martes, 29 de noviembre de 2016

Variaciones - Edith Södergran


Versión original:

Porque soy pálida amo el rojo, el amarillo y el azul,
la gran blancura es melancólica como el crepúsculo en la nieve,
como cuando la madre de Blancanieves a la ventana se sentaba
anhelando también para sí el rojo y el negro.
El ansia de los colores es el de la sangre. Si tienes sed de belleza
cerrar debes los ojos y mirar en tu propio corazón.
Pero la belleza teme al día y a las miradas excesivas.
Pero la belleza no soporta el ruido ni los movimientos excesivos
no debes llevar tu corazón hasta los labios,
perturbar no debemos los nobles anillos de la soledad y del silencio,
¿se puede hallar algo más grande que un enigma sin resolver
y con extraños rasgos?
Taciturna seré toda mi vida,
una habladora es como el gárrulo arroyo que a sí mismo se traiciona,
un árbol solitario seré yo en la llanura,
los árboles del bosque perecen de ansia después de la tormenta,
debo estar sana de pies a cabeza y tener dorados rayos en la sangre,
debo ser inocente y pura como una llama de húmedos labios.

Edith Södergran
El ansia de los colores

Recogido en:
Virgen moderna: poesía completa.
Ed. Nido de Cuervos, Lima, 1993
Trad. Renato Sandoval Bacigalupo e Irma Síltanen


Variación I

Porque soy pálida amo los colores: rojo, amarillo, azul...
La sola palidez es melancólica como un atardecer de invierno.
Un rostro níveo anhela unos labios rojos y un pelo negro.
El ansia de los colores es el de la sangre.
Si tienes sed de belleza debes cerrar los ojos
y buscar en tu propio corazón.
Se prudente, la belleza teme al día y a las miradas excesivas.
La belleza no soporta el ruido y ama la quietud.
No debes llevar tu corazón hasta los labios,
nunca perturbes la alianza de soledad y silencio,
¿podemos encontrar algo más hermoso que un enigma
sin resolver y con extraños rasgos?
Mujer silenciosa seré toda mi vida,
no una locuaz vendedora de secretos.
Árbol solitario seré yo en la llanura,
los árboles del bosque perecen ansiosos de tormenta,
debo estar sana de pies a cabeza y tener dorados rayos en la sangre,
debo ser inocente y pura como una llama de labios húmedos.

Variación II

Vampira.


La esperanza del condenado a muerte I, 1974