viernes, 13 de abril de 2018

El escultor para ciegos


La alegría tan familiar y siempre renovada de mis dedos cuando los paseo, con los ojos cerrados, por una estatua.
- Sin duda - me digo - , toda estatua de bronce le regala a los dedos esa misma felicidad. En casa de unos amigos que tienen dos pequeñas estatuas, réplicas exactas de Donatello, quiero revivir la misma experiencia con ellas: el bronce no responde, mudo, muerto.
Giacometti, o el escultor para ciegos.
Pero ya había conocido ese mismo placer hace diez años, cuando mi mano, los dedos y la palma, acariciaron sus lámparas de pie. Son las manos y no los ojos de Giacometti los que fabrican esos objetos, esas figuras. No las sueña: las siente.

Jean Genet
El atelier de Alberto Giacometti
Ed. Proa Publicaciones
Trad. Jaime Arrambide