Él sabía palabras que nadie más sabía y se las murmuraba entre los cabellos, en los dos pabellones de carne rosada, como una respiración recóndita, casi inaudible, pero que dentro de ella crecía inmediatamente en trueno y estrépito de amor.
Gesualdo Bufalino
El hombre invadido
Ed. Anagrama, 1988
Trad. Joaquín Jordá
Fot. Robin Isely