bajo la piel de la otra ciudad.
Hay una geografía prohibida
tras los muros opacos de las casas.
En ocasiones, como el viejo diablo cojo,
volamos dichosos, sobre los techos de cristal
y espiamos los secretos de la memoria:
aquí gocé, estoy seguro;
aquí fui feliz, creo;
aquí me divertí, supongo;
aquí, por lo que todavía siento,
diría que el amor dejó su rastro.