La habitación de la torre está oscura.
Pero ellos se iluminan los rostros con sus sonrisas.
Tantean ante sí como ciegos
y encuentran al otro
como se encuentra una puerta.
Casi como niños
que se asustan de la noche,
se abrazan uno a otro.
Y sin embargo no tienen miedo.
No hay nada que esté contra ellos:
ni un ayer, ni un mañana
pues el tiempo se ha desmoronado.
Y ellos florecen lejos de sus ruinas.
Él no preguntó: "¿Tu marido?"
Ella no preguntó: "¿Tu nombre?"
Pues se han encontrado
para ser el uno para el otro una especie nueva.
Se darán cien nombres nuevos
y se los volverán a quitar todos
el uno al otro,
como se quita un pendiente.
Ed. Hiperión, 1997