Cuando un vuelo tiene nombre y apellidos
parece menos remoto.
Como tu pie una vez descubierto.
Ya todo se convierte en un puzzle
donde las piezas son horas
que van cayendo y encajando.
Donde en el dibujo se ve
a dos personas jugando al uno.
Porque, diga lo que diga el refranero,
es posible tocar y repicar.
Y, diga lo que diga la razón,
uno más uno no siempre dan dos.
Ábrete.
Quiero disfrutar de ti.
Y apaga esa maldita tele.