Los hombres se sienten molestos no por las cosas que les suceden, sino por las ideas que tienen acerca de las cosas; por ejemplo: la muerte no es nada terrible, pues, si lo fuera, también a Sócrates se lo habría parecido; por la idea acerca de la muerte, que la muerte es terrible, resulta terrible la muerte. Cuando nos sintamos contrariados, molestos o apenados, nunca deberíamos censurar a los otros, sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras ideas. Es actitud propia de hombres escasamente instruidos censurar a los otros por la mala disposición propia; es acción propia de quien ha comenzado a ser instruido, dirigir la censura a sí mismo; y es propio de aquel cuya instrucción ya se ha completado no censurar a los demás ni tampoco a sí mismo.
Epicteto
Enquiridión
Ed. José. J. De Olañeta
Trad. Agustín López y María Tabuyo