jueves, 31 de mayo de 2018

Breve reflexión


BREVE REFLEXIÓN SOBRE UNA ANCIANA CON CARRITO

Dados una anciana y un carrito,
es decir, el sistema de una anciana A y un carrito C,

el sistema se mueve del umbral U a la esquina E,
de la esquina E a la piedra P, de la piedra P
al bosque B, del bosque B al horizonte H.

El horizonte H lugar es donde termina la visión 
y empieza la memoria.

Sin embargo el sistema se mueve
a velocidad constante v,
por una vía constante,
por un mundo constante y
por un destino constante,
reanudando su impulso y su sentido
por sí mismo.

Es un sistema relativamente independiente,
en los parajes de horizonte a horizonte,
siempre una anciana con carrito.

Y así se forma de una vez para siempre
aquella unidad geodésica,
unidad de la peregrinación de ida y vuelta,
unidad del otoño,
unidad del pan nuestro de cada día,
unidad del viento y del bajo cielo,
unidad del hogar en la distancia,
unidad así como nosotros perdonamos,
unidad del anochecer,
unidad de las huellas y el polvo,
unidad de la vida cumplida amén.

Traducción: Carlos Cid Abasolo y Šárka Grauová.
Cátedra Poesía

miércoles, 30 de mayo de 2018

Fragmentos


Escribir por fragmentos: los fragmentos son entonces las piedras sobre el perímetro del círculo: me arrellano en redondel: todo mi universo en migajas; en el centro ¿Qué?
El fragmento tiene su ideal, una alta condensación, no de pensamiento, o de sagacidad, o de verdad (como en la Máxima), sino de música: al desarrollo, se opondrá el tono, alguna cosa articulada y contada, una dicción: deberá reinar el timbre. Piezas breves de Webern: no es ninguna cadencia: ¡qué soberanía la de quedarse corto!

Roland Barthes
Roland Barthes por Roland Barthes
Ed Paidós Ibérica, 2004
Trad. Julieta Sucre

Fot. Takeshi Shikama
Komyoji #4 Contemplation - Kyoto, Japan 2017


Gratitud


Beneficiar a un ingrato es lo mismo que perfumar a un muerto.

Plutarco

Vid. Tomaso Albinoni
Oboe Concerto D Minor Op. 9 No. 2 - 2. Adagio

Confidencias




…porque en medio de las más íntimas confidencias, hay siempre restricciones, por falsa vergüenza, delicadeza, piedad. Se descubren en otro, en uno mismo, precipicios o fangos que impiden continuar; se siente, además, temor de no ser comprendidos; es difícil expresar exactamente lo que sea; por eso son raras las uniones completas.

Ed. Random House, 2005
Trad. Hermenegildo Giner de los Ríos

Sonate per Violino Op.5 - No.1 in D Major

Esperanza y miedo


Noche a noche dormitaba junto a su marido, sufriendo por rachas. Pero cuando su dolor se condensaba hasta herirla como un puntazo, cuando la asediaba un deseo demasiado imperioso de despertar a Luis para pegarle o acariciarlo, se escurría de puntillas hacia el cuarto de vestir y abría la ventana. El cuarto se llenaba instantáneamente de discretos ruidos y discretas presencias, de pisadas misteriosas, de aleteos, de sutiles chasquidos vegetales, del dulce gemido de un grillo escondido bajo la corteza del gomero sumido en las estrellas de una calurosa noche estival.
(...)
Echada sobre el diván, ella esperaba pacientemente la hora de la cena, la llegada improbable de Luis. Había vuelto a hablarle, había vuelto a ser su mujer, sin entusiasmo y sin ira. Ya no lo quería. Pero ya no sufría. Por el contrario, se había apoderado de ella una inesperada sensación de plenitud, de placidez. Ya nadie ni nada podría herirla. Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces, que son los más perdurables.


Fot. anónima de la autora, París 1930

Leyendo


Horatio Ross
Colin and Horatio Ross Reading with Jessie Macrae
The Met's Photography Department

martes, 29 de mayo de 2018

Intentarlo


Vivir es intentarlo una y otra vez.


Monelle


Y Monelle dijo luego: Te hablaré de la destrucción:

He aquí la palabra: Destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las otras almas.

Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son similares.

Destruye las antiguas moradas de los hombres y las antiguas moradas de las almas; las cosas muertas son espejos que deforman.

Destruye pues toda creación proviene de la destrucción.

Para lograr la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior. Y así el nuevo bien parece saturado de mal.

Para imaginar un nuevo arte hay que destrozar el arte viejo. Y así el nuevo arte parece una especie de iconoclasia.

Y agregó Monelle: Te hablaré de la formación:

El mismo deseo de lo nuevo no es más que la apetencia del alma que desea formarse.

Y las almas desechan las formas antiguas, así como las serpientes sus viejas pieles.

Y los pacientes coleccionistas de viejas pieles de serpientes entristecen a las serpientes jóvenes porque tienen sobre ellas un poder mágico.

Pues aquél que posee las viejas pieles de serpiente impide la transformación de las serpientes jóvenes.

He aquí por qué las serpientes desnudan su cuerpo en el verde sendero de una espesura profunda; y una vez al año, las jóvenes se reúnen en círculo para quemar las viejas pieles.

No arrojes escombros detrás de ti; que cada uno se sirva de sus propias ruinas.

Para todo deseo nuevo, crea dioses nuevos.

Y siguió diciendo Monelle: Te hablaré de los dioses:

Deja que mueran los antiguos dioses; no te quedes sentado, junto a sus tumbas, semejante a una plañidera.

Pues los antiguos dioses escapan de sus sepulcros; y no protejas a los dioses jóvenes rodeándolos de ligaduras.

Que todo dios vuele, tan pronto como se lo haya creado; que toda creación perezca, tan pronto como se la haya concebido.

Que el antiguo dios ofrezca su creación al joven dios, a fin de que éste la reduzca a polvo.

Que todo dios sea dios del momento.

Y Monelle agregó: Te hablaré de los momentos:

Contempla todas las cosas bajo el aspecto del momento.

Deja ir tu yo al capricho momentáneo.

Piensa en el momento. Todo pensamiento que dura es contradicción.

Ama el momento. Todo amor que dura es odio.

Sé sincero con el momento. Toda sinceridad que dura es mentira.

Sé justo con el momento. Toda justicia que dura es injusticia.

Actúa en función del momento. Toda acción que dura es un reino difunto.

Siente la felicidad del momento. Toda felicidad que dura es desgracia.

Ten respeto por todos los momentos y no establezcas relaciones entre las cosas.

No prolongues el momento; podrías fatigar la agonía.

Mira: todo momento es una cuna y un ataúd: que toda vida y toda muerte te parezcan extrañas y nuevas.

Y Monelle volvió a decir: Te hablaré de la vida y de la muerte:

Los momentos son como bastones mitad blancos y mitad negros.

No ordenes tu vida por medio de dibujos hechos con las mitades blancas.

Pues encontrarás en seguida los dibujos hechos con las mitades negras.

Que cada negrura esté atravesada por la espera de la blancura venidera.

No digas: ahora vivo y mañana moriré. No dividas la realidad entre la vida y la muerte. Di. Ahora vivo y muero.

Agota en cada momento la totalidad positiva y negativa de las cosas.

La rosa de otoño dura una estación; cada mañana se abre; todas las noches se cierra.

Que toda inteligencia brille y se extinga en ti con la brevedad de un relámpago.

Mezcla la muerte con la vida y divídelas en momentos.

No esperes la muerte: está en ti. Sé su camarada y apriétala contra ti; ella es como tú mismo.

Muere de tu muerte; no envidies las muertes antiguas. Varía los géneros de muerte con los géneros de vida.

Considera toda cosa incierta como viviente y toda cosa segura como muerta.

Y dijo luego Monelle: Te hablaré de las cosas muertas:

Quema cuidadosamente a los muertos y expande sus cenizas a los cuatro vientos del cielo.

No juegues con los muertos ni acaricies su rostro.
No te rías ni llores sobre ellos; olvídalos.

No confíes en las cosas pasadas. No te ocupes de construir bellos ataúdes para los momentos pasados: piensa en matar los momentos que vendrán.

Desconfía de todos los cadáveres.

No abraces a los muertos; porque ellos ahogan a los vivos.

Ten hacia las cosas muertas el respeto que se debe a las piedras destinadas a construir.

No ensucies tus manos en los cauces gastados. Purifica tus dedos en las aguas nuevas.

Aspira tu propio soplo y no los hálitos muertos.

No lleves en ti el cementerio. Los muertos producen pestilencia.

Y Monelle siguió diciendo: Te hablaré de tus acciones:

Que toda copa de arcilla transmitida se pulverice en tus manos. Quiebra toda copa en la que hayas bebido.

No te legues nada a ti mismo: ni placer ni dolor.

No seas esclavo de ropaje alguno; ni del alma ni del cuerpo.

Nunca golpees con el mismo lado de la mano.

Huye de las ruinas y no llores entre ellas.

Cuando dejes tus ropas por la noche, despójate de tu alma diurna; desnúdate en todos los momentos. Toda satisfacción te parecerá mortal. Fustígate de antemano.

No confieses las cosas pasadas, pues están muertas; confiesa ante ti mismo las cosas futuras.

No bajes a recoger las flores que crecen a lo largo del camino.

Conténtate con toda apariencia. Pero abandona la apariencia y no te des vuelta.

No te vuelvas jamás: detrás de ti acuden jadeantes las llamas de Sodoma, y podrías convertirte en estatua de lágrimas petrificadas.

No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si miras en tu interior, que todo sea blanco.

No te asombres de nada por la comparación del recuerdo; asómbrate de todo por la novedad de la ignorancia.

Asómbrate de todas las cosas; pues todas las cosas son diferentes en la vida y semejantes en la muerte.

Construye en las diferencias; destruye en las similitudes.

No te dirijas a las permanencias; no están ni sobre la tierra ni en el cielo.

No temas contradecirte; no hay contradicción en el momento.

No ames tu dolor, puesto que no ha de durar.

Reflexiona acerca de tus uñas que crecen y de las pequeñas escamas que se desprenden de tu piel.

Sé olvidadizo de todas las cosas.

No hagas durar la dicha del recuerdo hasta el porvenir.

No recuerdes ni preveas.

No digas; Trabajo para adquirir, para olvidar. Sé olvidadizo de la adquisición y del trabajo.

Rebélate contra todo trabajo; contra toda actividad que trascienda el momento, rebélate.

Borrarás con el pie izquierdo la huella de tu pie derecho.

La mano derecha debe ignorar lo que acaba de hacer la mano derecha.

No te conozcas a ti mismo.

No te preocupes de tu libertad: olvídate de ti mismo.

Marcel Schwob
El libro de Monelle
Ed. Hiperión, 1995
Trad. Jesús Munárriz

Citas


Todo lenguaje es un sistema de citas.



Desanclar


La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.

Gastón Bachelard

Fot. Gerhard Richter

Huella


Entre otras cosas, verás que no eres la primera persona a quien la conducta humana ha confundido, asustado, y hasta asqueado. Te alegrará y te animará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar una huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia, es poesía.

J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Ed. Alianza, 2010
Trad. Carmen Criado

Fot. Horacio Coppola
Londres 1934

lunes, 28 de mayo de 2018

Elogio al aburrimiento III


Cyril Connolly, minucioso lector de Pascal, que de tanto probar el sabor del hastío lo acabó por encontrar no tanto dulce, sino estimulante y propicio, y que en La tumba sin sosiego -esa obra suprema sobre los peligros del embotamiento de la sensibilidad, sobre la pesantez de una vida entregada a la queja y al exceso de whisky- se describió a sí mismo como una "carroña corpulenta y holgazana" que flotaba a la deriva como el plancton, un día se las arregló para volver a cruzar aquella línea imperceptible, aquella línea que, de la tristeza de quien llora en un cuarto oscuro, lo reconduciría a la dicha de no estar demasiado distante de sí mismo:
¡Oh sagradas mañanas solitarias y vacuas, meditaciones tranquilas: fruto de los estantes de libros y el tic-tac del reloj: silencio dorado y letificante, influencia del follaje de los plátanos salpicados de sol, rumores lejanos de pájaros y de caballos, posesión inestimable de unos pocos metros cúbicos de aire y unas horas de ocio! Este vacío de paz es el estado del que debería proceder el arte, porque el arte está hecho por el solitario para el solitario, y actualmente esta atmósfera cerúlea, que debería ser para nosotros cosa natural, es punto menos que inasequible.


Ed. Sexto Piso, 2012

Buddhist Temple’s Birdcage, 1940

Elogio al aburrimiento III


Cyril Connolly, minucioso lector de Pascal, que de tanto probar el sabor del hastío lo acabó por encontrar no tanto dulce, sino estimulante y propicio, y que en La tumba sin sosiego -esa obra suprema sobre los peligros del embotamiento de la sensibilidad, sobre la pesantez de una vida entregada a la queja y al exceso de whisky- se describió a sí mismo como una "carroña corpulenta y holgazana" que flotaba a la deriva como el plancton, un día se las arregló para volver a cruzar aquella línea imperceptible, aquella línea que, de la tristeza de quien llora en un cuarto oscuro, lo reconduciría a la dicha de no estar demasiado distante de sí mismo:
¡Oh sagradas mañanas solitarias y vacuas, meditaciones tranquilas: fruto de los estantes de libros y el tic-tac del reloj: silencio dorado y letificante, influencia del follaje de los plátanos salpicados de sol, rumores lejanos de pájaros y de caballos, posesión inestimable de unos pocos metros cúbicos de aire y unas horas de ocio! Este vacío de paz es el estado del que debería proceder el arte, porque el arte está hecho por el solitario para el solitario, y actualmente esta atmósfera cerúlea, que debería ser para nosotros cosa natural, es punto menos que inasequible.


Ed. Sexto Piso, 2012

Buddhist Temple’s Birdcage, 1940

Monotonía, repetición y fastidio


COSAS MONÓTONAS QUE NO PRODUCEN FASTIDIO

La hilera de postes de luz cuando es vista desde la arrulladora irrealidad de una ventana de tren.

Presenciar, como un extranjero ante un idioma desconocido, la conversación de una pareja de sordomudos.

Barrer la calle.

Las llamas de una fogata, el mar, los granos que resbalan por la cintura del reloj de arena.

Los actos más triviales y repetitivos, cuando se les confiere la dedicación y esmero de una ceremonia.

Contemplar el trabajo de los demás, de los carpinteros o las taquimecanógrafas, por ejemplo.

La espera no decepcionada de la amante que llegará a tu alcoba.

Esa canción despechada, mil veces repetida en el tocadiscos, que fue compuesta para ese preciso momento de rencor.

La rebosante crónica de enfermedades imaginarias en una sobremesa de hipocondríacos.

Páginas y páginas de poemas rusos declamados por una voz femenina.

Ed. Sexto Piso, 2012

Leyendo


Salvador Dalí in Villa La Pausa (owned by Coco Chanel), Cote d'Azur, 1938

Apremio irresistible


Y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez, desde el principio, para decirse todo lo que se les quedó sin decir, y volver a hacer bien cualquier cosa que hubieran hecho mal en el pasado.

Gabriel García Márquez
El amor en los tiempos del cólera
Ed. Random House, 2014

Fot. Igor Amelkovich

domingo, 27 de mayo de 2018

Almas


Me parece muy razonable la creencia celta de que las almas de aquellos que hemos perdido están cautivas en algún ser inferior, una bestia, un vegetal, una cosa inanimada, perdidas en efecto para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en el que pasamos junto a un árbol, y entramos en posesión del objeto que es la prisión de esas almas. Entonces ellas se estremecen, nos llaman, y tan pronto como las hemos reconocido, se rompe el hechizo. Liberadas, vencen a la muerte y regresan a vivir con nosotros. Así sucede con nuestro pasado. No vale la pena que intentemos evocarlo, todos los esfuerzos de nuestra inteligencia son inútiles. Está escondido fuera de su dominio y de su alcance, en algún objeto material (en la sensación que nos procuraría ese objeto material) que ni siquiera sospechamos. Depende del azar que encontremos ese objeto antes de morir, o que no lo encontremos, jamás.

Marcel Proust
En busca del tiempo perdido
Ed. Alianza, 2016
Trad. Pedro Salinas, Consuelo Bergés

Almas


Me parece muy razonable la creencia celta de que las almas de aquellos que hemos perdido están cautivas en algún ser inferior, una bestia, un vegetal, una cosa inanimada, perdidas en efecto para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en el que pasamos junto a un árbol, y entramos en posesión del objeto que es la prisión de esas almas. Entonces ellas se estremecen, nos llaman, y tan pronto como las hemos reconocido, se rompe el hechizo. Liberadas, vencen a la muerte y regresan a vivir con nosotros. Así sucede con nuestro pasado. No vale la pena que intentemos evocarlo, todos los esfuerzos de nuestra inteligencia son inútiles. Está escondido fuera de su dominio y de su alcance, en algún objeto material (en la sensación que nos procuraría ese objeto material) que ni siquiera sospechamos. Depende del azar que encontremos ese objeto antes de morir, o que no lo encontremos, jamás.

Marcel Proust
En busca del tiempo perdido
Ed. Alianza, 2016
Trad. Pedro Salinas, Consuelo Bergés

Contemplación


Trasladémonos a una región solitaria; el horizonte se extiende indefinidamente, el cielo está limpio de nubes; ni el más ligero soplo del viento agita los árboles ni las plantas; no hay animales ni hombres ni aguas corrientes; el silencio más profundo reina en toda la extensión; este paisaje despierta graves pensamientos, invita al olvido de la voluntad y de sus miserias; pero esto mismo comunica a aquel paisaje solitario y silencioso cierto matiz de sublimidad. Pues como no ofrece a la voluntad, ávida siempre de desear y adquirir, objeto alguno favorable ni desfavorable, no queda más que el estado de contemplación pura, y el que no sea capaz de elevarse a ella sólo sentirá vacío y aburrimiento. La aptitud para soportar y amar la soledad es una medida de nuestro valor intelectual. El paraje descrito nos proporciona, pues, un ejemplo de sublimidad en grado inferior, en cuanto en ella el estado de conocimiento puro, con su calma y suficiencia, evoca como contraste el recuerdo de una voluntad agitada y miserable.


Fot. livaniana

Retrato de una sombra


Tus ojos, huellas de luz de mis pasos;
tu frente, temida por el brillo de las dagas;
tus cejas, travesía de las pérdidas;
tus pestañas, mensajeros de cartas largas;
tus rizos, cuervos, cuervos, cuervos;
tus mejillas, campo de armas de la mañana,
tus labios, huéspedes tardíos;
tus hombros, estatua del olvido;
tus pechos, amigos de mis serpientes;
tus brazos, árboles ante la puerta del castillo;
tus manos, tablas de juramentos muertos;
tus caderas, pan y esperanza;
tu sexo, ley del incendio del bosque;
tus muslos, alas en el abismo;
tus rodillas, máscaras de tu cortesía;
tus pies, campos de batalla de las ideas;
tus plantas, gruta del fuego;
la huella de tu pie, el ojo de nuestra despedida.

Retrato de una sombra
Versión de José María Pérez Gay

Nostalgia del Paraíso


La nostalgia del Paraíso es el deseo humano de dejar de ser humano.
Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría llamarse "memoria poética" y que registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho, en algún momento, de nuestra vida algo hermoso.
El amor empieza en el momento en que alguien inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética.

Milan Kundera
La insoportable levedad del ser

Fot. Leopoldo Pomés
Barcelona, 1957

sábado, 26 de mayo de 2018

Espacios vacíos


Una mujer iba por el pasillo del tren, entre sus dedos sujetaba un biberón como si fuera un granada de mano. Fuera, un faisán corría junto a unos matorrales. En el horizonte, sobre el tejado de una casa, estaba sentado un hombre, y cogió una herramienta que alguien le había lanzado.
Dejar abiertos los espacios vacíos: ésa sería la más elevada de las artes.

Peter Handke
Fantasías de la repetición
Ed. Las Tres Sorores, 2000
Trad. Eustaquio Barjau

Fot. Heidi Kirkpatrick

Espacios vacíos


Una mujer iba por el pasillo del tren, entre sus dedos sujetaba un biberón como si fuera un granada de mano. Fuera, un faisán corría junto a unos matorrales. En el horizonte, sobre el tejado de una casa, estaba sentado un hombre, y cogió una herramienta que alguien le había lanzado.
Dejar abiertos los espacios vacíos: ésa sería la más elevada de las artes.

Peter Handke
Fantasías de la repetición
Ed. Las Tres Sorores, 2000
Trad. Eustaquio Barjau

Fot. Heidi Kirkpatrick

Preferiría no hacerlo


Comprende uno incomparablemente muchas más cosas aburriéndose que trabajando, siendo como es el esfuerzo el enemigo mortal de la meditación.

El patrimonio que más nos pertenece: las horas en que no hemos hecho nada… Son ellas las que nos forman, las que nos individualizan, las que nos vuelven desemejantes.

Pasar del desprecio al desapego parece fácil. Sin embargo es menos una transición que una hazaña, que un triunfo. El desprecio es la primera victoria sobre el mundo; el desapego, la última, la suprema. El intervalo que las separa es similar al camino que va de la libertad a la liberación.

Ed. Tusquets, 1987
Trad. Rafael Panizo

Fot. Mary Morris
Tallulah Bankhead, 1942

Cansancio


Si los dos consiguieran zafarse de este cansancio, serían el resto de su vida el uno para el otro, como sólo ocurre con dos personas que han escapado a una catástrofe, y un cansancio como éste no les volvería a ocurrir nunca más, es de esperar. Y vivirían juntos felices hasta que entre los dos se interpusiera algo distinto, mucho menos enigmático, mucho menos temible, mucho menos de extrañar que aquel cansancio: lo cotidiano, el ajetreo, las costumbres.

Peter Handke
Ensayo sobre el cansancio
Ed. Alianza, 2017
Trad. Eustaquio Barjau Riu

Segunda vez


SEGUNDA VEZ

En el acto ingenuo
de tropezar dos veces
con la misma piedra
algunos perciben
tozudez.
Yo me limito a comprobar
la persistencia de las piedras,
el hecho insólito 
de que permanezcan en el mismo lugar
después de haber herido a alguien. 


viernes, 25 de mayo de 2018

Leyendo


Y si te quiero abierto...


Y si te quiero abierto
como el centro imposible de un mundo transparente,
si te quiero imposible, más allá de mis brazos
o la aurora que extiende un sueño en las tinieblas,
más abierto que el viento, más leve y más amante,
será porque mañana nos quisiera infinitos,
unidos como nieve a punto de ser agua.

Y es por eso que dejo resonar la memoria,
todas esas palabras de hilo que se enredan
en tu boca o la mía.

Y si te quiero abierto...
De "Semillas para un cuerpo" 1988


jueves, 24 de mayo de 2018

Distracción


Antes yo era tan tonto que la consideraba inteligente porque sabía bastante de literatura y de teatro, y cuando alguien sabe de esas cosas cuesta mucho trabajo llegar a averiguar si es estúpido o no. En el caso de Sally me llevó años enteros darme cuenta de que lo era. Creo que lo hubiera sabido mucho antes si no hubiéramos pasado tanto tiempo besándonos y metiéndonos mano.

J. D. Salinger
El guardián entre el centeno
Ed. Alianza, 2010
Trad. Carmen Criado

Fot. Man Ray
Lee Miller et une personne non identifiée, 1930

Galvánico


Si, al menos, pudiera reducirlo a una manualidad diaria, o digamos dos, ¡o tres! Pero, teniendo por delante la perspectiva de la nada, el caso fue que empecé a batir todas mis marcas. Antes de las comidas. Durante las comidas. En la mesa, me levanto de un salto y me agarro teatralmente el vientre: ¡Diarrea!, grito, ¡me ha venido una diarrea! Y, una vez encerrado en el cuarto de baño, me enfundo la cabeza en una prenda interior que he robado del tocador de mi hermana y que llevo toda arrugada en el bolsillo, dentro de un pañuelo. El efecto de las bragas de algodón contra mi boca es tan galvánico —es tan galvánica la palabra «bragas»—, que la trayectoria de mi eyaculación alcanza nuevas alturas máximas, sorprendentes.

Philip Roth
El mal de Portnoy
Ed. Seix Barral, 2007
Trad. Ramón Buenaventura

Fot. Valerie Rosz

Galvánico


Si, al menos, pudiera reducirlo a una manualidad diaria, o digamos dos, ¡o tres! Pero, teniendo por delante la perspectiva de la nada, el caso fue que empecé a batir todas mis marcas. Antes de las comidas. Durante las comidas. En la mesa, me levanto de un salto y me agarro teatralmente el vientre: ¡Diarrea!, grito, ¡me ha venido una diarrea! Y, una vez encerrado en el cuarto de baño, me enfundo la cabeza en una prenda interior que he robado del tocador de mi hermana y que llevo toda arrugada en el bolsillo, dentro de un pañuelo. El efecto de las bragas de algodón contra mi boca es tan galvánico —es tan galvánica la palabra «bragas»—, que la trayectoria de mi eyaculación alcanza nuevas alturas máximas, sorprendentes.

Philip Roth
El mal de Portnoy
Ed. Seix Barral, 2007
Trad. Ramón Buenaventura

Fot. Valerie Rosz

Retrato de mujer


Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí mujer, te dejo tu figura.

Retrato de mujer

Fot. Irving Penn
3 Cretan Women, Crete, 1964

Lo tolerable


No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan tan meticulosamente como el tiempo.

Emil Cioran
Ese maldito yo
Ed. Tusquets, 1987
Trad. Rafael Panizo

Fot. Robert And Shana ParkeHarrison

miércoles, 23 de mayo de 2018

Elogio al aburrimiento II


Giacomo Leopardi retomaría un siglo y medio después de Pascal, dándole un giro diametral, la relación entre el horror al vacío y el aburrimiento. Como si en verdad el alma fuera una suerte de barómetro, Leopardi se valdría de la imagen de una sustancia sutil, un fluido imponderable que llena los intersticios entre las cosas, a fin de sostener, como antes Rochefoucauld, que el alma nunca está exenta de pasiones y que aún el aburrimiento, que sería lo más próximo a la vacuidad anímica, es un tipo de pasión, esa pasión última y quizá esencial que no tarda en inundar al hombre cuando las demás pasiones lo han abandonado:

"El aburrimiento (noia) se apresura a llenar todos los espacios vacíos que el placer y el displacer dejan en el alma. El vacío-ese estado de indiferencia desapasionada- no puede existir en un alma así, de la misma manera como no podía existir , de acuerdo con los antiguos, en la naturaleza física. El aburrimiento es como el aire en la Tierra, que llena todos los espacios entre las cosas, y se apresura a ocupar el espacio que éstas dejan, a menos de que otras cosas ocupen su lugar."

Convertido en una pasión de bajísima intensidad, equiparable al éter de los antiguos físicos, el aburrimiento no se identificaría con el vacío, sino con el estado anímico que despierta en nosotros; sería la contramarea que espontáneamente recubre el espacio que dejan entre sí las pasiones que nos arrollan. Al igual que las teorías que partían del horror vacui, Leopardi piensa que el corazón humano -ese barómetro que la naturaleza ha implantado en nosotros- apenas percibe el descenso en la presión de las pasiones, cae en el aburrimiento, cae en esa pasión imponderable cuyo signo es la urgencia de nuevas pasiones, donde reina el ansia sorda de que otras cosas ocupen su sitio.
(...) Algo de este ambiente barométrico, de esta imagen voluble y tempestuosa -y acaso cíclica- del corazón humano, reaparece también en los escritos de Pessoa, en el "Libro del desasosiego" principalmente, en una de cuyas páginas se lee esta frase enigmática, que podría figurar tanto en los "Pensamientos" de Pascal como en el "Zibaldone" de Leopardi: "Concibo que seamos climas sobre los que gravitan amenazas de tormenta, realizadas en otro sitio".

Luigi Amara
La escuela del aburrimiento
Ed. Sexto Piso, 2012

Fot. Sanghyeok Bang

Elogio al aburrimiento I


Un día encontré al aburrimiento echado en mi sillón, las manos detrás de la cabeza, desparramado a sus anchas. Estaba allí, se diría que esperándome, aunque en realidad no parecía esperar ya nada de nada. Me miraba fijamente, sin curiosidad, sin emoción, y yo en cambio no podía sostenerle la mirada. Lo eludía y más bien me comportaba como si él no estuviera allí, en mi propio sillón, con esa pinta desenfadada de inquilino incómodo, con ese aire de desafío que adoptan los que ya no piensan irse nunca de la casa.

Aunque se había apoderado de mi habitación, lo que más me desconcertaba era no conseguir mirarlo de frente; había algo en su presencia bostezante que me hacía sentir un intruso; algo en sus facciones, en su manera insistente y hueca de mirar, me arrastraba hacia un extraño abismo de somnolencia, atormentándome con la pregunta «¿para qué?» Incapaz de convivir con él, pasaba la mayor parte del día fuera de mi departamento.

Vagaba por las calles sin ninguna dirección, del mismo modo intranquilo y sediento con que Louis Aragon iba a la deriva por un París que empezaba a derrumbarse. Entraba a un café y, al cabo de unos minutos, me salía; visitaba un museo: me salía; compraba un libro: lo dejaba. Podría haber incluso asesinado: ¿para qué?; también podría haberme matado: desistía. Al rato entraba simplemente a otro café. Es posible que hubiéramos intercambiado papeles y, abriendo y cerrando puertas sin curiosidad, abandonando planes sin motivo alguno, me hubiera convertido en el Espectro Errante del Aburrimiento. 

Probablemente para entonces mirara a la gente en la calle con la misma distancia inquisitiva que él me regalaba en todo momento.

Como estaba claro que no tenía intenciones de marcharse y ya en el sillón se había marcado su contorno, la tibia insolencia de su peso, decidí probar a hacer su retrato. De esa manera —pensé—, me obligaría al menos a mirarlo de frente. Tal vez la misma tarea de pintarlo, de ensayar toda clase de bocetos del natural, sería una forma de contrarrestarlo, de hacer que desapareciera; quizá de ese modo su figura odiosa se trasladaría al papel en una suerte de conjuro.

Tengo que reconocer que no se ha ido. Tengo que reconocer que, como un hábil y silencioso extranjero, se ha establecido en mi cerebro con la misma desfachatez que antes desplegó en mi sofá. Y tal vez porque ya habíamos intercambiado papeles descubrí que en el retrato, en ese retrato obsesionante y maléfico, que me hacía bostezar continuamente y al mismo tiempo me quitaba el sueño; en ese retrato con el que fastidiaba a medio mundo, con el que empantanaba cualquier conversación y que al final del día terminaba por doblegarme, por hundirme en un estado plomizo y fúnebre; en ese retrato acaso del todo imposible, que ya antes otros intentaron sin demasiado éxito, quizá porque se requiere de mucho talento para pintar el vacío, o quizá porque en este caso el modelo se mueve demasiado poco y acaba por contagiarnos su desgana, su hastío, su sopor; en ese retrato, decía, descubrí que fue apareciendo mi rostro.

Luigi Amara
La escuela del aburrimiento
Ed. Sexto Piso, 2012

Fot. Antonio Palmerini

Elogio al aburrimiento


Un día encontré al aburrimiento echado en mi sillón, las manos detrás de la cabeza, desparramado a sus anchas. Estaba allí, se diría que esperándome, aunque en realidad no parecía esperar ya nada de nada. Me miraba fijamente, sin curiosidad, sin emoción, y yo en cambio no podía sostenerle la mirada. Lo eludía y más bien me comportaba como si él no estuviera allí, en mi propio sillón, con esa pinta desenfadada de inquilino incómodo, con ese aire de desafío que adoptan los que ya no piensan irse nunca de la casa.

Aunque se había apoderado de mi habitación, lo que más me desconcertaba era no conseguir mirarlo de frente; había algo en su presencia bostezante que me hacía sentir un intruso; algo en sus facciones, en su manera insistente y hueca de mirar, me arrastraba hacia un extraño abismo de somnolencia, atormentándome con la pregunta «¿para qué?» Incapaz de convivir con él, pasaba la mayor parte del día fuera de mi departamento.

Vagaba por las calles sin ninguna dirección, del mismo modo intranquilo y sediento con que Louis Aragon iba a la deriva por un París que empezaba a derrumbarse. Entraba a un café y, al cabo de unos minutos, me salía; visitaba un museo: me salía; compraba un libro: lo dejaba. Podría haber incluso asesinado: ¿para qué?; también podría haberme matado: desistía. Al rato entraba simplemente a otro café. Es posible que hubiéramos intercambiado papeles y, abriendo y cerrando puertas sin curiosidad, abandonando planes sin motivo alguno, me hubiera convertido en el Espectro Errante del Aburrimiento. 

Probablemente para entonces mirara a la gente en la calle con la misma distancia inquisitiva que él me regalaba en todo momento.

Como estaba claro que no tenía intenciones de marcharse y ya en el sillón se había marcado su contorno, la tibia insolencia de su peso, decidí probar a hacer su retrato. De esa manera —pensé—, me obligaría al menos a mirarlo de frente. Tal vez la misma tarea de pintarlo, de ensayar toda clase de bocetos del natural, sería una forma de contrarrestarlo, de hacer que desapareciera; quizá de ese modo su figura odiosa se trasladaría al papel en una suerte de conjuro.

Tengo que reconocer que no se ha ido. Tengo que reconocer que, como un hábil y silencioso extranjero, se ha establecido en mi cerebro con la misma desfachatez que antes desplegó en mi sofá. Y tal vez porque ya habíamos intercambiado papeles descubrí que en el retrato, en ese retrato obsesionante y maléfico, que me hacía bostezar continuamente y al mismo tiempo me quitaba el sueño; en ese retrato con el que fastidiaba a medio mundo, con el que empantanaba cualquier conversación y que al final del día terminaba por doblegarme, por hundirme en un estado plomizo y fúnebre; en ese retrato acaso del todo imposible, que ya antes otros intentaron sin demasiado éxito, quizá porque se requiere de mucho talento para pintar el vacío, o quizá porque en este caso el modelo se mueve demasiado poco y acaba por contagiarnos su desgana, su hastío, su sopor; en ese retrato, decía, descubrí que fue apareciendo mi rostro.

Luigi Amara
La escuela del aburrimiento
Ed. Sexto Piso, 2012

Fot. Antonio Palmerini

Ardua tarea


Ardua es su tarea no elegida de existir; pero en su mano está dotarla de sentido si a la vida general agrega unas briznas de conocimiento y hermosura con esfuerzo generoso; si multiplica y comparte, no pidiendo nada a cambio, los dones gratuitamente recibidos.

Fernando Aramburu
Un visitante de mi tumba
En Autorretrato sin mí
Ed. Tusquets, 2018

Fot. Evgenia Arbugaeva

Espera


Quien tanto ha esperado esperará siempre, y transcurrido un cierto plazo nada puede suceder, ni nadie venir, ni haber más que la espera que se sabe inútil. Quizá sea su caso. Y cuando uno muere (por ejemplo), es demasiado tarde, ha esperado demasiado.

Ed. Alianza, 2012
Trad. Ana María Moix


Entender


Yo siempre tengo una gran alegría cuando no entiendo algo y al revés: cuando leo algo que entiendo perfectamente, lo abandono desilusionado. No me gustan los relatos con historias comprensibles. Porque entender puede ser una condena. Y no entender, la puerta que se abre.

Enrique Vila-Matas
París no se acaba nunca
Ed. Anagrama, 2007

Fot. Vilmos Zsigmond

Viajando


Viajando hacia el presente, que es donde viviré todos mis mañanas.

NS/NC


Posesión del ayer


POSESIÓN DEL AYER

    Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. llión fue, pero llión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos. 

Jorge Luis Borges
Los conjurados
Ed. Alianza, 1985