miércoles, 30 de agosto de 2017

Soy todos


No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados…

Jorge Luis Borges

Fot. Rogelio Cuéllar
Borges en los baños del Antiguo Colegio de San Ildefonso en 1973

Que nunca existieron


Para Alejandro Krawietz

No es sólo una gota, la gota de agua que recorre la hoja de doradas viñas otoñales, sino todas las de la lluvia. Como tampoco es sólo una hoja, sino todas las del otoño.
No enumero penas, tan sólo es una, magua sin nombre. Como grano sólo de arena, o pavesa en el aire, que representara a todo el desierto o al corazón solo.
Aunque, si aquí no vive nadie, quizás es que, gotas, hojas, nunca existieron.

Juan Fuentes
Que nunca existieron
De "Tiempo volar"
Edit. Piedra y Cielo, 2015

Foto: Hiroshi Watanabe

Deseo


Benedicta se agitó en sueños; soñaba sin duda con las chinelas turcas rojas que se había prometido, con las tandas de muselina con que pensaba hacerse un vestido de baile. Respirando suavemente mientras circunnavegaba aquellos vastos y sombríos ámbitos del sueño; la otra realidad que es la imagen en el espejo de nuestra propia realidad. Un cadáver viviente como yo sufriendo tan sólo a causa de la corrupción 'beta' del mundo en nuestro interior. (El deseo de morir juntos es la imagen del deseo de acostarse juntos).

Lawrence Durrell
Nunquam
Edit. Edhasa, 1986
Trad: Matilde Horne

Foto: Graeme Jukes

Ven


¿Las oyes cómo piden realidades, 
ellas, desmelenadas, fieras, 
ellas, las sombras que los dos forjamos 
en este inmenso lecho de distancias? 
Cansadas ya de infinidad, de tiempo 
sin medida, de anónimo, heridas 
por una gran nostalgia de materia, 
piden límites, días, nombres. 
No pueden 
vivir así ya más: están al borde 
del morir de las sombras, que es la nada. 
Acude, ven conmigo. 
Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo. 
Los dos les buscaremos 
un color, una fecha, un pecho, un sol. 
Que descansen en ti, sé tú su carne. 
Se calmará su enorme ansia errante, 
mientras las estrechamos 
ávidamente entre los cuerpos nuestros 
donde encuentren su pasto y su reposo. 
Se dormirán al fin en nuestro sueño 
abrazado, abrazadas. Y así luego, 
al separamos, al nutrirnos sólo 
de sombras, entre lejos, 
ellas 
tendrán recuerdos ya, tendrán pasado 
de carne y hueso, 
el tiempo que vivieron en nosotros. 
Y su afanoso sueño 
de sombras, otra vez, será el retorno 
a esta corporeidad mortal y rosa 
donde el amor inventa su infinito.

¿Las oyes como piden realidades?

Memoria


El estanque se secó
mas los peces siguen
nadando en la memoria.

Una especie de pérdida


Usados en común: estaciones del año, 
libros y una música.
Las llaves, los boles de té, la panera, 
sábanas y una cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, 
traídos, empleados, gastados.
Un reglamento de casa observado. 
Dicho. Hecho. 
Y siempre alargada la mano.

De inviernos, de un septeto vienés y de veranos
 me he enamorado.
De mapas, de un poblacho de montaña, 
de una playa y de una cama.
Con fechas he hecho un culto, 
promesas he declarado irrevocables,
he adornado un algo 
y he sido devota delante de una nada,
(-de un periódico doblado, de las cenizas frías, 
del papel con un apunte)
impávida ante la religión, 
porque la iglesia era esta cama.

De la vista de un lago 
surgió mi pintura inagotable.
Desde el balcón había que saludar 
a los pueblos, mis vecinos.

Junto al fuego de la chimenea, 
en la seguridad, 
mi cabello tenía su color más intenso.
La llamada a la puerta era 
la alarma para mi alegría.

No te he perdido a ti,
sino al mundo.

Una especie de pérdida
De Últimos Poemas 

Insomnia

Ilíada


-Dijo (Afrodita), y del pecho se desató la recamada correa bordada, donde estaban fabricados todos sus hechizos: allí estaba el amor, allí el deseo, allí la amorosa plática, la seducción que roba el juicio incluso a los muy cuerdos.
(Ilíada.XIV.215)

-Allí coincidió con el Sueño, hermano de la Muerte.
(Ilíada.XIV.230)

Homero
Ilíada

Collage Franz Falckenhaus

Lo último en secarse


Lo último en secarse de la rosa fue la sombra. Durante al menos tres semanas la vimos inhiesta, arrogante y absurda como si no quisiera enterarse de que ya era huérfana de cuerpo floral. Al fin, también cedió la sombra, y los pétalos al caer sonaron a imposible sobre el mármol brillante del salón. Sólo el olor a rosa, mezclado al de humedad y olvido, quedó para siempre allí donde la sombra de la rosa reposó la cabeza en la pared.

Rafael Pérez Estrada
Antología de breve ficción
Ed. Berenice, 2010

Fot. James Ware Pitts

Reflejo


Las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito.

Wallace Stevens
Sur plusieurs beaux sujects
Ed. Pre-Textos, 1998
Trad. Laura Romero y Jorge Gimeno

Fot. Mercedes Werner

martes, 29 de agosto de 2017

Nostalgia


Lo peor es creer
que se tiene razón por haberla tenido
o esperar que la historia devane los relojes
y nos devuelva intactos
al tiempo en que quisiéramos que todo comenzase.
Pues ni antes ni después existe ese comienzo
y el presente es su negación y tú su fruto
hermano consumido en habitar tu sombra.

Lo peor es no ver que la nostalgia
es señal de engaño o que este otoño
la misma sangre que tuvimos canta
más cierta en otros labios.

Melancolía del destierro (frag.)
De "La memoria y los signos"

Piano: Sviatoslav Richter

Ensimismarse


¿Qué significa el arte de ensimismarse? ¿Qué es el abandono del cuerpo? ¿Qué representa el ayuno? ¿Qué se pretende al detener la respiración? Se trata sólo de huir del yo. Es un breve escaparse del dolor de ser yo, una breve narcosis contra el dolor y lo absurdo de la vida. La misma huida, la misma breve narcosis encuentra el arriero en el albergue cuando bebe algunas copas de aguardiente de arroz o de leche de coco fermentada. Entonces ya no siente su yo, ya no experimenta los dolores de la vida; en aquel momento ha encontrado una breve narcosis. Dormido sobre su copa de aguardiente de arroz alcanza lo mismo que Siddharta y Govinda después de largos ejercicios: escapar de su cuerpo y permanecer en el no-yo. Así sucede, Govinda.

Hermann Hesse
Siddharta

Fot. Justin Nunnink

Tendrá tus ojos



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.

Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh, querida esperanza,
también ese día sabremos
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el reflejo de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.

Mudos, descenderemos el abismo.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos


Es


-Le quiero. Me cuenta mentiras que borran el peso del cielo. Y es.
-¿Es qué?
El niño extendió las manos.
-Simplemente es.

William Golding
El dios Escorpión
Ed. Alianza, 2003
Trad. Ernestina Champourcin

Sueño que sueño


Y no sé cuánto te amo.
Quién de los dos está ausente.

Cuando no estás allí
Sueño que duermo, sueño que sueño.

Paul Éluard

Fot. Russell Lee
Interlude, Oregon 1941

Otoño


Las hojas de los cerezos eran de un rojo incandescente, herido, doloroso, pero a la vez bello, que reconciliaba y alegraba. Los prados y arboledas parecían a menudo envueltos en velos y paños mojados (…) Se olían los árboles al caminar bajo ellos, se oía caer la fruta madura sobre los prados y senderos. Todo parecía doble o triplemente silencioso.

Robert Walser 
El ayudante
Ed. Siruela, 2001
Trad. Juan José del Solar.

Esta mañana


ESTA MAÑANA

Despierto esta mañana,
una mujer violenta en el violento día
riendo.
Tras la línea de la memoria
a lo largo del largo del cuerpo de tu vida
donde se mueven infancia, juventud,
la vida del tacto,
ojos, labios, pecho, vientre, sexo, piernas,
contra las olas de la sábana.
Miro a través de la plantita
sobre el alféizar de la ciudad
hacia las altas torres como libros,
entrechocándose voraces,
el río centellea, fluye corroído,
el intrincado puerto y el mar, las guerras,
la luna, los planetas, todo lo que puebla
el espacio en el sol visible invisible.
Violetas africanas en la luz
palpitando en un universo palpitante.
Quiero una paz arraigada, y deleite,
las riquezas salvajes.
Quiero hacer mis poemas sensitivos:
encontrar mi mañana, encontrarte entero y
vivo moviéndote entre la gente anestesiada.

Te digo a través del aire:
hoy una vez más
intentaré no ser violenta
un día más
esta mañana, despertando sin cesar al mundo
en el día violento.


lunes, 28 de agosto de 2017

Temor


El temor pasa de hombre a hombre
sin saberlo,
como una hoja pasa su temblor
a otra.

De repente todo el árbol tiembla
y no hay ni rastro de viento.

Temor
(antología de poesía breve en inglés)
Traducción de Hilario Barrero
La Isla de Siltolá, 2011

Orchestration in Light, 1937

Este hombre que ahora cerca mi cuello


Este hombre que ahora cerca mi cuello
con su sabia muralla de labios
quizá abandone de pronto la almena,
quizá desaparezca para siempre.

Porque tiene un tacto en la mirada
que recuerda las plumas de los pájaros.

Este hombre que ahora cerca mi cuello
De "Usted"
Ed. Hiperión 1998

Colores


Una poeta lee poemas a unos ciegos.
No se imaginaba que fuera tan difícil.
Le tiembla la voz.
Le tiemblan las manos.

Siente que cada frase
debe superar la prueba de la oscuridad.
Tendrá que arreglárselas sola,
sin luces ni colores.

peligrosa aventura
para las estrellas de sus poemas,
para la aurora, el arco iris, las nubes, los neones, la luna,
para los peces hasta ahora tan plateados bajo el agua
y los azores tan callados, altos en el cielo.

Lee -porque es ya demasiado tarde para no leer-
sobre el niño de la cazadora amarilla en el verde prado,
sobre los rojos tejados que se pueden contar en los valles,
sobre los vivaces números en las camisetas de los jugadores
y sobre una mujer desnuda tras una puerta entreabierta.

Quisiera omitir -aunque eso no es posible-
a todos aquellos santos en la bóveda de la catedral,
aquel gesto de despedida desde la ventana del vagón,
la lente del microscopio y el destello en el anillo,
y las pantallas y los espejos y el álbum con rostros.

Pero grande es la cortesía de los ciegos,
grandes su comprensión y su magnanimidad.
Escuchan, sonríen, aplauden.

Alguno de ellos incluso se acerca
con un libro abierto al revés
pidiendo un autógrafo invisible para él.

La cortesía de los ciegos
Dos puntos
Ed. Igitur, 2007


Gran Tiempo


(...) Conceptos como karma y tiempo circular son cosa sabida en la inmensa mayoría de las tradiciones indígenas americanas; tiempo como espacio y muerte como transformación están implícitos en la idea terrena de los hopi, que evitan todas las construcciones lineales porque saben tan bien como cualquier budista que Todo está Aquí Ahora. Como en las grandes religiones de Oriente, el indígena americano hace muy poca distinción entre actividad religiosa y acciones cotidianas: la ceremonia religiosa es la vida misma.
Como el "atman" de los Vedas, como la mente budista, como el Tao de los chinos, el gran espíritu del indio americano está en todas partes y en todas las cosas, inmutable. Incluso los aborígenes australianos -a los que se considera la raza más antigua de la Tierra- distinguen entre tiempo lineal y un "gran tiempo" de sueños, mitos y héroes en el que todo está presente de manera simultanea. A mí me conmueve que esta intuición primordial se haya perpetuado de palabra y hecho a través de incontables horizontes y siglos, iluminando la vida de los sueños de los primitivos, las primeras civilizaciones indoeuropeas de los sumerios y los hititas, a los griegos clásicos y a los egipcios, o haya sido guardada por cultos escondidos de las edades oscuras para salir a la luz en el misticismo cristiano, hasídico y musulmán (sufismo), así como en todas las esplendorosas religiones de Oriente. Y es también un profundo consuelo, quizás el único de que dispone, para este animal obsesionado que malgasta la mayor parte de una larga vida fantasmal recorriendo, sobre sus extremidades posteriores, el futuro y el pasado en busca de significados, y que solo consigue ver en los ojos de otros individuos de su especie que está condenado a morir.

Peter Matthiessen
"El leopardo de las nieves"
Ed. Siruela
Trad. José Luis López Muñoz.

El silencio del ojal


Te fuiste.
En silencio me pusiste
una flor seca
en el ojal.

domingo, 27 de agosto de 2017

Aspiré


Aspiré a ser Tu espejo
pero me convertiste
en Tu propio rostro.

Ed. Trotta, 2014

Fot. Jessica Evrard​

Hospitalidad


Me di cuenta, después, de que, en su vulnerabilidad, el extranjero sólo podía contar con la hospitalidad que le brindase el prójimo. Igual que las palabras se benefician de la hospitalidad de la página en blanco y el pájaro, de la hospitalidad, incondicional, del cielo.

"El libro de la hospitalidad".
Traducción y presentación 
de Sarah Martín.
Minima Trotta. Madrid, 2014.

La promesa


La promesa

Con el segundo trago, en el restaurant,
tomados de la mano sobre la mesa vacía,
hablamos de eso otra vez, renovamos nuestra promesa
de matarnos el uno al otro. Estás tomando gin,
el enhebro azul noche
se disuelve en tu cuerpo, yo tomo Fumé,
mastico su tierra fragante y ahumada, estamos
recibiendo tierra, ya somos en parte polvo,
y donde sea que estemos, estamos también en nuestra
cama, encajados, desnudos, a lo largo uno del otro,
cercanos, embriagados
después del amor, entrando y
saliendo del borde de la conciencia,
nuestros cuerpos felices, entrelazados. Tu mano
se tensa sobre la mesa. Te da miedo
que me acobarde. Lo que no quieres
es agonizar en una cama de hospital por un año
después de un infarto, incapaz
de pensar o de morir, no quieres
que te aten a una silla como a tu impecable abuela,
profiriendo insultos. El cuarto en penumbras
a nuestro alrededor,
globos de marfil, cortinas rosadas
ceñidas por la cintura —y afuera
un anochecer de verano tan leve,
alto, luminoso. Te digo que no me
conoces si crees que no te
mataré. Piensa en cómo hemos flotado juntos,
mirándonos a los ojos, pezón contra pezón,
sexo sobre sexo, las mitades de una criatura
resurgiendo hasta el borde de la materia
y sobrepasándola —me conoces de la brillante
sala de partos salpicada de sangre, si un león
te tuviera entre sus dientes yo lo atacaría, si las sogas
que ataran tu alma fueran tus propias muñecas, yo las cortaría.

de "La materia de este mundo" 
Gog&Magog Ediciones, 2015.
Trad. Inés Gotland e Ignacio di Tullio

sábado, 26 de agosto de 2017

Agua subterránera


La conversación de una mujer amada es como un suelo que cubre un agua subterránea y peligrosa. Siempre se siente detrás de las palabras la presencia, el frío penetrante de un charco invisible; se percibe acá y allá su pérfido goteo, pero el agua permanece oculta.

Marcel Proust
En busca del tiempo perdido 4. Sodoma y Gomorra
Ed. Lumen, 2011
Trad. Carlos Manzano

Foto: Gianni Berengo Gardin

Celebración


Han ardido las palabras
y celebro con ellas
la feria de la ceniza.

Ed. Trotta, 2014

Freedom 

Absentia


La absentia y el pensamiento (la abstantia, la abscedentia, la abstractio, la absentatio y el pensamiento) 
La absentia es el lugar del pensamiento. Razonamientos, simulacros, pensamientos, pantallas, fantasmas, imágenes se diferencian por la ausencia.
(La estilográfica en la mano de quien escribe. El libro en la mano de quien lee. Sigmund Freud habla de un pequeño carrete que vio en la mano de un niño probando "tanteando" el "desaparecer" y el "aparecer" de las cosas y su ausencia. Necesitamos conexiones con lo que no existe. Unos, pequeños ídolos, pequeñas efigies, pequeños cuencos, pequeñas cráteras; otros, pequeños volúmenes, pequeños fragmentos, pequeñas citas de quienes están muertos).

Pascal Quignard
Pequeños Tratados I
Ed. Sextopiso \ Kurimanzutto
Trad. Miguel Morey

Fot. Julian Schnabel

Estas cosas tan tristes


La gota de lluvia baja raudamente por el vidrio del ventanal, como si desesperara por suicidarse. Cuando él estaba conmigo estas cosas tan tristes no ocurrían.

Orlando Romano
La ciudad de los amores breves
Ed. La Aguja de Buffon, 2011

Fot. Sakae Tamura
Shiroi hana ("Flor blanca")

Las Imágenes


Las Imágenes

IMAGEN. En el campo amoroso, las más vivas heridas provienen más de lo que se ve que de lo que se sabe.

1.  ("De repente, al regresar del guardarropa los veo en tierna conversación, inclinados uno hacia el otro.")

La imagen se destaca; es pura y limpia como una letra: es la letra de lo que me hace mal. Precisa, completa, acabada, definitiva, no me deja ningún lugar: soy excluido de ellas como de la escena original, que no existe quizás sino por lo mismo que el contorno de la cerradura la destaca. He aquí, pues, la definición de la imagen, de toda imagen: la imagen es aquello de lo que estoy excluido. Al contrario que en esos acertijos en que el cazador está secretamente dibujado entre las hojas de los árboles, yo no estoy en la escena: la imagen carece de enigma.

2.  La imagen es perentoria, tiene siempre la última palabra; ningún conocimiento puede contradecirla, arreglarla, sutilizarla. Werther sabe perfectamente que Carlota está prometida a Alberto, y al fin de cuentas no sufre por ello sino vagamente; pero "le corre un escalofrío por todo el cuerpo cuando Alberto estrecha su esbelto talle". Yo sé que Carlota no me pertenece, dice la razón de Werther, pero de todos modos, Alberto me la roba, dice la imagen que tiene bajo sus ojos.

3.  Las imágenes de las que estoy excluido me son crueles; pero a veces también (inversión) soy apresado en la imagen. Al alejarme de la terraza de un café donde debo dejar al otro en compañía, me veo partir solo, caminando, un poco deprimido, por la calle desierta. Esta imagen, en la que mi ausencia es aprisionada como en un espejo, es una imagen triste.

Ed. Siglo XXI, 2004
Trad. Eduardo Molina

Fot. Robin Isely

viernes, 25 de agosto de 2017

Mujeres


Un hombre furioso y bestial se dejará llevar hasta el asesinato, porque se hallará saturado de vino o furioso, inspirado por la ira o el alcohol. Es malo. Ignora el placer de matar, la caridad de dar muerte como una caricia, de hacerla intervenir en juegos que son como los de las fieras distinguidas: los gatos, los tigres, abrazan a sus presas lamiéndolas al mismo tiempo que las magullan. 
(...)
Se oían risas, algunas demasiado fuertes... Pero en cuanto Bouboule, con un movimiento de hombros, había dejado resbalar hasta el talle su kimono, ya nadie reía. Las cúspides extremas de una perfección sólo inspiran gravedad. Delante de las dos medias manzanas sin mácula, iguales, armoniosamente distantes, levantadas por apacible aliento, coronadas de un resplandor apenas rosado, ya no había en el camerino más que contempladores soñadores y mudos.

Sidonie-Gabrielle Colette
Mujeres

En la foto Colette por Cecil Beaton

Ventana


Hablo de las profundidades de la noche,
de las profundidades de las tinieblas
y fuera de las profundidades de la noche hablo.

Si vienes a mi casa, amigo,
tráeme una lámpara 
y una ventana para mirar a través de ella
a la multitud en el callejón feliz.

Regalo

Fotograma de Summer with Monika 1954
Ingmar Bergman

Estrategia de babosas


Estrategia de babosas

Una de estas noches que se pasan en blanco
sin erratas, sin dormir,
ven, tigre, a devorar hipopótamos y gacelas
sobre mi mano adormilada,
herida por mil picas por mil hielos.

Ayer en una fiesta
tuve la visión del tempo de las actrices porno,
los productores de televisión y las cantantes mundanas
de cabaret:

oíamos el último disco del trovador iluminado
y una mujer orinaba
—la saya rosa dejando ver el pubis sin rasurar
estremecido—
en un cuadro contra la pared.

En nuestra única noche
quiero reunir 
todas las sensaciones probables:
pitos de trenes
tremando
perdidos sobre rieles,
oros del horizonte disueltos en la arena
de playas privadas vacías,
el sabor de las aceitunas negras en vinagre,
chocolates con semillas,
helados de menta,
vinos y yogures de fruta,
hongo
de quesos azules holandeses,
vello púbico
de una princesa sefardí.

Cuando caiga la noche no me dejes dormir;
he preparado un mus,
un striptease y un baile de disfraces;
he llenado la alacena
y he secado la leña,
puse geranios junto a la ventana,
cortinitas suaves
y margarina entre mis nalgas
como en aquellas
tostadas francesas
que te comías en París;

hay agua fría en la nevera
y agua caliente en la ducha,
si no lo hacemos
por lo menos no dirás
nadie
me atendió en esta casa.

La naturaleza es sabia:
hay serpientes que se pasan por muertas,
hay palomas ratas ranas
que despiden un hedor de cadáver
cuando las asfixia el miedo,
el pez vampiro se protege virándose al revés
con una capa de espinas de goma,
alardes celebración y mímesis.

Gira conmigo hasta que ya no sienta el suelo,
fornica conmigo hasta que deje de temer.

Las babosas de mar
convierten el agua en una gelatina viscosa,
una baba que se queda entre las manos
mientras escapan mararriba hechas un nudo.

Voy a ponerme bocabajo,
tengo miedo del tedio,
voy a ponerme bocarriba y de costado,
hazme la quinta posición
cuando se ponga la luna,
no me dejes dormirme,
no me dejes caer,
no dejes,

no.

Ed. Polibea, 2016

Cartas de Vincent van Gogh a su hermano Theo



Pequeño peral en flor (1888)  

“… El pequeño peral tiene un tronco violeta y flores blancas, una  mariposa grande y amarilla sobre una de las ramas .
A la izquierda- en el rincón- un pequeño jardín cercado de juncos amarillos, verdes arbustos y muchas flores. Y una pequeña casa rosa.
Estos son, pues,  los detalles del decorado de vergeles en flor que tengo destinados para ti.”



Campo con las flores cerca de Arles (1888) 

“… Si no cortan el prado me gustaría hacer este estudio una vez más, pues el tema era muy bonito y tengo dificultades para encontrar la composición. Un pequeño pueblo rodeado por un paisaje totalmente cubierto de flores amarillas y violetas. Eso sería realmente un sueño japonés, ya sabes." 



El Sembrador, detalle (1888)   

”… Éste es el croquis de la última tela que estoy trabajando, otra vez un sembrador. Un inmenso disco en tono limón, para el sol. El cielo verde amarillo con nubes rosas. El campo será violeta, el sembrador, las siembras y el árbol, azul de Prusia.“

Cartas de Vincent van Gogh a su hermano Theo

Araceli


En este otoño de niebla, desde hace varios días, me siento tentado a seguir a mi muchacha Araceli en todas las direcciones del espacio y del tiempo, menos en una en la que no creo: el futuro. En realidad, en la dirección de mi futuro no veo más que una vía sinuosa a lo largo de la cual, mi habitual yo mismo sigue moviéndose arriba y abajo como un pendular borracho. Hasta que sobreviene un choque enorme y todo movimiento cesa. Es el punto extremo del futuro. Una especie de mediodía cegador, o de medianoche ciega, en el que ya no hay nadie, ni siquiera yo.

Elsa Morante
Araceli 
Ed.. Gadir, 2008

Fot. Marit Beer

La carta prometida





Querida Escarlata:

Ahora que conozco tu verdadero nombre, me resisto a olvidar el que usé durante 40 años para soñarte. Además, así identificarás al autor de estas líneas, el joven con delgado bigote y nervios en el ademán, que en aquel guateque de San Valentín de 1966 te hizo reír durante horas y antes de la despedida te prometió una carta. Tal vez recuerdes nuestra conversación, yo la revivo palabra por palabra: la broma sobre tu vestido y tu parecido con Vivien Leigh, la pasión común por los tulipanes rojos y la afición a las cartas como «la verdadera literatura, la que la gente escribe con el corazón». Cuánto reíste cuando te confesé, avanzada la noche, que en realidad no estudiaba Ingeniería, como te había dicho cuando mi prima Paulina nos presentó, y que me ganaba la vida como cartero.

Antes de que te lo preguntes: sigo siendo cartero. Al menos hasta final de año, cuando me jubilen. Y en todo este tiempo he repartido cartas de amor, de odio, reclamos comerciales, buenas y malas noticias. Cartas muy esperadas, cartas sorprendentes, cartas delgadas y gruesas cartas que parecían legajos de agravios o de promesas. Aprendes a leer en la cara de la gente cuando recibe una carta certificada. Y cada vez que echaba una carta en un buzón, imaginaba que eras tú quien la recibía. Cada día, durante cuarenta años en los que Paulina, ofendida, me negó tu nombre, tus señas, los datos necesarios para escribir la carta prometida. Sólo de año en año, con cuentagotas, me ofrecía algún indicio: tu matrimonio casi una década después de aquella fiesta y ese único beso apresurado, tus dos hijos, la muerte de tu marido. También me hablaba de cómo me recordabas, de las veces que le preguntaste por mí, de tu confesión de un amor que venció al paso de los años, y de cómo simulaba desconocer mi paradero y mi nombre.

El rencor de Paulina, que acudió a la fiesta segura de enamorarme y se vio desplazada, fue más duradero que el amor que nunca sintió por mí. Pero seguí frecuentándola todo este tiempo, en la esperanza de que alguna vez se compadeciera y me diera tus datos.

No te fui fiel, y ocho años después de aquella noche me casé con una buena mujer. No funcionó, estabas en todas partes, con tu vestido blanco y esa promesa intacta. Acabé divorciándome con la misma tibieza con que me casé, poco después de que enviudaras. Y dejé de sentirme culpable por esta carta que llevo encima desde el 15 de febrero de 1966, la que he vuelto a escribir cada fin de año, o cuando un acontecimiento importante llegaba a mi vida. En esta carta te he contado de mis hijos, de los ascensos rechazados para poder seguir repartiendo correspondencia casa por casa en busca de tu puerta, de la muerte de mi madre, de mi soledad. A fuerza de escribirte, llegué a creer que hablaba contigo, que seguíamos en el guateque, que el beso no se interrumpía por las prisas ofendidas de Paulina.

Sabrás que Paulina murió el mes pasado.

Y poco me faltó para seguirla: con ella se marchaba la posibilidad de encontrarte.

Hasta que ayer me llegó la noticia.

Por carta, desde luego.

Ella la había escrito hace años y dejó orden de que me fuera enviada después de su muerte. En esta carta, Paulina me daba tu nombre, tu dirección actual y hasta tu teléfono. Como si yo fuera a cometer la vulgaridad de llamarte.

Y agregaba de su puño y letra: «Mi peor venganza: te dejo encontrarla, ahora que es demasiado tarde».

Paulina, además de rencorosa, era imbécil, y perdona por el exabrupto. Ignoraba que al negarme la posibilidad de verte, me regaló una razón para vivir cuarenta años de amor perfecto.

De modo, querida Escarlata, que por fin lees la carta.

Y como ves, he cumplido mi palabra.

Puede que todo sea una broma de Paulina, que jamás hayas preguntado por mí, que me olvidaras al día siguiente.

Pero si no es así, si al acabar de leer estas líneas quieres verme, no tienes más que asomarte a la ventana de tu casa, ante la que pasé tantas veces cuando te buscaba carta a carta.

Soy ese cartero envejecido que lleva un gran ramo de tulipanes rojos en la mano y que espera un gesto tuyo para acercarse. Verás que sonrío, porque al fin te he hallado, y por la satisfacción del deber cumplido: la carta ha llegado a destino.

Sinceramente tuyo,

Rafael

Carlos Salem
“La carta prometida”
De "Yo también puedo escribir una jodida historia de amor"
Ed. Escalera, 2008

Una noche


Era una habitación barata y sórdida,
oculta por encima de la dudosa taberna.
Desde la ventana se distinguía 
el callejón, sucio y estrecho. 
Desde abajo llegaban 
las voces de los trabajadores
que jugaban a las cartas y se divertían.

Y en ese camastro mundano y humilde,
yo tuve al cuerpo del amor, 
tuve los labios lascivos y rojos de la embriaguez,
rojos labios de una embriaguez tan grande, 
que aún ahora cuando escribo, 
¡después de tantos años!,
en mi casa solitaria, 
me siento borracho de nuevo.

Constantino Cavafis
“Una noche”
De: “Poemas canónicos” – 1895-1915
Traducción de Juan Manuel Macías


Eso


Y seguían sonriendo sin tener en cuenta lo ocurrido. Sólo sabían que lo tenían, que lo poseían y que les pertenecía. ¿Eso? ¿Qué? Nada. ¡Se sentían ricos en aquel momento!

Romain Rolland
Pedro y Lucía
Ed. Hemisferio, 1950

Collage Martin Schmidt

Sabía


Aunque nunca la volviera a ver, sabía que existía, que existía y que era el refugio. En el huracán, un puerto. Un faro en la noche. Stella Maris, Amor.

Romain Rolland
Pedro y Lucía
Ed. Hemisferio, 1950

Collage Kimama

Conveniencia


Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro. Me parece formidable que haya también mujeres a las que les guste seducir, que sepan seducir, y otras que sepan casarse, que haya mujeres que huelan a sexo y otras a la merienda de los niños que salen del colegio. Formidable que las haya muy dulces, otras contentas en su feminidad, que las haya jóvenes, muy guapas, otras coquetas y radiantes. Francamente, me alegro por todas a las que les convienen las cosas tal y como son. Lo digo sin la menor ironía.

Ed. Melusina, 2009
Trad. Beatriz Preciado

jueves, 24 de agosto de 2017

Una temporada en el infierno


Llamé a los verdugos para morder, mientras perecía, la culata de sus fusiles. Invoqué a las plagas para ahogarme en la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me tendí en el barro. Me sequé al aire del crimen. Y me burlé de la locura a lo grande. 

Y la primavera me trajo la risa espantosa del idiota.

Arthur Rimbaud
Una temporada en el infierno
Iluminaciones
Ed. Alianza, 2014
Trad. Julia Escobar

Collage sobre una fotografía de Edouard Chatton, naturalista francés.