Disculpe.
Pensé por un momento
que usted era alguien que conozco.
Me suele suceder.
Una vez en el teatro de la plaza
cuando aún se encontraba allí,
volví la cabeza mientas las luces se encendían
y me vi allí con una joven y otra pareja.
Fuera en el vestíbulo miré al hombre
y él miró hacia otra parte.
No le resultaba conocido.
Bueno, como dicen, es cosa de dos,
y de todas formas no sé qué caso hubiera tenido.
¿Sabemos quiénes somos, piensa usted?
Los niños parecen saberlo.
Una vez pregunté a una niña pequeña.
Dijo que había estado enferma.
Dijo que se veía diferente y se sentía diferente.
Yo dije, "Tal vez no eras tú". "¿Cómo lo sabes?"
"Sí, yo era yo", dijo ella, "sé que lo era".
En parte ya no me preocupa o no como antes.
No soy nadie más y nadie al fin y al cabo.
Todo el resto lo ignoro.
No sé nada.
Me golpeó.
Pensé que era Harry cuando lo vi
y pensé: "le preguntaré a Harry".
Sin embargo no creo que él sepa.
No es que me confunda.
No quiero decir eso.
Si alguien apareciera y dijese, "Pregúnteme",
no sabría ni por dónde empezar.
Ni siquiera tengo preguntas.
Es la forma en que me desvanezco
como si yo fuera la persona
de una foto instantánea puesta a la luz.
Y el entorno se borra
como si despertáramos en el crepúsculo equivocado
y las cosas se volvieran oscuras y grises
cuando las esperábamos más nítidas.
De lo real cada vez menos.
No hay punto fijo.
Las preguntas fijan un punto,
como las respuestas.
Las cosas se mueven otra vez
y sólo queda apartarse.
Estaba equivocado: deberíamos prescindir
de preguntas y respuestas
y todo lo que aprendemos
es cuán sonora resulta nuestra ignorancia.
Eso es lo que quería decirle a Harry.
Usted se le parece.
Gracias de todos modos.