domingo, 31 de diciembre de 2017

Vértigo


¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? ¿Pero por qué también nos da vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.

Milan Kundera 
La insoportable levedad del ser
Ed. Tusquets, 1993
Trad. Fernando Valenzuela


La comedia humana


El mundo está lleno de criaturas asustadas, se asustan entre ellas. Intenta entender -continuó-. Intenta amar a todo el mundo que te encuentres. Yo estaré esperándote en este salón todas las noches. Pero no hace falta que entres y hables conmigo a menos que necesites hacerlo. Yo lo entenderé. Sé que habrá veces en que el corazón será incapaz de darle a tu lengua una sola palabra que pronunciar.

William Saroyan
La comedia humana
Ed. Acantilado, 2004
Trad. Javier Calvo Perales

Fot. Hiroshi Hamaya
Children Singing in a Snow Cave, 1956

Altazor


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
(...)

Vicente Huidobro
Altazor
Ed. Cátedra, 2005

sábado, 30 de diciembre de 2017

Leyendo


París, 1938

Clea


Me volví a hundir en el sueño; cuando desperté sobresaltado, el lecho a mi lado estaba vacío y la bujía se había extinguido. Clea estaba de pie junto a la ventana; había corrido las cortinas y contemplaba desnuda y esbelta como un lirio oriental el amanecer que se derramaba sobre los derruidos techos de la ciudad árabe. Y en aquel amanecer primaveral denso de rocío, que se insinuaba en silencio de la ciudad antes aún de que la despertase el canto de los pájaros, oí la voz dulcísima del muecín ciego de la mezquita que recitaba el Ebed, una voz suspendida como un caballo en el alto aire alejandrino mecido por las hojas de las palmeras.
-Alabo la perfección de Dios, el Eterno; la perfección de Dios, el Amado, el Existente, el Singular, el Supremo; la Perfección de Dios, el Único, el Solo…
La hermosa plegaria crecía en espirales de luz, atravesaba la ciudad. Yo observaba la grave y apasionada intensidad con que Clea, de espaldas a mí, contemplaba estática y despierta el nacimiento del sol, cuyos resplandores acariciaban ya los minaretes y las palmeras. Percibí el olor cálido de su pelo en la almohada. Como aquel brebaje que la Cábala llamaba en un tiempo “La Fuente de Todo lo Existente”, me sentía poseído por el júbilo de una libertad totalmente desconocida.
-Clea- llamé en un susurro.
Pero ella no me escuchaba; entonces me dormí otra vez. Sabía que Clea habría de compartir conmigo todas las cosas, que no retendría para sí nada, ni siquiera la mirada cómplice que las mujeres reservan tan sólo a sus espejos.

Ed. Edhasa, 2008
Trad. Matilde Horne

Dib. Alexis Díaz

Fuegos


Cuando estás ausente, tu figura se dilata hasta el punto de llenar el universo. Pasas al estado fluido, que es el de los fantasmas. Cuando estás presente, tu figura se condensa; alcanzas las concentraciones de los metales más pesados, del iridio, del mercurio. Muero de ese peso.
(...)
Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo.

Marguerite Yourcenar
Fuegos
Ed. Alfaguara, Madrid, 1982
Trad. Emma Calatayud

Fot. Tomio Seike

Dos cuerpos


Dos cuerpos frente a frente 
son a veces dos olas 
y la noche es océano. 

Dos cuerpos frente a frente 
son a veces dos piedras 
y la noche desierto. 

Dos cuerpos frente a frente 
son a veces raíces 
en la noche enlazadas. 

Dos cuerpos frente a frente 
son a veces navajas 
y la noche relámpago. 

Dos cuerpos frente a frente 
son dos astros que caen 
en un cielo vacío.

Dos cuerpos

 Soho Bedroom 1934

El pasado


Luz suave; las gentes están en sus casas, también habrán encendido la luz. Leen, miran el cielo por la ventana. Para ellos… es otra cosa. Han envejecido de otra manera. Viven en medio de legados, de regalos, y cada uno de sus muebles es un recuerdo. Relojitos, medallas, retratos, caracoles, pisapapeles, biombos, chales. Tienen armarios llenos de botellas, telas, trajes viejos, periódicos; lo han guardado todo. El pasado es un lujo de propietario.
¿Dónde debería conservar yo lo mío? Nadie se mete el pasado en el bolsillo, hay que tener una casa para acomodarlo. Mi cuerpo es lo único que poseo; un hombre solo, con su cuerpo, no puede retener los recuerdos; le pasan a través. No debería quejarme: sólo quise ser libre.

Ed. Alianza, 2011
Trad. Aurora Bernárdez

Fot. Tomio Seike

viernes, 29 de diciembre de 2017

Cumpleaños


¡Oh!, todo estaba encendido.
La música impelía torpemente
hacia adelante y hacia atrás.
Entraban y salían gentes desconocidas.
Y había muchas voces y lenguas diversas.
Pero la que más recuerdo es la tuya,
la que no se oía.

Cumpleaños

Alone with alone, 2006

La herida oculta


Al poseerse, los amantes dudan.
No saben ordenar sus deseos.
Se estrechan con violencia,
se hacen sufrir, se muerden
con los dientes los labios,
se martirizan con caricias y besos.
Y ello porque no es puro su placer,
porque secretos aguijones los impulsan
a herir al ser amado, a destruir
la causa de su dolorosa pasión.
Y es que el amor espera siempre
que el mismo objeto que encendió la llama
que lo devora, sea capaz de sofocarla.
(...)
Y después, cuando ya el deseo, condensado
en sus venas, ha desaparecido, su fuego
interrumpe su llama por un instante,
y luego vuelve un nuevo acceso de furor
y renace la hoguera con más vigor que antes.
Y es que ellos mismos saben que no saben
lo que desean y, al mismo tiempo, buscan
cómo saciar ese deseo que los consume,
sin que puedan hallar remedio
para su enfermedad mortal:
hasta tal punto ignoran dónde se oculta
la secreta herida que los corroe.

La herida oculta
Antología de la poesía latina
Ed. Alianza
Antólogos y traduc. Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar

Fot. Dionaea muscipula, venus atrapamoscas, en acción
Escena de Nosferatu, 1922, dirigida por F. W. Murnau

jueves, 28 de diciembre de 2017

Es un niño poco hablador


Es un niño poco hablador. A veces, si le preguntas algo, él responde mirando el suelo o el techo. A menudo parece que esté en la luna. Sus padres ya lo han llevado a diferentes especialistas.
Un día en la escuela tocaba hablar de los animales de compañía. La maestra iba preguntando a cada uno de los alumnos de aquella clase de primaria si tenían alguna mascota en casa. Cuando le tocó el turno al chico, tardó un rato en responder. Entonces en voz baja dijo que creía que tenían una gatita. Sus compañeros se pusieron a reír. La profesora le preguntó si sólo lo pensaba. Y él respondió que había oído como su padre de vez en cuando la buscaba por casa. Sin embargo, él no la había visto nunca.

Àngel Fabregat Morera

Primeras citas


El breve instante en que estamos juntos
lo celebramos como una epifanía,
solos en la tierra. Y tú, más intrépida
y más ligera que un ala de pájaro,
volabas los peldaños como un vértigo desde lo alto,
arrastrándome a través de las lilas a tu imperio,
allá lejos, más allá del espejo.

Cuando llegó la noche y se me otorgó la gracia
se abrió por fin la puerta del altar
donde, resplandeciente en la sombra,
tu desnudez se inclinaba lentamente.

Y al despertar dije: “Bendita seas por siempre”
y comprendí la audacia de mi bendición, pues dormías
y las lilas sobre la mesa buscaban
rozarte para teñir tus párpados
con un dedo de azul, color del universo.

Sombreado de azul estaba quieto tu párpado,
tu frente serena, tu mano tibia.
En el cristal palpitaban los ríos,
brillaban los mares, se ocultaban las cimas
y en tu palma, sobre un trono,
sostenías esa esfera de cristal,
¡oh, justo cielo! ¡Y me pertenecías!

Despertaste… Un instante después
transfigurabas el vocabulario de todos los días.
Vibrantes las palabras desbordaban
plenas de vida, y la palabra tú
nos reveló un sentido de luz.

Hasta los simples objetos familiares
–palangana, jarra— todo se transfiguró
cuando entre nosotros, erguida como un dique,
acechaba el agua dura y estratificada.
Nos dejábamos llevar sin saber adónde.
frente a nosotros, cual espejismos
milagrosamente edificados, las ciudades se apartaban.

A nuestros pies se tendía la mejorana,
el pájaro seguía nuestras lejanas caminatas
y los peces remontaban la corriente,
se abrían para nosotros los celestes espacios…

Cuando el destino, con una navaja en la mano,
seguía nuestras huellas como un demente.

Primeras citas
Traducción de Javier Sicilia y Georges Voet

Todo está bien


Todo está bien,
Pero no por todas partes.
No siempre,
No para todos.


Untitled Painting in Red and Black, 1955

Llego con la cabeza de vigilia


Traigo un torbellino de lenguas alzadas,
de cuerpos alzados y desnudos,
de buques de vuelo duro y fuerte,
traigo un idioma salvaje y oscuro,
un idioma acribillado en el labio
por los siglos de los siglos innumerables,
por los dolientes ecos de las generaciones,
por las miles de muertes muertas sin mí,
por los miles de ojos sangrando sin mí,
por las miles de sílabas
en las que arde mi nombre.

Llego con la cabeza de vigilia

Fot. Florence Henri
La Jeune Fille au Coquillage

Mi lengua se adormece


Ahí se estira un animal moreno,
gozoso me empuja con su cuello,
los dos nos vamos a lo tibio
y sientes mi lengua que te lame;
eres fruta de mi mesa,
estás quieto, miras, quieres ser mirado;
somos el pan, las perdices y los vinos,
el comensal y el cocinero
paladeamos todo,
contrarios al precepto que prohíbe 
derramar estrellas
en la arena;
manamos de los líquidos febriles
hasta nuestras manos tibias
en las ingles
y las caderas en reposo.

Pero ruedan ya las lunas sordas
y en la orilla los gatos se pasean;
sopla el viento en esta torre
de pájaros dormidos,
donde llueve,
donde el frío,
donde nada te sustituye con ventaja.

Mi lengua se adormece

Fot. Aaron McElroy

Yo te conozco


Yo te conozco

Yo te conozco, tú eres la profundamente cimbrada,
yo, el traspasado, estoy sometido a ti.

¿Dónde arde una palabra que nos engendre a ambos?

Tú —tan, tan real. Yo —tan delirante.


 de Giro del aliento, 1967


La ofrenda


Nunca fui muy bueno con los exámenes. Y no es que fuera lo que se llama un mal alumno. Cuando adivinaba lo que esperaban de mí, pues bien, lo daba. Convertía el arte de aprender en un arte muy sutil de la ofrenda: es preciso dar al otro lo que espera para él, no lo que deseas para ti. Lo que él espera, no lo que tú eres. Porque lo que espera nunca es lo que eres, siempre es otra cosa. Así que aprendí desde muy temprano a dar lo que no tenía. La escritura debió comenzar así. La escritura, el amor y todo lo demás.

Christian Bobin
Elogio de la nada
Presencia ediciones, 2016
Trad: Josep María Pinto.

Fot. Barbara Parmet

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Nada se sabe de antemano


Hay que ser capaz de amar sin recuerdos, sin fantasma y sin interpretación, sin pararse a recapitular. Que tan sólo haya flujos, flujos que unas veces se agotan, se congelan o se desbordan, y otras se conjugan o se separan. Un hombre y una mujer son flujos. Todos los devenires que hay en hacer el amor, todos los sexos, los n sexos, en uno solo. (...) En las líneas de fuga tan sólo puede haber una cosa: experimentación-vida. Y como no hay ni pasado ni futuro, nada se sabe de antemano. Eso de decir «Así soy yo», se acabó. (...) Sólo hay exploraciones, exploraciones en las que siempre se encuentra al Oeste lo que parecía estar al Este: inversión de órganos.

Gilles Deleuze & Claire Parnet
Diálogos
Ed. Pre-Textos, 1997
Trad. José Vázquez Pérez

Fot. John Everard

Una mota de polvo


Al fin y al cabo un hombre
es un poco de arena entre los dientes,
en el mejor de los casos, a veces,
una mota de polvo en una lágrima.

Leyendo


No se ve, pero hay una persona leyendo

Greenwich Village, New York City, 1963

Todas las mariposas


Todas las mariposas son muertos. Es así como las vivían los romanos. Todos los rayos de sol en las ramas -a poco que el viento las mueva- son mariposas.
Todos los rayos de sol son muertos.

Pascal Quignard
Pequeños Tratados
Editorial Sexto Piso
Trad. Miguel Morey

Facsímil


223 eran el número de pecas de la amada. Relee los mensajes que le mandaba: son hermosos, divertidos. Párrafos largos, frases vivas, complejas. Palabras cálidas. Ella escribe mejor que él. Recuerda cuando manejó cinco horas para verla cinco minutos. No, fueron diez minutos, fue la tarde entera, pero le gusta pensar que fueron diez minutos. Recuerda las olas, las rocas. Nunca se acostumbró a estar con ella. Nunca se acostumbró a estar sin ella. Recuerda cuando decía, en un susurro, como para sí misma: todo está bien.

Alejandro Zambra
Facsímil
Ed. Sexto Piso, 2015

martes, 26 de diciembre de 2017

Lela


LELA

Están as nubes chorando
por un amor que morreu.
Están as rúas molladas
de tanto como choveu.

Lela, Lela,
Leliña por quen eu morro,
quero mirarme
nas meniñas dos teus ollos.

Non me deixes
e ten compasión de min.
Sen ti non podo,
sen ti non podo vivir.

Dáme alento das túas palabras,
dáme celme do teu corazón,
dáme lume das túas miradas,
dáme vida co teu dulce amor.

Lela, Lela,
Leliña por quen eu morro,
quero mirarme
nas meniñas dos teus ollos.

Non me deixes
e ten compasión de min.
Sen ti non podo,
sen ti non podo vivir.

"Os vellos non deben de namorarse"
Lance primeiro, 2ª escena



No deshagas la maleta


¡No deshagas la maleta! Inconscientemente 
podría ocurrírsete desparramar su contenido 
lo que te tentaría a ver un dibujo 
como el de las letras de la palabra hogar. 
Donde algo careciera de simetría 
querrías tal vez colocar una planta 
regada y empezar a querer apreciada. 

¡No deshagas la maleta! Podría 
estallar la guerra. O lo que es aún peor: 
Podrías imaginarte que estabas enamorado 
y como una inevitable consecuencia 
mudarte a una calle con un nombre 
y que las calles, no como ahora, no solo fueran calles 
sino el caminar de los condenados a muerte en ellas. 

¡No deshagas la maleta! Es mejor 
ponerte una camisa arrugada 
que una que haya estado tendida en un balcón 
con vistas a algunas islas brumosas 
y haya sido planchada por una mano amorosa, 
es preferible el olor a naftalina que a espliego. 
Podrías creer que eres una flor. 

!No deshagas la maleta! Déjala 
junto a la pared en una habitación desnuda
donde una bombilla desnuda 
no te deja dudar ni un instante 
de dónde estás y quién eres en la Tierra. 

¡No deshagas la maleta! Ni un segundo 
antes de que puedas prescindir completamente de ella. 
Y déjala en su sitio.

No deshagas la maleta
Versión de Francisco Uriz
Editorial Lumen

Deena de Dos , Sceaux 1955

La tierra giró para acercarnos


La tierra giró para acercarnos,
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño,
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

La tierra giró para acercarnos

Leyendo


lunes, 25 de diciembre de 2017

Ceguera


Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera… Hasta hay un momento, al principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré.

Ed. Alianza, 2011
Trad. Aurora Bernárdez


Navidad 2017


Si quieres saber quiénes son tus amigos, haz que te metan en la cárcel.

Charles Bukowski
Escritos de un viejo indecente

Elegía


Aprende
A no esperar por ti pues no te encontrarás

En el instante de decir sí al destino
Incierta te detuviste enmudecida
y los océanos después sin prisa te rodearon

A eso llamaste Orfeo Eurídice-
Incesante intensa la lira vibraba al lado
Del desfilar real de tus días
Nunca se distingue bien lo vivido de lo no vivido
El encuentro del fracaso-
Quién se acuerda del fino escurrir de la arena en el reloj
Cuando se alza el canto
Por eso la memoria sedienta quiere venir a la superficie
En busca de la parte con la que no diste
En el ronco instante de la noche más callada
O en el secreto jardín a orillas del río
En junio

Elegía
Versión de Diana Bellessi

Foto: Sophia en Vila Praia de Âncora, 1950

Estoy cansado, claro


Estoy cansado, claro,
Porque a esta altura uno tiene que estar cansado.
De qué estoy cansado, no lo sé;
Y de nada serviría saberlo,
Porque el cansancio seguiría igual.
La herida duele porque duele,
No en función de la causa que la ha abierto.
Sí, estoy cansado
Y un poco sonriente
De que el cansancio sea sólo esto:
Ganas de dormir en el cuerpo,
Deseo de no pensar en el alma
Y por encima de todo una transparencia lúcida.



Descartes


"No evoluciono: viajo", escribió Pessoa.
De algún modo esto me recuerda que en ocasiones se puede conocer mejor a un hombre por todo lo que desdeña que por lo que aprecia, y me recuerda también que, como creo que dice Piglia, en la literatura no existe lo que llamamos 'progreso', del mismo modo que uno no sueña mejor a lo largo del tiempo: tal vez lo que más se aprende a medida que se escribe es lo que se prefiere no hacer; seguramente avanzamos por descartes.

Enrique Vila-Matas
Mac y su contratiempo
Ed. Seix Barral, 2017

Collage Katrien de Blauwer

Dejar de ser


Asumir la fatiga hasta el máximo: hasta dejar de escribir, de respirar.
Abandonarse. 
Dar paso libre al dejar de ser.


Ed. Tusquets, 1999

domingo, 24 de diciembre de 2017

Mentre dormi amor fomenti


Mentre dormi amor fomenti
il piacer de' sonni tuoi
con l'idea del mio piacer.

Abbia il rio passi più lenti;
e sospenda i moti suoi
ogni zeffiro leggier.

Antonio Vivaldi
L 'Olimpiade RV 725
Mentre dormi amor fomenti (Licida) 
Philippe Jaroussky - Countertenor
Ensemble Matheus
Jean-Christophe Spinosi - Violin & Direction

El viejo perro


Al final de la escalera
vi al perro bajar los mil y un escalones.
El viejo perro al que sacan a pasear con correa.
El viejo perro al que sacan a pasear a empujones 
en el esplendor de la mañana invernal.

Tenía mis ojos, mis años que fueron, mis ojeras.
Tenía mi nombre escrito en su sucia correa;
con un final de ternura, 
con un comienzo de ferocidad
deslizaba su sombra entre los barrotes de cobre de la escalera.

Vi en sus ojos las luces de la isla de Elis
y las hordas de la seda 
que hacen girar la inmensa ruleta nocturna.

En sus apagados ojos 
vi el centellear del apocalipsis
y mis deudas sin pagar y mi vida
(y, Dios, tenía mis años y mis lágrimas).

El viejo perro que sacan a pasear 
en el esplendor de la última mañana invernal,
empujado mil y un escalones, uno a uno,
hasta el final y más allá
de donde ya no hay
retorno alguno.


Los ojos del padre adoptivo


¿Cómo eras tú, Alicia soñada, a los ojos de tu padre adoptivo? ¿Cómo te describiría él? En primer lugar, cariñosa; cariñosa como un perro (perdona lo prosaico de este símil, pero no conozco un amor terrenal más puro y más perfecto), y amable como un cervatillo; después deferente con todos, con el más grande y con el más humilde, con el ilustre y con el grotesco, con el Rey y con la Oruga, como si fuese está incluso la hija de un rey, y su vestido estuviese labrado en oro; en tercer lugar, confiada, dispuesta a aceptar los más disparatados imposibles con esa total credulidad que sólo los soñadores conocen; y por último, curiosa: tremendamente curiosa, y con esa ávida fruición de la Vida que sólo se da en las horas felices de la niñez, cuando todo es nuevo y hermoso, y cuando el Dolor y el Pecado no son más que nombres, palabras vacías que no significan nada.

Lewis Carroll
Alicia en el país de las maravillas
Ed. Alianza, 2006
Trad. Jaime de Ojeda Eiseley

Fot. Lewis Carroll
Alice Pleasance Liddell, la niña en la que Carroll se inspiró para dar vida a Alicia.

Una escena muda e intensa


Nuestras escenas de amor eran mudas e intensas, un desvanecimiento a las profundidades de la inmovilidad. Fanny era toda languidez y sumisión, y yo me enamoré de la suavidad de su piel, de la forma en que cerraba los ojos siempre que yo me acercaba a ella silenciosamente por detrás y la besaba en la nuca. Durante las dos primeras semanas no deseé nada más. Tocarla era suficiente, y yo vivía para el ronroneo casi inaudible que salía de su garganta, para sentir que su espalda se arqueaba lentamente contra las palmas de mis manos.

Paul Auster
Leviatán
Ed. Anagrama 1992
Trad. Maribel de Juan

Fot. Fabrizia Milia

sábado, 23 de diciembre de 2017

La propia noche


Nunca he tenido otra dirección ni más camino que la pasión que no se agota en mí y que no se retira de mi vientre, de los bajos de mi vientre, de mis pulmones, de mis manos, de mi cabeza y que, a cada instante en que tengo la convicción de que está a punto de abandonarme, regresa sin cesar como una resaca. Pasión que es sonar en silencio. Escribir. Resonar con una especie de estruendo en el silencio del cuerpo. Resonar más allá del agua negra, resonar en algo que es como la noche del mundo antiguo. Pueden usarse las palabras que se quieran. Es lo que dio lugar a que Jerónimo caracterizase el silencio de Asella como un "silencio parlante". Un silentium loquens. Toda obra escrita, verdaderamente escrita, es un silencio que habla. Es golpear un tambor de seda para llamar a una mujer que se niega; y hacer que la pena por esta negativa acabe matando. Corro; acelero el paso hacia unas hojas muy pequeñas y los flancos fantasmas de los abedules. Su corteza es agrietada y blanca como una ola de tempestad. He visto a los finlandeses emplear sus hojas a modo de té y sumergirlas en cacerolas negras. Acelero el paso para inmovilizarme aún más. Toco la página. Me alelo en el silencio. Me avengo a cuanto esta necesidad ordena, sin saber adónde pretende conducir. Nunca le hago preguntas al silencio. No se interroga con palabras a lo otro del lenguaje. Me arrebata más obedecer con los ojos cerrados a mi propia noche.

TRATADO 1. TRATADO SOBRE CORDESSE
Ed. Sextopiso \ Kurimanzutto
Trad. Miguel Morey

Fot. Mert Alas & Marcus Piggott
Natalia Vodianova, 2006

Pensar


Cuanto más se piensa, más se analiza, más distingos se hacen y más cuesta llegar a una conclusión.
La reductio ad absurdum es una de mis bebidas predilectas.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

Dib. Egon Schiele
Seated Woman with Legs Drawn Up (Adele Harms, 1917)

Buenos días


Que tengas un buen día,
que la suerte te busque
en tu casa pequeña y ordenada,
que la vida te trate dignamente.


viernes, 22 de diciembre de 2017

La plantita de trébol


La primera mentira que Julio le dijo a Emilia fue que había leído a Marcel Proust. No solía mentir sobre sus lecturas, pero aquella segunda noche, cuando ambos sabían que comenzaban algo, y que ese algo, durara lo que durara, iba a ser importante, aquella noche Julio impostó la voz y fingió intimidad, y dijo que sí, que había leído a Proust, a los diecisiete años, un verano, en Quintero. Por entonces ya nadie veraneaba en Quintero, ni siquiera los padres de Julio, que se habían conocido en la playa de El Durazno, iban a Quintero, un balneario bello pero ahora invadido por el lumpen, donde Julio, a los diecisiete, se consiguió la casa de sus abuelos para encerrarse a leer "En busca del tiempo perdido". Era mentira, desde luego: había ido a Quintero aquel verano, y había leído mucho, pero a Jack Kerouac, a Heinrich Böll, a Vladimir Nabokov, a Truman Capote y a Enrique Lihn, que no a Marcel Proust.

En la historia de Emilia y Julio, en todo caso, hay más omisiones que mentiras, y menos omisiones que verdades, verdades de esas que se llaman absolutas y que suelen ser incómodas.

La de Emilia y Julio fue una relacion plagada de verdades, de revelaciones íntimas que constituyeron rápidamente una complicidad que ellos quisieron entender como definitiva. Ésta es, entonces, una historia liviana que se pone pesada. Ésta es la historia de dos estudiantes aficionados a la verdad, a dispersar frases que parecen verdaderas, a fumar cigarros eternos, y a encerrarse en la violenta complacencia de los que se creen mejores , más puros que el resto, que ese grupo inmenso y despreciable que se llama el resto.

Rápidamente aprendieron a leer lo mismo, a pensar parecido, y a disimular las diferencias. Muy pronto conformaron una vanidosa intimidad. Al menos por aquel tiempo, Julio y Emilia consiguieron fundirse en una especie de bulto. Fueron, en suma, felices. De eso no cabe duda.

Las rarezas de Julio y Emilia no eran sólo sexuales (que las había), ni emocionales (que abundaban), sino también, por así decirlo, literarias. Una noche especialmente feliz, Julio leyó, a manera de broma, un poema de Rubén Darío que Emilia dramatizó y banalizó hasta que quedó convertido en un verdadero poema sexual, un poema de sexo explícito, con gritos, con orgasmos incluidos.

Un buen o un mal día el azar los condujo a las páginas de la "Antología de la literatura fantástica" de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Después de imaginar bóvedas o casas sin puertas, después de inventariar los rasgos de fantasmas innombrables, recalaron en "Tantalia", un breve relato de Macedonio Fernández que los afectó profundamente.

"Tantalia" es la historia de una pareja que decide comprar una plantita de trébol para conservarla como símbolo del amor que los une. Tardíamente se dan cuenta de que si la plantita se muere, con ella también morirá el amor que los une. Y que como el amor que los une es inmenso y por ningún motivo están dispuestos a sacrificarlo, deciden perder la plantita en un trebolar entre una multitud de plantitas idénticas.
Luego viene el desconsuelo, la desgracia de saber que ya nunca podrán encontrarla.

Alejandro Zambra
Bonsái
Ed. Anagrama, 2006

Fot. Boris B Schulz
Tulips

Espejo negro


Veo que está mirando mi espejo negro… Así es, mis ojos se vuelven a él sin quererlo, se sienten atraídos contra mi voluntad. Perteneció -explica Madame- a Gauguin… Éste era su espejo negro. Eran muy comunes entre los artistas del siglo pasado. Van Gogh tenía uno. Renoir también. Los usaban para refrescar su visión. Para renovar su reacción al color, a las variaciones tonales. Después de trabajar durante un tiempo se les fatigaban los ojos, y los descansaban fijándolos en estos espejos negros. Igual que los gastrónomos en un banquete, entre platos complicados, despiertan el paladar con sorbete de limón. Yo me miro a veces cuando he estado mucho tiempo con el sol en los ojos. Calma. Calma, pero también perturba. Cuanto más se mira uno, el negro ya no es más negro, sino que toma un extraño tono azul plata, convirtiéndose en el umbral de visiones extrañas. Igual que Alicia, me siento al borde de un viaje a través del espejo, de un viaje que vacilo en emprender.

Truman Capote
Música para camaleones
Ed. Altaya
Trad: Benito Gómez Ibáñez

Fot. Annie Leibovitz
Natalie Portman, Vanity Fair, May 1999

Miedo


El artista no tenía miedo. Decía que si Dios existiera no podría ser tan cruel como para conceder la vida eterna a los hombres...  Pero los burgueses sí que tenían miedo a morir, igual que a vivir. Por eso eran religiosos, parcos y virtuosos. Porque tenían miedo.

Sándor Márai
La mujer justa
Ed. Salamandra
Trad. Agnes Csomos

Fot. Brian Weil

Bartleby


Bartleby tiene eso de particular: que, para mí, está todo él contenido en este sentimiento turbio -la rareza, el alejamiento, lo irremediable, lo incasable, el vacío, etc.- y que, a mi parecer, es la más perfecta expresión del mismo. Es este sentimiento en estado puro; es decir, con todos los prolongamientos que implica. Está escrito para suscitar ese sentimiento, para expresarlo en tanto que tal sentimiento y no como un fin. Bartleby es, si se quiere, el final de un libro cuyo principio no conoceríamos, cosa que tiene por efecto el conceder a lo irremediable un mayor alcance, una especie de universalidad.
Si yo supiera por qué es bello ese sentimiento, o más bien por qué es rico, y por qué nos parece que se “abre” sobre el mundo, es decir, que va ensanchándose, que ofrece a nuestra sensibilidad todos los prolongamientos deseables, me parece que empezaría a comprender por qué y cómo me gusta Bartleby. Pero evidentemente esto es lo que no comprendo (aún).

Georges Perec
Carta a Denise Getzler

La idolatría de los cuerpos


Se entregaron a la idolatría de sus cuerpos, al descubrir que los tedios del amor tenían posibilidades inexploradas, mucho más ricas que las del deseo. Mientras él amasaba con claras de huevo los senos eréctiles de Amaranta Úrsula, o suavizaba con manteca de coco sus muslos elásticos y su vientre aduraznado, ella jugaba a las muñecas con la portentosa criatura de Aureliano, y le pintaba ojos de payaso con carmín de labios y bigotes de turco con carboncillo de las cejas, y le ponía corbatines de organza y sombreritos de papel plateado. Una noche se embadurnaron de pies a cabeza con melocotones en almíbar, se lamieron como perros y se amaron como locos en el piso del corredor, y fueron despertados por un torrente de hormigas carniceras que se disponían a devorarlos vivos.

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
Ed. Debolsillo, 2012

Fot. Sanne Sannes

jueves, 21 de diciembre de 2017

La casa


LA CASA

Me adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-,
en su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento:
podría pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas,
porque ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta
que yo invadía y daba a los demás.
Lo que en ella pasaba -un perro, una bombilla- me resultó feliz.


Fot. The evil reader
The North's little house

Hermanos


Veo ahora en retrospectiva la escena última de mi adiós: mudo, inmóvil, despidiéndome en silencio en el rellano, y luego esperando a que se cierren las puertas metálicas del ascensor y, justo cuando eso ocurre, a causa de la excesiva bebida ingerida, llorando en silencio mientras me digo: somos hermanos, pero mis palabras siempre acaban pareciéndome una especie de suceso metafísico que ella nunca puede llegar a conocer plenamente. Y viceversa. No importa cuánto se viva, no importa cuanto se ame, permanecemos siempre confinados en cada uno de nosotros mismos. Y eso que somos hermanos.

Enrique Vila-Matas
Mac y su contratiempo
Ed. Seix Barral, 2017

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Ni Donde Viviré Por Largos Años


Ni donde viviré por largos años,
ciudad prometida primavera,
ni donde amante amor aguarda.
Atravesando la tierra, la temerosa rueda,
quizá un árbol florecido pueda
sostener la derramada soledad.
Quizá en la sombra aquella se encontrara
sed abundante, sangre, carne, hueso,
en que albergar la voz que ahora huye.

Ni Donde Viviré Por Largos Años 

Tumba de Kazimir Malévich
con uno de sus cuadrados negros, 1935

La muerte de Ofelia


Al final del acto cuarto de Hamlet la reina Gertrudis cuenta a su marido y a Laertes la muerte de Ofelia:

Hay un sauce de ramas inclinadas sobre el arroyo
que en el cristal del agua deja ver sus hojas cenicientas.
Con ellas hizo allí guirnaldas caprichosas
con ortigas, margaritas y esas largas orquídeas
a las que los pastores deslenguados dan un nombre grosero,
pero nuestras doncellas llaman dedos de muerto.

Cuando estaba trepando para colgar su corona de hojas
en las ramas sesgadas, una, envidiosa, se quebró,
cayendo ella y su floral trofeo al llanto de las aguas.

Su vestido se desplegó,
y pudo así flotar un tiempo, tal como la sirenas,
mientras cantaba estrofas de viejos himnos,
como quien es ajeno al propio riesgo,
o igual que la criatura oriunda de ese elemento líquido.

No pasó mucho tiempo
sin que sus ropas, cargadas por el agua embebida,
arrastraran a la infeliz desde sus cánticos
a una muerte de barro.

Hamlet (la muerte de Ofelia)