viernes, 5 de enero de 2018

Soñar


La gente que sueña mientras duerme por la noche siente una clase especial de felicidad que no tiene el mundo diurno, un plácido éxtasis y una ligereza de corazón que saben como la miel. También siente que la verdadera gloria del sueño reside en su atmósfera de ilimitada libertad. No la libertad del dictador que impone al mundo su voluntad, sino la libertad del artista que no emplea su voluntad, porque se ha librado de ella. El placer del verdadero soñador no reside en la sustancia de su sueño, sino en esto: que las cosas ocurren sin ninguna interferencia por su parte y, además, completamente fuera de su control. Grandes paisajes creados por sí mismos, grandes y espléndidas vistas, ricos y delicados colores, caminos, casas que nunca ha visto y de las que nunca ha oído hablar. Aparecen extraños y son amigos o enemigos, aunque la persona que sueña no haya hecho nunca nada por ellos. Las ideas de huida y persecución son recurrentes en los sueños e igualmente propiciatorias del éxtasis. Todos dicen cosas inteligentes. Es cierto que si se las recuerda al día siguiente las cosas se borran y pierden su sentido, porque pertenecen a un plano diferente, pero tan pronto como el que sueña se tumba por la noche, el circuito se cierra y recuerda su esplendor. Durante todo el tiempo le rodea un sentimiento de inmensa libertad y le invade, como el aire y la luz, una felicidad ultraterrena.

Isak Dinesen (Karen Blixen)
Sombras en la hierba
Ed. Alfaguara, 1993
Trad. Aquilino Duque

Fot. Robin Isely