Si no captas la pequeña raíz o el pequeño grano de locura de alguien, no puedes amarlo. En alguna parte todos somos dementes ¿no? El punto de demencia de alguien llega a ser la fuente misma de su encanto.
jueves, 31 de marzo de 2016
Hipótesis no verificada
A veces me dormía tan pesadamente sobre el diván que al despertar experimentaba un estupor angustiado: como si mi conciencia, al emerger anónimamente de la noche, dudara antes de reencarnarse. O contemplaba con mirada incrédula el decorado familiar: reverso ilusorio y tornasolado del vacío donde me había sumergido. Mi mirada se detenía sorprendida en los objetos que había traído de los cuatro rincones de Europa. Mis viajes, el espacio no conservaba huella de ellos, mi memoria desdeñaba evocarlos; y las muñecas, los vasos, las baratijas estaban allí. Una nada me fascinaba, me obsesionaba. Encontrar un pañuelo de seda roja y un almohadón violeta: ¿cuándo he visto por última vez fucsias, su vestido de obispo y cardenal, su largo sexo frágil? La campanilla luminosa, la simple rosa silvestre, la madreselva desgreñada, los narcisos, abriendo en su blancura grandes ojos atónitos, ¿cuándo? Podían no existir ya en el mundo y no lo sabría. Ni nenúfares en los estanques, ni trigo sarraceno en la campiña. La tierra está a mi alrededor como una vasta hipótesis que ya no verifico.
Simone de Beauvoir, La edad de la discreción
Incluido en La mujer rota
Ed. Edhasa, 2007
Ed. Edhasa, 2007
Trad: Dolores Sierra y Neus Sánchez
miércoles, 30 de marzo de 2016
Los raros
Seguid a los raros, y no a las personas vulgares
Francesco Petrarca
Fot. Bronzino
Portrait of Laura Battiferri
(detalle de libro con sonetos de Petrarca)
Fot. Bronzino
Portrait of Laura Battiferri
(detalle de libro con sonetos de Petrarca)
Los libros
[…] los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.
Simone de Beauvoir, La edad de la discreción
Incluido en La mujer rota
Ed. Edhasa, 2007
Ed. Edhasa, 2007
Trad: Dolores Sierra y Neus Sánchez
Fot. Gisèle Freund, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, Paris, 1963
Fot. Gisèle Freund, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, Paris, 1963
martes, 29 de marzo de 2016
Nada
Nada
en mis manos nada
en mis cuadernos
nada en mis zapatos
nada en el sombrero
de mi madre, nada
en mis ojos
en mi casa
en el paisaje
entre las olas nada
bajo los bancos del parque
debajo de mi ropa empapada
entre las líneas que escribo
en las del diccionario
de sánscrito
en la tinta que se escapa
del bolígrafo
en mis palabras nada
nada sobre la nada
que describo
en cuatro letras
porque todo
lo que no cabe en ellas
se ha agolpado en el centro
de mi pecho
y late y luego
me devora
con la voracidad
de un animal hambriento.
hasta que no queda nada
de mi salvo esa nada
que todo lo vomita
mis ojos mis cuadernos
mi casa y el sombrero
de mi madre las cuatro
letras que la indican
y el mismo latido
feroz que me devora
pronunciando
tu nombre.
Juegos de magia
Suicidio en Alejandría
(Narraciones)
Suicidio en Alejandría.
13 y 22
Cuando pusieron la cabeza cortada sobre la mesa del despacho, se rompieron todos los cristales de la ciudad. "Será necesario calmar a esas rosas", dijo la anciana. Pasaba un automóvil y era un 13. Pasaba otro automóvil y era un 22. Pasaba una tienda y era un 13. Pasaba un kilómetro y era un 22. La situación se hizo insostenible. Había necesidad de romper para siempre.
12 y 21
Después de la terrible ceremonia se subieron todos a la última hoja del espino, pero la hormiga era tan grande, tan grande, que se tuvo que quedar en el suelo con el martillo y el ojo enhebrado.
11 y 20
Luego se fueron en automóvil. Querían suicidarse para dar ejemplo y evitar que ninguna canoa se pudiera acercar a la orilla.
10 y 19
Rompían los tabiques y agitaban los pañuelos. ¡Genoveva! ¡Genoveva! Era de noche y se hacía precisa la dentadura y el látigo.
9 y 18
Se suicidaban sin remedio, es decir, nos suicidábamos. ¡Corazón mío! ¡Amor! La Tour Eiffel es hermosa y el sombrío Támesis también. Si vamos a casa de lord Butown nos darán la cabeza de langosta y el pequeño círculo de humo. Pero nosotros no iremos a casa de ese chileno.
8 y 17
Ya no tiene remedio. Bésame sin romperme la corbata. Bésame, bésame.
7 y 16
Yo, un niño, y tú, lo que quiera el mar. Reconozcamos que la mejilla derecha es un mundo sin normas y la astronomía un pedacito de jabón.
6 y 15
Adiós. ¡Socorro! Amor, amor mío. Ya morimos juntos. ¡Ay! Terminad vosotros por caridad este poema.
5 y 14
4 y 13
Al llegar este momento vimos a los amantes abrazarse sobre las olas.
3 y 12
2 y 11
1 y 10
Un golpe de mar violentísimo barrió los muelles y cubiertas de los barcos. Sólo se sentía una voz sorda entre los peces que clamaba.
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
Nunca olvidaremos los veraneantes de la playa de Alejandría aquella emocionante escena de amor que arrancó lágrimas de todos los ojos.
Federico García Lorca
Relativismo moral
Leo poemas al azar,
leo casi sin pensar en lo que leo.
Cuando me encuentro un verso triste,
siento en el alma como una caricia.
No es que me alivie la tristeza ajena;
es que me siento menos solo.
Ángel González, Leo poemas (de Nada grave, 2008)
Gian Paolo Barbieri
Sevillanas de los Bloques
Martirio
lunes, 28 de marzo de 2016
Presencia y sensación
El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia. Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una lámpara y pronto vuelta a la noche, el brillo de un muslo, la sombra que desciende del ombligo al sexo. Cada uno de estos fragmentos vive por sí solo pero alude a la totalidad del cuerpo. Ese cuerpo que, de pronto, se ha vuelto infinito. El cuerpo de mi pareja deja de ser una forma y se convierte en una substancia informe e inmensa en la que, al mismo tiempo, me pierdo y me recobro. Nos perdemos como personas y nos recobramos como sensaciones.
Octavio Paz, La llama doble
Ed. Seix Barral, 2001
Ed. Seix Barral, 2001
Cuéntamelo todo
En muchas familias nadie escribe versos,
pero si lo hacen, es raro que sea solo una persona.
A veces la poesía fluye en cascadas de generaciones,
creando peligrosos remolinos en sus mutuos sentimientos.
Mi hermana cultiva una buena prosa hablada,
y toda su escritura son postales de sus viajes
con textos que prometen lo mismo cada año:
que cuando vuelva,
me contará todo,
todo,
todo.
El gran número, 1976
Fot. Elżbieta Lempp
Wisława Szymborska, Krakow, 2000
Fot. Elżbieta Lempp
Wisława Szymborska, Krakow, 2000
domingo, 27 de marzo de 2016
La ilusión de la luz
No hay motivo para permanecer en la oscuridad
Salvo si es el tiempo suficiente como para borrar de la mente
La ilusión de que alguna vez estuvo en la luz
T. S. Eliot, The Cocktail Party, fragmento
Fot. Vivienne Haigh-Wood Eliot, 1930
primera esposa de T. S. Eliot
Fot. Vivienne Haigh-Wood Eliot, 1930
primera esposa de T. S. Eliot
sábado, 26 de marzo de 2016
Los sustitutos
Le prometía que amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de ser amada por él y no por otro. Es tan difícil hablar de esto. Cuando vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse hacia mi rostro. Quise sus ojos despeñándose en los míos. De esto quiero hablar. De un amor imposible porque no hay amor. Historia de amor sin amor. Me apresuro. Hay amor. Hay amor de la misma manera en que recién salí a la noche y dije: hay viento. No es una historia sin amor. Más bien habría que hablar de los sustitutos.
Alejandra Pizarnik, Prosa completa
Ed. Lumen, 2003
Fot. Sara Facio, Alejandra Pizarnik at her parents’ home, Buenos Aires
Ed. Lumen, 2003
Fot. Sara Facio, Alejandra Pizarnik at her parents’ home, Buenos Aires
viernes, 25 de marzo de 2016
El amor, por ejemplo
Soy de la misma opinión que Dante, y no comparto la de Stendhal ni la de Mérimée, que decían ser siempre felices: los recuerdos de las cosas felices envenenan la vida cuando éstas ya no se pueden tener. El amor, por ejemplo.
Paul Léautaud
Fot. Henri Cartier-Bresson, Paul Léautaud [Fontenay-aux-Roses], 1952
Los justos
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la tierra haya música. El que descubre con placer una etimología. Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. El ceramista que premedita un color y una forma. Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. El que acaricia a un animal dormido. El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. El que prefiere que los otros tengan razón. Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Jorge Luis Borges, Los Justos
jueves, 24 de marzo de 2016
Ideas y sensaciones
Nunca he sido capaz de hablar como pienso, con nadie. Con la mayoría de la gente sólo se puede hablar de las ideas, no sobre el canal por el que estas ideas pasan, la atmósfera en la que se bañan, la esencia sutil que se escapa cuando uno se viste de ellas. La mayoría de las veces, no me siento con ganas de hablar sobre las ideas de todos modos. Estoy más interesada en las sensaciones.
Anaïs Nin, Diarios amorosos
Ed. Siruela, 2014
Trad. José Luis Fernández-Villanueva Cencio
Lenguaje
No hay contraste entre obtener la verdad y obtener la libertad. Obtener cualquiera de ambas equivale simplemente a hacer el futuro humano más grande que el pasado humano, más grande en el sentido de crear seres humanos que puedan imaginar más y hacer más. En lugar del lema un tanto engañoso la verdad nos hará más libres, deberíamos decir nuestra capacidad para volver a describir las cosas con términos novedosos nos hará más ricos, complejos e interesantes de lo que éramos.
Richard Rorty, Prólogo a Filosofía y futuro
Ed. Gedisa, 2009
Trad. Javier Calvo y Ángela Ackermann
miércoles, 23 de marzo de 2016
martes, 22 de marzo de 2016
La atmósfera
La atmósfera no es un perfume, no sabe a la esencia, no huele, siempre será para mi boca, me tiene enamorado, iré a la loma junto al bosque y quedaré sin disfraz y desnudo, me vuelve loco la idea de que entre en contacto conmigo.
Walt Whitman, La extensión de mi cuerpo
Ed. Nórdica, 2014
Trad. Antonio Rivero Taravillo
Fot: Tourists on top of the Great Pyramid at Giza, 1920, anónima
Ed. Nórdica, 2014
Trad. Antonio Rivero Taravillo
Fot: Tourists on top of the Great Pyramid at Giza, 1920, anónima
Debajo de la oscuridad
Sin duda yo soy un bosque y una noche de arboles oscuros, sin embargo quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses.
Guión original
Las emociones y sentimientos son el technicolor y los efectos especiales de la vida. El guión original es en blanco y negro.
Eric Bénier-Bürckel
Best Unsaid
Michael Brook
lunes, 21 de marzo de 2016
Somos nosotros
Sentí como este tenebroso planeta giraba bajo mis pies, y supe cuál es ese secreto que sólo los gatos conocen, ese que les hace gritar como bebés en la noche. Miré al cielo a través del intenso humo lleno de grasa humana y vi que Dios no se encontraba ahí. Vi esa oscuridad fría y vacía que se extiende hasta el infinito, vi que estamos solos. Vivimos nuestras vidas, puesto que no tenemos nada mejor que hacer. Más adelante, ya les buscaremos un sentido. Venimos de la nada; Tenemos hijos, que se encuentran atados a este infierno al igual que nosotros, y volvemos a la nada. No hay nada más. La existencia es algo fortuito. No hay ningún patrón salvo el que imaginamos cuando nos quedamos mirando fijamente durante mucho tiempo. No tiene ningún sentido, salvo el que decidimos imponer. Este mundo que vaga a la deriva no está moldeado por fuerzas metafísicas. No es Dios quien mata a los niños. Ni es el destino el que los despedaza, ni es la casualidad la que se los da de comer a los perros. Somos nosotros. Sólo nosotros.
domingo, 20 de marzo de 2016
Mitad
James de Villiers
Mi esperanza: medio perdida.
Mi poesía: medio encontrada.
Mi vaso: medio vacío.
Mi tumba: medio llena.
Eric Jarosinski, Nein. Un manifiesto
Violin Sonata in D Major, Op. 4, No. 1: I. Adagio
Lyriarte
Ya no me muero más
Cuando morí por vez primera
―aún sé cómo ocurrió―,
morí en silencio y fue del todo,
pasó en Hamburgo, el mes de abril,
y yo tenía dieciocho.
Cuando morí por vez segunda
la muerte me hizo daño.
Yo te dejé bien poca cosa:
el corazón batiendo en tu portón,
sobre la nieve huellas rojas.
Pero al morir por vez tercera
no me dolió ya tanto.
Tan cotidiana como el pan
y los vestidos fue la muerte.
Ya no me muero más.
El célebre sentimiento
sábado, 19 de marzo de 2016
Idilio
Ninguna persona puede otorgarle a otra el don del idilio. Eso sólo lo sabe hacer el animal, porque no ha sido expulsado del Paraíso. El amor entre un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución.
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser
Aino Kannisto
Norma (1987 - Remaster): Casta diva
Maria Callas
Mnemosine Hospital
Mnemosine Hospital
El edificio, oculto tras los cipreses, se ubicaba al final de una calle peatonal, en la parte alta de la ciudad. Nada en el edificio recordaba a un hospital. El suelo de roble decapado y los tonos celestes en las paredes imprimían una sensación de agradable ligereza.
La Doctora Bueno tenía su consulta en la segunda planta. Sobre su mesa, como único adorno, una bola azul de cristal.
-Verá, señor… nuestro hospital tiene un protocolo estricto con respecto a las extirpaciones totales de recuerdos… nunca las realizamos en primera instancia, lleva tiempo y primero ensayamos otros acercamientos menos drásticos.
-Pero yo necesito olvidarme de Ella ya… no lo soporto más, estoy sufriendo mucho.
-Ya veo. Pero debo ceñirme al procedimiento habitual. Objetivos parciales. Digamos el último año, o el tono de la voz, o el olor de su pelo. Dígame qué es lo que más le duele.
-Las mentiras, lo que más me duele, son las mentiras. Hágame olvidar por lo menos eso.
La Doctora Bueno sonrió con dulzura.
-Claro que sí. Somos especialistas en la extirpación de mentiras, es un tratamiento ambulatorio que no necesita cirugía, le extenderé unas recetas y le daré las instrucciones del procedimiento por escrito. Y si todo va bien en unos meses la haremos desaparecer de su mente por completo.
Salí del despacho y atravesé la sala de espera, donde otros dolientes crónicos y agudos aguardaban a que les erradicaran, exterminaran, desinfectaran, eliminaran y arrancaran de su vida a su padre, al 29 de diciembre, las humillaciones del colegio, un accidente, una agresión, un remordimiento, o aquella vez que dijeron que no, que dijeron que sí, que no dijeron nada.
Anduve sin rumbo y llegué al mirador bajo el cual el río describe una amplia curva. Recordé el mito: En el Hades, las almas de los difuntos podían beber del río Lete, para olvidar sus vidas anteriores, o del río Mnemosine, para recordarlas.
Con el dossier de la Doctora Bueno en la mano, me incliné sobre la barandilla.
La Doctora Bueno tenía su consulta en la segunda planta. Sobre su mesa, como único adorno, una bola azul de cristal.
-Verá, señor… nuestro hospital tiene un protocolo estricto con respecto a las extirpaciones totales de recuerdos… nunca las realizamos en primera instancia, lleva tiempo y primero ensayamos otros acercamientos menos drásticos.
-Pero yo necesito olvidarme de Ella ya… no lo soporto más, estoy sufriendo mucho.
-Ya veo. Pero debo ceñirme al procedimiento habitual. Objetivos parciales. Digamos el último año, o el tono de la voz, o el olor de su pelo. Dígame qué es lo que más le duele.
-Las mentiras, lo que más me duele, son las mentiras. Hágame olvidar por lo menos eso.
La Doctora Bueno sonrió con dulzura.
-Claro que sí. Somos especialistas en la extirpación de mentiras, es un tratamiento ambulatorio que no necesita cirugía, le extenderé unas recetas y le daré las instrucciones del procedimiento por escrito. Y si todo va bien en unos meses la haremos desaparecer de su mente por completo.
Salí del despacho y atravesé la sala de espera, donde otros dolientes crónicos y agudos aguardaban a que les erradicaran, exterminaran, desinfectaran, eliminaran y arrancaran de su vida a su padre, al 29 de diciembre, las humillaciones del colegio, un accidente, una agresión, un remordimiento, o aquella vez que dijeron que no, que dijeron que sí, que no dijeron nada.
Anduve sin rumbo y llegué al mirador bajo el cual el río describe una amplia curva. Recordé el mito: En el Hades, las almas de los difuntos podían beber del río Lete, para olvidar sus vidas anteriores, o del río Mnemosine, para recordarlas.
Con el dossier de la Doctora Bueno en la mano, me incliné sobre la barandilla.
Relato recogido del Taller de Relatos Cortos de la Biblioteca Municipal de Tabaiba.
Autor/a: Idadora
Fot. Dino Valls
Embriagaos
Hay que estar siempre ebrios. Eso es todo, es lo único que importa. Para no sentir el terrible fardo del tiempo que vence tus hombros y te aplasta contra el suelo, hace falta estar ebrio.
¿Pero, de qué? De vino, poesía o virtud, como desees. Pero embriágate.
Y si alguna vez, estando sobre los escalones de un palacio, o sobre la verde hierba del camino o en la soledad taciturna de tu alcoba, te despiertas y la ebriedad ha disminuido o desaparecido del todo, pregúntale al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntales qué hora es, y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj te responderán: “¡Es hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados por el tiempo, hay que embriagarse. ¡Embriágate sin medida! De vino, poesía o virtud, como desees.”
Charles Baudelaire. Embriagaos. 7 de febrero de 1864 en Le Figaro
Miras y esperas
Estás sentado en una silla, nada te toca, sientes
como se vuelve el viejo un ser más viejo, imaginas
solo la paciencia del agua, el fastidio de la piedra.
Piensas que el silencio es la página de más,
piensas que nada es bueno, ni malo, ni siquiera
la sombra que invade la casa mientras tú miras, sentado,
como la invade. Otras veces la has visto. Tus amigos
pasan tras la ventana, en sus rostros la marca de la pena.
Quisieras saludarlos pero no puedes ni alzar la mano.
Estás sentado en una silla. Te vuelves hacia la yerbamora
que extiende sobre la casa su red ponzoñosa.
Pruebas la miel de la ausencia. Es lo mismo.
Dondequiera que estés, es lo mismo que se pudra
la voz antes que el cuerpo o que se pudra el cuerpo
antes que la voz. Sabes que el deseo lleva a la pena,
la pena a la consumación, la consumación
al vacío. Sabes que esto es diferente, esto
es la celebración, la única celebración,
sabes que si te das entero a la nada
habrás sanado. Sabes que hay alegría en sentir
como tus pulmones preparan su futuro de ceniza,
y así esperas, miras y esperas: el polvo se establece.
Rondan la sombra las horas milagrosas de la infancia.
Mark Strand
En celebración
En celebración
Traducción de Octavio Paz
viernes, 18 de marzo de 2016
Control aparent
Hi ha un moment en el que tot es pot resumir en aquella sensació que es pot tindre quan el que et donen es un problema en el que el qué et cal saber es plantejar-lo bé per que tot acaba en una equació de segon grau. I punt.
Una incertesa controlable.
El contagio de la experiencia
Mi abuela -que no era tuerta- me decía:
Las mujeres cuestan demasiado trabajo o no valen la pena. ¡Puebla tu sueño con las que te gusten y serán tuyas mientras descansas!
No te limpies los dientes, por lo menos, con los sexos usados. Rehúye, dentro de lo posible, las enfermedades venéreas, pero si alguna vez necesitas optar entre un premio a la virtud y la sífilis, no trepides un solo instante:
¡El mercurio es mucho menos pesado que la abstinencia!
Cuando unas nalgas te sonrían, no se lo confíes ni a los gatos. Recuerda que nunca encontrarás un sitio mejor donde meter la lengua que tu propio bolsillo, y que vale más un sexo en la mano que cien volando.
Pero a mi abuela le gustaba contradecirse, y después de pedirme que le buscara los anteojos que tenía sobre la frente, agregaba con voz de daguerrotipo:
La vida -te lo digo por experiencia- es un largo embrutecimiento. Ya ves en el estado y en el estilo en que se encuentra tu pobre abuela. ¡Si no fuese por la esperanza de ver un poco mejor después de muerta!.
La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. Cuando una tía nos lleva de visita, saludamos a todo el mundo, pero tenemos vergüenza de estrecharle la mano al señor gato, y más tarde, al sentir deseos de viajar, tomamos un boleto en una agencia de vapores, en vez de metamorfosear una silla en un transatlántico.
Por eso -aunque me creas completamente chocha- nunca me cansaré de repetirte que no debes renunciar ni a tu derecho de renunciar. El dolor de muelas, las estadísticas municipales, la utilización del aserrín, de la viruta y otros desperdicios, pueden proporcionarnos una satisfacción insospechada. Abre los brazos y no te niegues al clarinete, ni a las faltas de ortografía.
Confecciónate una nueva virginidad cada cinco minutos y escucha estos consejos como si te los diera una moldura, pues aunque la experiencia sea una enfermedad que ofrece tan poco peligro de contagio, no debes exponerte a que te influencie ni tan siquiera tu propia sombra. ¡La imitación ha prostituido hasta a los alfileres de corbata!
Oliverio Girondo, Espantapájaros, XIV
Ed. Losada, 2001
Fot. Oliverio Girondo, anónimo
Destino y albedrío
Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.
Gilbert Keith Chesterton
Woman in Greenhouse -autochrome-, 1910
In collection of the George Eastman House
Woman in Greenhouse -autochrome-, 1910
In collection of the George Eastman House
jueves, 17 de marzo de 2016
Guardaré los años que compartimos
Michael Cunningham, Las horas
Ed. El Aleph, 2003
Trad. Jaime Zulaika
Fot. Virginia Woolf en Monk's House, Rodmell
fotografiada por su marido Leonard Woolf, c. 1937.
Como un tren sobre el abismo
Unos van por un sendero recto,
Otros caminan en círculo,
Añoran el regreso a la casa paterna
Y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
Llevo conmigo el infortunio,
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
Como un tren sobre el abismo.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Ofelia
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.
Olvidar lo insoportable
Le dice Isak Dinesen a Truman Capote:
Durante los años que pasé en África, cuando tenía mi granja en las montañas, nunca me imaginé que volvería a vivir en Dinamarca. Cuando supe que iba a perder la granja, cuando estuve segura de que no podría conservarla, empecé a escribir los cuentos: para olvidar lo insoportable.
Truman Capote, Retratos,
Ed. Anagrama. 2006
Trad. Mauricio Bach, Francesc Roca y Benito Gómez Ibáñez
Fot. Isak Dinesen (Karen Blixen), anónima
martes, 15 de marzo de 2016
Los niños
Los niños mueren más fácilmente. Muy fácilmente. Todavía no están enraizados, todavía no están instalados, todavía no poseen el instinto de conservación. Adquirimos hábitos deplorables. Vuelve atrás, vuelve a ser un niño, para morir.
lunes, 14 de marzo de 2016
Y nunca habitará su casa
Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
domingo, 13 de marzo de 2016
La vanidad de los deseos
La enorme vanidad de los deseos se muestra en que yo, por ejemplo, tengo el deseo de llenar tan pronto como sea posible un bello cuaderno. No obtengo nada con ello; no lo deseo porque muestre mi productividad; es sólo el ansia de librarme muy pronto de algo que ya se ha hecho habitual; aun cuando tan pronto como me haya librado de él empiece uno nuevo y todo se repita otra vez.
Madrid
Algún día encontraremos lo que estamos buscando.
O quizás no.
Quizás encontraremos algo mucho mejor.
Julio Cortázar
O quizás no.
Quizás encontraremos algo mucho mejor.
Julio Cortázar
Me encanta Madrid. Concretamente, el barrio.
Paso de detalles pintorescos. Estoy bien. El oído ha dejado de silbar. Hace frío si hay viento. El sol es transparente. Camino mucho, entre ocho y diez kilómetros al día. Casi siempre el mismo recorrido: Claudio Coello - Ayala - Serrano - Puerta de Alcalá - Plaza de la Independencia (jeje) - Retiro. Y ahí me pierdo, vacío la cabeza, deambulo, se me ocurren cosas, las desarrollo, las descarto.... hasta que de pronto busco un punto de referencia, me oriento, y voy de regreso, siguiendo el camino de la ida.
Dos veces al día.
Claudio Monteverdi
sábado, 12 de marzo de 2016
Murió arrepentida
Un paciente me da 30 dólares, que daré a Henry para que pague el alquiler, y un libro, Moll Flanders, de Daniel Dafoe, con una dedicatoria: “Prácticamente la primera novela en inglés, para la primera y más hermosa mujer del mundo, de uno que ella rescató de los muertos.”
Es curioso, en la página del título dice: “Moll Flanders … fue puta durante doce años, se casó cinco veces (una vez se prostituyó a su propio hermano), ladrona durante doce años, ocho años reclusa como traidora en Virginia, terminó por amasar una fortuna y murió arrepentida”.
Me gusta todo menos el final.
Ed. Siruela, 2014
Trad. José Luis Fernández-Villanueva Cencio
Irving Penn, Anaïs Nin, 1970
Suscribirse a:
Entradas (Atom)