domingo, 30 de abril de 2017

Hilo


Pero no hay silencio. 
No mientras se dice.
No lo hay. Hay hilo,
otro hilo.
La palabra silencio dentro.
Dentro de uno, -¿uno?-.

Hilos
Ed. Tusquets

Por el tenue puente vinieras



Extrañeza, misterio y delicia…
como si de la negrura oscilante
de alguna mascarada en cámara lenta
por el tenue puente vinieras.

Y la noche fluía, y el silencio flotaba
en sus arroyos satinados
ese perfil de lobo en la negra máscara
y esos tiernos labios tuyos.

Y bajo el castaño, por el canal
pasaste tu anzuelo de reojo.
¿Qué comprendió mi corazón en ti,
cómo me moviste de esta forma?

En tu ternura momentánea
o en el contorno oscilante de tus hombros,
¿advertí un bosquejo pálido
de otros — irrevocables— encuentros?

¿Acaso una romántica piedad
te llevó a entender
lo que dejara temblando a esa flecha
que ahora se incrusta en mis palabras?

No sé nada. Curiosamente
el verso vibra, y en él, la flecha…
¿Tal vez tú, todavía sin nombre, eras
la genuina, la esperada?

Pero no bien apareció el dolor
logró perturbar nuestra hora estrellada.
Regresó a la noche la fisura gemela
de tus ojos, ojos sin alumbrar.

¿Por cuánto? ¿Por siempre? Por lo pronto
sigo andando, queriendo escuchar
la revolución de estrellas sobre nuestro encuentro
por si tú ya fueras mi destino…

Extrañeza, misterio y delicia,
como de una súplica distante.
Mi corazón debe seguir andando.
Excepto si tú ya fueras mi destino…

Vladimir Nabokov escribió este poema horas después de conocer a Vera, la que sería su mujer y editora durante 50 años.

Trad. Olga Voronina

Intermedio



Entre una imagen tuya
y otra imagen de ti
el mundo queda detenido.
En suspenso. Y mi vida
es ese pájaro pegado al cable
de alta tensión,
después de la descarga.

Intermedio
De: Lógica borrosa
Ed. Miguel Gómez, Málaga, 2002.

Fot. Ryuijie

La bestia



La vileza, la bestialidad, la sed de sangre, la codicia, la indolencia no han cambiado en ninguna civilización, ni siquiera hoy en día. Quedan dos paréntesis, dos momentos en los que se puede ser algo más, algo diferente de lo que se es: los instantes de compasión y de placer, dos umbrales ante los que la bestia sanguinaria se detiene brevemente. La compasión no es amor, pues este último sentimiento puede esconder un egoísmo solapado: la compasión no exige correspondencia, no juzga. Es sencillamente piadosa, incondicional, momentánea, aunque quien la recibe no la «merezca». Y el placer. El placer físico, esa llama que consume todo egoísmo. Y el otro, el placer máximo del arte, del espíritu, de la música. El resto es mera zoología.

Sándor Márai
Diarios 1984-1989
Ed. Salamandra, 2008
Trad. Eva Zsofia Cserhati

Fot. Ikko Narahara

sábado, 29 de abril de 2017

El secreto de Eros



Roja yo vivo. Con sangre vivo.
No he renegado de Eros.
Mis rojos labios arden sobre tu frío altar.
Te conozco. Eros,
no eres hombre ni mujer,
eres la fuerza
que se sienta agazapada en el templo,
y que se alza más salvaje que un grito,
más violenta que una piedra arrojada,
lanzando al mundo las justas palabras de la anunciación
desde las puertas del templo del Todopoderoso.

El secreto de Eros
Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen


Árbol de Diana


Árbol de Diana

1
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.

2
Estas son las versiones que nos propone:
un agujero, una pared que tiembla...

3
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra

4
Ahora bien:
Quién dejará de hundir su mano en busca
del tributo para la pequeña olvidada. El frío
pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará.
Pagará el trueno.

5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo

6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe

7
Salta con la camisa en llamas
de estrella a estrella,
de sombra en sombra.
Muere de muerte lejana
la que ama al viento.

8
Memoria iluminada, galería donde vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.



La trampa



Érase una vez una trampa en la que todos caían debido a lo bien que el cartel advertía su peligro.

Fernando Trías de Bes
Relatos absurdos
Ed. Urano, 2006

Fot. Albarrán Cabrera
The Mouth of Krishna 496

Un anciano



“Un anciano”

En medio del bullicio del café,
encorvado a la mesa, está sentado un anciano,
con un periódico ante él, sin compañía.

Y en la vejez infame y desdeñosa,
piensa en qué poco disfrutó los años
cuando tenía fuerzas, elocuencia y belleza.

Sabe cuánto ha envejecido: lo percibe, lo ve.
Y todo ese tiempo en que era joven le parece
que fuera ayer. Qué breve, qué breve el intervalo.

Y piensa en cómo se le ha reído la Prudencia;
y cómo ─¡qué insensatez!─ confiaba en ella,
la mentirosa que decía: «Mañana. Aún tienes mucho tiempo».

Recuerda los impulsos contenidos, cuánta dicha
sacrificada. De esa necia cordura
cada ocasión perdida se está mofando ahora.

… Pero de tanto acordarse y tanto cavilar,
el anciano se embota, y cae dormido,
apoyado contra la mesa del café.



De: “Poemas canónicos” – 1895-1915
Recogido en C.P. Cavafis – Poesía Completa
Ed. Pre-Textos 2015
Trad. Juan Manuel Macías

Fot. Kristina Krause

viernes, 28 de abril de 2017

La tumba de mi madre



Un domingo, ya hacia el atardecer, fui al cementerio, que está a pocos pasos del lugar donde vivo. Justo antes había llovido y todo estaba aún húmedo: el camino, los árboles. Entré en el camposanto, donde reposan las tumbas antiguas, calladas, sagradas, y, como si se tratara de un abrazo dulce, cariñoso, casto, fui recibido por el verde más bello y lozano que había visto hasta entonces. Avancé por el camino de gravilla con pasos sigilosos. El silencio era absoluto. No se movía ni una hoja, ninguna agitación, ni el más leve temblor. Era como si todo estuviera alerta. Como si el verdor percibiera la solemnidad que lo envolvía y estuviera inmerso en una larga y profunda meditación sobre el misterio, remoto y a la vez eternamente joven, de la vida y de la muerte; así flotaba y yacía con su belleza húmeda y maravillosa. Nunca he visto nada igual. Mucho me debió de afectar el sentir que el lugar del silencio y la implacable muerte fuera tan dulce, tan verde, tan cálido. No había nadie aparte de mí. No había nada aparte del verdor y de las lápidas. Apenas me atrevía a respirar en la quietud, y tenía la impresión de que mis pasos resultaban inoportunos y groseros en medio de aquel silencio sagrado, severo y delicado. El rico verdor de una acacia colgaba con bondad risueña e infinita por encima de una tumba ante la que me acababa de detener. Era la tumba de mi madre. Todo allí parecía murmurar y balbucir, conversar y comentar. La viva imagen de los seres queridos y adorados se elevaba con su propio rostro, un rostro de expresión noble, desde la inconcebible hondura de la verde y silenciosa tumba. Permanecí allí largo tiempo. Pero sin tristeza. También tú y yo, nosotros, todos nosotros llegaremos allí alguna vez, allí donde todo enmudece, donde todo ha concluido ya, donde todo culmina y se disuelve hasta convertirse en silencio.

Robert Walser   La tumba de mi madre, 1914
En “ La eternidad de un día
Clásicos del periodismo literario alemán (1823-1934) a cargo de Francisco Uzcanga Meinecke.
Edit. Acantilado

Miento y fumo


   Un hombre joven y pobre llamado Iruka amaba con toda la locura de su corazón a una muchacha, Chujo, rica y bella a más no poder. Puesto que era letrado, Iruka escribió a su amada una carta de amor cada día durante tres largos años sin fallar una sola vez. Al tercer año, se atrevió a sugerirle que le hiciera un signo durante la fiesta del bon. Pero la amada no respondió, ni siquiera lo miró, ni le mostró nunca el menor interés. Entonces el corazón de Iruka se cansó. Pensó hacerse monje, y lo hizo. Y pasó el tiempo...
   Una mañana de primavera, iba a buscar el agua a un pozo situado cerca de su ermita, cuando Iruka se encontró a Chujo por primera y última vez en su vida. Ella se echó a sus pies:
   —¡Iruka! —exclamó— ¡He caminado durante meses antes de encontrarte, y por fin te veo, admirable Iruka! Tu amor, del que dan testimonio mil cartas, ha terminado por tocarme el corazón.
   Al decir aquellas palabras, descubrió su rostro, hasta momento cubierto por un velo de seda, y era tanta su belleza que hacía palidecer la luz del día.
   —Soy tuya, Iruka, ahora te amo como me amabas tú entonces.
   Iruka le respondió:
   —Es demasiado tarde, Chujo, he cortado todos los lazos con esta clase de amor. Soy monje.
   Y sin una mirada, la dejó.
   Chujo, desesperada, se tiró al río y se ahogó.
   Enterado de la noticia, Iruka compuso este poema:

 No queda en la rama,
 la flor de cerezo,
 antes del verano muere.

Henri Brunel
Los más bellos cuentos zen
Ed. Olañeta, 2003

Fot. Rik Garrett 
Symbiosis

Nunca me habían tocado así.



Nunca me habían tocado así.
Hurgando en mis secretos.
Buscándome, encontrándome.
Con atención a mis reacciones,
a lo que mi cuerpo le decía
respondiendo a todas sus preguntas.
Con cuidado, con esmero,
con interés, atentamente.
Nunca me habían tocado así.
Pulso firme, sin dudar,
de manera decidida y experta.
Transitando de un lugar a otro
recorriendo una geografía familiar.
Con respeto, pero sin miedo.
Transmitiendo una seguridad
que me enloquecía.
Nunca me habían tocado así.
Nunca me habían hecho una autopsia.


Fot. nairafee

Aunque ya estoy viejo de vagar



Aunque ya estoy viejo de vagar 
Por tierras bajas y tierras montañosas, 
Descubriré dónde se ha ido, 
Y besaré sus labios y tomaré sus manos; 
Y caminaré por la larga hierba de colores, 
Y cogeré hasta el fin de los tiempos 
Las plateadas manzanas de la luna, 
Las doradas manzanas del sol.

La canción de Ængus Errante

Fot. nairafee

Belleza



Es natural preferir las cosas bellas a la dureza de hielo de algunas verdades.

Fot. Sandro Botticelli
Uffizi, Florencia
Primavera, ca. 1482 (detalle)

jueves, 27 de abril de 2017

Algo tira del hilo



SIDERMITAS

Algo tira del hilo. Lo tensa.
Lo corta.

Disociación. Retirada. Dis
locución 

Entonces 
una chispa un 
ardor un nuevo impulso y
luego la caída y

un tumulto de voces ecos
de inalcanzables proporciones.

(....) 

Un hilo se soltó 
allá lejos
Y una inquietante disonancia 
golpeó el espacio.

Y era túnel luego gruta y túnel
otra vez y 
penetraste en aquella oscuridad.

La herida en la lengua
Fragmentos

miércoles, 26 de abril de 2017

En alabanza del aburrimiento


Cuando el aburrimiento los golpee, entréguense a él. Que los aplaste, que los sumerja, toquen fondo. En general, con las cosas desagradables, la regla es: mientras más pronto toquen fondo más pronto volverán a flotar. La idea aquí, para parafrasear a otro gran poeta de la lengua inglesa, es mirar de frente a lo peor. La razón por la que el aburrimiento merece semejante escrutinio es que representa el tiempo puro, incontaminado, en todo su repetitivo, redundante y monótono esplendor.

Para decirlo de alguna manera, el aburrimiento es nuestra ventana sobre el tiempo, sobre esas propiedades suyas que uno tiende a ignorar con peligro probable del propio equilibrio mental. En suma, es nuestra ventana sobre la infinitud del tiempo, es decir, sobre nuestra insignificancia en él. Esto es lo que cuenta, tal vez, en nuestro horror por los atardeceres solitarios y torpes, en la fascinación con la que a veces miramos una mota de polvo flotar en un rayo de sol, cuando en alguna parte repica un reloj, hace calor y nuestra fuerza de voluntad es nula.

Una vez abierta esa ventana, no intenten cerrarla; déjenla, por el contrario, de par en par. Porque el aburrimiento habla el lenguaje del tiempo y va a enseñarles la lección más valiosa de la vida -la que no obtuvieron aquí, en estos verdes prados-: la lección de su completa insignificancia. Será valiosa para ustedes, así como para aquellos con quienes se codeen. "Eres finito", les dirá el tiempo con voz de aburrimiento, "y hagas lo que hagas, desde mi punto de vista es fútil". Por supuesto que esto no será música para sus oídos; pero el sentido de futilidad, de significación limitada incluso para las mejores acciones, para las más ardientes, es mejor que la ilusión de sus consecuencias y el consiguiente autobombo.

Pues el aburrimiento es una invasión del tiempo en nuestro repertorio de valores. Pone nuestra existencia en perspectiva, con un resultado neto que siempre implica precisión y humildad. La primera, debe notarse, engendra la segunda. Mientras aprendemos sobre nuestro propio tamaño, más humildes y más compasivos nos volvemos con nuestros semejantes, con ese polvo flotante en un rayo de luz o ya inmóvil sobre la mesa. ¡Ah, cuánta vida hubo en esas motas! No desde nuestro punto de vista, sino desde el de ellas. Nosotros somos para ellas lo que el tiempo es para nosotros; por eso es que parecen tan pequeñas. ¿Y saben lo que dice el polvo cuando lo limpian de la mesa?

"Recuérdame",
susurra el polvo.

Nada podría estar más lejos de la agenda mental de ustedes, jóvenes y despiertos, que el sentimiento expresado en estos dos versos por el poeta alemán Peter Huchel, ya muerto.

Lo he citado porque me gustaría inculcar en ustedes la afinidad con las cosas pequeñas -semillas y plantas, granos de arena o mosquitos-, pequeñas pero numerosas. Cité estos dos versos porque me gustan, porque me reconozco en ellos y, si a ello vamos, en cualquier organismo vivo que debe ser limpiado de la superficie disponible. "Recuérdame, susurra el polvo". Y lo que oímos es que si de vez en cuando aprendemos algo sobre nosotros por cuenta del tiempo, quizás el tiempo pueda, a su vez, aprender algo de nosotros. ¿Qué habría de ser? Que aunque inferiores en significación, tenemos la ventaja de la sensibilidad.
En alabanza del aburrimiento (fragmento)
Conferencia en la Universidad de Dartmouth, 1989
Texto completo

Fot. Alex Colville,  Dog and Priest

De pronto


Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra traspasado por un rayo de sol: y de pronto anochece.

Salvatore Quasimodo

Foto del autor, de Ugo Mulas, 1962

martes, 25 de abril de 2017

Decía



Decía: no se piensa ni para gustar ni para disgustar, sino para inventarse en el pensamiento. Decía: no soy yo / no eres tú / es la vida / la que camina / en ti en mí. Por eso tenía, como el día, siempre la misma luz, siempre otra luz.

Jacques Ancet
Puesto que él es este silencio, Prosa para Henri Meschonnic.
Ed. Salto de Página.
Trad. Josephine Cabello y Régulo Hernández

Arena hostil


Tu beso, caricia o zarpazo.
Comida en la mesa.
Mirar tus manos que sirven, que escancian.
Apartar la mirada,
sentir esa arena hostil entre los dientes.

lunes, 24 de abril de 2017

Entre las piernas



¿Que qué tenemos las mujeres entre las piernas?
Una trampa para zorros
Un negocio millonario
Un bosque en el que perderse
Una chistera mágica
Un panel de miel
Un misterio insondable
Una marabunta hambrienta
Un pozo de muerte y de amor
Un túnel de estrellas que comunica con el cosmos,
alumbrando vidas infinitas desde el principio de los tiempos
que a veces solo parece
una herida sin curar.

Entre las piernas
de
Vamos a follar hasta que nos enamoremos


Epifanía



Con tu aparición todo cambió. Todo. Desde el paso subterráneo hacia los andenes hasta la puesta del sol, los números en la pizarra que anunciaban el horario de los trenes, las gaviotas encaramadas en un tejado, desde las estrellas invisibles hasta el sabor del café en mi paladar. El mundo de la circunstancia y la contingencia, en el que, mucho antes, yo había nacido, se convirtió en una habitación. Estaba en casa.

John Berger

Fot. Nino Oxilia
Rapsodia Satanica, 1915

Soportar el peso


Soportar el peso inexorable
de lo que no existe


Al amanecer



Al amanecer, entre la basura,
es en tus brazos donde quiero perderme,
para vomitar,
vomitar la tersura,
vomitar la locura, el descaro,
sin aliento.
Mantén el abrazo
si puedes, si quieres
mantén el abrazo, más cerca, más fuerte,
sin aliento, para vomitar,
más, el olor, el calor, 
no, no. No.


Fot. Lola Álvarez Bravo

El cuchillo de Lichtenberg


Filósofo alemán (valga la redundancia), maestro de lo minúsculo, creador de aforismos geniales («Ya no se queman brujas, pero siempre es posible quemar una carta que dice alguna verdad incómoda»), Georg Christoph Lichtenberg fue además un inventor ocasional que soñó con un «balneario de aire» y un «cadalso con pararrayos». A la postre, sin embargo, no supo inventar nada mejor que un objeto genial y minúsculo como sus aforismos. Tan minúsculo que, paradójicamente invisible, lo describió como «un cuchillo sin filo al que le falta el mango».

Eduardo Berti
Breve catálogo de invenciones imaginarias
Ed. Impedimenta, 2017

Fot. Olive Cotton, 1964

domingo, 23 de abril de 2017

Objetivo


A veces, como sucede con un cohete teledirigido, la obra de arte se dirige justamente a ese objetivo en tu interior que alberga un enigma semejante al expresado por la propia obra. Sabes de qué va ese enigma, platónicamente existe la posibilidad de que alguna vez encuentres la fórmula para expresarlo, pero tendrás que seguir buscándola, y, mientras no la hayas encontrado aún, no se te ocurra desvelar el enigma ni menos aún ofenderlo mediante la invención de una fórmula zafia. Obsevar, escuchar, leer, eso siempre funciona.

Cees Nooteboom
El enigma de la luz

sábado, 22 de abril de 2017

Lobotomía


—Oh, el amor, ¿sabes…? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ése es su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿comprendes?, es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y majestuosa (mucho más alta que la vida risueña que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos) porque es la historia y la nobleza, la piedad y lo eterno, lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies… De la misma manera, el cuerpo también, y el amor del cuerpo, son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espasmo y vergüenza de sí mismo. ¡Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo…! ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone de pintura al óleo ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omóplatos, cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y como la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas. ¡Oh, las dulces regiones de la juntura interior del codo y del tobillo, con su abundancia de delicadezas orgánicas, bajo sus almohadillas de carne! ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un solo lamento! ¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la “Arteria femoralis” que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo, en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos!

Thomas Mann  "La montaña mágica"
Ed. Edhasa.
Trad. Mario Verdaguer.

jueves, 20 de abril de 2017

Confabulación


Hace unos meses rompió con el marido. No soportaba su mirada lujuriosa a través del ojo de la cerradura, ni sorprenderlo en plena observación de la mujer de al lado, cuando despertaba en las mañanas. El continuo acoso del jefe, los chismes y murmullos de los compañeros, la envidia de las mujeres por su elegancia, el café frío a propósito para fastidiarla, los llamados de atención del vigilante por dejar el auto mal aparcado, fueron los motivos para que renunciara a su trabajo. Como si fuera poco, los electrodomésticos se han confabulado. La aspiradora la persigue por toda la casa, ella dice que esa boca ruidosa, la quiere engullir por la costumbre cotidiana de empolvarse la nariz. El teléfono es un espía que no para de timbrar para enloquecerla, a ella tan serena. El horno microondas es uno de los peores enemigos, sube a temperaturas insoportables para ampollarle la piel, y a espaldas se burla en complicidad con el secador del pelo. Ya no sabe qué hacer para escapar de sus perseguidores, sobre todo, de esa mujer que la mira con horror desde el fondo del espejo.

Nana Rodríguez Romero   Confabulación
La cometa infinita
Ed. Colibrí Ediciones, Bogotá, 2017

Fot. Grete Stern

Unos van por un sendero recto



Unos van por un sendero recto, 
Otros caminan en círculo, 
Añoran el regreso a la casa paterna 
Y esperan a la amiga de otros tiempos. 
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo, 
Llevo conmigo el infortunio, 
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte, 
Como un tren sobre el abismo.


miércoles, 19 de abril de 2017

Soledad



Sólo una cosa es necesaria: la soledad. La gran soledad interior. Ir hacia sí mismo y no encontrar a nadie durante horas, eso es lo que hay que lograr.

Rainer Maria Rilke
Cartas a un joven poeta

martes, 18 de abril de 2017

A ella no le gustaba saber



A ella no le gustaba saber
los datos exactos, las fechas señaladas,
el número de veces y sus porqués.
Mantente ignoto. 
No reveles, tus daños, tus sueños. 
No enciendas, no soples,
que vuela la leve ceniza,
que alza la llama, que ata, que duele.
No seas el hombre de esa mujer.

Ilustración: Kathleen Lolley

Tarde


TARDE

Tal por las estaciones del discurso se aquietan las palabras 
con los picos entreabiertos, una a una, 
la sensitiva unánime del bosque tocada por la hoguera 
se agazapa taciturna soñando nubarrones presentes. 
Los helechos impávidos, 
las corolas que gimieran acaso al menor roce, 
mustias de savia pegajosa que se adensa y se angosta: 

es un caer de ángeles la hora, un cegar con resina los sentidos; 
y el déspota verano de vapores y plomo 
reverbera en los ojos rasgados de la tarde 
y el pasmo en la piel es como el limbo 
doloroso y tierno de esas hojas tan grandes 
—oh ineptos, 
tacto sin yemas, nariz sin alas, 
al vislumbrar las hijas de los hombres. 

Como pájaros tristes en el calor del día.

lunes, 17 de abril de 2017

domingo, 16 de abril de 2017

La fiesta de las sombras



Solo la luz
no puede faltar
en la fiesta de las sombras.


Mariposas



Te acuerdas de lo que te dije, después de tantos años de no vernos, las frívolas palabras, con que aquella mañana inopinadamente volvimos a encontrarnos. 

"Colecciono amores antiguos, como quien colecciona mariposas, pero algunas veces cuando intento clavarles un alfiler, se deshacen, y sólo queda un poco de polvo". 

¿Quieres enriquecer mi colección? Te decía riendo mientras te miraba con algo de tristeza pensando si tú serías de los que nada queda, de los que ya es inútil clavarles el alfiler. 

Felicidad Blanc
Carta a Luis Cernuda

Foto: Annemarie Kahlert
Am Rand Der Strasse, 1956


sábado, 15 de abril de 2017

Esperaré paciente


Esperaré paciente,
acechando, como un perro, el momento.
O me iré por la selva de tus versos
abriéndome camino lentamente
por ocultos senderos,
por pequeños resquicios
que has dejado entreabiertos.

Separación


Lo opuesto a amar no es odiar, sino separarse. Si el amor y el odio tienen algo en común es porque, en ambos casos, su energía es la de atraer y mantener unidos, el amante con el amado, el que odia con el odiado. Ambas pasiones se someten a prueba con la separación.


Fot. Dave Heath, 1957

Un caldero cascado



…como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas.

Gustave Flaubert
Madame Bovary

Fot. de Elsie Ferguson, anónima

viernes, 14 de abril de 2017

El perro



Vuelves por la puerta trasera. 
Ofreces la mano, tan querida, de nuevo.
La luz es azul, es rosa, casi nada.
La mano sostiene una pelota.
La luz ya gris, ya escasa, ya herida.
Esperas pacientemente a que te lance la pelota.
Te tomo la mano, lamo tu palma, coloco la pelota entre mis labios.
La luz ya negra, ya oscura, ya vencida.

Poema en blanco


Con la puerta cerrada y la seguridad de estar solo, sacaba un viejo cuaderno, cosido con una seda robada del costurero de su madre, y rotulado con letra redonda de colegial: "La Encina, Poema." Escribía en él hasta mucho después de la medianoche. Pero como por cada verso que agregaba borraba otro, el total, a fin de año, solía ser menos que al principio, y era como si, a fuerza de escribirlo, el poema se fuera convirtiendo en un poema en blanco.


Collage: John Stezaker
Fall X, 2009

Silencio



Se dice que cada persona es una isla, y no es cierto, cada persona es un silencio, eso, un silencio, cada una con su silencio, cada una con el silencio que es.

José Saramago
La Caverna

jueves, 13 de abril de 2017

También yo


también yo
tenso mi voz
hacia tu luz
estoy en mi lugar
cada vez
más lejos
vuelvo
sin palabras
conmigo contigo
para ser
nuestro lenguaje


Versión de Hugo Savino
Puesto que soy esa zarza
Ed. Leviatán, 2008

miércoles, 12 de abril de 2017

Me iré y no sabré volver


Simplemente no soy de este mundo... yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva... no puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie... ¿qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un “saber volver”. No lo querré acaso.

Alejandra Pizarnik

Salgo a buscarte y llego tarde


Julio

Desde que me quitaste
tu cuerpo,
sin saber qué quitabas,
hay más tiempo
en el cielo
y una mancha de sangre
en el cabo
de mi hacha.

Hacho pisando hojas,
me desnudan y bañan
en un patio de estancia.

La vida es una larga
pileta con violetas,
una pileta en forma
de cruz
que se cubría
y que cubría el campo
de violetas.

Ya no grito tu nombre
cuando sueño
que he perdido las botas
o que muero.
Ahora las busco solo
por el suelo
como cuando buscaba
gateando mis soldados.

Y cuando sueño que te vas
no grito
pero salgo a buscarte
y llego tarde
y me enferma tu tiempo.
En el sueño es verano; 
la mañana es de invierno.

“Febrero 72, febrero 73”
Juarez Editor, 1973

Fotograma de Geheimnisse einer Seele / Secrets of a Soul

Un diente pequeño

A tu bebé le crece un diente,
después dos, y cuatro, y cinco,
después quiere la carne pegada al hueso.
Todo ha terminado:
aprenderá algunas palabras,
se enamorará de cretinos, bobalicones,
de un buscón con labia camino a la cárcel.
Y tú, tu esposa, viejos,
cubiertos de manchas y sin ilusiones. 
Hiciste, amaste, te duelen los pies.
Está atardeciendo.
Tu hija es alta.

Un diente pequeño

Semilla


Asistes a la extinción de las especies.
Guardas en tu mano una semilla.
La miras, la meces, la plantas
en una grieta habitada por sombras.
Esperarás en vano la próxima lluvia.
Regada será por tus lágrimas.

martes, 11 de abril de 2017

Belleza


Ya que no podemos extraer belleza de la vida, busquemos al menos extraer belleza de no poder extraer belleza de la vida. Hagamos de nuestro fracaso una victoria, algo positivo y erguido, con columnas, majestad y aquiescencia espiritual.
Si la vida no nos ha dado más que una celda de reclusión, hagamos por ornamentarla, aunque más no sea, con las sombras de nuestros sueños, diseños y colores, esculpiendo nuestro olvido bajo la quieta exterioridad de los muros.
Como todo soñador , siempre he sentido que mi oficio era crear. Como nunca he sabido hacer un esfuerzo o activar una intención, crear me ha coincidido siempre con soñar, querer o desear; y hacer gestos , con soñar los gestos que desearía poder hacer.

Fernando Pessoa, Estética del desaliento
El libro del desasosiego de Bernardo Soares,
Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

Alejandra Pizarnik



Entrevista de Martha Isabel Moia a Alejandra Pizarnik, publicada en El deseo de la palabra, Ocnos, Barcelona, 1972.


M.I.M. – Hay, en tus poemas, términos que considero emblemáticos y que contribuyen a conformar tus poemas como dominios solitarios e ilícitos como las pasiones de la infancia, como el poema, como el amor, como la muerte. ¿Coincidís conmigo en que términos como jardín, bosque, palabra, silencio, errancia, viento, desgarradura y noche, son, a la vez, signos y emblemas?

A.P. – Creo que en mis poemas hay palabras que reitero sin cesar, sin tregua, sin piedad: las de la infancia, las de los miedos, las de la muerte, las de la noche de los cuerpos. 0, más exactamente, los términos que designas en tu pregunta serían signos y emblemas.

M.I.M. – Empecemos por entrar, pues, en los espacios más gratos: el jardín y el bosque.

A.P. – Una de las frases que más me obsesiona la dice la pequeña Alice en el país de las maravillas: – «Sólo vine a ver el jardín». Para Alice y para mí, el jardín sería el lugar de la cita o, dicho con las palabras de Mircea Eliade, el centro del mundo. Lo cual me sugiere esta frase: El jardín es verde en el cerebro. Frase mía que me conduce a otra siguiente de Georges Bachelard, que espero recordar fielmente: El jardín del recuerdo- sueño, perdido en un más allá del pasado verdadero.

M.I.M. – En cuanto a tu bosque, se aparece como sinónimo de silencio. Mas yo siento otros significados. Por ejemplo, tu bosque podría ser una alusión a lo prohibido, a lo oculto.

A.P. – ¿Por qué no? Pero también sugeriría la infancia, el cuerpo, la noche.

M.I.M. – ¿Entraste alguna vez en el jardín?

A.P. – Proust, al analizar los deseos, dice que los deseos no quieren analizarse sino satisfacerse, esto es: no quiero hablar del jardín, quiero verlo. Claro es que lo que digo no deja de ser pueril, pues en esta vida nunca hacemos lo que queremos. Lo cual es un motivo más para querer ver el jardín, aun si es imposible, sobre todo si es imposible.

M.I.M. – Mientras contestabas a mi pregunta, tu voz en mi memoria me dijo desde un poema tuyo: mi oficio es conjurar y exorcizar.*

A.P. – Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo (cf. Kafka). Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.

M.I.M. – Entre las variadas metáforas con las que configuras esta herida fundamental recuerdo, por la impresión que me causó, la que en un poema temprano te hace preguntar porla bestia caída de pasmo que se arrastra por mi sangre.* Y creo, casi con certeza, que el viento es uno de los principales autores de la herida, ya que a veces se aparece en tus escritos como el gran lastimador.*

A.P. – Tengo amor por el viento aun si, precisamente, mi imaginación suele darle formas y colores feroces. Embestida por el viento, voy por el bosque, me alejo en busca del jardín.

M.I.M. – ¿En la noche?

A.P. – Poco sé de la noche pero a ella me uno. Lo dije en un poema: Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche.*

M.I.M. – En un poema de adolescencia también te unís al silencio.

A.P. – El silencio: única tentación y la más alta promesa. Pero siento que el inagotable murmullo nunca cesa de manar (Que bien sé yo do mana la fuente del lenguaje errante). Por eso me atrevo a decir que no sé si el silencio existe.

M.I.M. – En una suerte de contrapunto con tu yo que se une a la noche y aquel que se une al silencio, veo a «la extranjera»; «la silenciosa en el desierto»; «la pequeña viajera»; «mi emigrante de sí»; la que «quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria». Son estas, tus otras voces, las que hablan de tu vocación de errancia, la para mí tu verdadera vocación, dicho a tu manera.

A.P. – Pienso en una frase de Trakl: Es el hombre un extraño en la tierra. Creo que, de todos, el poeta es el más extranjero. Creo que la única morada posible para el poeta es la palabra.

M.I.M. – Hay un miedo tuyo que pone en peligro esa morada: el no saber nombrar lo que no existe.* Es entonces cuando te ocultás del lenguaje.

A.P. – Con una ambigüedad que quiero aclarar: me oculto del lenguaje dentro del lenguaje. Cuando algo – incluso la nada tiene un nombre, parece menos hostil. Sin embargo, existe en mí una sospecha de que lo esencial es indecible.

M.I.M. – ¿Es por esto que buscas figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las aluden?*

A.P. – Siento que los signos, las palabras, insinúan, hacen alusión. Este modo complejo de sentir el lenguaje me induce a creer que el lenguaje no puede expresar la realidad; que solamente podemos hablar de lo obvio. De allí mis deseos de hacer poemas terriblemente exactos a pesar de mi surrealismo innato y de trabajar con elementos de las sombras interiores. Es esto lo que ha caracterizado a mis poemas.

M.I.M. – Sin embargo, ahora ya no buscas esa exactitud.

A.P. – Es cierto; busco que el poema se escriba como quiera escribirse. Pero prefiero no hablar del ahora porque aún está poco escrito.

M.I.M. – El no saber nombrar* se relaciona con la preocupación por encontrar alguna frase enteramente tuya.* Tu libro Los trabajos y las noches es una respuesta significativa, ya que en él son tus voces las que hablan.

A.P. – Trabajé arduamente en esos poemas y debo decir que al configurarlos me configuré yo, y cambié. Tenía dentro de mí un ideal de poema y logré realizarlo. Sé que no me parezco a nadie (esto es una fatalidad). Ese libro me dio la felicidad de encontrar la libertad en la escritura. Fui libre, fui dueña de hacerme una forma como yo quería.

M.I.M. – Con estos miedos coexiste el de las palabras que regresan.* ¿Cuáles son?

A.P. – Es la memoria. Me sucede asistir al cortejo de las palabras que se precipitan, y me siento espectadora inerte e inerme.

M.I.M. – Vislumbro que el espejo, la otra orilla, la zona prohibida y su olvido, disponen en tu obra el miedo de ser dos,* que escapa a los límites del döppelganger para incluir a todas las que fuiste.

A.P. – Decís bien, es el miedo a todas las que en mí contienden. Hay un poema de Michaux que dice: Je suis; je parle á qui je fus et qui- je- fus me parlent. ( … ) On n’est pas seul dans sa peau.

M.I.M. – ¿Se manifiesta en algún momento especial?

A.P. – Cuando «la hija de mi voz» me traiciona.

M.I.M. – Según un poema tuyo, tu amor más hermoso fue el amor por los espejos. ¿A quién ves en ellos?

A.P. – A la otra que soy. (En verdad, tengo cierto miedo de los espejos.) En algunas ocasiones nos reunimos. Casi siempre sucede cuando escribo.

M.I.M. – Una noche en el circo recobraste un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros.* ¿Qué es ese algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas?*

A.P. – Es el lenguaje no encontrado y que me gustaría encontrar.

M.I.M. – ¿Acaso lo encontraste en la pintura?

A.P. – Me gusta pintar porque en la pintura encuentro la oportunidad de aludir en silencio a las imágenes de las sombras interiores. Además, me atrae la falta de mitomanía del lenguaje de la pintura. Trabajar con las palabras o, más específicamente, buscar mis palabras, implica una tensión que no existe al pintar.

M.I.M. – ¿Cuál es la razón de tu preferencia por «la gitana dormida» de Rousseau?

A.P. – Es el equivalente del lenguaje de los caballos en el circo. Yo quisiera llegar a escribir algo semejante a «la gitana» del Aduanero porque hay silencio y, a la vez, alusión a cosas graves y luminosas. También me conmueve singularmente la obra de Bosch, Klee, Ernst.

M.I.M. – Por último, te pregunto si alguna vez te formulaste la pregunta que se plantea Octavio Paz en el prólogo de El arco y la lira: ¿no sería mejor transformar la vida en poesía que hacer poesía con la vida?

A.P. – Respondo desde uno de mis últimos poemas: Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir*.

* Todos los asteriscos que aparecen hasta el final del texto hacen referencia a poemas de Alejandra Pizarnik.

Texto extraído de “Prosa Completa”, Alejandra Pizarnik, págs. 311/315, ed. Lumen, Buenos Aires, Argentina, 2003.