sábado, 16 de noviembre de 2019

En minúscula


Mientras jugaba en la arena, Rie se me acercaba con regularidad para que le sacudiera la mano, cada dos o tres minutos. Aquella regularidad provocó en mí un sentimiento de crueldad que no era desagradable. Contenía incluso una especie de secreta sensación placentera. Últimamente me embargaba a menudo esa clase de «sentimiento de crueldad» [...] que tenía oculto en mis entrañas. Era un vago dolor que me provocaba, que me acariciaba apaciblemente en el interior del pecho, como si me consolara. 
Aquel llanto violento, como si se hubiera roto algo dentro de su cuerpo, satisfacía mi "sentimiento de crueldad". Deseaba fervientemente que llorara más. Ser la única en saborear ese llanto y el hecho de que no hubiera nadie para abrazarla o consolarla y que además fuera un bebé incapaz de expresarse, hizo sentirme aún mejor.
Deseaba lamer lentamente aquellas lágrimas. Agrandar las heridas y, con mi lengua, rozar allá donde el corazón humano es más frágil y supura.

Yoko Ogawa
La piscina
Ed. Funambulista, 2012
Trad. Héctor Jiménez Ferrer

Fot. Saul Leiter