Le gustaba abandonarse y soñar despierta, pero un pudor casi exacerbado le impedía hacer a los demás la más mínima insinuación sobre sus vivencias espirituales, aunque su alma temblaba bajo la presión de las palabras no pronunciadas, como vacila la rama de un árbol bajo el peso de sus frutos demasiado maduros. (…)
Ya desde su más tierna juventud, la oscura conciencia de su carácter tímido y su reservada soledad le había enseñado a no contemplar las cosas como algo frío y sin vida, sino como amigas calladas que confiaban sus secretos y ternuras a quien las escuchaba. Libros y cuadros, paisajes y piezas musicales le hablaban a ella, que había conservado la capacidad poética del niño que ve en objetos pintados, en cosas inanimadas, una realidad de colores gozosa y viva. Y estas habían sido sus solitarias alegrías antes de que le llegase el amor. (…)
La sensualidad se desliza como ensoñación y como dichosa fantasía, como vanidad y goce estético, pero al final llega el momento en que se arranca todas las máscaras y rasga los velos que la ocultaban.
Ed. Acantilado, 2011
Trad. Roberto Bravo
Fot. Luigia Pansera
Solitude, 2009