martes, 28 de octubre de 2008

Los nombres de los colores


Aberenjenado, aborrachado, abrasilado, aburelado, acabellado, acanelado, acaparrosado, acardenalado, aceitunado, aceitunil, acijado, acobrado, agamuzado, agarbanzado, agrisado, aleonado, almacigado, almagrado, aloque, amacigado, amarillo, ámbar, amoratado, amusco, anaranjado, ante, anteado, añil, apiñonado, apizarrado, aplomado, asalmonado, atabacado, áureo, azafrán, azafranado, azufrado, azul, azul de cobalto, azul de mar [o marino], azul de Prusia, azul de Sajonia, azul turquesa, azul de Ultramar [o ultramarino], azur, barquillo, barroso, bazo, beige, beis, bermejo, bermellón, blanco, blao, blavo, blondo, brasilado, bronceado, bruno, burdeos, buriel, burriel, cabellado, café con leche, calamocha, canela, caoba, caqui, caracho, cardenillo, cárdeno, cari, carmelita, carmesí, carmín, castaño, ceniciento, ceniza, cenizo, cenizoso, cereza, cerúleo, cetrino, choco, chocolate, cinzolín, cobreño, cobrizo, coccíneo, color de rosa, colorado, concho, coral, coralino, corinto, crema, crudo, datilado, dorado, encarnado, encobrado, endrino, escarlata, flavo, fosforito, franciscano, fresa, fucsia, fuego, galbanado, gamuzado, garzo, gilvo, glauco, grana, granate, gris, gris marengo, gris perla, gris pizarra, gualdo, habana, heliotropo, ígneo, índico, índigo, indio, jalde, jaldo, jaldre, lacre, lagartado, leonado, leucofeo, lila, limonado, lívido, loro, magenta, malva, marengo, marfil, marfileño, marrón, melado, minio, morado, musco, musgo, nacarado, naranja, negro, nidrio, nochielo, nogal, noguerado, ocre, oliváceo, paja, pajado, pajizo, pardo, pavonado, pavonazo, perla, perlado, perlino, pizarra, plomizo, plomoso, porcelana, porráceo, presado, prieto, punzó, púrpura, purpúreo, purpurino, requemado, retinto, retostado, rodeno, rojal, rojo, rojo sangre, rosa, rosáceo, rosado, roseo, rosicler, rosmarino, royo, rúbeo, rubiales, rubio, rubor, rufo, rútilo, salmón, sangre, sangriento, sepia, sobermejo, solferino, sonrosado, tabaco, tapetado, teja, terroso, tinto, tostado, trigueño, turquesa, turquí, verde, verdegay, verdemar, verdemontaña, verdinegro, violáceo, violado, violeta, zafiro, zarco. 

Esta noche he soñado contigo. Te habías cambiado el coche y no me habías dicho nada.

domingo, 26 de octubre de 2008

Me escapo un momento para encontrarte


Ciclos y repeticiones y variaciones sobre un mismo tema, único, no existe nada más que no sea tu idea. Fiebre. Ansia. Anhelo. Tú, una y otra vez, en forma de recuerdo, de invención, proyección, evocación, deseo, ilusión, qué más da, tomas vida en mi en forma de un olor, un gesto preciso fijado en la memoria, un sonido que me parece absolutamente real al oído, aunque sepa que sólo hay silencio a mi alrededor. Dame la mano. Levanta la barbilla y mira desafiante hacia adelante. Sí, mírame. Me gusta verte así. Y que se te escape una sonrisa cuando quieras darme miedo. Quiero comerte. Cruda y en tu jugo. Quiero el silencio denso y espeso que acompaña tu respiración cuando todas las palabras ya no sirven porque sólo importa lo inefable. Quiero observarte, a cierta distancia, empaparme de tu manera de adelantar una pierna a la otra. Fijar con un zoom y cámara superlenta el movimiento de tu pie al andar, y proyectar esa mirada que va mas allá y te atraviesa, subiendo por tus piernas, descansando en tus caderas, jugando con los botones de tu blusa, embriagándose en tu nuca, perdiéndose en tu pelo, introduciéndose en tu boca. Vino, queso y fruta. Y bosque. Tus sabores. Y mar. Y no puedo más. Voy a estallar. Además hay un asesino en serie que me reclama. Tiene que llamar a su mamá. Se ha quedado sin dinero y no puede comprar gominolas (sólo de las rojas). Y se está poniendo nervioso.

Otis Redding
I've Been Loving You Too Long

sábado, 18 de octubre de 2008

Sin palabras

Versa est in luctum cithara mea, 
et organum meum in vocem flentium. 
Parce mihi, Domine, 
nihil enim sunt dies mei. 

(Job 30:31; 7:16)

Mi arpa se ha transformado en luto 
y mi órgano en la voz de los que lloran. 
Perdóname, Señor, 
porque mis días no son nada.


Jan Garbarek
Parce Mihi Domine Var. 1
Cristóbal de Morales

viernes, 17 de octubre de 2008

Catálogo de aromas.


... Y la casa de Hélène, pequeña, sin ornatos, olía a limón y a tomillo, a menta, a pimienta verde, a mejorana, olía a agua de lluvia, a suspiro, a eucalipto, a sésamo, a tilo, a membrillo, a penas pasajeras que pueden ser consoladas, a llovizna, a música, a serpol, a rosal silvestre, a nostalgia, a luto por una niña en el recuerdo, a melisa, a hinojo, a eneldo, a risas que salen del vientre, a cuidados, a puchero de sustancia, a estragòn, a acedera, a perejil, a libro viejo, a libro nuevo, a tinta, a fresa silvestre, a regaliz, a falso espino, a piel bien satisfecha, bien acariciada y bien lamida, a ortiga, a gatuña, a trébol, a tantas y tantas cosas olía, que ya no se podían nombrar, a pimpinela, a llantén, que ni nombres tantos había, a prímula, a salvia, a capuchina, a hierba buena, para explicar, a hierba luisa, a alguien que nunca hubiera entrado, a siempreviva, a carricera, cómo olía la casa de Hélène. Que desprendía una fragancia dulce que despertaba los sentidos, a acanto, a clavelina, y los elevaba hasta el grado máximo de placer, a canela, a milenrama, a comino, y una no podía dejar de sumergirse en el aroma, a saúco, a malva real, a hierba de San Guillermo, y quedaba prendida de cierto éxtasis, a corianto, a trigo sarraceno, de una sensación salvaje, a hinojo, que se parecía mucho a la muerte…, a grosella, a arraclán, a endrino, pero una vez iniciado el acto, a pajarita, a levístico, el acto de oler claro…¿en qué estaría ella pensando?, a caléndula, a borraja, a artemisa, no se podía sino continuar, a arandino, a muerdazo, a verbena, y sobre todo, a frambuesa, hasta el fin…y buuuuuff. ¡Qué bien quedaba el cuerpo después de entrar en ese aroma en la casa de Hélène!.

Teresa Moure
Hierba mora

jueves, 9 de octubre de 2008

Maldita memoria



(...) ¿Tengo que seguir fingiendo que te escribo? ¿Tengo que seguir mintiéndome que alguna vez vas a leer esto, como fingía interesarme en otras mujeres, para estar a la altura de lo que tú sentías o decías sentir por tu marido? A veces me hartaba, a veces prefería inventar historias, mentirte a ti antes que seguir engañándome, a veces no tenía ganas de fingir, con esas mujeres, no ya felicidad, sino simple placer o diversión, y entonces me despedía de ellas, de cualquiera, con palabras amables o gestos bruscos sabiendo que no volvería a llamarlas, buscando excusas para no causarles más dolor del necesario. Ahora, por momentos, me harto también de ti, de que estés siempre ahí, testigo desinteresado y forzoso de mi vida. Viéndome aunque no me mires, leyéndome aunque no me leas, convocada por mi escritura, ignorándome con la disimulada indiferencia de los espejos, que nos mienten fascinación mientras nos devuelven nuestra propia mirada. (...)

Ana María Shua
La muerte como efecto secundario

Pint: René Magritte
La Memoria, 1948