martes, 31 de mayo de 2016

La tumba de Tolstoy


No he visto en Rusia nada más grandioso e impresionante que la tumba de Tolstoi. Ese augusto monumento, venerable centro de peregrinación de las generaciones futuras, queda desplazado y solo, sombreado en el bosque. Un sendero estrecho, que discurre sin aparente plan entre claros y maleza, conduce a este túmulo, que no es otra cosa que un pequeño rectángulo amontonado de tierra, que nadie vigila ni ampara, a la sombra única de unos pocos grandes árboles. Y esos árboles descollantes, mecidos suavemente por el viento del temprano otoño, fueron plantados por el mismo León Tolstoi, según me refiere su nieta. Su hermano Nicolás y él habían oído, cuando niños, de boca de alguna ama o aldeana, la antigua conseja de que allí donde se plantan árboles se constituye un lugar de felicidad. Y por eso, jugando, habían hincado por las buenas en la tierra unos cuantos renuevos en determinados lugares y no habían tardado en olvidar este juego de niños. Sólo al cabo de mucho tiempo se acordó Tolstoi de aquella anécdota infantil y del extraño augurio de felicidad, que se presentó de repente al hombre fatigado de la vida como provisto de un significado nuevo y más bello. E inmediatamente expresó su deseo de ser enterrado bajo aquellos árboles plantados por él mismo.
Se cumplió puntualmente esta voluntad de Tolstoi, y aquel lugar pasó a ser la tumba más bella, impresionante y triunfal del mundo. Un pequeño túmulo rectangular en medio del bosque, recubierto de flores –nulla crux, nulla corona–, sin cruz, ni lápida, ni inscripción, y ni siquiera el nombre: “Tolstoi”. El gran hombre está enterrado en el anonimato; el que sufría como ninguno bajo el peso de su nombre y fama, enterrado como cualquier vagabundo hallado por casualidad. A nadie se impide el acceso a su último lugar de descanso; la débil cerca que lo rodea no está cerrada: nada protege el descanso de León Tolstoi sino el respeto de los hombres, que, en otros casos, se complacen en turbar con su curiosidad las tumbas de los grandes. Pero aquí justamente la irrefutable sencillez proscribe la desatada curiosidad e impone hablar en voz baja. El viento susurra en los árboles que cobijan la tumba del anónimo; el sol juguetea sobre ella; la nieve pone en invierno su tierna nota de blancor sobre la tierra oscura, y se podría transitar por aquí, verano e invierno, sin advertir que ese pequeño rectángulo prominente  acogió en su seno la parte terrena de uno de los hombres más poderosos de nuestro mundo. Mas precisamente ese anonimato conmueve más que todos los mármoles y pompas posibles: de los centenares de personas de hoy, este día excepcional, ha atraído hacia su rincón de descanso, ninguno ha tenido el atrevimiento de tomar como recuerdo ni una sola flor del oscuro túmulo. Nada de este mundo resulta más monumental –eso se experimenta de continuo– que la suprema sencillez. Ni la cripta de Napoleón bajo los mármoles de los Inválidos, ni el sepulcro de Goethe en la tumba principesca de Weimar, ni el sarcófago de Shakespeare en la abadía de Westminster impresionan a su vista una y otra vez las fibras más humanas del hombre como esa conmovedora tumba anónima perdida en el bosque, con su solemne silencio, en la que sólo susurra el viento y que está desprovista de todo aviso y palabra.

Stefan Zweig Hombre, libros y ciudades
Ed. Juventud, 1963

Fot. Tumba de León Tolstoi en Yásnaia Poliana

Entonces uno deja de reírse


Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acabará con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte.

Michel Houellebecq, Las partículas elementales
Ed. Anagrama, 2006
Trad. Encarna Castejón

Como un faro abandonado


Y tengo por costumbre cumplir años
todos los veintiuno de noviembre,
un hecho que comparto, a ciencia cierta,
con hombres y mujeres de los que sólo sé
que comparten conmigo el día veintuno
de algún mes de noviembre.
Hubo también un tiempo en que ese día
no tenía relación con mi presencia
e incluso otro en el que nadie sabía
que existieran los meses y que uno de ellos
se llamara noviembre,
y también otro tiempo sin días veintiuno
para medir el tiempo,
—creo haberlo leído en algún sitio,
pero recuerdo que no entendí todo—.
Y hubo tiempos sin tiempo, y hubo tiempos sin mí.
Si como todos dicen —poco importancia tiene
que hubiera algún primero—, la historia se repite,
es probable que lleguen otros tiempos
en los que yo no esté; ni yo, ni aquellos otros
que comparten conmigo los meses de noviembre
y en todos esos meses el día veintiuno,
y que a pesar de ello parecen no ser yo.

Es demasiado azar y es poca la existencia:
quizá sea un alivio saber que en esta historia
apenas si se trata de una cuestión de tiempo.

Esta noche he soñado.

Abel Murcia

Fot. Christian Richter
Faro abandonado en la costa danesa

Northern Lights
Lights & Motion

Siempre deducimos lo que más nos conviene

bluelunaphotography

Ismael Godínez, lúcido aún, nota cómo su cuerpo se mece como un estúpido pelele colgado del techo de la habitación, y se arrepiente de haber cedido a aquel maldito arrebato. Sus manos actúan de forma autónoma intentando detener la terrible opresión de su cuello, mientras sus pulmones luchan por tragar un poco más de aire. De pronto, un pequeño halo de luz se cuela bajo la puerta. Ismael sabe que puede llegar su salvación, pero no se atreve a moverse: ello aceleraría más su estrangulamiento. Para llamar la atención, lanza unos gemidos sofocados. Al otro lado de la puerta, sus padres escuchan en silencio, felices de saber que Ismael, por fin, ha traído a casa una amiguita.

David Roas


Concerto Grosso in F Major (after A. Corelli's Trio Sonata, Op. 3, No. 1): I. Grave
Francesco Geminiani, La Risonanza, Carlo Chiarappa

lunes, 30 de mayo de 2016

Vender el alma


Figura sin paisaje 

He vendido mi alma dos veces al diablo,
por monedas de niebla y curso clandestino 
en países que nadie se ha atrevido a fundar. 

Un realista que vive el mundo de los sueños, 
un soñador que quiere vivir la realidad.

Mal destino es el tuyo.
Así te va.

Les mans perdudes


Ella començava a acollir el fum del tabac,
I a no saber ben bé què fer-ne alguna nit, de les seves mans.


Decadencia


Así, no sabiendo creer en Dios (...), me he quedado, como otros de la orilla de las gentes, en esa distancia de todo a que comúnmente se llama la Decadencia.
La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia, porque la inconsciencia es el fundamento de la vida.
El corazón, si pudiese pensar, se pararía.
A quien como yo, así, viviendo, no sabe tener vida, ¿qué le queda sino, como a mis pares, la renuncia por modo y la contemplación por destino?
(...) Y así, contempladores iguales de las montañas y de las estatuas, disfrutando de los días como de los libros, soñándolo todo, sobre todo para convertirlo en nuestra íntima substancia, haremos también descripciones y análisis que, una vez hechos, pasarán a ser cosas ajenas que podemos disfrutar como si viniesen en la tarde.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

Si he de vivir

Cyril Berthault-Jacquier

Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,
la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia
se alce la rama seca de la tos, ladrándome
tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso a quererte mejor,
pero desalojado de la felicidad
sabré cuánta me dabas con solamente a veces estar cerca.
Esto creo entenderlo, pero me engaño:
hará falta la escarcha del dintel
para que el guarecido en el portal comprenda
la luz del comedor, los manteles de leche, y el aroma
del pan que pasa su morena mano por la hendija.

Tan lejos de ti
como un ojo del otro,
de esta asumida adversidad
nacerá la mirada que por fin te merezca.


Julio Cortázar, Salvo el crepúsculo


Mahler

domingo, 29 de mayo de 2016

Cuando el tiempo se cansa de durar y durar...

George Krause

Ya nunca sabré 
qué pensaba de mí A. 
Si B. llegó a perdonarme de verdad. 
Por qué C. aparentaba que no pasaba nada. 
Qué papel jugó D. en el silencio de E. 
Qué esperaba F., si es que esperaba. 
Qué aparentaba G., a pesar de estar segura. 
Qué quería ocultar H. 
Qué quería añadir I. 
Si el hecho de que yo estuviera a su lado 
tuvo alguna importancia 
para J. para K. y para el resto del alfabeto. 

Wislawa Szymborska


Solitude
Ryuichi Sakamoto

Límite

s/d

Qué oscuro el borde de la luz
donde ya nada
reaparece.

José Ángel Valente


Ecosistema

Steve Schöfisch

El día de mi cumpleaños, mi sobrina me regaló un bonsái y un libro de instrucciones para cuidarlo. Coloqué el bonsái en la galería, con los demás tiestos, y conseguí que floreciese. En otoño aparecieron entre la tierra unos diminutos insectos blancos, pero no parecían perjudicar al bonsái. En primavera, una mañana, a la hora de regar, me pareció vislumbrar algo que revoloteaba entre las hojitas. Con paciencia y una lupa, acabé descubriendo que se trataba de un pájaro minúsculo. En poco tiempo el bonsái se llenó de pájaros, que se alimentaban de los insectos. A finales de verano, escondida entre las raíces del bonsái, encontré una mujercita desnuda. Espián­dola con sigilo, supe que comía los huevos de los nidos. Ahora ­vivo con ella, y hemos ideado el modo de cazar a los pájaros­. Al parecer, nadie en casa sabe dónde estoy. Mi sobrina, muy triste por mi ausencia, cuida mis plantas como un homenaje al desaparecido. En uno de los otros tiestos, a lo lejos, me ha parecido ver la figura de un mamut.

José María Merino

Hope
Mario Viñuela

Una habitación cerrada


Hay mucho silencio, el viento llega discreto y fresco, como para recordar lo que podría ser la vida, vela tensa que deja tras de sí una estela de espuma; con este viento, quien disculpa o cede a la aridez se siente culpable, detrás del ritual de las pequeñas fobias con las que se protege como un soltero kafkiano. Hay como un velo ante las cosas, que las empaña e impide desearlas. En estos momentos de sequedad interior se teme el campo abierto, se preferiría una habitación cerrada y poco aireada, en la que atrincherase y organizar las propias y mezquinas defensas.

Claudio Magris, El Danubio
Ed. Anagrama, 2006
Trad. Joaquín Jordá

El fulgor


El fulgor

XXVI

Con las manos se forman las palabras,
con las manos y en su concavidad
se forman corporales las palabras
que no podíamos decir.

XXXIII

Ya te acercas otoño con caballos heridos,
con ríos que rebasan el caudal de sus aguas,
con sumergidos párpados y vientres sumergidos,
con jardines que bajan descalzos hasta el mar.

Ya llegas con tambores enormes de tiniebla,
con largos lienzos húmedos y manos olvidadas,
con hilos que deshacen en aire la mañana,
con lentas galerías y espejos empañados,
con ecos que aún ocultan lo que ha de ser voz.

Y de sí desatado el cuerpo envuelto en oros
desciende oscuro al fondo oscuro de tu luz.

XXXVI

Y todo lo que existe en esta hora
de absoluto fulgor
se abrasa, arde
contigo, cuerpo,
en la incendiada boca de la noche.

El fulgor, antología poética
Ed. Galaxia Gutemberg, 2001

Fot. Karel Ludwig
Before The Sleep, 1940

El futuro acabará por llegar


malgastábamos el tiempo
ordenando en un álbum las fotos del verano
para mirarlas alguna vez con nostalgia

acumulábamos canicas, piedras,
libros, cartas, poemas,

aplazábamos así la felicidad, la vida

todavía no sé por qué,
todavía no sé para cuándo

​Isabel Bono
El futuro acabará por llegar

Fot. Fabio Lovino

sábado, 28 de mayo de 2016

Deseos


Deseos

Como bellos cuerpos 
que la muerte impidió envejecer
y yacen, encerrados con lágrimas,
en magníficos sepulcros,
coronados de rosas y a los pies jazmines,
así son los deseos no satisfechos:
aquellos que nunca se gozaron
en una noche sensual
o en una resplandeciente madrugada.

Deseos, 1904

Los adioses


Los adioses tienen lejanas progenituras y los paisajes los cubren de maleza y polvo.

Fleur JaeggyLos hermosos años del castigo 
Ed. Tusquets
Trad. Juana Bignozzi 

Ilustración: Piero Fornasetti

viernes, 27 de mayo de 2016

Distracción

Daido Moriyama

A veces el bajón demora en irse, y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.

Eduardo Galeano 

Suite pour orchestre n°3 en ré majeur, BWV 1068: Air
Johann Sebastian Bach

Nunca habló


Poema 555

Una casa en lo Alto-
Que ninguna Carreta alcanzó-
Ningún Muerto, fue bajado jamás-
Ningún Carro de Feriante- se acercó-

Cuya Chimenea nunca humeó-
Cuyas ventanas- Noche y Mañana-
Captaban el Amanecer primero - y el Atardecer- al final-
Luego- sostenían un Cristal Vacío-

Cuyo destino- lo conoció la Conjetura-
Nadie más en el vecindario- lo supo-
Y cuál era- él y yo nunca balbuceamos-
Porque Él - nunca hablo-”

Poemas 1-600.

Incluido en
Fue culpa del Paraíso
de Ana Mañero Méndez y 
María Milagros Rivera Garretas,
 Ed. Sabina, 2012

Sucedió hace mucho tiempo


Hay barcos para muchos puertos, pero ninguno para que la vida no duela, ni hay desembarque donde se olvida. Todo esto sucedió hace mucho tiempo, pero mi pena es más antigua.

Fernando Pessoa, carta a Sá-Carneiro del 14 de marzo de 1916

jueves, 26 de mayo de 2016

Sin que sea mía en él


243

Carta para no enviar

La eximo de comparecer en mi idea de sí.
Su vida (…)
Esto no es mi amor; es solo su vida.
La amo como al poniente o al claro de luna, con el deseo de que el momento permanezca, pero sin que sea mía en él más que la sensación.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

Are you lost?


Debra Winger (as Kit Moresby) flees Campbell Scott (George Tunner) and stumbles into a cafe, whereupon she finds Paul Bowles. He asks, "Are you lost..?" Bowles then relates a beautiful thought-piece on mortality.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Menos es más


Pinceladas vacías: Menos es más, o la belleza obvia por su ausencia o por su sencillez, eficacia del material básico, la piedra, la madera, el hielo, la piel y la madera, tipú, choza, iglú. Y su perpetua indisolubilidad desde su elemental integración en el entorno.

Guess-Who (Adivina quién)

Hazas de Cesto, Cantabria, España, 1954

Revelación


Soñé que te revelabas XI (Airport), 2002
Vinilo, dispersión y pigmentos sobre lienzo
274 x 203 cm
Guggenheim Bilbao Museoa

Voces hiladas: Experiencia, imperfección, accidente y uso, Tótem Kadem. Belleza en penumbra, latiendo pero sin manifestarse. Y membrana: Soñé que te revelabas, 2

martes, 24 de mayo de 2016

Lo ajeno


En la belleza ajena

Sólo en la belleza ajena
hay consuelo, en la música
ajena y en los poemas ajenos.
Sólo en los otros hay salvación,
aunque la soledad sepa como
el opio. No son el infierno los otros,
si se los ve por la mañana, cuando
limpia tienen la frente, lavada por los sueños.
Por eso pienso mucho qué
palabra emplear, «él» o «tú». Cada «él» 
es una traición a cierto «tú», mas,
a cambio, en un poema ajeno fiel
aguarda un sereno diálogo.

Low, 1945

Son niños




Vuelvo a Mayo de 1937

Los veo parados en los portones de sus universidades.
Veo a mi padre saliendo bajo el arco de arenisca ocre,
las tejas rojas brillando como platos doblados de sangre tras su cabeza.
Veo a mi madre con libros ligeros en su cadera,
parada en la columna de ladrillos con los portones de hierro forjado,
aún abiertos detras de ella, con las puntas de espada.
Están a punto de casarse.
Son niños. Son tontos.
Sólo saben que son inocentes y que jamás lastimarían a nadie.
Quiero ir y decirles que no lo hagan.
Que ella es la mujer equivocada, que él es el hombre equivocado.
Que harán cosas que ni se imaginan.
Que le harán daño a los niños.
Que sufrirán de forma inimaginable.
Que van a querer morirse.
Quiero ir y decírselos en la luz de Mayo.
Pero no lo hago.
Quiero vivir.
Los tomo como muñecos de papel,
y los froto uno contra el otro por las caderas como pedernal,
como si quisiera sacarles chispas.
Y digo: Hagan lo que van a hacer, que yo lo contaré

I go back to May 1937

I see them standing at the formal gates of their colleges,
I see my father strolling out
under the ochre sandstone arch, the
red tiles glinting like bent
plates of blood behind his head, I
see my mother with a few light books at her hip
standing at the pillar made of tiny bricks,
the wrought-iron gate still open behind her, its
sword-tips aglow in the May air,
they are about to graduate, they are about to get married,
they are kids, they are dumb, all they know is they are
innocent, they would never hurt anybody.
I want to go up to them and say Stop,
don’t do it—she’s the wrong woman,
he’s the wrong man, you are going to do things
you cannot imagine you would ever do,
you are going to do bad things to children,
you are going to suffer in ways you have not heard of,
you are going to want to die. I want to go
up to them there in the late May sunlight and say it,
her hungry pretty face turning to me,
her pitiful beautiful untouched body,
his arrogant handsome face turning to me,
his pitiful beautiful untouched body,
but I don’t do it. I want to live. I
take them up like the male and female
paper dolls and bang them together
at the hips, like chips of flint, as if to
strike sparks from them, I say
Do what you are going to do, and I will tell about it.

Sharon Olds
The Gold Cell, 1987

lunes, 23 de mayo de 2016

Dar frutos


Lo que realmente cuenta, en la aventura de la existencia, no es cuántos talentos uno recibió, sino la capacidad que tenemos de dar frutos con lo poco o mucho que tenemos.

Naufragio


…como un náufrago ahogándose a la vista de islas maravillosas, en aquellos mismos mares dorados de violeta de los que en lechos lejanos había verdaderamente soñado.

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

domingo, 22 de mayo de 2016

El miedo

petitgrimoire

Cuando era pequeña
el miedo me esperaba todas las noches
debajo de la cama a la hora de dormir,
bastaba entonces
la súplica infantil de un vaso de agua
para sentir por el pasillo los pasos de mi padre
que acercaban
el talismán seguro para ahuyentar fantasmas
y ya no se atrevían a salir
los monstruos del armario
ni la luz de la lámpara acercaba a proyectar
sobre la colcha su sombra macabra
y detrás de las cortinas el hombre del saco
se hacía pequeño, pequeñísimo hasta desaparecer.
Ahora el miedo me acecha en todas partes,
no respeta los ritos
y se presenta siempre cuando menos lo espero
susurrando que nada dura eternamente
con la voz de algún muerto que regresa a mi sueño
para pedirme un vaso de agua.

Silvia Ugidos


Dance of Death
Andrew Bird

Cicatrices



Solamente si alguna vez amaste
con uñas y con dientes,
sin red,
sin salvavidas,
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño.

Ella creyó encontrar la fuente del principio
cuando lo conoció, en medio de la tierra,
sin más escudo que su piel de hombre
bruñida por el sol igual que el oro viejo.

Lo amó sin precipicios ni preguntas,
tiernamente, en silencio,
con esa gratitud voluptuosa
que provoca la lluvia en primavera.

Todo era tan sencillo...

Los versos inflamados de poetas infinitos
parecían seguirla a todas partes,
como si el corazón se hubiera convertido
en un fiel animal domesticado.

Porque no existe nada que perdure
una noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes y después de ella,
que el amor es un río con cataratas propias
y remansos ajenos
que siempre desemboca en el océano.

Míralo de este modo: la vida te ha enseñado,
siguiendo su costumbre de incansable maestra,
cómo el alma dibuja
serenas cicatrices sobre viejas heridas.

Raquel Lanseros

Fot. Francesca Woodman

Tú eres yo y tú


Este aposento triádico -tres patas, tres lunas, tres espacios, tres ventanillas y tres colores dominantes- es la patria del instinto puro y de la imaginación que lo sirve, así como tu lengua serpentina y tu dulce saliva me han servido a mí y se han servido de mí. Hemos perdido el apellido y el nombre, la faz y el pelo, la respetable apariencia y los derechos civiles. Pero hemos ganado magia, misterio y fruición corporal. Eramos una mujer y un hombre y ahora somos eyaculación, orgasmo y una idea fija. Nos hemos vuelto sagrados y obsesivos.
Nuestro conocimiento recíproco es total. Tú eres yo y tú, y tú soy yo y tú. Algo tan perfecto y sencillo como una golondrina o la ley de la gravedad.

Mario Vargas Llosa, Elogio de la madrastra
Ed. Tusquets, 2012

Pintura: Fernando De Szyszlo Sol Negro, 2014
Acrylic on Canvas

Tenemos tiempo


No nos faltan relojes; estoy sentado a mi mesa y veo hasta tres; dos electrónicos, uno de cuarzo. Uno forma parte del ordenador y marca las 12.29. Otro está empotrado en la radio y marca las 12.30. El tercero, mi reloj de muñeca, marca las 12.31. Por fortuna, mi reloj tiene las tradicionales manecillas, no opera con los despiadados intermediarios de las cifras. Tenemos mucho tiempo.

Adam Zagajewski, En la belleza ajena
Ed. Pre-Textos, 2003

sábado, 21 de mayo de 2016

Con vistas al interior


Con vistas al interior

No soy el mejor hombre que has conocido,
ni la mitad de bueno de los que te quedarían por explorar,
ni siquiera tengo estudios y mi voz
se quiebra ante cualquiera que me mire a los ojos.
Mi tristeza se acentúa los domingos
pero en realidad es mi estado más corriente.
A veces sufro ansiedad,
también ira,
tengo veinte segundos complicados en los que puedo
desde matar a un hombre a dormir sin ella.
No diría que estoy loco pero soy un cuerdo anormal.

En serio, soy un desastre,
ni siquiera soy fiel,
si escucho tacones bailo canciones perversas,
si veo un escote busco el mar en otros puertos,
mejor no hablar si al poniente
le da por levantar una falda en mi presencia.
La última vez que pedí perdón
tenía diecinueve años
y el ya no podía escucharme.

Hace tiempo que no confío en nadie,
la esperanza me resulta un acto masoquista,
la fe un mal truco de magia,
el destino un folio en blanco
que escribo con faltas de ortografía
para que el tampoco sepa guiarme.

Quizás si te vas ahora,
alguien podrá darte el placer
que no concibo sin dolor.
Alguien, cualquiera,
podrá hacerte promesas preciosas de esas
que jamás se cumplen
 y tu puedas sonreír dignamente,
atando tus sueños a un futuro que no existe.

Creo cuando miro tu boca,
que hay mujeres que deberían poner más cuidado
en esconder la sonrisa que las bragas.
Pero esto casi solo me ocurre contigo.

Supongo que tu boca es capaz de hacer esclavo a un hombre.
Y seguramente a estas alturas de mi vida
lo fácil sería no rebelarse.
Y dejarme llevar o caer,
porque cuando la abres así como quién bosteza sin más
yo veo un precipicio donde caer es levantarse
y huir de ella es conseguir que el vértigo
te persiga hasta que te tumbe.
Y tumbados ya sabes que el amor
a mí siempre me ha sabido a coño.


Pero es cierto,
que deberías marcharte,
a que el amor te sorprenda por la espalda
y dejar en la puerta un te quiero
por si un día al salir no se quien soy.

Porque si te quedas,
no sabrás qué pienso cuando pienso tanto,
ni oirás un yo también después de un te amo,
porque jamás supe forzar una palabra
y ya es tarde para contradecir mi abecedario.
Y no sabré decir nunca que te quedes,
ni aunque sea mi deseo primordial
porque si yo pudiera irme de mi mismo,
también lo haría.

Ni siquiera si decides quedarte
podré escribir algún verso decente en tu nombre
porque sería demasiado feliz
para ser poeta.

Quizás no entiendas que hay gente,
que necesita echar de menos
para no echarse de más.
Que hay gente a la que sonreír en estos tiempos
le parece un insulto,
que respirar una osadía,
que vivir un arrebato,
que perder una rutina.

Quizás no entiendas que soy de ese tipo de gente.
Alguien incapaz de volar sin resaca,
un tipo que se juega a la carta más alta
su próximo desequilibrio.
Un algo que no es alguien
si no suena su nombre
desde la garganta más profunda
de un bar de carretera.

Deberías irte,
recoger tus caricias de mi espalda,
atravesar mi corazón hacía fuera,
que pueda verse en el agujero de mi pecho
los escombros que has dejado tras tu marcha.
Ignorar aquello que ves en mis ojos,
lo que te gritan mis párpados cuando te observo
porque en realidad solamente la ignorancia
puede hacer feliz a las personas.

Y bajar las escaleras con tus tacones negros,
los mismos que te quitaba con la boca,
cada noche que el deseo
nos ponía de rodillas.
Y perderte calle abajo,
como se pierden los autobuses y los coches
y las putas de la calle Magdalena
y las madres de los niños de colegio.
Como si pierden las nubes que no mojan
o el sol que no calienta.
Sin un adiós, sin hasta nunca,
solo silencio.

Deberías irte ahora mismo,
porque es el único modo que tenemos de saber
si de verdad te necesito.


Spiritual
Charlie Haden, Pat Metheny

Escribir y destruir




El ruido del agua me hizo dar un salto y entonces pensé que estaba perdida. Pensé: pese a toda mi astucia y a todos mis sacrificios estoy perdida. Pensé: qué acto poético destruir mis escritos. Pensé: mejor hubiera sido tragármelos, ahora estoy perdida. Pensé: la vanidad de la escritura, la vanidad de la destrucción. Pensé: porque escribí, resistí. Pensé: porque destruí lo escrito me van a descubrir, me van a pegar, me van a violar, me van a matar. Pensé: ambos hechos están relacionados, escribir y destruir, ocultarse y ser descubierta.

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes
Ed. Anagrama, 2006

Fot. Roberto Bolaño y su hija

Contemplación


Yoshiharu Tsuge, contemplando el río... 1967

viernes, 20 de mayo de 2016

Las astillas


Han terminado de arder, amor mío, en el hogar de nuestra vida, las astillas de nuestros sueños…

Ed. Seix Barral, 2010
Edición y traducción de Ángel Crespo

jueves, 19 de mayo de 2016

La lentitud de los bueyes


Hay racimos de soledad en tus manos, 
desposesiones más antiguas que la sangre.

Huyen los años de tus ojos como bandadas de cometas por las plazas maduras. 
(Sólo quedan los bueyes rumiando su tristeza.)

Has conocido, entre gavillas de silencio, el sabor amarillo de mis pasos, 
el humo indescifrable de las brasas sin tiempo.

Nunca mi lejanía se amasó con barro,
pero puse en tu boca las yemas más quemadas y los besos más lentos. 
Nunca mi lejanía se espesó hasta tu cuerpo.

Como una fuente vieja, azul desde su olvido, 
arrinconaste el miedo en arcas inviolables.

Ni siquiera el dolor estalla entre tus labios. 
Ni siquiera la antigua, 
la salada tristeza de mis besos.

Julio Llamazares
 La lentitud de los bueyes
Ed. Hiperión 1997

Ventajas de estar en la ruina


… como cada bendito día
desde que la razón
sucumbió al beso con lengua
del camino torcido

Ventajas de estar en la ruina
Ed. Dip. Prov. Granada, 2015

miércoles, 18 de mayo de 2016

Paraísos perdidos




Posesión del ayer
Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. llión fue, pero llión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.

Jorge Luis Borges, Los conjurados.
Ed. Alianza, 1990

Cavaron


Tierra había en ellos y
cavaron
Cavaron y cavaron, así pasaron
su día, su noche. Y no alabaron a Dios
que, así oyeron, todo aquello quería,
que, así oyeron, todo aquello sabía.
Cavaron y nada más oyeron;
ni se volvieron sabios, ni inventaron canción,
ni imaginaron lengua alguna.
Cavaron.
Vino una calma, vino también una tempestad,
los mares todos vinieron.
Yo cavo, tú cavas y cava el gusano además,
y lo que allí canta dice: cavan ellos.
Oh uno, oh ninguno, oh tú:
¿Hacia dónde fue aquello hacia nada ido?
Oh, tú cavas y yo cavo y me cavo adónde tú,
y en nuestro dedo despierta el anillo.

Trad, José Luis Reina Palazón.

Foto: Sigurdur Gudmundsson, Poem, 1977
© Courtesy Gallery, Reykjavik & Galleri Bo Bjerggaard

martes, 17 de mayo de 2016

Las locas


Brindemos por las locas, por las inadaptadas, por las rebeldes, por las alborotadoras, por las que no encajan, por las que ven las cosas de una manera diferente. No les gustan las reglas y no respetan el status-quo. Las puedes citar, no estar de acuerdo con ellas, glorificarlas o vilipendiarlas. Pero lo que no puedes hacer es ignorarlas. Porque cambian las cosas. Empujan adelante la raza humana.

Mientras algunos las vean como locas, nosotras vemos el genio. Porque las Mujeres que se creen tan locas como para pensar que puedan cambiar el mundo, son las que lo hacen.

Jean-Louis Kerouac
On The Road

Los viejos árboles



¿Sabes tú que en la ciudad me asustan estos huracanes nocturnos? Diríase que en su orgullo de elementos, ni siquiera nos ven. Mientras que una casa solitaria, en medio del campo, la ven, la toman en sus brazos poderosos y así la endurecen, y allí quisiéramos estar fuera, en el jardín que muge, y por lo menos nos asomamos a la ventana, y aprobamos los viejos árboles Iracundos que se agitan como si el espíritu de los profetas estuviera en ellos.

lunes, 16 de mayo de 2016

Indocumentados

LOS LIBRES

   En los días, los guía el sol. En la noche, las estrellas. 
   No pagan pasaje, y viajan sin pasaporte y sin llenar formularios de aduana ni de migración. 
   Los pájaros, los únicos libres en este mundo habitado por prisioneros, vuelan sin combustible, de polo a polo, por el rumbo que eligen y a la hora que quieren, sin pedir permiso a los gobiernos que se creen dueños del cielo.

Eduardo Galeano, El cazador de historias

Fot: s/d


Lágrimas do céu
Carminho

En las orillas del Sar



Glorias hay que deslumbran, cual deslumbra
el vivo resplandor de los relámpagos,
y que como él se apagan en la sombra,
sin dejar de su luz huella ni rastro.

Yo prefiero a ese brillo de un instante,
la triste soledad donde batallo,
y donde nunca a perturbar mi espíritu
llega el vano rumor de los aplausos.

de En las orillas del Sar


Foto: Retrato de Rosalía de Castro, sin datos.

domingo, 15 de mayo de 2016

Los árboles mueren de pie

 jmms


El dolor fuerte pasó ya. Lo malo es la huella que deja: esa pena que viene después en silencio y que te va envolviendo lenta, y lenta… Pero a esa yo ya estoy acostumbrada; ya somos viejas amigas.

Alejandro Casona, Los árboles mueren de pie


Cello Sonata in G Major: III. Largo
Domenico Gabrielli, Bettina Hoffmann

Palabras


Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. 

Alejandra Pizarnik, La palabra que sana
Incluido en El infierno musical
Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1971

Ilustración: Jie Ma