miércoles, 31 de mayo de 2017

Tesis sobre el cuento


En uno de sus cuadernos de notas Chéjov registra esta anécdota: «Un hombre, en Montecarlo, va al Casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida». La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.

Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse) la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.

Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias.

El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.

(...)

El cuento es un relato que encierra un relato secreto. No se trata de un sentido oculto que depende de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento.

Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes.

(...)

La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobrentendido y la alusión.

(...)

¿Qué hubiera hecho Hemingway con la anécdota de Chéjov? Narrar con detalles precisos la partida y el ambiente donde se desarrolla el juego y la técnica que usa el jugador para apostar y el tipo de bebida que toma. No decir nunca que ese hombre se va a suicidar, pero escribir el cuento como si el lector ya lo supiera.

Kafka cuenta con claridad y sencillez la historia secreta, y narra sigilosamente la historia visible hasta convertirla en algo enigmático y oscuro. Esa inversión funda lo «kafkiano».

La historia del suicidio en la anécdota de Chéjov sería narrada por Kafka en primer plano y con toda naturalidad. Lo terrible estaría centrado en la partida, narrada de un modo elíptico y amenazador.

(...)

El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la busca siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta. «La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana terra incognita, sino en el corazón mismo de lo inmediato», decía Rimbaud.

Esa iluminación profana se ha convertido en la forma del cuento.


Ricardo Piglia
Texto completo de la conferencia

Fot. Will Barnet


La losa


Y ahora quiero también que comprenda por qué, de pronto, me decidí a hablarle de mi propia vida. Cuando usted defendía a Madame Henriette y afirmaba con férrea convicción que veinticuatro horas eran suficientes para decidir la suerte de una mujer, yo me sentí de acuerdo con usted: me sentí agradecida a usted porque, por vez primera, me veía comprendida. Entonces pensé: una vez hayas confesado el secreto que pesa sobre tu alma, quizá logres librarte de esa opresión y de la obsesiva necesidad de mirar hacia el pasado; inmediatamente, mañana mismo, podrás volver a aquellos lugares, y entrar incluso en la misma sala donde se decidió tu destino, sin experimentar la menor sombra de odio ni hacia él ni hacia ti misma. Y, efectivamente, mi corazón se ha liberado de la losa que lo alumbraba, y ésta se ha hundido con todo su peso en el pasado, para no alzarse nunca más...

Stefan Zweig
Veinticuatro horas en la vida de una mujer
Ed. Acantilado, 2000
Trad. Maria Daniela Landa

Anoche



Normalmente me inclino a elegir cuidadosamente mis palabras en tan delicada materia. Sin embargo, mirándote ahora, de pie a la luz de la luna, todo lo que puedo pensar es en bajarte las bragas y follarte con los calcetines puestos.

Michael Faulet
Anoche

Fot. Charles Sheldon
Mary Nolan, 1920s

Amor a primera vista.



Amor a primera vista.

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún “lo siento”
o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.

Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

De “Fin y principio“, 1993
Trad. Abel Murcia

Fot. John Schlesinger 1965

Hablaba y hablaba…



Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Max Aub
Crímenes ejemplares
Ed. Calambur, 1991

Collage: Anna Malina

Mudez


En la cuenca de mi mudez 
pon una palabra 
y levanta grandes bosques a ambos lados, 
que mi boca 
entera quede en la sombra.

El tiempo postergado
Ed. Cátedra 1991
Trad. Arturo Parada

Collage: Lydia Lazarus

Ya no duermo por dentro



¿Sabes que ya no duermo por dentro?
Cierro los ojos y me hundo en un pozo
sin palabras ni espacio,
sin saberlo, despierto, temiendo perderte.
Y tantas veces te perdí,
tantas veces regresé y no te encontré,
tantas veces continuamente te llamé y no contestaste.
Ahora, en medio de la noche,
escucho tu respiración en la cama a mi lado,
como si yo, y todo, mi memoria y mis sentidos
(principalmente mis sentidos),
fuéramos un sueño de otra persona.
Probablemente,
¿como podría saberlo?, 
un sueño tuyo.

Ninguna palabra y ningún recuerdo

martes, 30 de mayo de 2017

El sueño de una sombra


¡Efímeros!
¿Qué somos?
¿Qué no somos?
El hombre es el sueño de una sombra.


Lo bello


En una obra de arte magistral, la belleza se encuentra en tal grado de pureza que viene inmediatamente al encuentro de los sentidos de manera que se apodera de ellos de una manera natural y espontánea; por el contrario, en la obra de arte mediocre, lo bello viene mezclado con tantas cosas accesorias o incluso contradictorias, que se necesita un juicio mucho más agudo, una sensibilidad más delicada y una imaginación más entrenada y más viva para poder purgar todo lo que está de más.

Heinrich Von Kleist
Sobre el teatro de títeres y otros escritos

Fot. Edward Dimsdale
Road, East of England, 1997

En la sombra de las cosas



En la sombra de las cosas

Yo prefiero quedar en la penumbra;
quedarme en el secreto de las cosas.

Me gusta introducirme en las criaturas.
Errar como una idea.
Extraño como el arte.
Anónimo,
incierto
y olvidado.

Naciendo, nuevamente,
en cada día.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez

Princeton two birds

Otra vez



Da igual. 
Prueba otra vez. 
Fracasa otra vez. 
Fracasa mejor.


Two orchids 1932

Escribir


La mejor es la única buena

Pensándolo bien, no soy un escritor, porque lo que hago no es escribir, es oír más intensamente. Me siento y espero hasta que las voces comiencen. Andan a mi alrededor, más fuertes, más tenues, más distantes, más próximas, hablando sin sonido y no obstante diciendo, diciendo.

El problema es elegir cuál de ellas es la verdadera, porque todas las demás mienten. A veces lleva semanas, lleva meses entenderla. Casi nunca se trata de la más nítida. Casi nunca, no: nunca se trata de la más nítida, ni de la más seductora, ni de la más inteligente. En general se apaga, recomienza, vuelve a apagarse, se distrae de mí y yo de ella, intento encontrarla entre las restantes, no lo consigo, lo consigo, no lo consigo, recomienzo, la descubro a lo lejos, creo descubrir

-Es ésta

me desilusiono

-No es ésta

pues lo que cuenta no tiene sentido y no obstante existe algo en el sinsentido que me persigue, la atraigo hacia mí o me empujo hacia ella, no la atraigo hacia mí, me empujo hacia ella, comienzo a probarla despacito, una palabra dispersa, una segunda palabra al azar, una frase entera, las voces que quedan se empeñan en desviarme

-¿Qué interés hay en eso?

-¿A qué te lleva ese discurso?

-Estás equivocado

me entregan personajes, episodios, historias y yo no quiero saber nada de personajes, episodios, historias, eso es para quien hace novelas y yo me cago en las novelas, quiero un hilo que me conduzca al centro de la vida y traer a la superficie todo lo que existe ahí dentro, quiero el corazón del mundo, no quiero entretener a los que las compran, no quiero divertirlos, no quiero divertirme, quiero lo que reside en el interior de lo interior, donde están las personas y nosotros con ellas, transformar en letras lo que no tiene letra alguna, quiero seguir un pasito leve en un corredor que no sé dónde queda, no exactamente un pasito, el eco de un pasito que ha de volverse pasito si continúo con él, que ha de ganar carne y ojos y llevarme consigo, quiero respirar con él, quiero que nos quedemos juntos, quiero que el pasito sea mi pasito y el corredor mi corredor, que la carne y los ojos se conviertan en mi carne y en mis ojos, quiero ese libro que aún no ha comenzado, pero que a fuerza de obstinación y orgullo y paciencia se volverá mío, sin escribirlos, claro, ya no caigo en esa trampa, dejándolo salir como el agua que se derrama y encuentra su curso en las junturas de las tablas del suelo y no es mi libro, dado que no me pertenece ningún libro con mi nombre, los libros deberían llevar el nombre del lector, no del autor, en la cubierta, es el lector quien le da sentido a medida que lee, es al lector a quien le pertenece la voz, y no sólo la voz, la carne y los ojos y el corredor y el paso, y el lector está solo y es inmenso, el lector contiene en sí el mundo entero desde el principio del mundo, y su pasado y su presente y su futuro, y se escucha a sí mismo y siente el peso de cada víscera, de cada célula, de cada íntimo rumor, el lector no para de crecer y ya no necesita ni el libro ni a mí, y al acabar el libro comienza, y al guardar el libro en el estante el libro continúa y el lector continúa con él, cada célula se divide en millares de células y el lector es muchos, y el lector deja de leer porque no está leyendo, aunque piense que está leyendo no está leyendo nada en absoluto, tiene todas las edades al mismo tiempo y todos los tiempos de su vida aunque el libro esté cerrado en algún rincón de la casa y el lector no lo necesite para continuar con él y ahora me vienen a la cabeza las semillitas sin peso que en el verano de cuando éramos pequeños entraban volando por la ventana, volvían a salir, desaparecían y, aun desaparecidas, seguían con nosotros llevando de la mano recuerdos y esperanzas y alguien que cantaba

(¿qué mujer?)

junto al lavadero una melodía

(a veces ni una melodía siquiera: dos o tres notas solamente)

que son las únicas que oiremos cuando caiga la noche y las sombras que nos rodean piensen

(más que pensar: tengan la certidumbre, ellas y el médico y el señor de los ataúdes)

de que no oímos nada.



lunes, 29 de mayo de 2017

Escribir


La mejor es la única buena

Pensándolo bien, no soy un escritor, porque lo que hago no es escribir, es oír más intensamente. Me siento y espero hasta que las voces comiencen. Andan a mi alrededor, más fuertes, más tenues, más distantes, más próximas, hablando sin sonido y no obstante diciendo, diciendo.

El problema es elegir cuál de ellas es la verdadera, porque todas las demás mienten. A veces lleva semanas, lleva meses entenderla. Casi nunca se trata de la más nítida. Casi nunca, no: nunca se trata de la más nítida, ni de la más seductora, ni de la más inteligente. En general se apaga, recomienza, vuelve a apagarse, se distrae de mí y yo de ella, intento encontrarla entre las restantes, no lo consigo, lo consigo, no lo consigo, recomienzo, la descubro a lo lejos, creo descubrir

-Es ésta

me desilusiono

-No es ésta

pues lo que cuenta no tiene sentido y no obstante existe algo en el sinsentido que me persigue, la atraigo hacia mí o me empujo hacia ella, no la atraigo hacia mí, me empujo hacia ella, comienzo a probarla despacito, una palabra dispersa, una segunda palabra al azar, una frase entera, las voces que quedan se empeñan en desviarme

-¿Qué interés hay en eso?

-¿A qué te lleva ese discurso?

-Estás equivocado

me entregan personajes, episodios, historias y yo no quiero saber nada de personajes, episodios, historias, eso es para quien hace novelas y yo me cago en las novelas, quiero un hilo que me conduzca al centro de la vida y traer a la superficie todo lo que existe ahí dentro, quiero el corazón del mundo, no quiero entretener a los que las compran, no quiero divertirlos, no quiero divertirme, quiero lo que reside en el interior de lo interior, donde están las personas y nosotros con ellas, transformar en letras lo que no tiene letra alguna, quiero seguir un pasito leve en un corredor que no sé dónde queda, no exactamente un pasito, el eco de un pasito que ha de volverse pasito si continúo con él, que ha de ganar carne y ojos y llevarme consigo, quiero respirar con él, quiero que nos quedemos juntos, quiero que el pasito sea mi pasito y el corredor mi corredor, que la carne y los ojos se conviertan en mi carne y en mis ojos, quiero ese libro que aún no ha comenzado, pero que a fuerza de obstinación y orgullo y paciencia se volverá mío, sin escribirlos, claro, ya no caigo en esa trampa, dejándolo salir como el agua que se derrama y encuentra su curso en las junturas de las tablas del suelo y no es mi libro, dado que no me pertenece ningún libro con mi nombre, los libros deberían llevar el nombre del lector, no del autor, en la cubierta, es el lector quien le da sentido a medida que lee, es al lector a quien le pertenece la voz, y no sólo la voz, la carne y los ojos y el corredor y el paso, y el lector está solo y es inmenso, el lector contiene en sí el mundo entero desde el principio del mundo, y su pasado y su presente y su futuro, y se escucha a sí mismo y siente el peso de cada víscera, de cada célula, de cada íntimo rumor, el lector no para de crecer y ya no necesita ni el libro ni a mí, y al acabar el libro comienza, y al guardar el libro en el estante el libro continúa y el lector continúa con él, cada célula se divide en millares de células y el lector es muchos, y el lector deja de leer porque no está leyendo, aunque piense que está leyendo no está leyendo nada en absoluto, tiene todas las edades al mismo tiempo y todos los tiempos de su vida aunque el libro esté cerrado en algún rincón de la casa y el lector no lo necesite para continuar con él y ahora me vienen a la cabeza las semillitas sin peso que en el verano de cuando éramos pequeños entraban volando por la ventana, volvían a salir, desaparecían y, aun desaparecidas, seguían con nosotros llevando de la mano recuerdos y esperanzas y alguien que cantaba

(¿qué mujer?)

junto al lavadero una melodía

(a veces ni una melodía siquiera: dos o tres notas solamente)

que son las únicas que oiremos cuando caiga la noche y las sombras que nos rodean piensen

(más que pensar: tengan la certidumbre, ellas y el médico y el señor de los ataúdes)

de que no oímos nada.



Tango



Entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola.

Julio Cortázar
El río

Durante nuestros besos


Durante nuestros besos, cada vez más largos, se iba acumulando en la enorme caverna de nuestras bocas unidas, un líquido templado dulce como la miel que a veces fluía por la comisura de nuestros labios hasta la punta de la barbilla, ante nuestros ojos se aparecía un país celestial y onírico que sólo podía imaginarse con un optimismo infantil y contemplábamos como si fuera el Paraíso aquella tierra multicolor que parecíamos ver a través de un caleidoscopio en el interior de nuestra mente. En ocasiones, uno de nosotros, como un pájaro dado al placer de coger cuidadosamente un higo con el pico, chupaba ligeramente el labio inferior o superior del otro metiéndoselo en su propia boca, apretaba entre sus dientes aquel fragmento de labio aprisionado obligando al otro a decir “¡Estoy a tu merced!” y el otro, después de sentir complacido y paciente las aventuras de su labio, de vivir marginalmente el gusto escalofriante de quedar a merced del amado y de empezar a intuir por primera vez en su vida lo atractivo que sería rendir valerosamente no sólo su labio sino su todo su cuerpo a la compasión de su amante y que esa zona entre el cariño y la compasión es el lugar más oscuro y más profundo del amor, le hacía lo mismo al otro, y justo en ese instante las lenguas moviéndose impacientes en el interior de nuestras bocas, encontrándose veloces entre los dientes, nos recordaban ese lado del amor  que no tiene que ver con la violencia sino con la dulzura, los abrazos, y el tacto.

El Museo de la Inocencia
Edit. Random House
Trad. Rafael Carpintero


Cayendo



El vacío es hondo
y caigo
caigo
y caigo

Lo último será
el encuentro


domingo, 28 de mayo de 2017

La levedad y el peso



Las curiosas desproporciones de la mujer parecida a una jirafa y a una cigüeña seguían excitándolo cuando se acordaba de ella: la coquetería unida a la torpeza; el sincero deseo sexual complementado por una sonrisa irónica; la vulgaridad convencional de la casa y no convencionalidad de su propietaria. ¿Cómo será cuando hagan el amor? Trataba de imaginárselo pero no era fácil. Se pasó varios días sin pensar en otra cosa.
Cuando ella le llamó por segunda vez, el vino ya estaba dispuesto encima de la mesa con las dos copas. Pero esta vez todo fue muy rápido. Pronto estuvieron los dos en el dormitorio (en el cuadro de los abedules se ponía el sol) besándose. Le dijo su habitual “¡desnúdese!”, pero ella, en lugar de obedecerle, le respondió: “¡No, usted primero!”.
No estaba acostumbrado a aquello y se quedó un poco perplejo. Empezó ella a quitarle los pantalones. El volvió a darle varias veces la orden (su fracaso resultaba cómico) de que se desnudase, pero al final no le quedó más remedio que aceptar un compromiso; de acuerdo con las reglas del juego que ya le había impuesto la vez pasada (“lo que usted me hace a mí, yo se lo hago a usted”), ella le quitó el pantalón y él la falda, luego le quitó ella la camisa y él la blusa, hasta que al fin los dos estuvieron desnudos, frente a frente. Él tenía la mano en su húmedo sexo y deslizó luego los dedos hasta el orificio anal, que era lo que más le gustaba en el cuerpo de todas las mujeres. El de ella era especialmente saliente, de modo que le recordaba de un modo muy sugerente la imagen del largo tubo digestivo que termina allí y apenas sobresale. Palpó ese firme y sano círculo, la más hermosa de todas las sortijas, denominada en el idioma médico esfínter, y de pronto sintió los dedos de ella en el mismo lugar de su propio trasero. Repetía todos sus gestos con la precisión de un espejo.
A pesar de que, como ya dije, él había conocido a unas doscientas mujeres (y desde que había empezado a lavar ventanas aquel número había aumentado bastante), nunca le había sucedido que una mujer más alta que él, de pie delante de él, entornara los ojos y le palpara el orificio anal. Para superar su perplejidad la empujó rápidamente hacia la cama.
Su movimiento fue tan brusco que la sorprendió. Su alta figura caía de espaldas, con la cara cubierta de manchas rojas y la expresión asustada de quien ha perdido el equilibrio. De pie frente a ella, cogió por debajo de las rodillas sus piernas ligeramente abiertas y las levantó, de modo que de pronto parecían las manos levantadas de un soldado que se rinde temeroso ante un arma a punto de disparar.
La torpeza unida al fervor, el fervor unido a la torpeza, excitaron maravillosamente a Tomás. Hicieron el amor durante mucho tiempo. Tomás observaba mientras tanto su cara cubierta de manchas rojas y buscaba en ella esa expresión asustada de mujer a la que alguien le ha hecho una zancadilla y cae, una expresión inimitable que hace un rato le había hecho subir a la cabeza la sangre de la excitación.

Milan Kundera 
La insoportable levedad del ser
(Quinta parte, La levedad y el peso)
Ed. Tusquets, 1993
Trad. Fernando Valenzuela

Fot. Eric Rose


Anoche



Normalmente me inclino a elegir cuidadosamente mis palabras en tan delicada materia. Sin embargo, mirándote ahora, de pie a la luz de la luna, todo lo que puedo pensar es en bajarte las bragas y follarte con los calcetines puestos.

Michael Faulet
Anoche

Fot. Charles Sheldon
Mary Nolan, 1920s

Lectura


Pasábamos la tarde así, olvidándonos. Nos tumbábamos en el salón, en el suelo, desnudos sobre las baldosas heladas y dejábamos la ventana abierta, para que el viento cálido agitara lentamente las cortinas. Nos tumbábamos de cualquier forma, paralelos o perpendiculares, uno junto al otro o muy alejados, dependiendo de que nuestras lecturas respectivas despertasen en nosotros deseos de unión o de soledad. Desnudos como lombrices, tumbados cuan largos éramos, sujetando el libro con los brazos, esas hojas de papel en el extremo de nuestros cuerpos eran nuestra única vestidura, materia seca y neutra sobre nuestras pieles húmedas y carnales. No hablábamos. No había más ruido que el frufrú de las cortinas, el ruido de pasar las páginas, una bocina también, a lo lejos una bocina, el rugido de un motor y un grito de mujer, los tres sonidos que forman la banda de sonido de Hanói. A veces Laura paraba de leer, se estiraba, vibrante, suspiraba de satisfacción y cambiaba de postura. Se daba la vuelta, como una sardina a la plancha, o realizaba una rotación con el bajo vientre clavado al suelo y la cabeza y las piernas girando. Yo llamaba a eso una rotación de cocodrilo. Inconscientemente, sus cambios de posición me forzaban a girar a mí también de alguna forma, no porque me situase en función de ella, sino porque la nueva disposición de su cuerpo parecía definir una nueva geometría del espacio, a la que mi cuerpo se debía adaptar, en una especie de inconsciencia artística.
A veces hablábamos, pero solo de lo que leíamos y estas palabras se depositaban sobre la superficie de nuestras lecturas, sin alterarlas, sin cortarlas.

Line Papin
El despertar
Ed. Alianza, 2017
Trad. Alicia Martorell

Te tocaré con mi mente


Te tocaré con mi mente. 
Te tocaré y tocaré y tocaré 
hasta que me des 
súbitamente una sonrisa, 
tímidamente obscena;
te tocaré con mi mente. 
Te tocaré, eso es todo, 
ligeramente 
y tú te volverás completamente, 
con cariño infinito, 
el poema que no escribí.



sábado, 27 de mayo de 2017

El silencio de las palabras


Llevo un equipaje de silencio. Me he rodeado de un silencio tan hondo y duradero que nunca acierto a abrirme con las palabras. Cuando hablo, solamente me cierro de otra manera.

Herta Müller

Fot. José Alemany Bori

Qué ruido tan triste



Qué ruido tan triste

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
Parece como el viento que se mece en otoño
Sobre adolescentes mutilados,
Mientras las manos llueven,
Manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
Cataratas de manos que fueron un día
Flores en el jardín de un diminuto bolsillo.

Las flores son arena y los niños son hojas,
Y su leve ruido es amable al oído
Cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
Cuando besan el fondo
De un hombre joven y cansado
Porque antaño soñó mucho día y noche.

Mas los niños no saben,
Ni tampoco las manos llueven como dicen;
Así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
Invoca los bolsillos que abandonan arena,
Arena de las flores,
Para que un día decoren su semblante de muerto.

Los placeres prohibidos, 1931
de La Realidad y el Deseo, 1936
En la foto Luis Cernuda y su amante, el actor coruñés Serafín Ferro en 1932
A Serafín están dedicados los poemas de "Los placeres prohibidos

No Object



Estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decían que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entenderla.

Charles Bukowski
La chica más guapa de la ciudad

Fot. Yael Davids

viernes, 26 de mayo de 2017

Absoluto


La dura realidad es una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones, pero siempre habrá algunos empecinados, héroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos del Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades.

Ernesto Sabato
Antes del fin
Ed. Seix Barral, 1999

No Object



Estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decían que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entenderla.

Charles Bukowski
La chica más guapa de la ciudad

Fot. Yael Davids

A diferencia de otras madrugadas



A diferencia de otras madrugadas desoladas o ardientes, hoy no le bastaba imaginarla y desearla, charlar con su ausencia, amarla con su fantasía y su corazón, de donde nunca se había apartado; hoy necesitaba un contacto más material, más cierto, más tangible. "Hoy me podría suicidar", pensó, sin angustia.

Mario Vargas Llosa
Los cuadernos de don Rigoberto
Ed. Alfaguara, 1997

Fot. Stephen Salmieri
Coney Island, New York. 1960s

El cero fantástico



Puedo oír las ruedas de los trenes marcando sus giros rítmicos en mi cabeza mientras escribo. El tren de las cuatro y catorce llevándome a casa, hacia las zapatillas, el fuego de gas, el diario, los restos de la flanera, el texto bíblico en la pared. Y Kate aguardando por mí, delgada y perfumada, con el perfume barato que usa y sus calzones de Marks & Spencer. Maquillada a franjas para mí, como una pastilla de jabón ordinario y aromático. Permaneceremos de pie, los dos juntos, ante el representante de Dios, y compartiremos un sobrio oficio, para legalizar las felicidades conyugales. La querida Kate,como una muñeca de trapo sobre la cama, con su cara blanca y estoica, excitando apetitos crueles en su maridito recién adquirido. Y todos los kilómetros de luchas trágicas, aburrimientos, desesperaciones, ilusiones, se desprenderán de mí cuando entre en prisión. La ubicuidad de Dios. El cero fantástico al que reduciré los términos de mi vida para encontrar la felicidad. El lento y gradual ascenso hacia el silencio, hacia la mudez.

El libro negro
Ed. Edhasa.
Trad. Leal Rey

Un hombre mayor



Un hombre mayor
levanta
un dedo que ha mojado con la lengua

mira
de dónde sopla el viento

después
se sitúa según la dirección del aire
y sale volando

no muy alto
no muy lejos.



Reflexionar o fluir


Me debato entre la duda
de reflexionar o fluir;
esto es
situarse en el palco de los espectadores,
o estar en cada íntimo instante del milagro.

jueves, 25 de mayo de 2017

Experiencia




Porque a las derrotas y errores
les llamamos experiencia,
hoy me siento un experto vividor.
Todas las otrora pasiones y pulsiones 
van desfilando sumisas en estas horas largas, 
como una procesión de tigres vencidos
o una colección de trofeos rotos
preñados de un pesado sueño,
un vehemente deseo de inercia
y un exasperante anonadamiento.
El transcurrir del tiempo
solo encuentra justificación
en la lógica de los relojes.


Caer



El vacío es hondo
y caigo
caigo
y caigo

Lo último será
el encuentro


Prisa



Tienes prisa
mucha prisa

Le dice un leño al fuego.

Una palabra

108 poemas Zen
Ed. Casariego, 2005
Trad. Isabel R. Cachera


Segunda vez


En el acto ingenuo
de tropezar dos veces
con la misma piedra
algunos perciben
tozudez
Yo me limito a comprobar
la persistencia de las piedras
el hecho insólito 
de que permanezcan en el mismo lugar
después de haber herido a alguien. 

Segunda vez


miércoles, 24 de mayo de 2017

Por la noche



por la noche

por la noche te llamo en silencio
como llamo al espíritu de quien se fue hace poco

por la noche te toco, sin manos,
con todo el cuerpo enterrado bajo una almohada de sueños

por la noche te duermo,
sin voz,
y entre plumas te escribo signos transparentes
y te leo páginas en blanco

por la noche te invoco desde el vacío original
mientras todo descansa
excepto el deseo y el olvido,
la obsesión,
el celo

por la noche nada parece existir


Venus y Marte


El varón realiza el aprendizaje de los juegos, de su existencia, como un libre movimiento hacia el mundo; rivaliza en dureza e independencia con los otros varones y desprecia a las niñas. Cuando trepa a los árboles, como cuando pelea con sus amigos o los enfrenta en juegos violentos, capta su cuerpo como un medio de dominar a la naturaleza y un instrumento de combate; se enorgullece tanto de sus músculos como de su sexo y, a través de los juegos, deportes, luchas, desafíos, pruebas, encuentra un empleo equilibrado de sus fuerzas; conoce al mismo tiempo las lecciones severas de la violencia, y aprende a recibir los golpes y despreciar el dolor y las lágrimas de la primera edad. Emprende, inventa, se atreve. Se hace ser al hacer, con un solo movimiento. En la mujer, por el contrario, hay desde el principio un conflicto entre su existencia autónoma y su «ser-otro»; le han enseñado que para agradar hay que hacerse objeto, por lo cual tiene que renunciar a su autonomía. Es tratada como una muñeca viviente y le niegan su libertad, con lo que se anula en un círculo vicioso, pues cuanto menos ejerza su libertad para comprender, captar y descubrir el mundo que la rodea, menos recursos encontrará en sí misma y menos se atreverá a afirmarse como sujeto.

Simone de Beauvoir
El segundo sexo
Ed. Cátedra, 1998
Trad. Alicia Martorell

Fot. Antigone Kourakou

¿Hasta cuándo?



¿Hasta cuándo la luz en la ventana 
y el corazón ansioso 
bebiéndosela a sorbos?

¿Hasta cuándo 
la cacería de sueños 
sin destino?


Oración



Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad. 

Oración

Abbazia, agosto 1937

Léxico


Color de la noche : añorar (Spanish); avoir le mal de quelqu’un (French phrase); betgerekh бэтгэрэх (Mongolian); ergah ערגה (Hebrew); galau (Indonesian); kaiho (Finnish); karot կարոտ (Armenian); keurium 그리움 (Korean); koprnenje (Slovenian); mall (Albanian); nostalgia νοσταλγία (Greek); pogrešati (Slovenian); saudade (Portuguese, Galician); Sehnsucht (German); señardá (Asturian); wajd وجد (Arabic); yí rì sān qiū 一日三秋 (Chinese phrase)

Recuerdo


El olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo. Y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita, el edificio enorme del recuerdo.

Marcel ProustEn busca del tiempo perdido
Ed. Alianza, 2011
Trad. Pedro y Jaime Salinas

Fotograma de "Le eclisse" de Michelangelo Antonioni

Areopagítica


Dado que el conocimiento y el estudio del vicio son en este mundo tan necesarios para la constitución de la vida, y el análisis del error para la confirmación de la verdad, ¿cómo podemos explorar, con mayor seguridad y menos peligro, las regiones del pecado y la falsedad sino leyendo toda clase de tratados y escuchando toda clases de discursos? Y éste es el beneficio que extraerse puede de las lecturas más diversas. 

John Milton
Areopagítica

Fot. La Philosophie dans le boudoir

martes, 23 de mayo de 2017

Escorado



Mirándola dormir
dejé que el barco se inclinara
lentamente hacia un costado
precisamente el costado
sobre el que ella dormía
apoyando apenas la mejilla izquierda
el ojo azul
la pena negra de los sueños
y por verla dormir
me olvidé de maniobrar
pensando en las palabras de un poema
que todavía no se ha escrito
y por ello
era el mejor de todos los poemas
tan sereno
tan sutil como su piel de mujer casi dormida
casi despierta,
tan perfecto como su presencia inaccesible
sobre la cama,
proximidad engañosa de contemplarla
como si realmente pudiera poseerla
allá en una zona transparente
donde no llegan las sílabas orando
ni el clamor de las miradas
que quieren acercarse
en la falsa hipócrita intimidad de los sueños.

Escorado

Lady of the Sea,1906

Sentido



La vida es aburrida y fútil. Empezamos con grandes esperanzas y después nos acojonamos. Nos damos cuenta de que todos vamos a morir, sin encontrar realmente las grandes respuestas. Desarrollamos todas esas ideas de largo alcance que se limitan a interpretar la realidad de nuestras vidas de distintas maneras, sin extender nuestro cuerpo de conocimientos que realmente merecen la pena sobre las grandes cosas, las cosas reales. Básicamente, vivimos una vida corta y decepcionante; y a continuación morimos. Llenamos nuestras vidas de mierda, de cosas como carreras y relaciones para convencernos a nosotros mismos de que no carece todo de sentido.

Irvine Welsh

Fot. Vojtěch V. Sláma

Realidad



Creo que bajo el efecto de la música siento lo que en realidad no puedo sentir, que comprendo lo que en realidad no puedo comprender y que puedo lo que en realidad me es imposible.

León Tolstói
La Sonata a Kreutzer

Fot. Joan Miró
Ocell davant el Sol