martes, 1 de diciembre de 2015

Bones



-Recuerdo aquella noche. Se había puesto un vestido de lunares muy pequeños, pequeñísimos, azules, sobre un fondo de tul blanco porque a mí me gustaba contarlos y llevaba el pelo recogido en un moño con dos golondrinas y y un lazo y recuerdo que cenamos, caballitos de mar y de postre la fruta prohibida que había entre sus piernas.

-¿Podría explicarme, cuando deje de hablar solo por supuesto, cuando dice- justo en las primeras líneas de esta entrevista, donde la periodista le pregunta al entrevistado que si podría explicarle, cuando deje de hablar solo por supuesto, qué quiere decir exactamente cuando dice que su corazón es tannnnnn bonito-, que su corazón es tannnnnnn bonito? Porque así, suena a que tenga el pecho lleno de estrellas fugaces o sea usted una Inmaculada del Greco, da, pie a observar posibilidades como el uso por ejemplo de algún tipo de droga o, la perdida parcial de la memoria, ya sabe, aunque algunos episodios de su vida no están llenos precisamente de amapolas, si no precisamente de cosas que a nadie le gustaría guardar en el trastero, entiendo pero- como aquel Tsunami que se lo llevó todo por delante o la no tan lejana y radical postura que tomó usted frente al pelotón de fusilamiento pidiendo como último deseo, en vez de otra oportunidad, un cigarro-, ¿no debería recordarlos también? No sé si me explico.¿ O ha borrado los malos momentos de su base de datos?. Cuando deje de hablar solo, por supuesto. No hay prisa.

-¿Tiene un lápiz?

-¿Le da igual este bolígrafo?

-Prefiero los lápices, porque cuando los muerdes, saben a madera; pero déjeme, que le haga...un boceto...de lo que...sería, más o menos, mi corazón. ¿Ve? Los cajones son de diferente color, cada uno el suyo, como ve, los hay verdes y también azules o naranjas o amarillos, cada uno, con su etiqueta, cada uno con su pomo blanco y cada uno, desde los más pequeños hasta estos enormes, guarda algo en su interior. Algo importante. Algo hermoso. Algo único. Cada uno. Abra el que quiera.

-No sé si...vale. ¿Este?

-Uno cualquiera. Menos ese.

-Mire, por ejemplo en este de aquí guardo el día que mi padre me enseño a montar en bicicleta. Era roja y tenía, unas ruedecitas a los lados para que no me cayera. Mi padre me agarraba del cinturón por detrás y a los dos días me dijo, vamos a quitarle las ruedecitas de los lados, tú, no te preocupes que, yo te agarro.
Los pájaros empujan a las crías de sus nidos. Mi padre me solo. Decía, levanta la cabeza, no mires la rueda, no mires la...pum. Contra un árbol.
Hasta que levanté la cabeza y no miré nunca más la rueda y, aquello era como volar, tenía, el mundo entero para mí, y aquella bicicleta. Me sentía un Carlomagno.
Y mi padre estuvo ahí, todos aquellos días.

O este otro: verano del, puffffff, ni me acuerdo, yo, era un chaval y me mandaron de vacaciones a casa de un tío que vivía en el pueblo.
No volví virgen. Fue mi verano azul. Mi Odisea. Salía de muy mañana a ver el campo, como un explorador, una vez, me metí en un nido de arañas que era más grande que yo y volví con picaduras a la casa, todo rojo y con fiebre, y otro, nos comimos unos cuantos y yo un montón de ciruelas de un árbol que había en la plaza, y volvimos con casi diarreas, y otro, aquellos cuantos me buscaron una novia para que hiciera juego con el resto, y subiéramos de noche al castillo a ver el pueblo desde arriba, todo encendido para las fiestas.
¿Sabe? No hay nada más dulce que el primer beso.

O este pequeñito. Mire, aún late.
O este otro: ¿No son preciosas? Son lagrimas de Sirena. De un valor incalculable.

-¿Puedo abrir uno entonces?

-Ese no. No insista.

-¿Podría al menos decirme por qué?

-Porque tiene un candado.

-Por eso quiero abrir ese.

-Por eso tiene un candado. 

Historiadero