sábado, 25 de julio de 2015

Aguardiente


Me despierta, 
en mitad de la noche,
un latigazo:
es el deseo.

Aún abiertas todas las heridas,
apenas unas horas después
de tus palabras.
Herida dulce,
hermosa,
viva, tuya.

El látigo me recorre:
arranca del pezón,
baja por la espalda,
sube en vertical hasta la nuca, 
se desparrama hecho erizamiento
por todo el cuerpo,
me abre los muslos,
lo siento en las mejillas,
quiere salir por la boca,
quiere salir bebiendo,
como agua para coracol,
hasta que encuentra
un poco de paz
en un abrazo imaginado,
vicario,
de mentira,
alimentado de la nada,
a una almohada,
testigo de lo que queda
de lo que no queda,
de ese fuego que quemó
y que hoy sólo es luz
reflejada,
otra verdad,
rompiendo la oscuridad
y haciendo arder el agua.

Fot: Idadora

Orfeo ed Euridice, Wq. 30 / Act 3: "Che farò senza Euridice?"
Christoph Willibald Gluck