jueves, 30 de noviembre de 2017

Ya no eres más que un ojo


Ya no eres más que un ojo. Un ojo inmenso y fijo, que lo ve todo, tanto su cuerpo desplomado como a ti, mirándote mirar, como si estuviera completamente girado dentro de su órbita y te contemplara sin decir nada, a ti, el interior de ti, tu interior negro, vacío, glauco, aterrado, impotente. Te mira y te paraliza. Nunca dejarás de verte. No puedes hacer nada, no puedes escaparte, no puedes escapar a tu mirada, no podrás nunca: aunque lograras dormirte tan profundamente que ningún sobresalto, ninguna llamada, ninguna quemadura pudieran despertarte, seguiría estando allí ese ojo, tu ojo, que no se cerrará jamás, que no se dormirá jamás.
Te ves, te ves verte, te miras mirarte. Aunque te despertaras, tu visión permanecería idéntica, inmutable. Aunque lograras añadirte miles, millones de párpados, estaría todavía, detrás, ese ojo, para verte. No estás dormido, pero el sueño ya no vendrá. No estás despierto y no te despertarás jamás. No estás muerto y ni siquiera la muerte sería capaz de liberarte.

Georges Perec
Un hombre que duerme
Ed. Impedimenta, 2009
Trad. Mercedes Cebrián

Fot. Val Telberg, 1948