miércoles, 23 de agosto de 2017

La carne habitada


La luz es mansa ahora, 
la luz febril de mayo.

La luz se deposita 
en el confín del cuerpo, 
y es ya música, 
ritornelo de pájaro o de agua.

La luz transmuta en llama cuanto toca, 
incendia los objetos; 
los obliga a nacer en cada alba, 
a persistir hasta la línea indecisa del ocaso.

La luz posee manos invisibles 
cuando apenas se agita ya sobre la tierra. 
Mueve su amor las ramas de los árboles, 
abrasa la carne inmóvil de los hombres. 
Y cuando llega la noche 
se vuelve torpe y amarilla: 
es el aliento, el labio, 
el corazón del tiempo, 
el hueco del deseo.

La carne habitada
Ed. La Palma, 2008

Fot. Man Ray
Sleeping Woman, 1929  
Gelatin Silver Print (solarized)