viernes, 20 de enero de 2017

Refugiados


Tras haber abandonado su entorno familiar, o tras haber sido expulsados de él, los refugiados tienden a ser despojados de las identidades que aquel entorno definía, sostenía y reproducía.
Son "zombis" sociales. Sus antiguas identidades sobreviven apenas como fantasmas que merodean de noche, ya que resultan invisibles a la luz diurna de los campos.

Zygmunt Bauman  Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos
Ed. FCE, 2005

Fot. Kati Horna, El iluminado, 1944

martes, 17 de enero de 2017

Reflejo


Una mujer vestida de rojo, iluminada por una vela ante la cual ella pone la mano. De manera que la luz se refleje sobre otra mujer que está mirándola y que su cuerpo se revista de silencio y oro.

Pascal Quignard
Pequeños tratados II
Edit. Sexto Piso

Fot. Georges de La Tour
Magdalena, 1640-45.
Musée du Louvre, París.

lunes, 16 de enero de 2017

Abrir la puerta



Abrir la puerta

me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada

sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y la sombras del camino
me pregunto si servirá de algo explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto

si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes reencontrados

para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme.

El día, 1968

domingo, 15 de enero de 2017

Quiero y no quiero



Pasar

Quiero y no quiero
busco
un aire negro un cieno
relampagueante
un alto
una hora absoluta
mía ya para siempre.

Quiero y no quiero
espero
y no
y desespero
y por veces aparto
con todo olvido todo abandono toda
felicidad
ese día completo
esa huida ese más
ese desdén entero
esa destituida instancia
ese vacío
más allá del amor
de su precario don
de su no
de su olvido
esa puerta sin par
el solo paraíso.

Quiero y no quiero
quiero
quiero sí y cómo quiero
dejarlo estar así
olvidar para siempre
darme vuelta
pasar
no sonreír
salirme
en una fiesta grave
en una dura luz
en un aire cerrado
en un hondo compás
en una invulnerable
terminada figura.


El infierno de los vivos


El infierno de los vivos no es algo que será. Si existe uno, es este que ya está aquí, el infierno que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Hay dos modos de no sufrirlo. A muchos, el primero les resulta fácil: aceptar el infierno y convertirse en parte de él al punto de no verlo más. El segundo modo es riesgoso y exige atención y aprendizaje continuo: buscar y saber reconocer quién y qué cosa, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.

Italo Calvino  Las ciudades invisibles
Ed. Siruela, 2013
Trad. Aurora Bernárdez

Mientras dormía


Mientras dormía
Todo lo asombraba,
Jugaba ardorosamente,
Miraba,
Oía.
Su última palabra:
"Si volviera a empezar, te encontraría sin buscarte".

Misantropía



Cuanto más sea lo que tiene alguien en su interior, tanto menos requerirá de fuera y, por consiguiente, tanto menos significarán los otros para él. De ahí que la eminencia del espíritu conduzca a la misantropía.

Arthur Schopenhauer   Aforismos sobre el arte de vivir
Ed. Alianza, 2009
Trad. Fabio Morales Gracía

Glasplatte Mit Schuss,1972

sábado, 14 de enero de 2017

Imagina si


Imagina si

imagina si esto
si un día esto
un día feliz
imagina
si un día
un día feliz esto
se acabara
imagina

viernes, 13 de enero de 2017

Adiós, tuyo siempre


Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en las sábanas. Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo inacabable y lleno de fatiga, cargan enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de June y de mis amantes.
Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu secreto agresivo e insaciable. El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban expectantes y hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con la desesperación y el anhelo de lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un sueño imaginativo y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y la sorpresa en tus ojos y la gran dama con el fuego en la mano derecha.
Mi querida Anaïs, ma petite, ma jolie, infanta inquieta de sal nocturna. Te extraño cuando huyes de madrugada y te extraño cuando camino y me tomo un café en la calle; te extraño cuando June se acerca cariñosa y cuando paso por los grandes aparadores. Te extraño casi a todas horas: cuando escribo, cuando te pienso, cuando escucho las campanas que me anuncian que ya son las tres, cuando me acuerdo de las horas interminables entre humo y whisky, cuando tengo una comida que dura toda la tarde, también cuando me despido de ti cada día a la misma hora, cuando como en aquel lugar donde nos dio el aire y cuando escucho la radio. Adiós, Anaïs, adiós. Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino. Adiós, tuyo siempre

Henry.

Henry Miller. cartas a Anaïs Nin

Fot: Henry Miller y Anaïs Nin

jueves, 12 de enero de 2017

El encuentro con el otro



El encuentro con el otro es la gran experiencia, el gran acontecimiento. El encuentro con el otro no se reduce a la adquisición de un saber suplementario. Es cierto que no puedo jamás aprehender totalmente al otro, pero la responsabilidad hacia él en la que surge el lenguaje, mi sociabilidad con él desborda el conocer mismo, incluso si nuestros maestros griegos se mantienen aquí circunspectos.

Emmanuel Lévinas

miércoles, 11 de enero de 2017

Has borrado todas las palabras


Has borrado todas las palabras 
para que la página vuelva a ser perfecta blancura.
Puedes dar paso a la alondra 
cuyo vuelo acorta el tiempo.
Al capricho de tus sueños vas 
por la orilla del río 
a punto de salir a ningún estuario.

¿Desde ahora qué mundo murmura en ti, 
del que tú eres el incendiario?


Incluido en:
Quince poetas franceses contemporáneos
Ed. Libros del Aire.
Selección y traducción Jeanne Marie

martes, 10 de enero de 2017

El deseo


El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos personas que hacen frente al resto de los complots que hay en el mundo. Es una conspiración de dos.
El plan es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad de los cuerpos hacia el dolor.
En todo deseo hay tanta compasión como apetito. Sea cual sea la proporción, las dos cosas se ensartan juntas. El deseo es inconcebible sin una herida. Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo.
El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía, dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo).
El deseo anhela proteger al cuerpo amado de la tragedia que encarna y, lo que es más, se cree capaz. La conspiración consiste en crear juntos un espacio, un lugar de exención, necesariamente temporal, de la herida incurable de la que es depositaria la carne. Ese lugar es el interior del otro cuerpo. La conspiración consiste en deslizarse al interior del otro, allí donde no se les pueda encontrar. El deseo es un intercambio de escondites. (hablar de "volver al útero" es una vulgar simplificación).
Tocar una pierna con mano de amante. Que sea para excitar o para relajar no supone diferencia alguna. El tacto aspira a alcanzar, más allá del fémur, la tibia o el peroné, el propio corazón de la pierna, y el amante completo espera acompañar ese gesto y habitar en él. No hay altruismo en el deseo. Al principio están implicados dos cuerpos y la exención, siempre y cuando se logre, los protege a ambos. La exención es inevitablemente breve, y sin embargo, lo promete todo. La exención suprime la brevedad y con ella las penas asociadas a la angustia de lo efímero.
Ante la mirada de una tercera persona, el deseo es un breve paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud. Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un despojamiento: la plenitud de un silencio, de una oscuridad.

John Berger  Esa belleza
Ed. Bartleby, 2005

Fot. Egon Schiele  Manos

lunes, 9 de enero de 2017

Brotes tiernos


Dentro existe el sueño, fuera el enrojecimiento, en la mañana existe el significado, en la tarde el sentimiento. En la tarde existe el sentimiento. En el sentimiento cualquier cosa descansa, en el sentimiento cualquier cosa se acumula, en el sentimiento existe resignación, en el sentimiento existe reconocimiento, en el sentimiento existe repetición y completamente equivocado existe un pellizco. Todas las posiciones tienen vaporizadores y todas las cortinas tienen edredones y todo lo amarillo tiene discriminación y todo el círculo tiene circunferencia. Esto hace la arena.

Gertrude Stein   Brotes tiernos, 1912.

domingo, 8 de enero de 2017

La espera


Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los efectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza de teatro.
El decorado representa el interior de un café; tenemos una cita y espero. 
En el prólogo, único actor de la pieza (como debe ser), compruebo, registro el retraso del otro; esa demora no es todavía más que una entidad matemática, computable (miro mi reloj muchas veces); el Prólogo concluye con una acción súbita: decido “preocuparme”, desencadeno la angustia de la espera. 
Comienza entonces el primer acto; está ocupado por suposiciones: ¿y si hubiera un malentendido sobre la hora, sobre el lugar? Intento recordar el momento en que se concretó la cita, las precisiones que fueron dadas. ¿Qué hacer (angustia de conducta)? ¿Cambiar de café? ¿Hablar por teléfono? ¿Y si el otro llega durante esas ausencias? Si no me ve lo más probable es que se vaya, etc. 
El segundo acto es el de la cólera; dirijo violentos reproches al ausente: “Siempre igual, él (ella) habría podido perfectamente…”, “Él (ella) sabe muy bien que…” ¡Ah, si ella (él) pudiera estar allí, para que le pudiera reprochar no estar allí! 
En el tercer acto, espero (¿obtengo?) la angustia absolutamente pura: la del abandono; acabo de pasar de un instante de la ausencia a la muerte; el otro está como muerto explosión de duelo: estoy interiormente lívido. 
Así es la pieza; puede ser acortada por la llegada del otro; si llega en el primero, la acogida es apacible; si llega en el segundo, hay “escena”; si llega en el tercero, es el reconocimiento, la acción de gracias: respiro largamente, como Pelléas saliendo del túnel y reencontrando la vida, el olor de las rosas.

(...)

“¿Estoy enamorado? –Sí, porque espero.” El otro, él, no espera nunca. A veces quiero jugar al que no espera; intento ocuparme de otras cosas, de llegar con retraso; pero siempre pierdo a este juego: por mucho que intente distraerme, siempre llego puntual, me adelanto incluso. La identidad fatal del enamorado no es otra más que ésta: yo soy el que espera.

(...)

Un mandarín estaba enamorado de una cortesana. “Seré tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches  esperándome sentado sobre un banco, en mi jardín, bajo mi ventana.” Pero, en la nonagesimonovena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.

Roland Barthes  La Espera
Fragmentos de un discurso amoroso
Ed. Siglo XXI, 2004
Trad. Eduardo Molina

Deseo


El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos personas que hacen frente al resto de los complots que hay en el mundo. Es una conspiración de dos.
El plan es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad de los cuerpos hacia el dolor.
En todo deseo hay tanta compasión como apetito. Sea cual sea la proporción, las dos cosas se ensartan juntas. El deseo es inconcebible sin una herida. Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo.
El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía, dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo).
El deseo anhela proteger al cuerpo amado de la tragedia que encarna y, lo que es más, se cree capaz. La conspiración consiste en crear juntos un espacio, un lugar de exención, necesariamente temporal, de la herida incurable de la que es depositaria la carne. Ese lugar es el interior del otro cuerpo. La conspiración consiste en deslizarse al interior del otro, allí donde no se les pueda encontrar. El deseo es un intercambio de escondites. (hablar de "volver al útero" es una vulgar simplificación).
Tocar una pierna con mano de amante. Que sea para excitar o para relajar no supone diferencia alguna. El tacto aspira a alcanzar, más allá del fémur, la tibia o el peroné, el propio corazón de la pierna, y el amante completo espera acompañar ese gesto y habitar en él. No hay altruismo en el deseo. Al principio están implicados dos cuerpos y la exención, siempre y cuando se logre, los protege a ambos. La exención es inevitablemente breve, y sin embargo, lo promete todo. La exención suprime la brevedad y con ella las penas asociadas a la angustia de lo efímero.
Ante la mirada de una tercera persona, el deseo es un breve paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud. Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un despojamiento: la plenitud de un silencio, de una oscuridad.

John Berger  Esa belleza
Ed. Bartleby, 2005

Fot. Egon Schiele  Manos

jueves, 5 de enero de 2017

Captar lo inexpresable



Desciendo con la vista desde las cimas nevadas a los espinos resplandecientes, a las manchas de nieve, a los líquenes. Aunque sigo siendo incapaz de verla, la Verdad está cerca, en la realidad sobre la que estoy sentado: rocas. Estas duras rocas instruyen a mis huesos sobre lo que mi cerebro nunca pudo captar en el sutra del Corazón, que "forma es vacío y vacío forma”: la Ausencia, el vacío del espacio azul negro, contenido en todo. A veces, cuando medito, las grandes rocas danzan. 
El secreto de las montañas es que existen, igual que yo, pero se limitan a existir, cosa que yo no hago. Las montañas no tienen “significado”; son significado; las montañas son. El sol es redondo. Yo vibro con la vida y las montañas vibran y, si soy capaz de oírlas, hay una vibración que compartimos. Entiendo todo esto, no con la cabeza sino con el corazón, sabiendo cuán absurdo es tratar de captar lo que no se puede expresar, sabiendo que otro día, cuando vuelva a leer esto, solo quedarán las palabras.

Peter Matthiessen   El leopardo de las nieves
Ed. Siruela. 2015
Trad. José Luis López Muñoz

miércoles, 4 de enero de 2017

Nada, nadie


Para el imaginario profano la casucha parece deshabitada. Vigilada sin cesar no revela ninguna presencia. El ojo pegado a una u otra ventana no ve más que cortinas negras. Mucho tiempo inmóvil contra la puerta él escucha. Nada. Golpea. Nadie. Espía en vano por la noche el mínimo resplandor. Regresa de nuevo a su lugar y confiesa, Nadie. Ella no se muestra más que a los suyos. Pero no tiene suyos. Sí, sí tiene uno. Que la tiene a ella.

Samuel Beckett  Mal visto mal dicho
Incluido en Relatos
Ed: Tusquets Editores
Trad. Félix de Azúa, Ana Maria Moix y Jenaro Talens

martes, 3 de enero de 2017

lunes, 2 de enero de 2017

Soy este


Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver;
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pié cuando yo muera


Begonia c1905

Alegría


Mi alegría tiene algo salvaje, fiero, en ruptura con toda decencia, toda conveniencia, toda ley. Por ella regreso al balbuceo de la infancia, pues no presenta a mi espíritu sino novedad. Necesito inventarlo todo, palabras y gestos; nada del pasado satisface ya mi amor. Todo en mí se abre, se asombra; me late el corazón; una sobreabundancia de vida me sube a la garganta como un sollozo. Ya no sé nada; es una vehemencia sin recuerdos y sin arrugas.

André Gide   Diario
Ed. Alba Editorial, 1999
Trad. Laura Freixas

Fot. John Singer Sargent

Vivir



La finalidad de la vida es vivir, y vivir significa estar consciente, gozosamente, ebria, serena, divinamente consciente. En ese estado de convivencia divina se canta; en ese reino el mundo existe como poema.

Henry Miller

Los ojos abiertos


Aquellos murciélagos tenían los ojos abiertos. A diferencia de nosotros, ellos sí sabían cómo y cuándo apartarse del amor que mueve el sol y las estrellas.

Ted Hughes   Las grutas de Karlsbad
Cartas de cumpleaños 
Ed. Lumen
Trad. Luis Antonio de Villena