viernes, 16 de febrero de 2018

Una llamada telefónica


Un señor que sabe latín, pero ya no griego, pasea por casa y espera una llamada telefónica. En realidad, no sabe qué llamada telefónica espera, ni si se producirá. En el caso de que no se produzca ninguna llamada, ignora lo que eso significa. Espera sin duda llamadas de personas relacionadas, de manera íntima, con su vida. Algunas de esas llamadas le asustan. Sabe que es fácilmente vulnerable. (...) Una vez recibió la llamada llena de sollozos de una mujer abandonada que se había equivocado de número. Había iniciado con ella una relación telefónica, proseguida durante algunas semanas, hasta que desde el otro lado del teléfono le había respondido una voz desconocida, enfadada e inocente. No se había atrevido a llamar de nuevo. Ahora podría llamarle una mujer que él ama y que no se atreve a amarle si no es con largos intervalos de tortura, una mujer que él ama y que a su vez le ama, pero que está demasiado ocupada para darse cuenta de ello, una mujer que él no ama y que le ama, y que le halaga sin imponerle intolerables conflictos. En realidad, preferiría una llamada diferente, imprevisible, destinada a cambiar la imagen de una vida que no estima interesante, y sólo irritante. Recuerda que el amigo de un amigo le contó en cierta ocasión que había recibido una llamada del padre, muerto seis años atrás. Había sido una llamada brusca, ya que el padre siempre había tenido mal carácter, y al mismo tiempo breve y trivial. Tal vez era una burla. El señor que sabe latín preferiría no esperar llamadas; las llamadas preceden el mundo y son, en último término, la única prueba de la existencia del mundo. Pero no de la suya.

Giorgio Manganelli
Centuria: Cien novelas río
Ed. Anagrama, 1982
Trad. Joaquín Jordà

Fot. René Magritte
The Voice of Silence, 1928
Oil on canvas, size 57 x 63 cm.
Worcester Art Museum, Worcester, Ma.