lunes, 4 de septiembre de 2017

Azul por todos lados


Pasó el tiempo, convirtiendo todo en hielo.
Bajo el hielo, el futuro se movió.
Si caías dentro, morías.

Fue una época
de espera, de acción suspendida.

Yo vivía en el presente, que era la parte
del futuro que se podía ver.
El pasado flotaba por encima de mi cabeza,
como el sol y la luna, visible pero inalcanzable.

Era un tiempo
gobernado por contradicciones, como si dijera.
No sentía nada y
tenía miedo.

El invierno vaciaba los árboles y los llenaba de nuevo con nieve.
Porque no podía sentir, la nieve caía, el lago se congelaba.
Porque tenía miedo, me quedaba quieta,
mi aliento era blanco, una descripción del silencio.

Pasó el tiempo, y algo de él devenía en ésto.
Y algo de él simplemente se evaporaba,
podías verlo flotar por encima de los árboles blancos
formando partículas de hielo.

Te pasas la vida esperando el momento justo.
Pero el momento justo
sólo se rebela actuando.

Veía el pasado moverse, una línea de nubes moviéndose
de izquierda a derecha o de derecha a izquierda,
dependiendo del viento. 

Algunos días no había viento. 
Las nubes parecían quedarse en su sitio
como una pintura del mar, más inmóvil que real.

Algunos días el lago era una lámina de vidrio.
Debajo del cristal, el futuro emitía
sonidos graves, tentadores:
tenías que hacer un esfuerzo para no escucharlos.

Pasó el tiempo, tenías que verlo.
Los años que se llevó eran años de invierno,
nadie los extrañaría. 

Algunos días no había nubes, como si
el origen del pasado se hubiera desvanecido. 

El mundo era blanquecino, 
como un negativo; 
la luz atravesándolo. 
Luego la imagen esfumándose.

Por encima del mundo
había sólo azul, azul por todos lados.

Landscape, Averno

Fot. livaniana