Cuanto más viejo, más crezco en ignorancia,
cuanto más vivo, menos poseo y sobre menos reino.
Todo lo que tengo es un espacio
nevado o brillante, pero nunca habitado.
¿Dónde está aquel que da, el guía, el guardián?
Me quedo en mi habitación y al principio callo
(el silencio entra como un sirviente a poner un poco de orden)
y espero que, una a una, se alejen las mentiras:
¿qué queda? ¿qué le queda
a este moribundo que le impide morir bien?
¿Qué fuerza lo hace todavía hablar
entre sus cuatro paredes?
¿Podría saberlo, yo, el inquieto, el ignorante?
Pero realmente lo siento hablar y su palabra
penetra con el día, aunque de manera muy vaga:
Como el fuego,
el amor establece su claridad
sólo en la culpa y la belleza
de los bosques hechos ceniza...
Fot. Mark Rothko
Black on Grey, 1969
Acrylique sur toile 253,7x200,3
Collection Christopher Rothko