jueves, 30 de agosto de 2018

Una astilla


Extrañas bodas de la tierra y el corazón, bajo el signo y el impulso de la mar soberana. Pues aquí, en la isla, el cerco que corría el riesgo de trabarnos la imaginación la exacerba antes bien y la acomete, yeguas marinas. Y concluye entonces la maniobra y el hombre cae y besa el suelo. Las olas encendidas lo aturden, el aire fermenta y lo alza en vilo, pero la tierra está en él como un sufrimiento imborrable. Se ha nutrido de las aguas de lo insólito y ha torturado su risa. Cerrado, sitiado, ardientemente deseoso de imaginar el resto a su imagen, debe abrir, debe abrirse, ver otra cosa, ver al otro. Después de eso, tras cada rictus hay un amanecer. De uno a otro horizonte, lo sustenta tan fuego hondo de su voz ebria. Para nada necesita paseos, exaltaciones, hogueras de los crepúsculos. Es un fuego tan secreto e íntimo, tan conocido. Prende un huerto de frutales, frutas incendiadas del encono o de la suavidad, por turnos: así nace el poema. La isla es una astilla en un rayo, que el árbol lleva doquier en sí.

Édouard Glissant
Sol De La Conciencia
El Cobre ediciones, 2004
Trad. María Teresa Gallego Urrutia

Dib. Louise Bourgeois
The Insomnia Drawings, Throbbing Pulse (1944)


Apariciones


APARICIONES 

Huir no existe. Solo existes tú,
la mirada que imanta
el mundo
lo hace suyo.

Abrupto revolar de cuervos
en los quicios del aire.

Destellan como espejos
al sol.
Parpadean.

Alguno ha de posarse
sobre la hierba que has pisado,
desenterrar un pensamiento.

Sabes
que nada se pierde.

Nada se pierde
Poemas escogidos
Prensas Universitarias de Zaragoza

Última primavera


ÚLTIMA PRIMAVERA 

Toma en lo hondo de ti la campanita china
y cuando llegue la lila, mezcla ésta también
con tu sangre, tu dicha y tu miseria,
con el oscuro fondo del que dependes.
Lentos días. Todo superado.
Y no preguntas si principio o fin,
luego tal vez te llevarán las horas
todavía hasta junio, con sus rosas.

Versión de Eustaquio Barjau

miércoles, 29 de agosto de 2018

Lo que continúa en la casa


Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto.

César Vallejo
Poemas en prosa
Ed. Losada, 2010

domingo, 26 de agosto de 2018

Amor de lejos


En mayo cuando los días son largos,
me es agradable el dulce canto de los pájaros de lejos
y cuando me he separado de allí,
me acuerdo de un amor de lejos.
Apesadumbrado y agobiado de deseo
voy de modo que ni el canto ni la flor del blanco espino
me placen más que el invierno helado.
II 
Nunca más gozaré de amor
si no gozo de este amor de lejos,
pues no sé en ninguna parte, ni cerca ni lejos,
de más gentil ni mejor.
Su mérito es tan verdadero y tan puro que
ojalá allí, en el reino de los sarracenos
fuera llamado cautivo por ella.
III 
Triste y alegre me separaré
cuando vea este amor de lejos,
pero no sé cuándo lo veré,
pues nuestras tierras están demasiado lejos.
¡Hay demasiados puertos y caminos!
Y, por esta razón, no soy adivino…..
¡Pero todo sea como Dios quiera!
IV 
El gozo me aparecerá cuando le pida,
por amor de Dios, el amor de lejos;
y, si le place, me albergaré cerca de ella,
aunque soy de lejos.
Entonces vendrá la conversación agradable,
cuando, amante lejano, estaré tan próximo
que con hermosas palabras gozaré de solaz
Bien tengo por veraz al Señor,
gracias a quien veré el amor de lejos;
pero por un bien que me corresponda,
tengo dos males, porque de mi está tan lejos…..
¡Ay! ¡Ojalá fuera allí peregrino
de modo que mi báculo y mi manto
fueran contemplados por sus hermosos ojos.
VI 
Dios, que hizo todo cuanto va y viene
y sostuvo este amor de lejos,
me de poder – que el ánimo ya lo tengo –
para que en breve vea el amor de lejos,
verdaderamente, en lugar propicio,
de modo que la cámara y el jardín
me parezcan siempre palacio.
VII 
Dice verdad quien me llama ávido
y anheloso de amor de lejos,
pues no hay otro placer que tanto me guste
como el gozo del amor de lejos.
Pero lo que quiero me está tan vedado
porque mi padrino me hechizó
de modo que amara y no fuera amado.
VIII 
¡Pero lo que quiero me esta tan vedado!....
¡Maldito sea el padrino
que me hechizó para que no fuera amado!

en
Los trovadores (3 vol)
Ed Ariel, 1992


sábado, 25 de agosto de 2018

Nocturno


NOCTURNO

Hasta se ríe tu tristeza
de cuando el sol era niño
y recogía en las manos de Dios 
las conchas desperdigadas,
las uvas más negras del cielo,
el cabello bastardo del viento,
la podredumbre sola del silencio,
la materia sin forma de los sueños.

Sin tú saberlo, con todo eso 
hizo los huesos de tu cuerpo,
el animal herido en todo el centro
cuya mirada funda las estrellas
porque ellas callan tu nombre,
te observan desnudarte,
te velan mientras duermes
y así, ungida de inocencia,
derramas el amor de madrugada.

Sin tú saberlo, se ríe tu tristeza.


Echada entre las flores


DE TIERNA MUJER ECHADA ENTRE LAS FLORES 

Se adivinaba la estación oculta
por el ansia de las lluvias nocturnas,
por los cambios de las nubes en el cielo,
undosas leves cunas;
y yo estaba muerto.

Una ciudad suspendida en el aire
era mi último exilio,
y en torno me llamaban
las suaves mujeres de otros tiempos,
y la madre, renovada por los años,
con su dulce mano escogía entre las rosas
y con las más blancas ceñía mi cabeza.

Afuera era de noche
y los astros precisos seguían
ignotos caminos en curvas de oro
y las cosas vueltas fugitivas
me llevaban a rincones secretos
para hablarme de jardines abiertos de par en par
y del sentido de la vida;
pero a mí me dolía la última sonrisa

de tierna mujer echada entre las flores.


jueves, 23 de agosto de 2018

Cinta de Moebius


CINTA DE MOEBIUS 

Yo vengo de perder una batalla
de la vida
y otra más y otra más
y otra.

Pero mi espíritu está indemne
y aún puedo saltar sobre todas las pérdidas
aunque sé que sin más flexibilidad
y menos exactitud 
que en los 20 ó 25 metros de edad que tuve

y ahora ya no tengo más que predicciones, presagios
de lo que va a ocurrir
según veo a los tipos que se acercan a mis ojos,
según huelo sus preocupaciones,
según cómo sé empeñan en agradarme
o en desagradarme.

Eso veo. Ya lo tengo claro estoy preparada
para perder
y distinguir cuál será la ventaja que yo saque
o cuál la captura;
qué parte de mi corazón se llevará
quien me persiga y observe
cuánto soy de vulnerable.

Lo tengo claro todo eso de las pérdidas y las
ganancias afectivas o las otras
y no me importa perder el beneficio
porque yo vengo de una habilidad de penitenciarias
y en los correccionales en dónde estuve
siempre me dejaron muy exactamente claro
que el modelo de mi conducta
iba derechito a los peligros y que ganar
en ellos
sería una suerte ingrata para mí.

De todos modos a veces he ganado
una chuchería, una bola o la pieza de un zapato.

Y una vez, sólo una vez, gané
algo complicadamente bueno, algo grande y
prodigioso que ahora con los años
valoro más que nunca.

Pero hoy ya sé que no volverá
la buena estrella
ni el azar
a mi vida
porque mi sublevación y mi trastorno están
conspirando para que
me hunda:

Y a eso no le pondré freno ni me doblegaré.

Ya tengo bastante con mi suficiencia
para el dolor
y una superioridad colérica
para subsistir y
todavía asombrarme de cómo
entre el perder y el ganar
he preferido siempre la sutil y
constante ingenuidad que producen las pérdidas.

Así como si esto fuera un dulce,
me ahorro el terror
del desengaño.

Ed. DVD, 2003

martes, 21 de agosto de 2018

La penumbra del cuarto


LA PENUMBRA DEL CUARTO


Entra el lenguaje.

Los dos se acercan a los mismos objetos. Los tocan
del mismo modo. Los apilan igual. Dejan e ignoran
las mismas cosas.

Cuando se enfrentan, saben que son el límite
uno del otro.

Son creador y criatura.
Son imagen,
modelo, 
uno del otro.

Los dos comparten la penumbra del cuarto.
Ahí perciben poco: lo utilizable
y lo que el otro permite ver. Ambos se evaden
y se ocultan.


lunes, 20 de agosto de 2018

Sustitutos


El hecho es que yo contaba, yo analizaba, yo relacionaba ejemplos proporcionados por los amigos comunes y la literatura. Le demostraba que la razón estaba de mi parte, la razón de amor. Le prometía que amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de ser amada por él y no por otro. Es tan difícil hablar de esto. Cuando vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse hacia mi rostro. Quise sus ojos despeñándose en los míos. De esto quiero hablar. De un amor imposible porque no hay amor. Historia de amor sin amor. Me apresuro. Hay amor. Hay amor de la misma manera en que recién salí a la noche y dije: hay viento. No es una historia sin amor. Más bien habría que hablar de los sustitutos.

Alejandra Pizarnik
Prosa completa
Ed. Lumen, 2003

Sin datos del dibujo

domingo, 19 de agosto de 2018

Invitados


Sí, es cierto, hemos vivido a veces como invitados a vivir y, de repente, un día cualquiera, nos detenemos al borde de un recuerdo, sobre la faz del corazón, hasta sentir como el rumor de un vuelo en torno nuestro. Son las alas que van uniendo y entrelazando en nuestras horas lo ya vivido y lo viviente. Las sentimos volar y cubrirnos la sangre -las alas y las sombras de las alas- con un rumor de abejas conciliares, tenaces, obradoras. Y entonces comprendemos que la vida ha llegado de nuevo hasta su origen y que las cosas enterradas en nuestro corazón aprenden a nacer porque quizá, en ese instante mismo, alguien las está diciendo, las está recreando para nosotros.

Luis Rosales
El contenido del corazón
Ed. Cátedra, 2010

sábado, 18 de agosto de 2018

Deseo


Es decir, yo no deseo a una mujer –me da vergüenza decir cosas así–, lo ha dicho Proust, y en Proust es muy hermoso: no deseo a una mujer, deseo a su vez un paisaje que está envuelto en esa mujer, un paisaje que puedo no conocer, y que presiento, de tal suerte que, si no despliego el paisaje que ella envuelve no estaré contento, es decir, mi deseo fracasará, mi deseo quedará insatisfecho.

Gilles Deleuze
Proust y los signos
Ed. Anagrama 1995
Trad. Francisco Monge

viernes, 17 de agosto de 2018

Remanencia


Remanencia

¿Qué te hace sufrir? 
Como si se despertara en la casa sin ruido
el ascendiente de un rostro 
al que parecía haber fijado un agrio espejo. 
Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor 
encima de un plato ciego, 
levantaras hacia tu garganta oprimida 
la mesa antigua con sus frutos. 
Como si revivieras tus fugas 
entre la bruma matinal 
al encuentro de la rebelión tan querida, 
que supo socorrerte 
y alzarte mejor que cualquier ternura. 
Como si condenases, mientras tu amor está dormido, 
el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Lo irreal intacto en lo real devastado. 
Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre. 
Lo que fue elegido y no fue tocado, 
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada, 
el presente irreflexivo que desaparece. 
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, 
y va a morir antes que yo.


Hosiery Advertisement, Semakh, Palestine, 1927

jueves, 16 de agosto de 2018

Un don natural


UN DON NATURAL

Bajo el alero de mi tejado, incansablemente,
todo el día primaveral, dos gorriones han recolectado
los tallos de las hojas caídas, 
mientras yo he estado sentado lamentando tu ausencia.
Todo el día, los gorriones han urdido con trocitos
de paja y palitos finos un nido para protegerse
de las inclemencias del viento, 
y tal vez han introducido en su diseño 
un hilito de la ropa que usaste, y una hebra de tu pelo, 
ya que en todo lo que hacen se muestran apasionados 
por la línea, la medida, la resistencia, y toman 
lo que está cerca, y les es útil.
Todo el día he estado sentado recordando tu rostro,
y mirando cómo los pálidos tallos, entrelazados 
por un misterioso proceso, han adquirido
de pronto un don natural.

Versión: Rogelio Guedea


miércoles, 15 de agosto de 2018

No todo es relativo


La dura realidad es una desoladora confusión de hermosos ideales y torpes realizaciones, pero siempre habrá algunos empecinados, héroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos del Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades.

Ernesto Sabato
Sobre héroes y tumbas
Seix Barral, 2001

Gatos


Cuando los gatos sueñan adoptan actitudes augustas, de esfinges reclinadas contra la soledad, y parecen dormidos con un sueño sin fin. Mágicas chispas brotan de sus ancas mullidas y partículas de oro como una fina arena vagamente constelan sus místicas pupilas…

Charles Baudelaire

Fot. Paul Gauguin
Gatos

martes, 14 de agosto de 2018

Desperté demasiado temprano


Desperté demasiado temprano
y comencé a pensar en lo eterno,
pero no en la gran eternidad de los rezos
sino en las pequeñas eternidades olvidadas.
La parte que no fluye del río,
aquello de la ciudad que siempre calla,
el lugar que no duerme en tu cuerpo dormido,
aquello que no despierta en mi cuerpo despierto.
Sentí entonces que las pequeñas eternidades
son preferibles a la gran eternidad.
Y no pude volver a dormirme.

Décimo Segunda Poesía Vertical-64


Pétalos de cerezo


Pétalos de cerezo caen.
¿Es belleza o ilusión?
Muere este mundo frágil.



lunes, 13 de agosto de 2018

Atrapado


Hay mucho libro como para quedarse atrapado en una página.



Una forma orgullosa de llorar


Entonces ella empezó a llorar, mirándole fijamente y dejando que las lágrimas corriesen por sus mejillas, sin tocarlas, como si no quisiese reconocer que estaban allí. Era una forma orgullosa de llorar, pensó Sachs, a la vez una revelación de congoja y una negativa a someterse a ella, y la respetó por dominarse tan bien. Mientras las ignorase, mientras no se las secara, esas lágrimas no la humillarían. 

Paul Auster
Leviatán
Ed. Anagrama 1992
Trad. Maribel de Juan

Fot. Ladislav Postupa

Lista de datos contemplables


Lista de datos contemplables

Sujetos a observación. 
Fantasean con torturas.
Haces que quiera amarrarte a una cama 
y beberme una botella de vino 
muy despacio mientras te contemplo

Únicos en el reino animal en preguntarse por ellos mismos.
¿Por qué tengo que reinar?

Únicos en creerse únicos.
Hay otros mundos... pero están en este.

Tendencia a vertebrar su médula en torno a otro dorso.
Mis pezones toman la forma de tu boca.

Tendencia a correr cuando llueve.
Corre. Corre. Corre. No dejes de correr.

Tendencia a autodestruirse por armonizar con el cosmos.
Tendencia a repelerse para hacerse un sitio.
Tendencia a culparse de sequías y nebulosas.

Graves tentaciones de acoplarse a los demás.
Mi dulce, pequeña, lasciva Nora, 
hice lo que me dijiste, marranita.

Graves tentaciones de asimilar 
y expulsar el mundo mediante palabras.
Toda la desdicha de mi vida proviene de las cartas 
o de la posibilidad de escribirlas.

Graves tentaciones de ser invisibles,
de hibridarse,
de violarse,
de mutarse,
de untarse de brea y plumas,
de estar aquí ahora que ya no están
en este trozo de papel que, con codicia, estarás leyendo,
en este otro yo que -qué ironía- poseerás.

Ambición de fabricar vida.
Tú fuiste formado lo más perfectamente posible... 
Pero no para durar.

Sujetos a observación. 
Ambición de ser terrestres.
De quedarse para siempre.
De duplicarse como gotas de agua.
Y de llover sobre esta Tierra con obscenidad.
Glaciales.
Bastardos.
Esclavos de galaxias y de hormonas.

Ellos...
Los que me hacen decir esto a mí...
Los que me estremecen...

Inédito (2004)


domingo, 12 de agosto de 2018

Encuentro


Muy a menudo un lector encuentra en un libro lo que quería encontrar, confirmando sensaciones, razonamientos, deseos. A veces no encuentra nada. Pocas veces se genera la mezcla suficiente entre lo deseado e inesperado para que se produzca un encuentro. Pero cuando se produce, algo cambia para siempre.

Neige Sinno
Lectores entre líneas
Ed. Aldus, 2011

Fot. Pierre
Une certaine idée de la féminité

A medias


Nos damos cuenta de que no sabemos el papel, buscamos un espejo, querríamos despintarnos, renunciar a toda simulación, y ser sinceros. Pero en alguna parte queda aún sobre nosotros un resto de disfraz que olvidamos. Una huella de exageración permanece en nuestras cejas, no nos damos cuenta de que las comisuras de nuestros labios están replegadas. Y vamos y venimos así, burlones, y siendo nosotros mismos a medias, ni seres reales ni actores.

Rainer Maria Rilke
Los apuntes de Malte Laurids Brigge
Ed. Alianza, 2010
Trad. Francisco Ayala

Pint. Igor Samsonov
A family

Mujer fenomenal


MUJER FENOMENAL

Las mujeres hermosas se preguntan
Dónde radica mi secreto.
No soy linda o nacida
Para vestir una talla de modelo
Mas cuando empiezo a decirlo
Todos piensan que miento
Y digo,
Está en el largo de mis brazos,
En el espacio de mis caderas,
En la cadencia de mi paso,
En la curva de mis labios.
Soy una mujer
Fenomenalmente.
Mujer fenomenal,
Esa soy yo.
Ingreso a cualquier ambiente
Tan calma como a ti te gusta,
Y en cuanto al hombre
Los tipos se ponen de pie o
Caen de rodillas.
Luego revolotean a mi alrededor,
Una colmena de abejas melíferas.
Y digo,
Es el fuego de mis ojos,
Y el brillo de mis dientes,
El movimiento de mi cadera,
Y la alegría de mis pies.
Soy una mujer
Fenomenalmente.
Mujer fenomenal,
Esa soy yo.
Los mismos hombres se preguntan
Qué ven en mí.
Se esfuerzan mucho
Pero no pueden tocar
Mi misterio interior.
Cuando intento mostrarles
Dicen que no logran verlo
Y digo,
Está en la curvatura de mi espalda,
El sol de mi sonrisa,
El porte de mis pechos,
La gracia de mi estilo.
Soy una mujer
Fenomenalmente.
Mujer fenomenal,
Esa soy yo.
Ahora comprendes
Por qué mi cabeza no se inclina.
No grito ni ando a los saltos
No tengo que hablar muy alto.
Cuando me veas pasar
Deberías sentirte orgullosa.
Y digo,
Está en el sonido de mis talones,
La onda de mi cabello,
La palma de mi mano,
La necesidad de mi cariño,
Por que soy una mujer
Fenomenalmente.
Mujer fenomenal,
Esa soy yo.


Todo se ha muerto ya cuando contemplo


Todo se ha muerto ya cuando contemplo...

Todo se ha muerto ya cuando contemplo
tus senos de ceniza entre las hojas
doradas de un silencio
grave como la espada vertical
con que todo se corta.

Cuando contemplo el cáliz de tu rostro,
mi graal absoluto,
tan lejos en espacio como en tiempo
y en su combinación de alejamiento
intrínseco.
Cuando contemplo el fuego de tus brazos
ardiendo entre los dólmenes que sueñan
bajo la luz verdosa de los claros
del bosque.


Yo soy Graciela oscura


YO SOY GRACIELA OSCURA 

Yo soy Graciela oscura
Al mundo entré descalza,
Forzando la puerta falsa
De padres desconocidos.
Yo soy un montón de trapos
Acunados por los sapos,
Que croan en los baldíos
Yo soy... yo soy Graciela que crece
Entre manos que castigan
Entre voces tan amargas,
Como las agrias ortigas.

Yo soy Graciela la chica
Que juega con las hormigas
En las tardes doloridas
Yo soy... yo soy Graciela crecida
Con los besos zaguaneros,
Son las caricias, tatuajes
Que abren torpes senderos
Yo soy Graciela mal nombre
En las calles del recuerdo,
En brazos del primer hombre
Yo soy... yo soy Graciela oscura.

Pero en cuartos enviciados
Un motín de bocas duras,
Me dicen nombres prestados
Yo soy Graciela oscura
Yo soy Graciela oscura,
Graciela... oscura



sábado, 11 de agosto de 2018

Éxtasis


EL ÉXTASIS

Estoy ante este paisaje femenino
Como un niño ante el fuego
Sonriendo vagamente con lágrimas en los ojos
Ante este paisaje en que todo me emociona
Donde espejos se empañan donde espejos se limpian
Reflejando dos cuerpos desnudos estación a estación

Tengo tantas razones para perderme
En esta tierra sin caminos bajo este cielo sin horizonte
hermosas razones que ayer ignoraba
Y que ya nunca olvidaré
Hermosas llaves de miradas claves hijas de sí mismas
Ante este paisaje donde la naturaleza es mía

Ante el fuego el primer fuego
Buena razón maestra

Estrella identificada
Y en la tierra y bajo el cielo fuera de mi corazón y en él
Segundo brote primera hoja verde
Que el mar cubre con sus alas
Y el sol al fondo de todo que viene de nosotros

Estoy ante este paisaje femenino
Como rama en el fuego.


Fot. Man Ray
"Le temps déborde"
 Paris, les Cahiers d’Art, 1947
Dora Maar

viernes, 10 de agosto de 2018

Es allí a donde voy


Es allí a donde voy.

Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada un aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy.

La punta del lápiz el trazo.

Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espalda la magia: es allí a donde voy.

En la punta del pie el salto. Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy.

¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy.

En la punta de la palabra está la palabras. Quiero usar la palabra «tertulia», y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es a mí adonde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es a la realidad hacia donde voy. Mientras tanto lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con amor mi nombre.

Es hacia mi pobre nombre a donde voy. Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: Yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa.

En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo.

Yo al lado del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto.

Oh, cachorro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente.

¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros. 

Clarice Lispector
Es allí a donde voy
en Silencio
Ed. Grijalbo, 1988

Fot. Michaela Knizova
Time To Forget The Colour Of My Eyes 2013

Primer amor


PRIMER AMOR

a Jean Boullet

Cuando un hombre ama a una mujer
De entrada, la sienta en sus rodillas
Tomando cuidado de levantarle el vestido
Para no estropear sus pantalones
Porque tela sobre tela
Gasta la tela
Enseguida, verifica con la lengua
Si a ella la operaron de las amígdalas
Si no sería contagioso
Después, como hay que ocupar las manos
Busca, tan lejos como pueda
Y rápido constata
La presencia efectiva y real de la cola
De una cosita blanca manchada de sangre
Y tira, tiernamente, del hilito
Para sacar el tampax.

Trad. Miguel Ángel Sosa


jueves, 9 de agosto de 2018

Felicidad clandestina


Felicidad clandestina

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos planas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del papá. Para colmo, siempre era algún paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como “fecha natalicia” y “recuerdos”. Pero
qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, delgadas, altas, de cabello libre. Conmigo ejercitó su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como por casualidad, me informó de que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.
Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por las calles a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, anduve brincando por las calles y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aun en su poder, que volviese al día siguiente. Apenas me imaginaba yo que más tarde, en el transcurso de la vida, el drama del “día siguiente” iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.
Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ella sabía que, mientras la hiel no se escurriese por completo de su cuerpo gordo, sería un tiempo indefinido. Yo había empezado a adivinar, es algo que adivino a veces, que me había elegido para que sufriera. Pero incluso sospechándolo, a veces lo acepto, como si el que me quiere hacer sufrir necesitara desesperadamente que yo sufra.
¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin falta ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que no era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la mamá. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortada de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, esa mamá buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera quisiste leerlo!
Y lo peor para era mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos observaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordeno a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: “Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras”. ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: “el tiempo que quieras” es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Tomé el libro. No, no partí brincando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aun yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire… Había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo.
Ya no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante

Clarice Lispector
Cuentos reunidos
Ed. Alfaguara, 2002

Fot. Anonymous Dutch photographer. Girl with Geraniums ca. 1907-30 autochrome

miércoles, 8 de agosto de 2018

Creencias de jardín


CREENCIAS DE JARDÍN 

La última línea de sol 
desciende de hoja en hoja. La luz desfallece 
hacia el extremo de una escala tardía. 
Ambos sufren en el jardín de la retórica 
de ese drama mecánico. Ella dice: 
mira, eso es el tiempo encarnado 
que alimenta su medida; él asiente, 
verifica con un anhelo estremecido 
el naufragio del día y de los cuerpos. 
Entonces callan bajo una especie de sacrificio. 
Convierten esta hora delgada y ambigua 
en la herida de una religión aterradora. 
Y aunque el viento es suave y las flores repiten 
un probable manifiesto de resurrección 
ellos esperan la oscuridad nocturna para mentirse 
sobre la mutación de las cosas y su sentido.


Fot. Robert E. Jackson's Curious Collection of American Snapshots

El futuro del baile


EL FUTURO DEL BAILE

¿A quién nos dirigimos?

Según quienes sean, los niños
trabajan en los campos. Las vacaciones
están a la vuelta de la esquina
y ellos esperan que la vida siga igual
muchas mañanas seguidas. Date prisa, máquina de coser,
y logra sin tardanza lo que se espera de ti.

Los peces saltan parcialmente fuera del agua. Y el aire es nuevo.

Antes, ilustres forasteros nos abordaron
(según quienes sean) y nos invitaron a sentarnos
para escucharles como se escucha un cuento. Y en el cielo,
fuentes caídas nos regaban los pies
mientras su historia farragosa lubricaba los aires
y las parras que en ellos se removían.

Nadie espera que la vida sea una sola aventura,
y sin embargo, a la inversa, nos sorprendemos cuando se vuelve decepcionante,
como suele pasar con las historias cuando el contar va más rápido
que la situación. Date prisa y duerme,
es lo que sugiero. Y si resulta solitario,
la canción no se habrá marchado para nada.

Bosquecillos pintados hacen más por la destreza
que minaretes y azoteas. Las bicicletas reviven los paisajes
a los que ponen banda sonora. Mejor un acordeón
silencioso que un coro de arpas, ya sea en un sentido
u otro, gotas de cristal sollozante
que se quedan colgadas tan pronto la noche urde su clima.

Las escenas más anodinas eran siempre las más lejanas,
pero estas hojas que se fruncían en nuestras manos,
higo y ortiga, sobreviven en un surco del tiempo
que los relojes no pueden deshacer, ni la fortuna saquear.

Trad. Jordi Doce

martes, 7 de agosto de 2018

Histeria


Histeria

Mientras ella reía fui consciente de estarme envolviendo en su risa y ser parte de ella, hasta que sus dientes fueron sólo accidentales estrellas con talento para marchas militares. Fui atraído por cortos suspiros, inhalados a cada recuperación momentánea, perdido finalmente en las oscuras cavernas de su garganta, pulverizado por el oleaje de músculos invisibles. Un camarero mayor con manos temblorosas estaba apresuradamente extendiendo un mantel rosado y blanco sobre la herrumbrosa mesa verde de hierro, diciendo “Si la dama y el caballero desean tomar el té en el jardín, si la dama y el caballero desean tomar el té en el jardín…”. Yo decidí que si el palpitar de sus pechos pudiese ser detenido, algunos de los fragmentos de la tarde podrían ser recogidos, y concentré mi atención con cuidadosa sutileza a este fin.

T. S. Eliot
Trad. Fernando Vargas

lunes, 6 de agosto de 2018

Pero


Buscaba la soledad y tal vez el absoluto. Pero envidiaba el mundo.

Ed. Tusquets, 2009
Trad. Juana Bignozzi

Fot. Natalia Vodianova by Steven Meisel

Aunque tú no lo sepas


Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

Aunque tú no lo sepas