La calma
Con sigilo despiadado, se evapora al frío del desorden este silencio en gotitas sin consideración. Un desvanecerse en cada latido que, sin embargo, no duele; tal vez sea la costumbre de las heridas abiertas o el arte fingido por la defensa propia. No es de mercado este sangrado facundo de las horas vacías; al contrario, se regala a la mínima ocasión si la luz quiere jugar. Y hace el pino entre las sombras para caerse e imaginar engañándose que todavía puede sonreír.
Fot: s/d