Las condiciones de cuando la vida todavía no había nacido de los océanos no han cambiado mucho en las células del cuerpo humano, bañadas por la ola primordial que sigue circulando en las arterias.
En efecto, nuestra sangre tiene una composición química análoga a la del mar de los orígenes, del que las primeras células vivientes y los primeros seres pluricelulares obtenían el oxígeno y los demás elementos necesarios para la vida.
Con la evolución de organismos más complejos el problema de mantener el máximo número de células en contacto con el ambiente líquido ya no pudo ser resuelto simplemente a través de la expansión de la superficie exterior: se vieron aventajados los organismos dotados de estructuras cóncavas, dentro de las cuales el agua del mar podía fluir.
Pero fue sólo con la ramificación de estas cavidades en un sistema de circulación sanguínea cuando la distribución del oxígeno fue garantizada al conjunto de las células, haciendo así posible la vida terrestre.
El mar en el que un tiempo los seres vivientes estaban sumergidos, ahora está encerrado dentro de sus cuerpos.
Italo Calvino
Todas las cosmicómicas
Ed Siruela, 2007
Trad. Ángel Sánchez Gijón
Fot. Paul Wunderlich