viernes, 26 de enero de 2018

Un parpadeo


Y ahora, escuche la maravilla. Hastiada de mezclarse con los innobles, huyó de la sala lenguaraz de los buscadores de relaciones y se dirigió, desterrada voluntaria, al saloncillo desierto contiguo. Desterrada voluntaria como yo, y no sabía que yo la observaba tras las cortinas. Entonces, se acercó al espejo del saloncillo, porque tiene la manía de los espejos como yo, manía de tristes y solitarios, y entonces, sola y segura de que no la veía nadie, se acercó al espejo y besó sus labios en él. (...) Un parpadeo, lo que dura un beso en un espejo, y era ella, ella para siempre. Llámeme loco, pero créame. Fue así, y cuando regresó al gran salón, no me acerqué a ella, no quise tratarla como a las demás.

Ed. Anagrama, 2011
Trad. Javier Albiñana