La mirada sin dueño.
He viajado en ferrocarril durante largo tiempo y mirando por la ventanilla, a través de un cristal que por momentos se hacía invisible, me parecía que las casas, los campos, los árboles, las nubes y los infinitos accidentes volaban en torno mío hasta producirme vértigo. He creído enloquecer mirando afuera, intuyendo la secreta estructura de las cosas, dejando que mi mirada se perdiera en lo que pasa, perdiéndome en una mirada que ya no puedo llamar mía. A esa sumisión del alma, plegarse pasivamente ante la belleza en lugar de poseer una idea activa que controle la experiencia, Leon Battista Alberti la llamaba "lentezza d'animo", y creo que Nietzsche denominaba "tener los ojos débiles" a algo semejante: la incapacidad de dirigir el sentido de las cosas con la mirada; sin embargo, prefiero la feliz expresión de Claudio Rodríguez: "esa mirada que no tiene dueño", que cierra su poema "Porque no poseemos (La mirada)", toda una teoría del mirar con desprendimiento.
José Saborit
