sábado, 23 de septiembre de 2017

Certeza y duda


Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se está pensando o soñando, si uno aún conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. 
Estos eran los mejores periodos, los más tranquilos y satisfactorios y mansos, pero nunca duraban mucho, no es fácil desentenderse de una cuestión así, de una duda así.
Lograba (..) sumergirse en la impremeditada cotidianidad, de la que gozan sin ningún problema la mayoría de los habitantes de la tierra, los cuales se limitan a ver empezar los días, y cómo trazan un arco para transcurrir y acabarse. Entonces se figuran que hay una clausura, una pausa, una división o una frontera, la que marca el adormecimiento, pero en realidad no la hay: el tiempo sigue avanzando y obrando, no sólo sobre nuestro cuerpo sino también sobre nuestra conciencia, al tiempo le trae sin cuidado que durmamos profundamente o estemos despiertos y alerta.
Cuando creía que su marido era su marido no estaba tan sosegada ni se levantaba de la cama con demasiadas ganas de iniciar la jornada, se sentía prisionera de lo largamente aguardado y ya cumplido y no más aguardado, quien se acostumbra a vivir en la espera nunca consiente del todo su término, es como si le quitaran la mitad del aire. Y cuando creía que no lo era pasaba la noche agitada y culpable, y deseaba no despertarse, para no hacer frente a los recelos hacia el ser querido ni a los reproches con que se castigaba a sí misma. Le desagradaba verse endurecida como una miserable. En esos periodos en que decidía o lograba no creer nada, sentía en cambio el aliciente de la duda escondida, de la incertidumbre aplazada, porque antes o después ésta volvería. Había descubierto que vivir en la certeza absoluta es aburrido y condena a llevar una sola existencia.

Ed. Alfaguara, 2017

Anouk Aimée et Jean-Louis Trintignant