miércoles, 29 de abril de 2020

Cuando el absurdo no tiene fin

A ver...

Seguro que con un poco de esfuerzo puede llegar a imaginarse que su salario mensual es de 4.710 euros... Supongamos que recibe una carta del departamento de recursos humanos (siempre me ha gustado ese nombre) en la que se le informa que están estudiando rebajarle el suerdo a 4.690 euros, pero al final sí lo bajan, pero se quedan en 4.707... 

¿Cambiará su estilo de vida con la rebaja de 3 euros?



O supongamos que tengo una cuenta con 47.100 euros.
Recibo una nota del banco que me dice que me bloquean 212 euros por el motivo x.
Al final, resulta que el cargo es de 24 euros, va, seamos exagerados, pongamos 30 euros.

¿Sentiré mi economía amenazada?

¿Me pondré histérico buscando un refugio seguro para los 47.070 euros restantes?

O supongamos que peso, normalmente, 47.100 kilos y que he pasado unos malos días y al pesarme, veo que estoy en 46.900, si bien al cabo de unos días ya estoy en 47.070 y ahí me quedo durante semanas.

¿Pensaré que mi salud ha estado en grave peligro por desnutrición? Y si lo pienso, ¿no dirá cualquiera que soy un exagerado?.

Pues son los números del coronavirus
47.100.000 habitantes en España
212.000 casos
24.200 fallecidos.

Sí, cada uno de ellos tiene hijos, hermanos, amigos, familia, etc. y lo siento.

Pero, por mucho que sea una tragedia cada caso individual, no es motivo para cargarse la vida de los 46.900.000 restantes.

La lista de medidas absurdas que se han decretado por la cara no tiene fin. Una pareja puede dormir en la misma cama, pero si va en coche y la pillan los dos sentados delante, multa.

Ahora, oh gracias a Dios, nos dejarán salir, pero no podremos ir más allá de nuestra provincia. ¿Y si vivimos en el pueblo que linda con otra provincia? Evidentemente, siguiendo la lógica de este Gobierno de descerebrados, podré ir 100 kilómetros a la derecha y ni 100 metros a la izquierda.

Y este verano será aterrador, ya me veo las patrullas en las playas, multando a uno que ha puesto la toalla a 180 cm de la vecina, en lugar de los 200 cm decretados.

Y ahora que si mascarilla sí, que si mascarilla no. Que si guantes sí, que si guantes no. Que si dos metros entre personas o será metro y medio, o dos metros veinte, vete a saber. Que puedo ser un reponedor de supermercado y cruzarme con 500 personas al día, pero no puedo ir a ver a mi madre que vive en la calle de abajo.

Por favor... ¿Donde está el sentido común? ¿Dónde está la responsabilidad individual? ¿Dónde está nuestra libertad de hacer con nuestra vida lo que buenamente queramos sin fastidiar al prójimo? No quiero que el Gobierno me diga a dónde puedo ir y a dónde no, con quién puedo andar y con quién no, si tengo que llevar una prenda o no?

Que informen todo lo que quieran, mejor si cuentan cosas de manera clara, didáctica y no alarmista. Y si uno quiere salir con un traje de buzo y las botellas de oxígeno para ir al súper, no seré yo quien le diga nada, pero que me dejen a mí llevar una vida normal y sin histeria colectiva, que no me lo prohíban todo, que no se metan en mi cotidianidad de la manera que lo hacen.

Esa peste que pone en peligro a la humanidad es una peste de mierda que en uno de los países que ha golpeado con más intensidad, el nuestro, ha cosechado un resultado ridículo del 0.05% de bajas.

Puede que sea algo más que una gripe chunga, pero poco más, la verdad. Y a los números me remito.

Y cuidado, que esto va para largo... hay unos veinte niños, veinte, que parece que les ha dolido la tripita y no saben muy bien el motivo.

De los veinte, los hay que han dado positivo en covid-19 (padecen la enfermedad), otros a los que les han detectado anticuerpos (ya la han pasado) y un tercer grupo que ni lo uno ni lo otro.

Vamos... el escenario perfecto para que empiecen a lucirse los expertos.