sábado, 26 de septiembre de 2020

Furia


Calla. Raciona. Oculta. Guárdate con tus cosas en el cofre… con todo lo indecible… No los acojones. Entiérrate. Más. Más abajo… Vamos… Ahora, levántate, endereza el mecano, aprieta entre los dientes el calendario. Sé productiva y eficiente. Limpia a conciencia el suelo antes de caer sobre él aplastada por el peso de todos esos días iguales… y llora a solas. Que no se sepa. Muérdete el labio inferior. Maquíllate. La meteorología de tus entrañas pertenece al ámbito del secreto. Gestiona mejor la hondura de la mirada. Hazte la ciega. No te salgas de la cuadrícula o te atravesarán el rostro con un aspa. No pongas a los tuyos en ridículo exponiendo al sol tus intestinos. No los avergüences. No olvides sus necesidades. Eres hija, hermana, madre, amante, amiga… Sierva. No los obligues a negarte. Disimula el asco, no salgas así al escenario. Habla bonito. Escribe bonito. Esculpe bonito. Teje, pinta, adorna, amasa… pero hazlo bellamente… Administra con sabiduría la miel y el veneno. Sé oportuna, discreta, malva, vaporosa… No seas del todo mujer, que les desagrada la imaginación cuando se desboca, ya sea rosa o lúgubre, que aborrecen tus manos después de remover la tierra, como garras, que se sienten desmotivados cuando no sobrevive tu calor bajo su hielo… No huelas a nada de lo que toques, evita acariciar el lomo del pescado… no olvides que les encanta el olor de la hierba, y el cítrico aroma de los limones… Deshazte del amoniaco… Calla y sonríe… Amordaza el dolor y ocúltalo en el sótano con los harapos y las carencias… Sonríe… obligatoriamente suave, dulce… Convierte tu regazo en un cojín pero bébete a solas tu noche… No confieses que no duermes, no los obligues a temerte… Sonríe, sé buena, disimula el hambre –de carne, de sexo, de emoción, de luz-, pero no te prives del chocolate y cruza las piernas… elévate sobre tu género, saca el culo, oprime el vientre, agacha un poco la cabeza… Reserva… Acata… Comprende… Acepta… Sométete a la arbitrariedad con que maltratarán tus ciclos –si no sabes, aprende-… y no menciones con frecuencia la sangre aunque a lo largo de tu vida corra entre tus piernas a mares… Te mostrarán el adusto entrecejo, el morro torcido… Alguien recordará algo que leyó acerca de maldiciones e impureza, mirarán hacia otro lado y dirán: hagámosla invisible… Está rota, está loca… Está vieja…

Se te agrietará el corazón. Pero entonces… entonces, deja que la criatura roja que oxigena tu fuego, la celadora de tus edades, se abra paso desde adentro, que embista con furia reventando el costillar que la encarcela, coronada de leños y raíces, porque habrá de resucitarte o darte muerte.

Carmen Jurado Torresquesana
El Diario de Humo