martes, 15 de agosto de 2017

Una mañana clara del Noveno Mes


Recuerdo una mañana clara del Noveno Mes. Había llovido durante toda la noche. A pesar del sol, las gotas de rocío aún cubrían los crisantemos del jardín. En los cercos de bambú y las varas de los setos veía telarañas. A medida que sus hilos se quebraban, las gotas de lluvia quedaban colgando de ellos como perlas de un collar. Estaba conmovida y encantada.
Poco a poco, el rocío fue desapareciendo del trébol y de las otras plantas en las que tan pesadamente se había posado. Las ramas, más livianas, se agitaron casi imperceptiblemente y luego, de repente y con toda armonía, se alzaron.
Más tarde describí a los demás toda la belleza que había visto. Pero mi relato no causó ninguna impresión, y quedé desasosegada.

Sei Shônagon
El libro de la almohada 
Ed. Adriana Hidalgo, 2002

Fot. Allan Barnes