Aunque cierre los ojos y sueñe de noche, aunque los abra y observe atentamente las cosas reales a la luz resplandeciente del sol, aunque su mirada se aleje y se extravíe, o vuelva los ojos al libro que tiene entre las manos, aunque espíe una película sentado en la oscuridad o se quede absorto mirando un cuadro, el hombre es una mirada deseante que busca otra imagen detrás de todo lo que ve.
La fascinación es la percepción del ángulo muerto del lenguaje. Por eso la mirada es siempre oblicua.
Pascal Quignard
El sexo y el espanto
Ed. Minúscula, 2005
Trad. Ana Becciú
Fot. Tunguska.RdM