Pasaba largo tiempo en el ajeno huerto,
y sólo pensaba en subir a escondidas
a la higuera desnuda,
para mirar desde lo alto al mundo,
como si fuera una hoja
o un pájaro;
pero siempre pasaba alguien
y siempre lo dejaba para luego.
Una tarde,
miró en derredor suyo
- todo desierto -,
trepó a la rama más alta;
entonces se oyeron voces de entre las matas:
"¿Qué haces, allí arriba?"
- grandes voces -,
y contestó:
"Un higo, quedaba un higo".
La rama se quebró.
Lo levantaron.
Tenía la mano derecha agarrotada.
Cuando abrieron sus dedos,
no había nada dentro.
La subida
Fot. Artur Pastor
Alentejo, 1940