sábado, 31 de octubre de 2020

La medicina no es ciencia, es religión


Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Y la medicina, aunque se vista de ciencia, en religión se queda. Herederos de los brujos sanadores y chamanes de las antiguas tribus. 
Con decir que hay médicos homeópatas creo que es suficiente.

Hoy te recetan medicinas como antes te recetaban hierbas o pociones: con buena voluntad, ganas de curar, y basados en la experiencia que aporta la evidencia. Hoy sabemos muchas más cosas, tenemos muchos más datos, el universo de las evidencias se ha multiplicado, pero en el proceso que significa un diagnóstico, ya sea de un caso concreto o de un grupo de casos, hay un paso, el último, la interpretación de esos datos objetivos, que convierte todo el proceso en algo subjetivo. De qué, si no, sirve aquello de "una segunda opinión", cuando nos diagnostican una enfermedad grave. 
Debemos recordar que el tabaco, en el siglo XVI, se recetaba para la bronquitis, como expectorante. Las sangrías eran remedio común, y eran médicos quienes las prescribían. Hoy las cosas han cambiado, pero tampoco tanto.
Con todo eso quiero argumentar lo siguiente: se nos vende un discurso médico como discurso científico y no lo es: es opinión. Y por lo tanto, el paciente, se convierte en un feligrés de la parroquia (CAP) a la que pertenezca. Creerá, o no, en la doctrina que imparta su párroco. Si no le gusta, puede acudir a otro.
Últimamente un exponente claro de lo que digo es el del gremio de los virólogos. Los hay para todos los gustos. Y siempre encontrarás un virólogo de prestigio que defienda el punto de vista que quieras argumentar, tenga éste el sentido que tenga. Eso a nivel internacional, en España todos son de la misma opinión y pobre del que discrepe, se le acabaron los bolos televisivos, aunque esto creo que pronto cambiará: la unanimidad aburre y es más entretenida la discrepancia. Hoy la discrepancia la asumen personajes poco populares, principalmente fachas.

Yo, que soy incrédulo por naturaleza y sólo creo en la muerte como realidad indiscutible, estoy contra las medidas confinatorias. No soy "negacionista", creo que el virus existe, lo que discuto es la manera de enfrentarse a él y la letalidad que se le atribuye.
Frente al discurso del aislamiento no hay más que fijarse en Suecia, que no lo practicó ni en Marzo, y vemos, observamos, constatamos, que los resultados son parecidos. La consecuencia lógica que se puede extraer (la evidencia) es que el aislamiento es inútil. En el mejor de los casos sirve para aplazar el problema, no para resolverlo. Para lo que sí es útil es para eliminar puestos de trabajo y, de paso, como quien no quiere la cosa, convertir a personas independientes en personas dependientes de una ayuda estatal. Da para pensar, pero ese es otro tema.

Ayer, en el monográfico semanal de "la Sexta" sobre el covid-19, salía el caso de un paciente ingresado en UVI de 45 años, como ilustrativo de que la enfermedad no solo ataca a "nuestros mayores" (repugnante expresión). Lo sacaron como diez veces, lo cual no lo convierte en diez casos, sino en uno solo repetido. Para colmo, entrevistan al médico, a pie de cama, y le preguntan si el paciente tenía patologías previas y la respuesta del médico/científico es la siguiente (cito textual): "No, sólo era hipertenso, creo" Creo... En fin...

Ya me he cansado del tema coronavirus por hoy, sólo voy a dejar unos datos para que la cosa se vea desde otro ángulo. Se nos habla de muerte y muerte y muerte.
Yo dejaré datos de vida, de supervivencia. Para situarnos, son datos de la primera semana de Octubre, de Estados Unidos, sobre un universo de "positivos por PCR" de algo más de 9.000.000.
Tasa de supervivencia a la infección por Covid-19, o sea, una vez infectados por el virus:
Edad de 0 a 19: 99.997%
Edad de 20 a 49: 99.980%
Edad de 50 a 69: 99.500%
Edad de 70 y más: 94.600%
Dicho esto, cada caso es un universo en sí mismo, y de nada consuela constatar que el ser querido que se ha perdido pertenece a ese 0.5% de casos que acaban en fallecimiento, pero creo que las cifras ensanchan un poco la perspectiva que se nos quiere vender a toda costa: la de un virus letal como pocos. No es así, es extremadamente contagioso, eso sí, pero su letalidad es, comparado a otros, pobre.

El frente, hasta ahora monolítico, de los aislacionistas empieza a resquebrajarse. Los disturbios empiezan a proliferar. De momento son aislados, pero también cabe observar que son dispersos: Francia, Italia, España, Estados Unidos, Barcelona, Logroño, Madrid, Málaga... No parece que la cosa tenga que ir a menos, más bien lo contrario. Ya veremos.