viernes, 18 de enero de 2019

Algo ha terminado


Algo que pertenecía a la felicidad se pierde en el abrazo. 
En el más completo amor, en la misma felicidad, hay un deseo que refiere íntegra y súbitamente a la muerte. Lo que desbordara de violencia en el goce es sobrepasado por una tristeza que no es psicológica. Por una languidez que asusta. Hay lágrimas absolutas que se mezclan. En la voluptuosidad, hay algo que sucumbe.
Es una ternura hacia el otro que angustia el corazón. Es una sensación del instante que no nos resulta tolerable. Son celos de no sabemos qué del pasado y que no podremos hacer que vuelva. La detumescencia plena de alegría se adhiere a la sensación de lo irrenovable y confina con el deseo de llorar. Entendemos que muchos animales mueran en el momento en que desovan o se acoplan. Algo ha terminado. Cuando se ama con la mayor intensidad, algo ha terminado.
Un fondo de terrible calma emerge en el seno de la turbulencia. Es posible que en cada ocasión uno muera con el placer. Hay en ello una unión tan unificante que no es admisible. Septimius Florens Tertuilianus escribió en su De anima
“En el ardor de la extrema gratificación en el curso de la cual es emitido el humor de la generación, ¿no sentimos acaso que algo de nuestra alma nos ha dejado? ¿No experimentamos una postración al mismo tiempo que nuestra vista se hace menos aguda? Podemos decir que el cuerpo del niño que resulta de ello es un derrame del alma de su procreador”. 
La voluptas, dice claramente Tertuliano, es una prostratio de la mirada porque aquélla provoca un “debilitamiento de la vista”.

Pascal Quignard
La melancolía romana
El sexo y el espanto
Ed. Minúscula, 2005
Trad. Ana Becciú

Fot. Edward Steichen
Dana's Hands, 1923