Tenía una amiga que ambicionaba escribir
poemas de silencio.
Trabajó mucho hasta que consiguió
organizar una mesa de vidrio transparente,
doce hojas blancas de papel en blanco
con una joya encima de cada una
para que cada amigo pudiera recibir
su poema de silencio
cuando fuera encontrada vestida de blanco
después de la muerte blanca que nos ofrecía.
Llegué a tiempo para salvarla.
Le hicieron un lavado de estómago.
Mas no me perdonó el alma mal lavada.
Nunca más nos vimos.
Viaja ahora de país en país
sin joyas, sin poemas, sin amigos.
Y me llama a veces después de la medianoche,
cuando el silencio araña el cristal de la ventana.
Poemas Novos e Velhos