viernes, 17 de octubre de 2008

Catálogo de aromas.


... Y la casa de Hélène, pequeña, sin ornatos, olía a limón y a tomillo, a menta, a pimienta verde, a mejorana, olía a agua de lluvia, a suspiro, a eucalipto, a sésamo, a tilo, a membrillo, a penas pasajeras que pueden ser consoladas, a llovizna, a música, a serpol, a rosal silvestre, a nostalgia, a luto por una niña en el recuerdo, a melisa, a hinojo, a eneldo, a risas que salen del vientre, a cuidados, a puchero de sustancia, a estragòn, a acedera, a perejil, a libro viejo, a libro nuevo, a tinta, a fresa silvestre, a regaliz, a falso espino, a piel bien satisfecha, bien acariciada y bien lamida, a ortiga, a gatuña, a trébol, a tantas y tantas cosas olía, que ya no se podían nombrar, a pimpinela, a llantén, que ni nombres tantos había, a prímula, a salvia, a capuchina, a hierba buena, para explicar, a hierba luisa, a alguien que nunca hubiera entrado, a siempreviva, a carricera, cómo olía la casa de Hélène. Que desprendía una fragancia dulce que despertaba los sentidos, a acanto, a clavelina, y los elevaba hasta el grado máximo de placer, a canela, a milenrama, a comino, y una no podía dejar de sumergirse en el aroma, a saúco, a malva real, a hierba de San Guillermo, y quedaba prendida de cierto éxtasis, a corianto, a trigo sarraceno, de una sensación salvaje, a hinojo, que se parecía mucho a la muerte…, a grosella, a arraclán, a endrino, pero una vez iniciado el acto, a pajarita, a levístico, el acto de oler claro…¿en qué estaría ella pensando?, a caléndula, a borraja, a artemisa, no se podía sino continuar, a arandino, a muerdazo, a verbena, y sobre todo, a frambuesa, hasta el fin…y buuuuuff. ¡Qué bien quedaba el cuerpo después de entrar en ese aroma en la casa de Hélène!.

Teresa Moure
Hierba mora