La luz es mansa ahora,
la luz febril de mayo.
La luz se deposita
en el confín del cuerpo,
y es ya música,
ritornelo de pájaro o de agua.
La luz transmuta en llama cuanto toca,
incendia los objetos;
los obliga a nacer en cada alba,
a persistir hasta la línea indecisa del ocaso.
La luz posee manos invisibles
cuando apenas se agita ya sobre la tierra.
Mueve su amor las ramas de los árboles,
abrasa la carne inmóvil de los hombres.
Y cuando llega la noche
se vuelve torpe y amarilla:
es el aliento, el labio,
el corazón del tiempo,
el hueco del deseo.
La carne habitada
De Cuerpos
Ed. La Palma, 2008
Fot. Man Ray
Sleeping Woman, 1929
Gelatin Silver Print (solarized)