¿Y no sientes acaso tú también
un dolor tormentoso sobre la piel del tiempo,⠀
como de cicatriz que vuelve a abrirse allí⠀
donde fue descuajado de raíz el cielo?⠀
¿Y no sientes a veces
que aquella noche junta sus jirones
en un ave agorera,⠀
que hay un batir de alas contra el techo,⠀
como un entrechocar de inmensas hojas
de primavera en duelo⠀
o de palmas que llaman a morir?⠀
¿Y no sientes después
que el expulsado llora,⠀
que es un rescoldo de ángel caído en el umbral,⠀
aventado de pronto igual que la mendiga
por una ráfaga extranjera?⠀
¿Y no sientes conmigo
que pasa sobre ti⠀
una casa que rueda hacia el abismo
con un chocar de loza trizada por el rayo,⠀
con dos trajes vacíos
que se abrazan para un viaje sin fin,⠀
con un chirriar de ejes
que se quiebran de pronto
como las rotas frases del amor?⠀
¿Y no sientes entonces
que tu lecho se hunde
como la nave de una catedral
arrastrada por la caída de los cielos,⠀
y que un agua viscosa corre sobre tu cara
hasta el juicio final?⠀
⠀
Es otra vez el légamo.⠀
De nuevo el corazón arrojado
en el fondo del estanque,⠀
prisionero de nuevo entre las ondas
con que se cierra un sueño.⠀
⠀
Tiéndete como yo
en esta miserable eternidad de un día.⠀
Es inútil aullar.⠀
De esta agua no beben las bestias del olvido.⠀
⠀
Olga Orozco⠀
Los juegos peligrosos
Fot: s/d