el jugador que se empeña en superar sus pérdidas, perseguía sus viejos sueños, su vano presente, su tiempo perdido, su dicha pasada. No tenía el coraje para levantarse de la mesa y decir: Ya he perdido bastante.

Maurice Druon
El Rey de Hierro
Ed. Ediciones B, 2009

Fot. Ernst Haas
Italy, 1953

Leyendo



Advertencia


ADVERTENCIA 

Cuando estés recién muerto,
aún con la tibia tibia,
aún con las uñas cortas,
querrás hacer algo
-lo que podías hacer ahora-;

y ya habrán cerrado las tiendas y portales;
y ya será muy tarde para llegar a tiempo
a los que hoy te aman.

Hoy es nunca más


Hoy es nunca más 
y eso tendríamos que recordarlo siempre.

Ed. Renacimiento, 2016

Paloma Picasso, 1978

Profundidad


Tus lágrimas más profundas nunca llegan a la superficie.

Rigveda

Fot. Sonya Noskowiak

Errores


Hasta su silencio tenía errores de lenguaje.

Pensamientos despeinados
Ed. Península, 1996
Trad. Emilio Quintana


Profundidad


Tus lágrimas más profundas nunca llegan a la superficie.

Rigveda

Fot. Sonya Noskowiak

Memoria


Las hojas caídas de tilo se enrollan como un corazón que se aprieta alrededor de la memoria de lo que ha perdido.

Christian Bobin

Fot. Michiko Chiyoda

domingo, 28 de enero de 2018

¿Qué he de hacer?


¿Qué he de hacer 
si el hombre que he estado esperando 
viniese a mí ahora, 
si no quiero que las pisadas perturben 
la nieve de mi jardín?

Japón, S. X - XI

Fot. Juri (jiji)

Consciencia



Las estrellas no saben que forman constelaciones.

Jean Cocteau

Fot. Imogen Cunningham

¿Qué he de hacer?


¿Qué he de hacer 
si el hombre que he estado esperando 
viniese a mí ahora, 
si no quiero que las pisadas perturben 
la nieve de mi jardín?

Japón, S. X - XI

Fot. Juri (jiji)

Espejo


La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes.

Joseph Joubert

Leyendo


Razón suficiente


SONETO XLI

Yo, puesto que nací mujer y me acongojan
todos los deseos y caprichos de mi género,
me siento alentada por tu cercanía a hallar
hermosa a tu persona y a sentir cierto placer
al soportar el peso de tu cuerpo sobre mí;
así de sutilmente está el vapor de la vida diseñado
para clarificar el pulso y enturbiarnos la mente
y dejarme otra vez más deshecha y poseída.
No pienses, aún así, por esta traicioncilla
de mi robusta sangre a mi cerebro atónito,
que te vaya recordar con amor o sazonar
mi desdén con piedad. Déjame que sea franca:
no creo que este frenesí sea razón suficiente
para que tengamos que hablar si vuelvo a verte.

Versión de Andrés Catalán

sábado, 27 de enero de 2018

Teñir


En este mundo
el amor no tiene color, 
pero
con qué intensidad
mi cuerpo 
está teñido por el tuyo.

Japón, S. X - XI 

Fot. Mark Rothko
Black Red and Black 1968

Raros


Al final de la "Ethica", Spinoza sueña con una comunidad de raros, de difíciles, de secretos, de ateos, de despiertos, de luminosos, de luminiscentes, de Aufklärer. Fundar un club antidemocrático cerrado a los sacerdotes, los magistrados, los filósofos, los políticos, los editorialistas, los profesores, los galeristas. Quizás hace falta retornar a una difusión más solitaria y clandestina de la obra de arte. Horror pleni, error pleni. Haría falta afinar un medio para mostrar las obras como antaño la música sabia, apartada de la Corte. Como antaño Sainte Colombe. Como antaño Johann Jakob Froberger y las suites francesas. Como antaño Esprit, La Rochefoucauld, madame de Sablé, los retratos, las máximas, los fragmentos, las novelas: apartados de Versailles y apartados del derecho. Reservar un bolsillo para la rareza cuando se ha vuelto extrema, una cavidad en el corazón de la soledad, una grieta de la no reproductivad.

Pascal Quignard
Sobre la idea de una comunidad de solitarios
Ed. Pre-Textos, 2018
Trad. Adalber Salas

viernes, 26 de enero de 2018

Un parpadeo


Y ahora, escuche la maravilla. Hastiada de mezclarse con los innobles, huyó de la sala lenguaraz de los buscadores de relaciones y se dirigió, desterrada voluntaria, al saloncillo desierto contiguo. Desterrada voluntaria como yo, y no sabía que yo la observaba tras las cortinas. Entonces, se acercó al espejo del saloncillo, porque tiene la manía de los espejos como yo, manía de tristes y solitarios, y entonces, sola y segura de que no la veía nadie, se acercó al espejo y besó sus labios en él. (...) Un parpadeo, lo que dura un beso en un espejo, y era ella, ella para siempre. Llámeme loco, pero créame. Fue así, y cuando regresó al gran salón, no me acerqué a ella, no quise tratarla como a las demás.

Ed. Anagrama, 2011
Trad. Javier Albiñana

A todos nos pasa


A todos nos pasa: después de forjarnos fantasías durante semanas y años creyendo que estamos pensando con lógica, un día vemos algo, una cara, un vestido, un hombre feliz, y de repente comprendemos que ninguno de nuestros sueños se hará realidad.

Orhan Pamuk
Me llamo Rojo
Ed. Alfaguara, 2003
Trad. Rafael Carpintero

Fot. Man Ray
Meret Oppenheim 1933

El cinturón de Hipólita


EL CINTURÓN DE HIPÓLITA

Una vez, siendo niña, descubrí a la mujer
que me enseñó a montar en bicicleta
tiñéndose las canas: se había puesto, porque la resistencia mancha,
una camisa azul de su marido
muerto.

El cinturón de Hipólita es aquella camisa.

Mi primera maestra, Doña Cati,
enseñó a leer a tres generaciones de españoles
a través de sus gafas, ya estando jubilada: Mi-pa-pá
es-el-más-gua-po-del-mun-do-y-mi-ma-má-la-más-fuer-te
del-pla-ne-ta-tie-rra.

El cinturón de Hipólita es aquel par de gafas.

El día de su boda con el poeta Manuel Altolaguirre,
la poeta Concha Méndez caminó
flotando, con su traje de menta, hacia el altar
de los Jerónimos: su ramo de novia era un manojo
fresco de perejil.

El cinturón de Hipólita es aquel ramo verde.

Y el modo en que mi madre, a los cincuenta, le cambiaba las pilas
a su audífono para asistir a clases
en la universidad (las manos son las mismas que, con catorce
años, dejaran los compases y dictados
para ponerse a amasar pan).

El cinturón de Hipólita nunca lo robó Hércules.

Hércules robó el oro,
pero no la riqueza. ¿Cómo expoliar aquello que se mama,
capital invisible, indivisible, cual río
sangre abajo? Robó Heracles
el oro. Nos dejó

la nobleza.


El encuentro


Dos puntos que se atraen no tienen por qué elegir forzosamente la recta. Claro que es el procedimiento más corto. Pero hay quienes prefieren el infinito.
Las gentes caen unas en brazos de otras sin detallar la aventura. Cuando mucho avanzan en zigzag. Pero una vez en la meta corrigen la desviación y se acoplan. Tan brusco amor es un choque, y los que así se afrontaron son devueltos al punto de partida. (...) De vez en cuando, una pareja se aparta de esta regla invariable. Su propósito es francamente lineal, y no carece de rectitud. Misteriosamente, optan por el laberinto. No pueden vivir separados. Ésta es su única certeza y van a perderla buscándose. Cuando uno de ellos comete un error y provoca el encuentro, el otro finge no darse cuenta y pasa sin saludar.

Juan José Arreola
El encuentro

Fot. Robert Doisneau
L'amitié, 1940s

Dijo el árbol


Qué serenidad mirar lento,
continuo, siempre
el mismo paisaje.
Dijo el árbol.
El leñador oyó un susurro,
pero no supo de dónde venía.

Nubes y Claros seguido de Pájaro sin rama
Ed. Babilonia, 2013

Fot. Anon. Chestnust in Campanario
Madeira Island, Portugal

Por detrás de las gentes


Sí, por detrás de las gentes
Te busco.
No en tu nombre, si lo dicen,
no en tu imagen, si la pintan.
Detrás, detrás, más allá.

Por detrás de ti te busco.
No en tu espejo, no en tu letra,
ni en tu alma.
Detrás, más allá.
También detrás, más atrás
de mí te busco. No eres
lo que yo siento de ti.
No eres
lo que me está palpitando
con sangre mía en las venas,
sin ser yo.
Detrás, más allá te busco.
Por encontrarte, dejar
de vivir en ti, en mí,
y en los otros.
Vivir ya detrás de todo,
al otro lado de todo
-por encontrarte-
como si fuese morir.

Sí, por detrás de las gentes
De "La voz a ti debida", 1933

Self-portrait 29 11 17

jueves, 25 de enero de 2018

Crujen las cuadernas


Desconsoladas,
crujen las cuadernas.
El agua no cesa.

Viola d'Amore Suite in D Minor GWV426, Mov 3-5/7

Final del túnel




¿Qué es un rayo de luz en pleno mediodía? 

Por tanto, es mejor pintar las tinieblas exteriores y, como suele decirse, cargar las tintas. En ese momento cualquier cosa, incluso esos vislumbres y estrellas que flotan en la ceguera, podrá postularse como final del túnel.

Andrés Trapiello
Yo tengo un corazón de carne y hueso

Fot. Masao Yamamoto

Hogar


¿Y qué hogar es, si no es de este mundo?, que lo que cantábamos y tocábamos era sólo un recuerdo, una reminiscencia, la conservación de la imagen de algo que ya no existe, y sentí como la tierra firme de este hogar se hundía bajo mis pies, cómo caía, cómo sostenía el clarinete junto a la boca y me hundía en la profundidad de los años, en la profundidad de los siglos, en una profundidad inconmensurable (donde el amor es amor y el odio, odio) y me dije con sorpresa que mi único hogar es precisamente este hundimiento, esta inquisitiva y anhelante caída y seguí entregado a ella, experimentando un dulce vértigo.

Milan Kundera
La Broma
Ed. Tusquets, 2012
Trad. Fernando de Valenzuela

Despedida


(...)
y nos despedimos con la vaga sensación
de haber sobrevivido
aunque no sabíamos para qué.

de Babel Bárbara
Ed. Lumen, 1991

Fot, Peter Rose Pulham, 1930

Noche


En el fondo del hombre hay una noche irresistible. Cada anochecer, los hombres y las mujeres se quedan dormidos. Se hunden en esa noche como si las tinieblas fuesen un recuerdo.
Son un recuerdo.
A veces, los hombres creen que se acercan a las mujeres; miran la expresión de sus rostros; tienden los brazos hacia sus hombros; vuelven a sus cuerpos cada anochecer y se acuestan contra sus costados, pero no por eso duermen; no son más que los juguetes de la noche, atados por la escena invisible que los ha engendrado y que arroja su sombra por todas partes y sobre todas las cosas.

Pascal Quignard
Terraza en Roma
Ed. Espasa, 2008

Fot Marion Cotillard para Vogue, París 2010

miércoles, 24 de enero de 2018

Una comunidad de solitarios


Se lee solo, de soledad en soledad, con un otro que no está ahí.

Ese otro que no está ahí no responde y, sin embargo, responde.

No toma la palabra y, sin embargo, una particular voz silenciosa, tan singular, se eleva de entre las líneas que cubren las páginas de los libros, sin sonar.

Todos aquellos que leen están solos en el mundo con su único ejemplar. Forman la comunidad misteriosa de los lectores.

Es una compañía de solitarios, como se dice de los jabalíes bajo la sombra tupida de los árboles.

Pascal Quignard
Sobre la idea de una comunidad de solitarios
Ed. Pre-Textos, 2018
Trad. Adalber Salas

Monólogo


11 de Abril de 1961

(...) Pero cómo hacer real mi monólogo obsesionante, cómo transmutar en lenguaje este deseo de ser. La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Quiero decir, por querer hacer de mí un personaje literario en la vida real fracaso en mi deseo de hacer literatura con mi vida real pues ésta no existe: es literatura.
La antigua causa de este impedimento es mi imposibilidad congénita de comunicarme espontáneamente con los otros, de sobrellevarlos, de tener amigos, amantes, etc., de preferir, en su lugar, los amores fantasmas, las sombras, la poesía. El amor fantasma o solitario. Lo que me fascina de la masturbación es la enorme posibilidad de transformaciones que ofrece. Ese poder ser objeto y sujeto al mismo tiempo… abolición del tiempo, del espacio…

Alejandra Pizarnik
Diarios
Ed. Lumen 2003

Fot. bluelunaphotography

Por ella


Incapaz, por su mucha timidez, de acercarse a una mujer, sus amigos le embromaban cruelmente. Para defenderse, inventó que había conocido a una; la describió con todo lujo de deta­lles, con una imaginación alimentada por años de soledad. Con­siguió, no sólo que cesaran las bromas, sino ver en sus miradas algo nuevo, y peligroso: la admiración, el respeto, tal vez la envi­dia. Como cada vez le presionaban más para que la presenta­ra, inventó que había tenido que marcharse a otra ciudad, por razones de trabajo; también se volcó en contar, redimiendo quizás los detalles de muchas tardes desiertas, las largas conversaciones telefónicas que mantenían. Esa criatura imaginaria era ya apreciada por todos; la impaciencia por conocerla, creciente. Tuvo que matarla. Se esforzó por ser convincente, al teléfono, con su mejor amigo, hablando del accidente, de su dolor, de la necesi­dad de acudir al funeral. Paseó, solitario, por la ciudad donde la había hecho vivir, y que no conocía; en cada esquina, en cada sombra, le parecía aguardar una ausencia, o la promesa o el esquema de una ausencia; también, el absurdo de sentirlo. Se fue de allí con el corazón oprimido, como si realmente hubiera habido alguien a quien perder. Sus amigos confundieron fácil­mente con dolor esa melancolía, y la respetaron. O quizá era él quien empezaba a engañarse. Fue ya, a los ojos de todos, el viudo de una sombra a la que todos parecían conocer mejor que él. Alguna vez pensó en repetir la hazaña, pero nunca pudo resolverse al engaño: por ellos -que tal vez lo sabían-, por él mismo, pero sobre todo por ella.

José Cereijo
Apariencias
Ed. Renacimiento, 2005

Fot. Susan Meiselas
Self Portrait, 1971

Pequeño petirrojo


pequeño petirrojo que vive en mi pecho
sólo sabe decir sí
pero no se acerca

Nubes y Claros seguido de Pájaro sin rama
Ed. Babilonia, 2013

Flores


Estaba tendido desnudo y miraba el techo, la rubia acostada a mi lado, miraba igualmente el techo, y de buenas a primeras me levanté y saqué del florero una peonía y quitándole los pétalos, cubrí el vientre de la señorita, todo él, aquello era tan hermoso que me sorprendí y la señorita se levantaba y miraba también su propio vientre, pero las peonías se caían, así que la volví a acostar tiernamente, para que quedase tendida, y fui a coger un espejo colgado de una escarpia y lo puse de tal manera que la señorita pudiese ver qué hermoso era su vientre decorado con los pétalos de peonías, le dije que sería hermoso, que siempre que viniese y hubiera flores a mano, le cubriría la tripita con ellas, y ella dijo que esto aún no le había sucedido nunca, semejante honor a su belleza, y me dijo también que se había enamorado de mí por aquellas flores y yo le dije que sería hermoso que, cuando en Navidades cortase ramitas de abeto, le cubriese la tripita con aquellas ramitas, y ella dijo que sería más hermoso si le decorase el vientre con muérdago, pero que lo mejor de todo sería, y esto lo tenía que encargar, que hubiese un espejo colgado desde el techo justo sobre el canapé, para que nos viésemos acostados, sobre todo ella, para que pudiera contemplar qué hermosa es cuando está desnuda con la corona de flores en torno al conejito, corona de flores que variaría según las estaciones del año y las flores típicas de cada mes, qué hermoso sería cuando más adelante la cubriera con margaritas y lagrimitas de la Virgen María, crisantemos y dalias y también con hojas de colores otoñales… y entonces yo me levanté y la abracé y me sentía grande.

Bohumil Hrabal
Yo que he servido al rey de Inglaterra
Ed. Destino, 2004
Trad. Jitka Mlejnková y Alberto Ortiz

Fot. Dr. Dain Tasker
Amazon-Lily, circa 1930
Silver print from an x-ray negative

No se detienen


En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas una de la otra, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen.

Ed. Siruela, 2013
Trad. Aurora Bernárdez

Fot. Tina Berning

El viajero


No es verdad. El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: ”No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino.

José Saramago
Viaje a Portugal
Ed. Alfaguara, 2008
Trad. Basilio Losada

Fot. Miklos Tolnai
The End of Winter

Leyendo

Haciendo como que lee

Simonetta Gianfelici
“Caffè della Pace” Roma 1997

martes, 23 de enero de 2018

Hasta luego


Hasta luego 

Ha llegado la hora de retirarse 
Estoy agradecido de todos 
Tanto de los amigos complacientes 
Como de los enemigos frenéticos 
¡Inolvidables personajes sagrados!

Miserable de mí 
Si no hubiera logrado granjearme 
La antipatía casi general: 
¡Salve perros felices
Que salieron a ladrarme al camino! 
Me despido de ustedes 
Con la mayor alegría del mundo.

Gracias, de nuevo, gracias 
Reconozco que se me caen las lágrimas 
Volveremos a vernos 
En el mar, en la tierra, donde sea.
Pórtense bien, escriban 
Sigan haciendo pan 
Continúen tejiendo telarañas 
Les deseo toda clase de parabienes: 
Entre los cucuruchos 
De esos árboles que llamamos cipreses 
Los espero con dientes y muelas.


RIP (23.01.2017)

Incertidumbre


Anterior a tu cuerpo es esta historia
que hemos vivido juntos
en la noche 
inconstante.

Tercas simulaciones desocupan
el espacio en que a tientas nos buscamos,
dejan en las proximidades de la luz 
un barrunto de sombras,
de preguntas nunca hechas.

En vano recorremos
la distancia que queda entre las últimas
sospechas de estar solos,
ya convictos,
acaso,
de esa interina realidad
que avala siempre el trámite del sueño.

El mundo es nuestro


Con despecho se dio cuenta que una treintena de metros más abajo otra muchacha estaba cayendo. Era decididamente más bella que ella y portaba un vestido de media tarde con mucha clase. Quién sabe por qué, la otra descendía a una velocidad muy superior a la suya, hasta el punto que en pocos instantes la distanció y desapareció allá abajo, a pesar de los llamados de Marta. Sin duda iba a llegar a la fiesta antes que ella; tal vez era un plan calculado de antemano para suplantarla. 
Luego Marta se dio cuenta que ellas dos no eran las únicas que caían. A todo el largo de los flancos del rascacielos, otras mujeres jóvenes se deslizaban en el vacío, las caras tensas por la excitación del vuelo, agitando festivamente las manos como para decir: aquí estamos, aquí venimos, es nuestra hora, festéjennos, ¿no es verdad que el mundo es nuestro?

Dino Buzzati
Una muchacha que cae
Traducción Bartolomé Leal

Ser, estar


Por qué ese empeño en ser
inútilmente,
cuando bastaría con estar,
como está la roca gigante incrustada en la montaña
o como está el liquen humilde incrustado en la roca.

Nubes y claros seguido de Pájaro sin rama
Ed. Babilonia, 2013

Tengo


Tengo

Tengo en mis ovarios
semillas,
poemas sin empezar,
llantos y risas congelados.

Quisiera poder visitar
esos enormes almacenes,
diminutos,
conocer los hijos
que nunca tendré;
pedirles perdón
a través de la sangre.


"El ojo de la mujer
Ed. Visor, 2000

Joe, 1979

De paso en el Athos


De paso en el Athos

I

una palabra busca mi corazón yo a su alrededor
busco cómo se adhiere a su presente
algo de esto que aquí flota
devastación ruina por todas partes y mientras
su hermosa imagen es mordida por el tiempo
san Juan moja su pluma en la luz
con gesto constante pero el chorro luminoso enfoca
no se sabe qué parte del cuerpo ahí
unas moscas van a libar su polvo luego
vuelan hacia el fondo de la bóveda donde Dios
se ha ennegrecido tanto que está en negativo
el águila y Juan el mismo halo y más que un ala
en el león de Marcos el ojo un laguito de lágrimas
Lucas con el rostro comido por el moho
se ha vuelto un negro de barba blanca
nada de Mateo solo un agujero en el enlucido
y unos huesos de ladrillo rosa un abejorro
lleva mi mirada hacia arriba la cúpula
en el primer círculo restos de un hombro
en el segundo ocho ángeles seis alas cada uno
dos hacia abajo dos a lo alto dos abiertas
el conjunto de una sensualidad extrema
dos veces aparece cada ángel dotado
de la zona tan hendida que los humanos
tienen una sola vez y el amor habrá de hacerse
en un abrazo de lo alto y lo bajo
circular y sin fin una rueda siempre
en movimiento el mismo abejorro baja
hacia la rociada de excremento fresco mi ojo
inflamado en cambio no osa servirse de él
pero tal vez confundo excremento y hiel
y heme aquí en medio de este día
la mirada de pronto quebrada por el sol
el vacío y el miedo a la escalera podrida
los ojos tantean el aire hacia su izquierda y surge
la brusca sorpresa
el Blanco el Blanco el Blanco
impulsa al fondo del cielo su erección de tiza
y por encima de vida muerte y realidad
planta un formidable NO a sus razones

"El resto del viaje y otros poemas"
Edición bilingüe de Miguel Casado y Olvido García Flores.
Abada editores

Ensoñaciones


¿Qué pasaría con los grandes sueños de la noche si no estuviesen sostenidos, nutridos, poetizados por las bellas ensoñaciones de los días felices?

Gastón Bachelard
La poética de la ensoñación
Ed. FCE, 2012

lunes, 22 de enero de 2018

Flotar


El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos, pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo.

Yasunari Kawabata
Lo bello y lo triste
Ed. Emecé, 2002

Fot. Eduardo Gageiro
Portugal 1960s

Mi alma


Hay en mi alma un pozo muerto, donde no se refleja el sol, y del que huyen los pájaros con terrores de virgen ante un misterio de cadáveres.

Mi alma es un palacio de piedra, donde habitan los ausentes, trayéndome la sombra de sus cuerpos para alivio y compañía de mi vida.

Mi alma es un campo desbastado donde el rayo quemó hasta las raíces, y donde no puede florecer ni el cardo.

Mi alma es una huérfana loca, que anda de tumba en tumba buscando el amor de los muertos.

Mi alma es una flecha de oro perdida en un charco de fango.

Mi alma, mi pobre alma, es una ciega que marcha a tientas sin apoyo y sin guía.

Teresa Wilms Montt

Fot. William Mortensen
Self Portrait with Courtney Crawford, 1926

Leyendo


domingo, 21 de enero de 2018

La caja negra


Yo encontré su crudeza enternecedora. Sus torpes avances. Su melancólico disfraz de regocijo. Su voz áspera. Su apetito. Sus maneras corteses pasadas de moda. Sus atenciones tempestuosas. Las rosas que me presentó con tanto alboroto. El papel de terrateniente ruso que él exageraba. Estaba encantada por el poder que tenía de alegrarle su jactanciosa desnudez, como si estuviera participando sobriamente en el excitado juego de un niño. Y tú estabas verde de envidia. No apartaste ni un momento de nosotros dos tu helada mirada inquisitorial. En las catacumbas de tu imaginación, como en un dibujo de Durero, sin duda me estabas empujando entre sus brazos. Y liquidándonos con tu puñal.

Amos Oz
La caja negra
Ed. Siruela, 2008
Trad. Gracia Rodríguez

Fot. Nina Leen