lunes, 13 de marzo de 2017

Ayuda en el puente


   En cuanto lo vi en el puente con la mirada perdida y el rostro confuso supe que necesitaba ayuda. Como me considero un buen psicólogo, decidí socorrerlo.
   Me acerqué, le ofrecí un cigarrillo y nos quedamos conversando largas horas apoyados en la baranda.
   Ya casi amanecía cuando apreté el gatillo. Aguanté el cuerpo con el hombro y disparé por segunda vez a su cabeza. Luego, con un empujón, lo tiré al río.
   Me alejé con paso sereno y la satisfacción del deber cumplido. No hay nada que me ponga más contento que ayudar a los suicidas indecisos.

Antonio Cruz, El tío Elías y otros cuentos

Fot. Albarrán Cabrera