martes, 29 de diciembre de 2015

Confusión


Y mucha niebla. No hay visibilidad más allá de 10 metros.

Condicionamientos de intendencia.

Procrastinando, as usually. Pero alerta a la primera oportunidad con un mínimo de recorrido: 3/4 semanas.

En fin.

Ayer apareció la palabra "suspensión"

Paréntesis, hibernación, punto muerto,

Días. Aún queda fin de año, año nuevo y reyes. Después, cambios.

domingo, 27 de diciembre de 2015

sábado, 26 de diciembre de 2015

Sed


Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

Juan Gelman

Fot: Alain-Baumgarten

Wrestler
Lotte Kestner

Semi_H_ótica


Y una vez que el silencio te haya hablado,
concede la victoria a tus sentidos

Rainer Maria Rilke

Le départ
Damien Fleau

viernes, 25 de diciembre de 2015

Fin de la cita

Las frases que no se pronuncian siempre quedan escritas en algún lugar.

Veronica Ebert


Officium defunctorum: Parce mihi Domine: Parce mihi Domine
John Eliot Gardiner

miércoles, 23 de diciembre de 2015

El viaje

Masao Yamamoto

Ahora mismo, ahí fuera, hay alguien buscándote. A ti. Aunque todavía no lo sepa. Porque sobra mucha cama; porque hace frío en invierno; porque tiene que haber alguien en el mundo al que le guste, como a ti, tanto tanto tanto tanto tanto Bruce Springsteen. Encender el mechero. Cantar desafinando.

“-Ha estado aquí antes una chica preguntando por ti.

-¿Emmmm? ¿Una chica? ¿Seguro? ¿Aquí? ¿En el trabajo? ¿A mí?

-Sí coño.

-¿Y qué quería?

-Tu teléfono.

-¿cómo-cómo-cómo-cómo-cómo? ¿Para qué? ¿Y se lo has dado?

-Es que era tan...

-¿Tan qué? ¿Tan qué? Me cago en la puta, no me puedo creer que le hayas dado mi teléfono a una desconocida. ¿Y si es una psicópata? ¿Y si quiere matarme? O peor. ¿Por qué coño le has dado mi teléfono? Porque era tan...¿Tan qué, Ramón?

-Bonita.

-¿Y por eso le has dado mi teléfono?

-Verás, entró, por la puerta y se puso una sonrisa y me dijo, oye, oye, ¿tú sabes un chico que trabaja aquí que es, así de alto y que nunca se ríe, con el pelo moreno, con los ojos muy negros, de mirar muy lejos, un chico que...bla bla y bla? Y yo le dije, tal. Y ella me dijo, ese. Y yo le dije, sí, ¿por qué? Y ella me dijo: porque es muy guapo.

-Tu puta madre Ramón. ¿Como le has dado mi teléfono a esa tía?

-Y sacó un papelito del bolso, coño y, me puso por delante un bolígrafo para que le apuntara tu número allí. Y lo pidió por favor. Con aquella sonrisa. Y además le brillaban los ojos, mira Paco, yo, no sé decir que no cuando me, cuando me...Total, que me vio muy apurado y entonces me dijo que es que le gustas. Y que te va a llamar.

-¿Que me va a llamar?

-Sí coño, ¿si no para qué quiere el teléfono?

-Que mal rollo. ¿Y de qué me conoce? Eso es que me ha estado espiando. Eso no es normal ¿no Ramón? Digo yo. No sé. Pues nada, cuando me llame le digo que no.

-¿Que no a qué? Si no sabes lo que quiere.

-Que soy muy guapo, coño, Paco, que soy muy guapo, ¿qué va a querer? Destrozarme la vida. Me cago en la mierda.

-Lo más seguro es que te invite a café. Tú le dices que sí, y si intenta matarte le dices que no te interesa. Y ya está.

-¿Y te ha dicho su nombre?

-Nop.

-Esta no te la perdono. Te va a cambiar el turno un guardia. De verdad que no me lo puedo...¿Ringggggg-ringggggggg? ¿Ringgggg-ringggggg? ¿Qué hago Ramón? ¿Lo cojo? Dime algo hijoputa. No lo cojo. Ya está. Solucionado. Joder. No para. ¿Qué hago Ramón?
...¿Sí? ¿Quién es?

-Yo”.

Historiadero

Francesco Durante

martes, 22 de diciembre de 2015

Ángulo recto


Quisiera estar en otra parte,
mejor en otra piel,
y averiguar si desde allí la vida,
por las ventanas de otros ojos,
se ve así de grotesca algunas tardes.

Me gustaría mucho conocer
el efecto abrasivo del tiempo en otras vísceras,
comprobar si el pasado
impregna los tejidos del mismo zumo acre,
si todos los recuerdos en todas las memorias
desprenden este olor
a fruta madura mustia y a jazmín podrido.

Desearía mirarme
con las pupilas duras de aquel que más me odia,
para que así el desprecio
destruya los despojos
de todo lo que nunca enterrará el olvido.

Ángel González

Fot: Ercuerva


Mario Viñuela
Pienso, luego existes

lunes, 21 de diciembre de 2015

Pronóstico




Siempre pensé que caería de un lado.
Cayó del otro.

Vid: Escena inicial de Match Point
Woody Allen

La maleta





Pieza fundamental.

En ella ha de caberme todo lo que pueda convertir un espacio cualquiera en mi espacio.

Tengo una supergrande, morada, pero creo que es excesiva.

Tengo un trolley que me parece insuficiente.

Tengo la opción de meter el trolley dentro de la enorme, con lo cual obtengo algunas ventajas operativas.

Me voy a despedir de mi pantalla grande, al menos se momento, y me conformaré con la pantalla del portátil de 15″. Más cargador, más cables, más dos HD Externos. Teclado y ratón inalámbricos e independientes. Lápices de memoria. Altavoces (?)

Ropa: ocho mudas de mi uniforme habitual. No me preocupa demasiado el tema vestuario. Ocho camisetas, dos polares, dos chalecos, dos tejanos, ocho calcetines, ocho calzoncillos. Parka impermeable. No paraguas.

Zapatos: cholas y todo terreno

Neceser.

Botiquín.

Gafas repuesto.

Móvil, cargador, cables, auriculares.

Papel, uniball.

Set fumadero electrónico.

Me han aconsejado desde diferentes fuentes coincidiendo en que empezara por destinos relativamente cercanos y que fuera alejándome gradualmente.

Mi idea es estar de 10 a 15 días en cada sitio. Alargarlo si se está muy bien. Y acortarlo si no mola.

Empezaré por Levante y seguiré hacia el sur, siguiendo la costa. Los paseos al lado del mar son un must.

Trabajaré para la gestora, pero sin despacho en Madrid (buááá), hasta marzo (finales), cuando tengan datos en vivo de tres meses. Quizás para entonces ya no me interese, pero eso es ciencia ficción.

Si le cojo el gusto al nomadismo iré ampliando el radio. Me atrae mucho la idea. Yo…. tan sedentario. A la mierda!

Salve Regina 
Alessandro Scarlatti

sábado, 19 de diciembre de 2015

Advertencia

Acorralar a la bestia puede ser peligroso.

Y siempre (siempre) hay que tener en cuenta quién tiene la ventaja estratégica.

RIP

Ayer, después de una larga agonía, se me murió el Superyó.

Feliz Navidad

Susan Copich

Rehab
Amy Winehouse

domingo, 13 de diciembre de 2015

Me voy (Aplazado)


Mentalidad de servidor.
Aunque no será del gusto de mi hermana mayor, que me quiere de camarero (ocupación paradigmática de "empleo poco cualificado"), tengo una oportunidad laboral. Estaré unos meses a prueba en una gestora de fondos. Un banco de inversión. Trading en EurUsd y en Ibex35.
Bueno. Aún no he dicho que sí. Pero lo haré. La cosa va de objetivos. Para mi son asequibles. Me dan la oportunidad de demostrarlo.
Mola.
He tenido una entrevista con uno de los responsables en Barcelona, gracias a un contacto antiguo. Fue muy interesante. Les gustó mi trabajo.
Tendré que hacerlo desde allí y no puedo tener una cuenta propia salvo una que sea paralela a las gestionadas con lo que, de hecho, se convierte en la cuenta máster de la que cuelgan las otras.
Tendré que vivir en Madrid.
Mola.
España.
A mi me gusta España.
También me gusta Francia.
Y Cataluña.
Ya tengo ganas de tener ganas de venir.
Algún fin de semana.
Y volver.
Tengo muchas ganas de largarme.
Trabajaré en La Castellana, no el 29, pero casi. Edificio singular. Con nombre.
Tendré una celda. Para mi solito.
Quiero vivir a 20/30 minutos a pie.
De momento buscaré habitación privada en piso compartido. Que no sea cutre. Hay cosas. No son baratas, pero bueno, tienen buena pinta y para mi modus vivendi, bastante ideal. He encontrado una que me gusta. Servicio de limpieza y cambio de ropa (sábanas y toallas) semanal o cada tres días o hasta diariamente. La tarifa varía en función de la frecuencia de este servicio. Baño privado (cabina de ducha, no bañera). Tiene un punto claustrofóbico porque es interior (la ventana da a un patio interior) Pero normalmente allí estaré en horas no laborales. Bueno el lugar desde donde trabajaré tampoco tiene vistas directamente. Hay que ir hasta una especie de zona común con cafetera y máquina de bebidas desde donde sí hay vistas.
Cocina común. Moderna. Blanca. Todos los electrodomésticos. Lavadora y secdora y plancha (yo no me plancho nada). Hay tres ocupantes más. No mascotas.
Zona Tirso de Molina. 30 minutitos andando.
En el trabajo tendré que rendir cuentas semanalmente y asistir a alguna reunión con clientes. Pero sólo para responder a eventuales cuestiones técnicas. 
Puedo vestir como me de la gana. Cuestión no baladí. Salvo los días que haya programada reunión con clientes: traje y corbata. 
Punto y aparte.
Colaborador externo con contrato de exclusividad. Retribución a comisión. 3 Meses renovables en función de resultados. 
Me irá bien. Estoy harto de tenerme de jefe. Prefiero un cambio de jefe y hacer(lo) fácil. No soy un buen jefe de mi mismo. Y yo ya me enetiendo.
Empiezo con el año, dia 4 de enero a las 08.00 he de estar allí.
Mañana a primera hora les daré el sí. Espero que no se hayan arrepentido. Y cuando me lo confirmen, alquilo la cosa. Con un poco de suerte y con la excusa de que estoy buscando residencia, me ahorro algunos de los fastos navideños y puedo pasarlos en la más absoluta soledad y desamparo(noia).

Fot: Jungjin Lee


Escape!
Philip Glass, Nick Ingman

jueves, 10 de diciembre de 2015

Curiosidad

loresart

1: ¿Duermes con la puerta de tu habitación cerrada?
2: ¿Alguna vez te has llevado algo de un hotel?
3: ¿Duermes en oscuridad absoluta?
4: ¿Alguna vez has robado algo?
5: ¿Te gusta usar ropa ajustada o ropa suelta?
6: ¿Coleccionas algo?
7: ¿Identificas riesgo con peligro?
8: ¿Te has drogado alguna vez?
9: ¿Sonríes siempre en las fotos?
10: ¿Sientes simpatía por los animales?
11: ¿Alguna vez has intentado caminar sin pisar las líneas de la acera?
14: ¿Alguna vez has bailado sin música?
15: ¿Sueles morder tus lápices?
16: ¿Con cuántas personas has dormido en lo que va del año?
17: ¿Apagas el móvil por la noche?
18: ¿Cuál es la última canción que has tenido en la cabeza?
19: ¿Flor cortada o planta?
20: ¿Empatizas fácilmente?
21: ¿Cuál es la peor película que has visto?
22: ¿Dónde esconderías un tesoro si lo tuvieras?
23: ¿Dices lo que piensas aunque sepas que no va a gustar?
24: ¿Mojas galletas en el café (con leche)?
25: ¿Cuál es tu comida más detestada?
26: ¿Qué película verías dos veces seguidas?
28: ¿Te gusta el senderismo?
29: ¿Mientes con frecuencia?
30: ¿Cuándo fue la última vez que escribiste una carta (en papel y a mano) para alguien?
31: ¿Te gustaría psicoanalizarte (o lo has hecho)?
32: ¿Sabes ir en bicicleta?
33: ¿Alguna vez tuviste un accidente muy grave?
34: ¿Sandwich favorito?
35: ¿Te vistes antes o después de desayunar?
36: ¿A qué hora te acuestas usualmente?
37: ¿Qué es para ti la flojera?
38: Cuando eras niño ¿de qué te gustaba disfrazarte?
39: ¿Conoces tu signo zodiacal chino?
40: ¿Cuántos idiomas hablas?
41: ¿Revista favorita?
42: ¿Qué juguete recuerdas con cariño de cuando eras peque?
43: ¿Terco/a?
44: ¿Qué prefieres, lo ácido, lo amargo, lo dulce, lo salado o lo picante?
45: ¿Ves series?
46: ¿Temes a las alturas?
47: ¿Puedes estar en silencio con alguien?
48: ¿Cantas en la ducha?
49: ¿Llevas auriculares cuando paseas?
50: ¿Has usado un arma?
51: ¿Resistes no hacer nada?
52: ¿Te gustan las películas musicales?
53: ¿Te parece estresante la navidad?
54: ¿Has probado insectos comestibles?
55: ¿Recuerdas lo que sueñas?
56: ¿Qué querías ser cuando eras peque?
57: ¿Crees en que hay vida después de la muerte?
58: ¿Algún hecho paranormal?
59: ¿Recuerdas algún déjà vu?
60: ¿Duermes desnudo o te pones algo?
61: ¿Cuando sentiste por primera vez vergüenza de tu desnudez?
62: ¿Eres de almohada difícil?
63: ¿Primer concierto?
64: ¿Supermercado favorito?
65: ¿Dejas que las canciones acaben o las cambias antes?
66: ¿Helado de chocolate o frutas del bosque?
67: ¿Queso favorito?
68: ¿Te gusta la música antigua?
69: ¿Eres alérgico a algo?
70: ¿Alguna vez has posado desnudo/a para una cámara?
71: ¿Qué es lo más raro que puedes hacer?
72: ¿Alguna vez fuiste infiel?
73: ¿Alguna vez has llorado de felicidad?
74: ¿Eres bueno cantando?
75: ¿Qué te hace llorar fácilmente?
76: ¿Tienes alguna manía que consideres peculiar?
77: ¿Alguna vez has fingido placer?
78: ¿A qué concierto te gustaría ir?
79: ¿Has pensado suicidarte alguna vez?
80: ¿Bebidas calientes o frías?
81: ¿Te gusta hablar de ti?
82: ¿Hurgas en tu nariz cuando nadie te ve?
83: ¿Sabes nadar?
84: ¿Hueles la ropa después de quitártela?
85: ¿Eres paciente?
86: ¿Eres religioso?
87: ¿Alguna vez has ganado algún concurso?
88: ¿Te has hecho o harías cirugía plástica?
89: ¿Qué no te gusta de tu cuerpo?
90: ¿En qué te consideras bueno?
91: ¿Qué te gustaría hacer en este preciso momento?
92: ¿Te gustaría tener (más) hijos?
93: ¿Eres de durar en una relación?
95: ¿Alguna vez has hecho llorar a alguien?
96: ¿Te gusta lo romántico?
97: ¿Crees que sabes cocinar?
98: ¿Lo que regalas a otro ha de gustarte a ti?
99: ¿Echas de menos a alguien en este momento?

Pueden mandar sus respuestas a wolfsonstuart@gmail.com
Pueden extenderse todo lo que estimen conveniente en las respuestas.
Se agradecerá que se adjunte fotografía reciente y cv.
A su vez me comprometo a responder las preguntas que tengan a bien formularme.

Serse, HWV 40 / Act 1: "Ombra mai fu"
Georg Friedrich Händel
Cecilia Bartoli

Després de la pluja

Tot fa una altre olor.
I les pedres brillen.



Contemplating
Fiona Joy Hawkins

Pasamanos


 A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismo poetas,
serán dos de cada mil personas.
Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.
La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.

Wislawa Szymborska 

Fot: Karl Hugo Schmölz

Motet à 6: Fremuit spiritu Jesus
Jacob Clemens non Papa

Perséfone


Uno mira, uno huele el olor distinto, del ser que se devela.

Uno aprende su nombre, y lo musita en tardes que no tienen otro sentido que el segundo en que se queman.

Uno se demora en lo adquirido, y lo contempla, y lo penetra, y lo convive bajo el fuego en que crepita, cede o gime a nuestra piel, o a calidades más remotas, más inescrutables.

Después nos convertimos en los habituales. Nuestro sol es el antro, nuestra calle de encuentro, nuestra duda, nuestra pérdida extraña.

Debemos estar muy solos para eso, muy pálidos bajo la luz del día y bajo la mirada de las vírgenes. Sin embargo, debemos atrevernos, elegir nuestro próximo minuto, balbucirles a ellas actos telúricos y palabras telúricas, signos de galaxias menos complicadas, pero más mortales, exactitudes a su gusto que sólo bastarán para perdernos, y horas y horas que se adentrarán en nosotros y nos harán volver a un confuso principio, a una lenta construcción para lo nunca, para el después y el quemarnos.

Al fondo del gran salón está la parte capital del antro. Hay un corredor que se bifurca en treinta y tres alcobas, en treinta y tres cuerpos que se abren y se cierran en rojas floraciones. En lechos, donde con suavidad se intercambia el sabor de la piel, donde las mujercillas se acuestan boca al cielo, con focos verdes y azules que a veces parpadean; donde son soñadas y sentidas por hombres de otra estirpe y de otro espacio; donde las entran, y todo da vueltas en locas espirales de calor y de penumbra; donde una sola vivencia puede orientar todo un pasado, y el gambito de dama encauza y brilla.

Tres sombras atienden a las parejas en ese vaivén de la emoción. Tres lesbianas son dueñas de las sábanas frescas y retiran las sábanas mojadas. Rosa, a la entrada, cobra los derechos del tálamo, del entroncamiento. Alma dispone de los cuartos vacíos. Carla las lleva a la puerta, y las encierra con sonrisa dudosa, deseando entre dientes buena nupcia. Las tres tienen uñas afiladas, y los pechos tan breves que parecen ausencias.

Disfrutan indiferentes al rumor de que a veces entre los cuerpos que se aman se les ha visto atisbando. Cuando las vi por vez primera, mirando con lo oscuro, alguien, que ya bien conozco, me tapó los ojos.

Al fondo está la parte capital del antro. Hay senos y brazos y lechos que tiritan. Hay vientres adiposos y sexos acipados. Hay combustión, flagración y tostamiento. Manos temblorosas y ojos que recorren como tacto estremeciendo la oreja en que se posan. Pueden oírse las palabras que salen de su ámbito, los gestos que avanzan sobre la cuerda floja. Los requiebros, desdenes y gemidos.

También el miedo puede oírse. La repentina palpitación de que no sea real lo que se toca. Los cabellos sedosos y la parte entrañable.

Todo temor sospecha, y bajo la luz rojiza no es de nuestro mundo, ubicado en el mundo.

Perséfone se levanta de las piernas del hombre, sin mirar de donde se levanta. La penumbra tonaliza su rostro; lo eleva y lo desciende en tres expresiones momentáneas, diversas.

Está de pie. Inmóvil. Parece que la inercia teje en su mirada un ocultamiento más oculto que aquel que irradia por costumbre.

Se extienden hilos largos que no acaban, no comienzan.

Abre los párpados lo que cubrió la sombra; se abre el corazón verde de aquello que soñaba.

La noche se retira como un amante embozado, que el aire iluminándose empuja hacia lo oscuro.

Lenta se convierte en alas; lenta sucumbe al fuego sagrado de la nueva creación.

Como un fruto caído, como un silencio abierto, es una corola negra que se abre en rayos.

Hálito es todo y es palabra viva.

Se transforma la sombra en blanco muro, la tiniebla gimiente en sosegado río, el estallido en luz.

El tiempo oscuro se convierte en verde.

La oscuridad se hace visible.

Una corola en el azul florece.

La brisa benéfica despierta.

Vuela un papel, una palabra, un pájaro.

No hay color inmóvil ni sonido quieto.

No pesa la edad, el tiempo ya no se oye.

El primer azul es el azul del día.

La creación se levanta.

Expande el hálito del sueño comprobado nuevamente.

Existe el día como en el día primero.

Se separa lo oscuro de lo claro, lo bajo de lo alto. Las aguas separadas mecen su murmullo vibrante. La luz cabalga sobre su superficie.

El alba ya toca las colinas, la cúpula de las catedrales; anida y palpita entre las plantas, atraviesa los párpados de lo que duerme (y no sueña) y los ojos de un pájaro.

El sol restituye a cada cosa su propio movimiento, su imagen entre el cielo y la tierra; siembra su bendición de rayos. Enciende esta morada inmensa como un gran cirio alumbra una mano de niño.

El mundo nace en una llama.

Todo es un pensamiento, un sueño apenas.

Todo es alba y albura de plumas invisibles.

Voces se callan, se inauguran ruidos.

Paisajes puros sueñan. Olas azules nacen.

El aire está húmedo de alba; está lleno de cantos.

Hay superficie, orillas en las cosas.

No hay espacio sin música.

Todo el espacio vibra habitado de luz.

Son visibles los techos, los árboles, el canto.

El silencio desborda hacia adentro sus sonidos.

El fondo se muestra. Nace el sueño.

Todo está vivo.

El amarillo vive.

El violeta abre los párpados y mira.

El rojo se levanta en una epifanía.

El mundo de los astros es el mundo del ojo.

Aquello que la luz roza está tañendo.

El cielo es una llama.

La hora blanca comienza.

Un sonido recorre, ondula en el tiempo y canta.

Ondas iluminadas se esparcen, árboles blancos y ventanas blancas se plasman en el aire como en un lienzo clarísimo.

La aurora, el mediodía, el crepúsculo, la noche, la tarde abigarrada se ven en una nube móvil.

Todo lo que brilla es un ojo de imágenes.

Oigo el alba batir en la inmensidad conmovida.

Oigo mi propia conmoción.

Oigo el temblor de las cosas inmóviles contenidas al borde de la respiración.

Oigo su respiración en el silencio de su inmovilidad.

Oigo el color de la luz atravesando una ventana.

Veo el alba como la última estrella que aún tiembla. La veo bajar de la bóveda cual si fuera cayendo, pálida y temblorosa entre nupciales velos.

Blanco lino, lirios blancos, casta leche, grana del cielo, orlas, tálamo sin nombre derrama, expande, gira en ellos.

Ahí donde su luz termina empieza Dios.

El sol parece rodeado de silencio. Deja en el aire el grano primigenio de la altura extrema.

El día esparce sus flores como un esférico y rápido rosal.

El día esparce la palabra que quebrada, que resistiendo nombra.

Ya eleva tallos, ya enciende rostros, ya pinta parajes en el alba.

Olores y sabores flotan.

El azul, la onda, el suelo, todo vuela.

Hay alas sobre los adoquines y las piedras.

Una hoja de papel vuela hacia ti.

Te nombra.

Un resplandor siempre más alto cae hacia ti.

Te nombra.

Un día joven te envuelve, se apresura.

Te nombra.

Un discurrir soleado suelta pájaros reales y pájaros de luz.

Te nombra.

Una sombra que ya no es sombra, mirada por el sol.

Te nombra.

Algo azul que pasa debajo del azul como si fuera un ala.

Te nombra.

Algo que cae sobre tus brazos como una llama.

Te nombra.

Algo que cae sobre tus brazos como un fruto abierto.

Te nombra.

Algo que asciende de tu corazón.

Te nombra.

Los colores aletean, son mariposas posadas sobre lo móvil y lo inmóvil.

Descienden horas cárdenas, horas blancas con sus copos livianos, horas grises, verdes, amarillas; descienden profundidad y altura.

El sol y la luna florecen como el árbol po y el árbol jo en un mismo jardín.

El hombre participa de un movimiento angélico.

Se ha roto la hora negra; de su interior brotaron las horas policromas, femeninas, aéreas.

Hacia el festín del día se dirigen los colores en vigilia, hablando a los ojos, al olfato, al oído.

Flores coloreadas flotan como peces diminutos, como perlas cayendo de la altura.

El azul, el verde, el rojo, el oro se reúnen en un solo color.

El fuego, el aire, la tierra, el agua se reúnen, se separan, tienen miles de nombres. Cada color tiene un sonido, deja en el aire muchas sombras.

La hora blanca, el alba se difunde. Lentamente se dora. Es lluvia de oro.

La alegría se expande con una claridad del sueño.

La alegría se derrama como una sustancia de la luz.

Auroral arde el último minuto sobre las calles y las casas, sobre la sonrisa de un hombre que ha sentido la gracia y la repetición.

No pesa la alabanza, la divinidad, la doncellez: la virgen del día ha disuelto la enraizada sombra.

Florecen las casas, el valle y la ciudad con sus torres. Un mundo se abre en cada flor, en cada cuerpo. El paisaje se eleva. Se elevan contornos y rojas montañas como laberintos ascendentes.

Entra el azul por un cielo de oro.

La mañana cambia de plumas como un pájaro que sufre las expansiones de su leve edad.

El cambio pasa en silencio como una inspiración, a la que uno no puede resistirse, pues rodean al cambio resplandores y voces que escuchamos mudamente.

Dios se presiente atrás de este milagro, donde borda la aurora sus colores.

No provoca miedo la revelación de lo divino iluminado. Atrás del esplendor Dios comparece, ama con belleza oculta, esparce belleza benigna en cada rayo de sus Ojos.

La aurora se consuma.

Beatífica asciende y se desgrana en azules, verdes y huellas sonrosadas.

Dora el pico opaco de los pájaros, la punta de sus plumas, la espuma de sus pechos.

Hila el instante rubio, la rodilla dorada.

Soy uno de sus halos.

El día es un fruto redondo que madura.

La luz reina.

La luz justa.

La luz virgen.

La luz es vacío o infinito para aquellos que la aman.

Es alabanza azul sobre lo verde, es espíritu puro.

Es mariposa en luces esparcida, es albergue viajero de la hora que camina.

Es resplandor ojival, es ojo ardiente.

Con amor igual al del amor primero, envuelve con su cuerpo a cada ser, riega trozos de sombra abajo de su ser.

Siempre anterior a la palabra.

Siempre la más cierta de las apariencias, de las transparencias.

Todo lo que toca es santo.

Todo lo que mira brilla.

Todo aquello que toca se desliza sobre pies delicados.

La luz justa.

La luz como una virginidad siempre restaurada.

Halla nido en el sitio que escoge como el ave.

Pisa con alas temblorosas, con pie alado a la piedra en su reposo, a la planta en su savia, a la mujer en sus ojos, a la bestia en sus mil formas.

Tiene la largura, la fluidez de un río elevado.

Avanza igual que una nube llevada por su propio viento. En su vuelo ondula su color. Bebe la estela que levanta su ritmo.

Su movimiento cambia, pero sigue en ella. Veloz por nuestras calles, como si las presencias arcangélicas

Mis sentidos despiertan.

Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo enredarse en el mío.

Crecen los dos, enmudecen, maduran, se avejentan, mueren.

Oigo el eco de su desaparición, de su nacimiento.

Oigo. Que no están, que llegan, que se van.

Siento su cuerpo. Toca con mil poros abiertos a mi piel. Me roza con mil manos y muslos. Me roza con pedazos de carne que se labia, se hiende.

Mojándome. Huelo su origen. Su deseo. Su ceniza.

Sus cabellos húmedos de mis cabellos. Su roce que es mi roce.

Veo la palabra que no dice en su lengua curvada, alargada hasta mi lengua. Su sexo que entraña mi sexo. Sus pies extendidos. Su movimiento sacando chispas de las sábanas con las caderas. Su hundimiento en el colchón. Su levantarse y caer y sonar. La oscuridad momentánea de su boca, de sus axilas, de su cuello y sus brazos.

Llena mi ver una rodilla. Un brazo. Un ojo. Un cabello entre mis labios. Un trozo de muslo. Un pedazo de vientre. El ombligo. Sus cabellos. Su ombligo. Su cara vuelta a la derecha. Su cara vuelta a la izquierda. Su mentón apuntando hacia arriba y hacia abajo. Su cuerpo recogido. Su cuerpo diagonal. Su ombligo. Su oreja. Sus cabellos. Su sexo. Su boca que se ahonda y se ahonda, que se sumerge por adentro de ella, que cae y cae, toca mi sexo, sube por mi cuerpo, se convierte en mi boca que la besa en su boca que se ahonda, y cae en mí, y cae en ella.

Homero Aridjis
Perséfone

El montaje



Mi vida no tiene argumento. Es angustioso, no porque no sepa cómo termina, sino porque no sé en qué parte de la película me encuentro, ni siquiera puedo decir si lo que estoy viviendo ahora mismo va a desaparecer durante el montaje. ¿Y si mi vida no fuera más que esas imágenes que se eliminan porque no aportan nada a la historia?

Pendiente de confirmación


No sé cómo ocurrió. Un día desperté, y ya no estaba ahí. Ya no me encontraba. Ya no sentía que era yo. La persona que habitaba mi cuerpo durante tanto tiempo se había esfumado.

Todos mis planes, mis deseos, mis preferencias, mis intereses se habían esfumado. Se esfumó todo de un día para otro. Ya no me sentía yo. Ya no sabía quién era, precisamente, ese «yo».

El alma se me había escapado del cuerpo y, sin embargo, yo… seguía con vida.

Recuerdo haber escuchado una canción que conocía, que tarareaba en mi cabeza a ojos cerrados. No recordaba el nombre y no encontraba en mi memoria más que la tonada.

Quizá nunca la aprecié como debía sino hasta entonces que, por más que recordaba, no podía dar con ella. «Así que de esto es de lo que se trata el olvido».

Fot: Shadowinlull


Michael Hoppé

Irene


Soy la niña a la que si le preguntas de quién es te dice del cartero, del radio de aquella bicicleta que se clavó en el fémur, del cristal más pequeño de un jarabe barato para la tos, de la infección de aquella prostituta, de la flema que escupe el maleducado, del impulso de la patada a la máquina de refrescos del impertinente, de la composición del Prozac, del fundido a gris, de la explosión de una bombilla azul en las fiestas de un pueblo al norte de cualquier país, del 'no hay latido', del 'hora de la muerte'.
Soy la niña a la que si le preguntas de quién es te señala los restos de sangre en un airbag, la silueta de tiza, las flores en la cuneta, la sombra de la mujer. Y sólo soy la niña de la casa de debajo del árbol, de la astilla de la tumba de tus parientes menos cercanos, de la pólvora que queda de la bala que usó su padre para ver morir por primera vez a alguien y contárselo, del desgaste de la rueda antes del volantazo que salva al ciervo, del volante médico que te arranca, una a una, las plumas hasta confundirte. 

La niña de la mierda entre tus uñas, la de la serotonina con la menstruación todos los días del mes, la que abraza al gato y al conejo bajo el tren, la de la pelota en el cruce que espera tu imprudencia para que no vuelvas a dormir, la de la familia china que pagará los gastos ocasionados por perjudicar al país por el suicidio de su hija menor en el metro. 

Soy la niña de sus manos frías de otra. Frías como puertos de montaña cortados. 

Soy la niña que si le preguntas de quién es te dice del asfalto y la nieve. La que se tumba desnuda en la autopista en enero. La que finge estar dormida, bocabajo, en la autopista en enero. 
Y no espera ser atropellada.. 
Ni que la tapen.

Irene X

Fot: Sonalidalal


Serenity VII
Michael Hoppé

Colección

Estoy pasando una temporada de no fumar. No digo que lo he dejado porque nunca se sabe, pero no fumo. Sin embargo, hace ya unos días, inicié una nueva colección: colillas.
Al principio recogía de todo, ya se sabe, cuando empiezas algo los criterios suelen ser laxos. Pero poco a poco he ido restringiendo los filtros y volviéndome más selectivo.
Enseguida encontré patrones para la búsqueda de ejemplares: determinados sitios que son auténticas minas. De hecho, si alguna vez vuelvo a fumar, con tal de comprar papel y filtros, del tabaco no he de preocuparme, hay de sobras en la calle, pero bueno, ahora lo que me importa no es eso, aunque constituye uno de los capítulos de la colección: colillas que son prácticamente cigarrillos enteros.
La tipología de las colillas es, ya se puede imaginar, muy variada.
Rechazo las aplastadas (constituyen la mayoría de lo que se encuentra) y me centro en las que están en buenas condiciones y con un mínimo de un centímetro (aproximadamente) de tabaco, no las que son el filtro puro y requemado, salvo que ese filtro tenga algo especial, y ahí es donde quería ir a parar. Me he especializado, y las tengo en especial aprecio, en las colillas con restos de carmín, preferentemente de la marca Marlboro. No son fáciles de encontrar, aunque también hay patrones para su localización, pero bueno... esa es, en parte, la gracia del asunto. De momento los ejemplares que tengo son del tipo colilla/filtro, sin apenas tabaco, pero hace poco que he empezado y estoy seguro de que con el tiempo encontraré ejemplares mejores.



Hope Sandoval
Drop

martes, 8 de diciembre de 2015

Casa tomada


Casa tomada

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

Julio Cortázar

Acabo de llegar
Fito y Fitipaldis

lunes, 7 de diciembre de 2015

Sin previo aviso


La tarde se convirtió en noche. A veces no hay advertencias. Las cosas ocurren en segundos. Todo cambia. Estás vivo. Estás muerto.
Y todo sigue adelante.

Charles Bukowski

Fot: Saul Leiter

Fernando Velázquez
He looked so happy
BSO The Impossible

Cambios

Peter Lindbergh, Milla Jovovich

¡CUIDADO!

Hay una parte de mí 
que es intocable.
No te metas con ella.
Estoy dispuesta a defenderla
con uñas y dientes
patadas y puños.
Con la vida misma.
Porque es la esencia de mi vida
es mi explicación
es el punto de partida
es el comienzo,
Para defenderla
no distingo amigos de enemigos.
La indecisión se vuelve certeza.
Allí no hay dudas.
Todo es firme.
Para defender ese bastión
el precio a pagar
es la vida misma.
No. No me vas a cambiar.

Fanny Becerra Vergara 

Vivaldi: Violin Concerto

Acerca de la legalidad

Ahora que a algunos se les llena la boca con la legalidad, el respeto a la ley etc., conviene recordar y tener en cuenta que:
Todo lo que hizo Hitler en Alemania era legal.
La segregación racial era legal.
La esclavitud era legal...
Por ejemplo.



Mahler: Symphony No. 5 in C-Sharp Minor, 
Pt. 3: IV. Adagietto

sábado, 5 de diciembre de 2015

Tradición

Aunque estaba escrito desde antiguo que “el excremento de niños que comen pan y carne de gallina cura las anginas” y que “es un remedio de gran ayuda cuando se mezcla con miel y se aplica como linimento en la garganta y el paladar o se da de beber”, lo cierto es que, cuando Rodrigo, el único hijo y heredero del Conde de Castilla, llegó hasta las puertas de la muerte, aquejado por tal dolencia (a consecuencia de un mal aire cogido tras pasarse una fría tarde del otoño pescando tencas en las vegas del Arlanza) fue imposible aplicarle tal remedio porque no hubo modo de encontrar en todo el Condado de Castilla niño alguno alimentado con pan y con gallina.
Que solo de nabos y cebolla se alimentan los niños de estas tierras.

Francisco Flecha.
Crónicas del reino menguante.

Castle In The Sky
Brice Davoli

Principio de no contradicción



Sé que el tiempo
no se llama como tú.

No hagas por mí milagros.
Da la razón a tus leyes
que de generación en generación
se tornan más visibles.

Rainer Maria Rilke

Fot. © Emanuela Cau

jueves, 3 de diciembre de 2015

Entropía


I
Mi delicada flor se abre.
Tu luz penetra:
Gozo.

II
Soy la aguja,
tú el hilo:
Borda.

III
Éste es mi cuerpo.
Éste
el río de mi sangre.
Te envuelvo en él, sumerges
tu propio río oculto.
Naces de nuevo,
sales hacia el mundo.
En mí
crece la dicha.

IV
Todo sale de mí.
Doy a luz a este mundo
y cada día mi vientre
pare de nuevo al Universo.
En mí la vida tiene
cauce y manantial.
Todo hasta mí regresa.
Todo vuelve
al descanso final entre mis huesos.
Y sin embargo,
desafío a la muerte cada día.
El mundo entero cabe en mi vagina.
Todo penetra en mi ser, todo fecunda
mi cuerpo.
Yo soy la tierra,
la materia, la luz,
soy la energía.
Estoy en cada uno de tus nervios,
debajo de tu lengua
y en tus dedos.
En todo lo que fluye de tus manos.
Soy la piel y el polvo de tus pasos.
Tu mirada.
No te podrás librar de mí:
Yo soy tu sombra.
La otra que te mira en el espejo.
Tu próxima enemiga.
Tu amante más oscura.
Soy tu hija, tu madre, los latidos
de la sangre meciéndote la vida.
Soy plenitud, vacío.
silencio, voz y eco.
Soy el significado que te llena,
palabra.
Sonido que te eleva
y consagra.
Soy tuya, soy ajena, soy de nadie:
Tu propia imagen soy,
tu propia esencia.
Mírame bien,
reconóceme:
soy tú mismo.

V
De ti vengo:
Gota en el mar.
Tu semilla llevaba
implícitas
mi raíz y mi flor.
De mi vienes:
soy el mar en que nadas,
pez indómito.
Hoy que al fin
navegas por mis venas
soy fruta henchida,
manantial, cauce, estero
donde la vida fluye
su viaje interminable.
Ven,
naufraga conmigo
una,
y otra,
y otra vez,
hasta anegar al mundo.

VI
Los vocablos se encuentran
y se besan:
nace el sentido,
la poesía sonríe.
Tus labios y los míos
se encuentran,
dialogan:
la dicha llaga
cuerpo y alma.
Esta palabra alada, ahora,
¿te besa?

VII
Cada vez que camino,
mis caderas mecen
la cuna del mundo.

VIII
Nueve lunas
tejiéndote en mi vientre.
Y tú toda la vida
queriendo regresar.

IX
Esta palabra soy: Contiene
todo mi ser.
Plena y colmada
rebosante de mí,
me derrama en tu boca.
Cuando dices mi nombre
te beso en cada sílaba, tus labios
besan mi carne, me recorren,
penetran en mi oído, me poseen.
Toda soy
una extensión quemada por tu voz.

X
Tu imagen
tu reflejo
tu sombra:
El reverso de ti: moneda,
palabra.
La tierra que va
debajo de tus pasos.
El aire que respiras
y te besa
por dentro y por fuera.
El agua que te moja,
te rodea,
penetras,
te bebe.
Si yo muero,
tú mueres.
Si tú mueres,
yo muero.
¿Cómo pretendes sobrevivir
cada vez que me matas?
Sin mí no hay vida.
Y si a pesar de todo sobrevives,
pobre de ti.
Huérfano definitivo.
Palabra sin sentido.
Eco sin voz.
Ausencia sin olvido.
Silencio sin sonido.
Órbita ciega.
Fuego sin luz.
Noche sin término.
Tiempo inexorable
exilio sin otro objeto que la muerte.
Sin mí no hay salvación.

XI
El deseo tiene garfios de hierro,
dedos de mar
raíces.
Con ellos se aferra a la carne
como el árbol al borde del abismo.
En él la vida afirma
su inquebrantable voluntad
de no cesar.
Sigue lloviendo, entonces,
incontenible
como el huracán más olvidado
como la tormenta más ciega
que habita
en el fondo de la gota de rocío.
Sigue lloviendo, amor,
sin pausa,
hasta que entienda el mundo.

XII
Redondo es este anillo.
Redonda mi cintura
rebosante mi vida.
Redonda la órbita que tejo en el camino.
Redondo
el Universo que te contiene
y pueblas.
Ven, planeta.
Por una vez, conviértete en satélite dichoso.
Ven, por fin:
Gira conmigo
hasta la dicha.