lunes, 3 de diciembre de 2007

Sueño


Avanzaba por un largo, angosto, caluroso y oscuro pasillo. No podía ver desde dónde ni cómo por doquier emergían manos, suaves y ásperas manos, nervudas y blandas manos que, de manera impredecible, la alcanzaban, o se topaba con ellas, no sabría decirlo, generando una sensación de insolente y repulsiva intrusión a la vez que, sin quererlo, creaban un ardor voluptuoso sobre su piel expuesta y desprotegida que recorría todo el cuerpo, provocando una aceleración en su pulso y entrecortando su respiración, cada vez más dificultosa, lo que hacía cada vez más difícil avanzar por un suelo resbaladizo que parecía sembrado por húmedas, calientes y viscosas lenguas que, sin pausa alguna, lamían a destajo sus pies y hasta alguna subía por sus piernas como una babosa trepadora, para volver a caer al suelo formando un amasijo junto a las demás. Ella temía aplastar esas lenguas resbaladizas y todavía temía más que de pronto se abriera el suelo bajo sus pies y la engullieran, pero no podía detener el avance hacia lo que parecía una puerta entornada de donde salía un tenue reflejo púrpura así como unos sonidos ¿eran voces? extraños, susurrantes, que no podía entender, pero que la atraían irremediablemente.

Fot. Francesca Woodman