De vez en cuando hago que estoy ciega.
Mis dedos se convierten
en buscadores de relieves familiares
y escucho la voz de mi padre
que me llama por mi nombre,
sin confundirme con mis hermanas.
Y mi cuerpo es un trozo de barro
que modela tu boca.
Pero la oscuridad de mi noche oculta
un abrazo perverso
que me tapa los ojos
y también me deja sorda y sin voz
para que no te oiga,
para que no me oigas.
Y el cuerpo se deshace, se va perdiendo
y la ceguera es la costumbre de tu mano
para no vernos más.