Nadie te había advertido
que este baile podría durar tanto,
tú has entrado como para participar
en un juego que se puede dejar para
volver a casa a comer o a dormir
cuando llega la noche
y la noche llega,
pero las manos que te agarran
te mantienen en el corro, no te sueltan,
después de un discreto intento te rindes,
continúas el juego, sigues sonriendo
pero con otra sonrisa,
aún no acabas de creer que va en serio
a pesar de que el baile prosigue por la noche
y que las sombras se mueven
largas y duras como una carne negra,
y el primer horror te golpea
cuando por fin comprendes
que era justo eso, tu propia vida,
pero superas ese horror
y decides que puedes vivir con él,
y se desvanece cuando llega la primera alegría,
después un segundo horror más grande
y una alegría más grande
y los pasos del baile prosiguen
cada vez más profundos en días y noches,
y tú te ríes y lloras
las risas de todos y los llantos de todos,
y bailas cada vez mejor,
inventas nuevos pasos y sonríes.
Sonríes y sabes
lo que sabes.
Nadie te lo había advertido, al principio.